Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

lunes, 19 de noviembre de 2012

"We go to Eindhoven!"

11 de Noviembre de 2012.

La chica llegó a casa. La calurosa tarde de verano conseguía que en su frente aparecieran algunas gotas de sudor. Quitó la mochila de su espalda, sacó su portátil de ella y lo puso sobre la mesa del salón. La mochila la dejó sobre una de las sillas donde no se sentó y abrió la tapa del ordenador. Lo encendió lo más rápido que pudo, deseando que se cargara cuanto antes y deseando, aún más, haber recibido alguna respuesta de todos los correos que había enviado la tarde anterior. 

La chica pasaba cada tarde enviando mensajes a empresas de Europa. Necesitaba realizar sus prácticas universitarias en un país que no fuera el suyo, lo necesitaba. Era una necesidad. Las ganas de volar y de comenzar algo nuevo aumentaban conforme las tardes de verano avanzaban en el tiempo. Se conectó a internet y abrió la página de correo. ¡Tres mensajes en la bandeja de entrada! ¡Tres mensajes en la bandeja de entrada! ¡Que sea una respuesta, que sea una respuesta! Dos de ellos estaban cargados de publicidad barata pero el otro, el que no era publicidad, el que conseguiría cambiarle la vida en unas líneas de texto, era una respuesta. La respuesta más ansiada y esperada había llegado. Por fin alguna empresa se había interesado por ella. Por fin podría decir un destino con seguridad. Leyó el pequeño texto, emocionada y casi de seguido. Lo leyó de nuevo, un par de veces más. Lo leyó sentada, de pie, dando saltos y hasta en voz alta. El mensaje estaba firmado por una tal Marleen Kurvers. Leyó el nombre de nuevo, le gustó el nombre. Seguro que era una chica simpática. La sonrisa que se había dibujado en su rostro se convertiría en una sonrisa permanente. Marleen Kurvers, se dijo para sí misma varias veces. Y clicó en la palabra “Responder”. 



Nos levantamos de la cama un poco tarde, ya que es domingo. Pero otro día más nos toca ir a pasear a Sim, aunque nos gusta hacerlo. ¡Claro que sí! Lo que no nos gusta es hacerlo tan temprano, pero hoy no es una mala hora. Vamos de paseo por el parque que tenemos al lado, Sim riega de nuevo el árbol de la puerta de casa y hace el resto de sus necesidades en el seto donde siempre las ha hecho. Este perro se ve que es de costumbres fijas. Qué pena. Nos entristecemos al pensar que hoy es nuestro último día con el perro, ya que Marleen y Derek llegan hoy de Irlanda y suponemos que se lo llevarán a casa. ¡Sim hoy jugaremos contigo más de lo normal! Y aprovechamos el paseo para hacernos muchas fotos con él. Mary paseando a Sim, yo paseando a Sim, Sim corriendo, Sim sentado, Sim escarbando en la tierra y yo escarbando con él, Mary lanzando un palo a Sim, Sim agarrando el palo, Sim cagando… Nos quedan fotos de todo tipo. Los paseos con él son muy buenos paseos. El paseo de hoy lo hacemos más largo de lo normal, nos lo merecemos y Sim también se lo merece. 

Al llegar a casa nos ponemos a hacer la comida. Ana, Mary y yo nos distribuimos en la cocina y decidimos qué vamos a cocinar. Ana no ha querido venir a pasear a Sim, estaba cansada y ha decidido quedarse durmiendo. No hay problema. Ya se ha despertado y todos a la cocina. ¡Pimientos! Vamos a cocinar pimientos. El otro día los compramos en el Albert Heijn y parecen de plástico. Más artificiales no pueden ser. Rojo, amarillo y verde. Parecen de juguete. ¿De dónde han sacado esto? Cogemos los tres pimientos, los picamos a tiras y los asamos. En nuestra plancha parece que se ha estrellado un cargamento de fuegos artificiales, pero de colores ¿eh?. Qué colorido todo. También añadimos pollo y freímos unas patatas fritas. Son las últimas patatas que nos quedan en la bolsa de no sé cuántos kilos que compramos. La bolsa estaba en el congelador, pero las patatas parece que vienen de la edad del hielo. Bloques de hielo esconden patatas en su interior. Y ya está todo listo. Qué buena pinta tiene. Rico, rico, rico. 

Después de comer Ana se va a la ducha, pues tiene que irse al restaurante. mary y yo nos quedaremos la tarde en casa, con Sim. Esperaremos hasta que Ana llegue. Dormidos o despiertos, pero aquí estaremos. 

Al caer la tarde, aquí medio noche ya, Mary continúa con un collage que comenzó ayer. Está haciendo una pintura en la que se ven reflejadas la mayoría de cosas que hemos vivido en Eindhoven. En el dibujo aparece el logotipo del albergue, unos edificios de la ciudad, la catedral, los famosos bolos de Eindhoven, bombillas, el logotipo del equipo de fútbol PSV, los logos de nuestro querido Jumbo y del Albert Heijn, y así un sinfín de cosas. Está quedando chulo. Cuando lo termine será nuestro primer cuadro de la casa. Pobres paredes, están solitarias y tristes. Solamente cuelgan de ella la estantería formada por una tabla de madera que clavamos los primeros días. Pero la casa está muy bien. Cada día va siendo más nuestra. Más nuestra y más del ratón que no cae en la trampa. ¡Maldito seas! 

Mary pasa la tarde pintando y yo escribiendo, adelantando Las Cartas de Holanda. Por aquí sigue todo más o menos igual, el ratón sigue disfrutando de los cereales que hay en el suelo junto a la trampa, el vecino invisible sigue siendo invisible, la bici de Marleen sigue durmiendo en las escaleras, la de Ana a veces la acompaña y otras veces en la calle, junto a la mía. Duerme en la acera, con un candado sujeta a una tubería de nuestra fachada. Por aquí seguimos bien. 

Marleen se pone en contacto con Mary, le dice que está un poco enferma, que algo que ha comido le ha sentado mal y que ya están de camino a Eindhoven. Le dice que es mejor que Sim duerma con nosotros también esta noche y que mañana por la mañana vienen a recogerlo. ¡Vale! Por nosotros no hay ningún problema. Marleen le pregunta varias veces que si estamos seguros, que si Sim se porta bien y que si de verdad no nos molesta. ¡Qué bien Sim! Una noche más con nosotros. Ahora jugamos con los retales que han quedado de sus juguetes. El que le compramos ayer en el Action está hecho un auténtico desastre y el que él trajo está dividido en partes diferentes. Era un Epi, de los de Epi y Blas. No sabíamos si era Epi o Blas, el caso es que ya no es ninguno de los dos. Fuera el que fuese ahora hay brazos de tela rondando por el salón, alguna que otra pierna y muchos restos de espumas que rellenaban al muñeco. Pobrecillo. 

Y mañana, parte de recibir a Marleen para que recoja a Sim, tenemos que ir al Action para que nos devuelvan nuestros cuatro euros. I am not stupid. Nosotros tampoco somos estúpidos y sabemos de más que te hemos dado un billete de cinco euros. La dependienta quinquillera tendrá su revancha. Mary dice que ojalá esté mañana cuando vayamos para enseñarle los cuatro euros y decirle a la cara “I am not stupid”. El responsable llamó anoche a Mary para decirle que al hacer el recuento había cuatro euros de más y que teníamos razón. Pues claro. ¡Nos hierve la sangre al pensar en la cara de la dependienta que pronunciaba, casi escupiendo, el “I am not STUpid”! pues nada, mañana nos toca ir a por dinero. Es poco pero es nuestro. 

¡Tenemos una cuña de queso! Somos unos amantes del queso y ayer no pudimos evitar comprarnos una cuña, estuvimos mirando precios y nos sale más económico comprarlo en cantidades más grandes que en lonchas diminutas y escasas. No comprendemos que en esta ciudad haya tanto queso y que sea tan caro. ¡Qué barbaridad! Menos mal que muchos días hay tipos de quesos diferentes en los platos de pruebas y podemos saciar nuestra sed de queso. Compramos uno, uno que sale barato y que tiene buena pinta. Ahora duerme en nuestra nevera. Hablo de queso porque se lo incluimos a nuestro sándwich de la noche. Cenamos unos bocadillos tostados, con un poco de queso, unas rodajas de tomate que compramos en la tienda turca, unas lonchas de chóped y un poco de lechuga congelada. Como el frigorífico y el congelador comparten el mismo espacio hay algunas cosas que se congelan y que no deberían congelarse. ¡La lechuga tiene escarcha! Parece que ha pasado la noche encima del capó de un coche en la calle. Aún así, el sándwich está buenísimo. 

Mientras cenamos Mary escucha un ruido extraño en el salón. ¡Maldito seas roedor! El ratón recorre una de las esquinas de nuestro comedor y se queda hipnotizado, se detiene ante la mirada de Mary. Ella le mira desde el sofá, con una mirada desafiante, y el ratón parece que le mira con los mismos ojos que el gato de Shrek miraba a Shrek. Después sale corriendo y se mete por un agujero que nos comunica con la casa del vecino invisible. Qué asco. Seguro que esa casa está llena de mierda. Tapamos el agujero con unos papeles, deseando impedirle la entrada a nuestro hogar, y Mary parece haberse enamorado del ratón. Dice que es muy pequeñito y muy bonito. Cada vez que lo nombra se dibuja en su cara una sonrisa de enamorada. Parece que ha conocido al hombre de su vida. Pues lo siento querida, pero ese ratón está acabando con nuestra despensa. Tenemos que acabar con él. 



La chica entró corriendo en casa de su amigo. “¡Que nos vamos, que nos vamos! Una tal Marleen me ha contestado”. Su amiga iba vestida con una sonrisa de oreja a oreja. Después de tantas tardes de desesperación porque ninguna de las empresas contestaba, o contestaban para decir que no estaban interesados, por fin una de ellas había dicho un “Sí”. Un sí como una casa. Que nos vamos, que nos vamos. Le contó todo lo que en el mensaje le ponía. ¡Marleen! A su amigo también le parecía un buen nombre. Sí, seguro que era simpática. “¿Entonces donde nos vamos? ¿Cómo se llama la ciudad?” dijo su amigo, que ahora también vestía con la misma sonrisa. “A Eindhoven, en Holanda. Eindhoven. ¿A que suena bien?” dijo ella, pensando en todo lo que la vida les tenía reservado. “Eindhoven” repitió él, quedando enamorado para siempre de aquella palabra. “¡Que nos vamos! Que nos vamos a Eindhoven”. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

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