Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

sábado, 24 de noviembre de 2012

"Un regalo para Navidad"

20 de Noviembre de 2012.

La niña, de tres años, estaba sentada en una de las sillas especiales que tenían en la cafetería. Una de esas sillas con las cuatro patas más altas de lo normal, que conseguían que la niña pudiera apoyar sus brazos en la mesa. Su padre, con una sonrisa de oreja a oreja, la miraba desde el otro lado de la mesa. La pequeña jugueteaba con los restos que le habían sobrado del desayuno. El croissant se había convertido en el juguete perfecto para distraerse en la mañana, mientras que su padre daba el último sorbo que quedaba en su vaso de zumo de naranja. 

La niña continuaba jugando con los restos de desayuno cuando su padre dejó de mirarla un segundo para buscar algo que tenía reservado en su bandolera de cuero. Extrajo una revista, cargada de juguetes especiales para las fechas que se acercaban, y la puso sobre la mesa. La niña miró aquellos papeles, curiosa por saber qué era lo que su padre ojeaba con tanto interés, y dejó de lado su croissant para observar más detenidamente aquellas hojas llenas de juguetes. Su padre la observó y empujó la revista, arrastrándola por la mesa, hasta que llegó a las manos de su hija. La pequeña, que solamente pudo ver juguetes y más juguetes, sacó la mayor de las sonrisas y comenzó a señalar con el dedo todos aquellos que le gustaban. Su padre la miró emocionado. 



Suena el despertador a las siete de la mañana y Mary y yo nos ponemos en pie. Qué barbaridad. Quedamos a Ana en su colchón y bajamos hasta el salón. Hemos decidido que tenemos que seguir levantándonos temprano porque los días pasan volando aquí. ¡Si parece que fue ayer cuando comenzamos a vivir en esta casa! ¡Encontramos el trabajo de Ana y lleva ya casi dos meses en él! ¡Y yo hice la prueba para el restaurante el día uno y ya es veinte! El tiempo parece irse corriendo por aquí o, a lo mejor, es porque hacemos muchas cosas diferentes al día y nunca estamos aburridos. El caso es que para aprovechar mejor los días madrugamos y vemos el amanecer desde la ventana del salón. 

Y hoy no desayunamos nuestros cereales muy baratos y que están buenísimos comprados en el Albert Heijn. Nos gustan mucho, pero hoy toca hacer desayuno especial. Mary y Ana por fin pueden hacerse café en casa, desde hace ya unos días, y yo sigo con mis vasos de leche, aunque a veces los tiño con un poco de cola cao, que no es cola cao, cola cao. Si no una marca de esas baratas. Ya me entendéis. Así que, como hoy no queremos disfrutar de nuestro desayuno rutinario, si no de otro mejor, nos ponemos cada uno a nuestros trabajos o a nuestros pasa tiempos, como queráis llamarlo. Mary comienza a hacer cosas de la tienda de Marleen, busca cosas de diseño para la casa que tienen que decorar y las descarga en su ordenador, para decorar la casa digitalmente. Yo me pongo a escribir cartas como un loco. Son muchos los destinatarios a los que no se les puede quedar sin ellas. ¡Qué feliz me hace todo esto! Me encanta escribir y creo que es ahora realmente cuando la gente está descubriendo que me gusta hacerlo. Creo que es el proyecto más ambicioso que he realizado hasta el momento, pues nunca había escrito tanto ni tan de seguido. Mis treinta “Organismos Orgásmicos” han quedado más que superados. 

A las nueve o así despertamos a Ana porque queremos ir a desayunar a la tienda Hema, ya que ofrece desayunos de nueve a diez de la mañana por un euro. Mary y yo ya hemos disfrutados de ellos un par de veces, pero queremos que Ana también los cate. Un croissant, un bocadillo de tortilla francesa con una loncha de bacon y un café nos esperan deseando ser devorados. Por un euro tienes todo eso y si quieres un zumo de naranja natural son cincuenta céntimos más. ¡Es una pasada! No entiendo cómo puede haber estas cosas tan baratas y, sin embargo, otras ser tan sumamente caras. 

Pasamos por la calle de las tiendas hasta que llegamos al Hema. El otro día, cuando estuvimos callejeando y haciendo como que comprábamos ropa, encontré lo que quiero comprarme para Noche Vieja. Va a ser triste pasar las navidades fuera de casa, pero hay que llevarlo con una sonrisa y mirarlo todo como nuevas experiencias. ¡Estoy deseando que llegue el día en el que podamos comprarnos algo de ropa para la noche de fin de año! Va a ser un capricho y todo un lujo, porque con el dinero que tenemos aquí va a ser todo un sufrimiento. ¡Pero esa noche es imperdonable! Algún modelito hay que estrenar para atragantarse con las doce uvas. ¿Aquí lo celebran de esa manera? Sea como sea nosotros nos comeremos las uvas, si es que encontramos en el supermercado. 

A Ana le encanta el desayuno por un euro. Nos sentamos en una mesa con nuestras bandejas de comida y disfrutamos de ella, acompañados por la cantidad de gente que desayuna todos los días allí. Varias caras ya nos son familiares, de haberlas vistos otros días en las mismas mesas. ¡El Hema tiene fama con esto de los desayunos! Gente de todo tipo, vestido de todas las formas, en traje de chaqueta y corbata, con mochila y zapatillas de deporte, con falda y camisa o con pantalones de chándal. Todos vamos al desayuno del euro. 

Al volver a casa pasamos por una calle en la que vemos que hay bolsas de basura en las puertas. ¡Mierda! Ya se nos ha olvidado otra vez sacar nuestras bolsas negras, hasta que caemos en la cuenta de que a nosotros nos toca los jueves y no los martes. Hay que acostumbrarse a ello, ya que es muy complicado no poder quitarte del medio el saco de basura cuando te apetezca hacerlo. ¡El jueves nos toca! Espero que no se nos olvide. 

Al llegar a casa continuamos cada uno con nuestras cosas en los ordenadores. Abro el correo normalmente y muy a menudo, ya que no me gustaría que Daniela o algún otro contacto me escribiera y lo leyera tarde. ¡Estoy harto de los mensajes de agencias inmobiliarias que no paran de llegarme! Cuando estuvimos buscando piso desesperadamente nos registramos en algunas páginas webs de búsqueda de casa y ahora nos acribillan con información que ya no necesitamos. Qué pesados. Que ya tenemos casa. Selecciono todos los mensajes y los mando a la papelera directamente. A ver si dejan de enviarnos ya información que no nos informa de nada. Seguro que no se dan por vencidos. Pues nada, a la papelera que seguiréis yendo. Menos mal que esta basura de los mensajes no tengo que sacarla cada jueves a la calle. 

La mañana pasa volando, como el tiempo en general, y Mary se va a la tienda de Marleen, como todas las mañanas. Ana y yo nos quedamos solos en casa y pensamos en qué vamos a hacer de comer. Estamos un poco hartos de comer todos los días pasta o arroz. Si ayer fue pasta hoy es arroz y si ayer fue arroz hoy es… Ya lo sabéis. En fin, venga que vamos a cocinar un poco de algo. 

Al ir al trabajo hablo con Aylim de las navidades y me vuelve a decir que las vamos a celebrar en su casa, que prepararemos una cena en su salón y que también queremos hacer el amigo invisible entre nosotros. ¡Qué guay! El amigo invisible. También hablamos de que aquí Santa Claus es el día cinco de diciembre, que viene antes que en España. Qué bien. Regalos anticipados, aunque no sabemos si llegarán o no. Santa Claus, por si acaso no lo sabes vivimos en la calle Rubensstraat. Deja los regalos en la terraza, pero no los dejes en la entrada no vaya ser que el vecino invisible se los quede. 

Además el sábado tenemos una fiesta de cumpleaños. Qué bien. Fiesta, tenemos ganas de fiesta. Es el cumpleaños del novio de Aylim y ella nos ha invitado a todo el grupo de españoles a celebrarlo la noche del sábado todos juntos. ¡Qué ganas! Estamos deseando que llegue el sábado. Fiesta, fiesta, fiesta. 

Al terminar de trabajar llamo a Mary para decirle que ya voy a ir para casa y me dice que hay algo muy raro en nuestra calle, que la policía está en ella y que tiene un poco de miedo. ¡Qué fuerte! ¿Qué hace la policía de nuevo en nuestra calle? Qué cosas más raras, le digo a Mary que no se preocupe y que ahora llegaré. ¡No quiero encontrarme a la poli en la puerta de casa! Así que nos bebemos una cerveza que nos invitan en el restaurante y después comienzo a pedalear. Aylim y yo nos vamos para casa. 

Llego a mi calle, me despido de ella y veo a varias furgonetas de policías aparcadas, una en frente de casa. ¡Hasta hay un reportero con una cámara de vídeo grabando algo en una de las esquinas de la calle! Mary se asoma a la ventana del salón y hablamos como si nos tratásemos de Romeo y Julieta. La policía parece estar hablando con alguien en la puerta de una tienda de comida rápida que hay a dos o tres casas de la nuestra, los reporteros siguen grabando y se trasladan hasta donde está la policía. Yo me quedo en la puerta de casa, disimulando mientras encadeno la bici a la tubería particular. Mary sigue cotilleando a través de la ventana. No sabemos qué es lo que pasa. Ya lo buscaremos en internet, aunque si ponemos “Rubensstraat Eindhoven Noticias” en el Google nos aparecen enlaces a “Las Cartas de Holanda”. ¿En serio? Qué fuerte. No encontramos ninguna noticia que haya sucedido en nuestra calle. ¡Qué miedo! Vaya cosas raras que nos pasan. 



El padre, que continuaba mirándola desde el otro lado de la mesa, comenzó a preguntarle a la pequeña que qué juguetes quería que Santa Claus le regalara estas Navidades. La pequeña se detenía ante las hojas de juguetes de la revista y, pensándolo muy detenidamente, señalaba con el dedo alguno de los juguetes que allí se mostraban. La pequeña señaló dos o tres juguetes. Lo pensaba durante unos segundos y, de seguido, miraba a su padre y le mostraba con un dedo aquel que deseaba. 

El desayuno se había terminado y la revista ya había sido ojeada con detalle. El padre puso el abrigo a la niña, cogió su bandolera de cuero y depositaron las bandejas del desayuno en la estantería en la que se agrupaban todos los desayunos. Ambos se agarraron de la mano y abandonaron el local, olvidando la revista sobre la mesa donde habían estado eligiendo juguetes. 

Aquella noche, cuando todas las luces estaban apagadas, un hombre barrigón, vestido de rojo, con unas diminutas gafas y una densa barba blanca entró en la cafetería como por arte de magia. Se dirigió hasta una de las mesas y vio que la revista que buscaba seguía donde la habían dejado esta mañana. El hombre la agarró con sus manos y comenzó a ver los juguetes que en ella había. En aquel momento los dibujos de los tres juguetes, que una niña había señalado con el dedo esa misma mañana, quedaron iluminados con una tenue luz dorada. Segundos después la luz se desvaneció en las profundidades del papel y, entonces, Santa Claus supo los tres regalos que tendría que añadir a su lista de juguetes. Dejó descansar, de nuevo, la revista sobre la mesa y esperaría a que otro niño, a la mañana siguiente, señalara con sus dedos sus juguetes más deseados, sus regalos de navidad. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

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