Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

viernes, 9 de noviembre de 2012

"La montaña holandesa"

31 de Octubre de 2012.

Hoy ha sido un día cargado de subida y bajada de emociones, parecemos una montaña rusa, solo que en este caso sería una montaña holandesa. Risas, esperanzas y sueños que rozamos con la punta de los dedos. Parece que las cosas van mejorando poco a poco en la casa tan misteriosa de una calle llamada Rubensstraat. 

Mary y yo vamos hasta la esquina de al lado de casa, donde dejamos la noche anterior el carro de la compra. Nadie se lo ha llevado de su sitio y nos lo llevamos de nuevo hasta la casa de la chica que nos ha vendido sus cosas, pues anoche fue su última noche en Eindhoven y esta mañana ha volado hasta Londres. Hoy nos toca por fin recoger las últimas cosas que nos ha dejado, entre ellas los colchones que tanto ansiamos y que nuestros cuerpos tanto necesitan. 

Llegamos al piso de la chica, abrimos con las llaves que nos quedó anoche al despedirnos de ella y entramos en búsqueda de nuestros colchones. Además de ellos nos ha dejado un montón de cosas que nos pueden servir y que no ha conseguido vender a nadie. Mary y yo nos ponemos como locos al ver todas las cosas que nos ha dado. Muchas bolsas llenas de cosas nos esperaban en el descanso de la escalera. ¡Llenamos nuestro carro de la compra de colchones, cojines y fundas que no sabemos de donde son pero que nos las quedamos! Una vez todo a esperas de ser transportado comenzamos nuestra ruta hasta casa. Y ¡¡¡Paaaaaafff!!! Uno de los maceteros gigantescos que decoran la entrada del piso que hemos desalojado ha visitado el frío suelo, provocando un estruendo que consigue que Mary ponga una cara de pánico total. El macetero queda tumbado en el suelo porque uno de nuestros colchones le ha empujado sin querer, la maceta que había en su interior ha derramado un poco de estiércol en el suelo y al ver la situación es imposible parar de reír. Levanto el macetero y Mary barre con los pies los restos de estiércol que pueden delatar nuestra accidentada acción. ¡Dios de Holanda perdona los pecados de nuestros colchones que empujan a maceteros inofensivos! Y ahora sí que somos vagabundos que empujamos hasta nuestra casa un carro lleno de cosas donde dormir. Dejamos el resto de las cosas en el piso y nos vamos con los colchones hasta nuestra casa. Al cruzar la calle una chica montada en bici cubierta con un gorro y una bufanda se nos queda mirando y nos grita en forma de saludo. “Mary, creo que ha dicho Ana” y la saludamos, suponemos que se ha pensado que Mary era Ana. Creemos que es la chica española que puede tener un trabajo para mí en un restaurante. Después de nuestro anecdótico saludo continuamos la marcha. ¡Y la casa se llenó de espuma! Ahora el salón parece una tienda de camas. 

Cuando estamos bajando lo que hemos transportado aparece en nuestra casa el hombre de la agencia con el señor que va a pintar nuestra fachada, las escaleras nuestras puertas y todos nuestros marcos de madera. ¡El de la inmobiliaria nos ve con el carro de la compra! No pasa nada, nos saluda, nos ve a los tres juntos y no hace ninguna pregunta al respecto. Cuando terminamos de vaciar el carro Mary y yo tenemos que ir de nuevo hasta el piso. Dejamos a Ana a solas con el de la agencia y con el supuesto pintor. 

¡Jamón, arroz, café, pastas, galletas! Había de todo en una de las bolsas que nos ha dejado en el piso. Además hemos arrebañado todo lo que hemos podido. Vaciamos el piso de cosas, dejamos las llaves sobre la encimera de la cocina y nos vamos con el carro de nuevo lleno. Mientras tanto Ana le dice al de la inmobiliaria que Mary vive en otra casa junto con su novio, por si acaso pregunta, y el hombre le dice que tenemos un trastero o garaje detrás de nuestra casa que podemos utilizar para guardar nuestras bicicletas. ¡Vuestras tres bicicletas! Eso es lo que dice, pero tiene que darnos la llave del cobertizo porque ahora mismo no las tiene. Hay que ir hasta él a través de un callejón super estrecho que nace en la calle de nuestra casa. Da un poco de mal rollo pero es que el día que tengamos varias bicicletas no podrán dormir todas en las escaleras. 

Después de dar por finalizada nuestra mudanza podemos llevar el carro de la compra de regreso al Albert Heijn. ¡Gracias por esos momentos tan divertidos que nos has ofrecido! Y gracias por ayudarnos como transporte en nuestra mudanza. Y allí lo quedamos, junto los otros carros de la compra que están condenados a vagar eternamente entre las estanterías repletas de comida, condenados a que les introduzcan monedas y que nunca sean para ellos y condenados a soportar el peso de las compras mensuales y a que los niños les pisen y salten encima repletos de energía. ¡Qué vida más dura la de los carros de la compra! 

Ana le enseña los problemas que hay en el baño al de la inmobiliaria. Una tubería bajo el grifo que parece que tiene una fuga. Además de la tubería, el de la inmobiliaria descubre unas bragas bajo el lavabo, esperando a ser llevadas a la lavadora. Ana pone cara de situación. Después Ana le muestra el problema de la ducha. Además del problema de la ducha, el de la inmobiliaria descubre en el plato, unos calzoncillos que también están esperando a ser llevados a la lavadora. Ana multiplica su cara de situación. ¡No pasa nada! Esta mañana hemos tenido que salir corriendo hasta el piso que hemos desalojado para llenar el nuestro cuanto antes. 

Con todas las cosas que hemos recogido de las bolsas que nos han dejado en el piso nuestra cocina parece un auténtico mercadillo. Una de las maderas que recogimos de la casa de diseño que inauguraron hace días forma una especie de encimera cuyas patas son varias cajas de mandarinas que hemos cogido del Albert Heijn. Ahora esa encimera casera está repleta de cosas, el suelo está repleto de cosas también y el único mueble que hay en nuestra cocina también. 

Al finalizar la mudanza Mary se va a trabajar un día más a la tienda de Marleen. Esperamos que venga pronto porque tenemos que hacer algo para celebrar Halloween. ¡Hoy es Halloween! ¿Tocarán a nuestra puerta los niños y nos dirán “Truco o trato”? Eso no es por aquí, ¿verdad? De todos modos intentaremos celebrarlo de alguna manera. 

Ana y yo nos quedamos en casa intentando colocar un poco todo el desastre que tenemos por casa. El salón lleno de colchones, la habitación vacía de colchones y la cocina llena de cosas de cocina. ¡Ahora sí que vamos a poder cocinar en condiciones! Cuando estamos en plena fase de distribución de cosas aparece una chica del trabajo de Ana, Andrea, que también es amiga y cocinera. Nos dice que más tarde tiene que entregarle las llaves al chico de la agencia encargado del piso de la chica que nos ha vendido las cosas y me pide que la acompañe, por si hay algo en inglés que no entienda. 

Un rato más tarde Andrea y yo vamos a casa de la chica que nos ha vendido las cosas, entramos de nuevo allí y esperamos hasta que llegue el de la agencia. No es un chico el que viene, si no una chica. Hace revisión, asegurándose de que no hay ningún desperfecto, y nos dice que tenemos que limpiar mejor la ducha y la cocina para que puedan devolverle a la chica que se ha ido a Londres la fianza. ¡Pues si está todo limpio! La ducha tiene un poco de manchas de cal y la cocina una mancha diminuta en uno de los hornillos y el congelador un poco de hielo. Le decimos que esta tarde lo limpiamos todo y que vuelva a venir a verlo. Nos despedimos de ella y abandonamos, hasta más tarde, la vacía casa. En la puerta está esperándonos Aylim, la chica que nos ha saludado esta mañana y la que puede ofrecerme un trabajo en el restaurante donde ella trabaja. ¡Hola, Ana me ha hablado de ti! Nos presentamos, de digo que esta mañana nos ha saludado pero que no ha saludado a Ana si no a Mary y hablamos de lo de mi posible trabajo. Aylim llama en ese mismo momento a su jefa y me consigue una entrevista hoy a las tres y media de la tarde en uno de sus dos restaurantes. ¿En serio? ¡Es todo perfecto! Da gusto encontrarse por el mundo a gente como esta. 

Después de esa maravillosa noticia para mí el día se convierte en más especial de lo que ya lo estaba siendo. Ana y yo vamos hasta la casa de Aylim con ella, nos presenta a su perro que es como el perro de los “Men in Black” o el de Pocahontas, la casa es una auténtica maravilla, es preciosa, tiene un patio enorme, una habitación preciosa y gigantesca. Además tiene un calendario de la revista “Fotogramas” de España, la cual me compraba todos los meses y me deja un libro en español para que lo lea. ¡Por fin! Lectura española en Eindhoven. Le doy mil veces las gracias por lo que ha conseguido para mí en el restaurante, nos acompaña hasta una tienda donde hacemos unas copias de las llaves de nuestra nueva casa y me dice cual es la dirección del restaurante al que tengo que ir. ¡Es todo perfecto! La mañana nos ha salido redonda. Hoy es un día perfecto para mí y para todos: colchones en condiciones donde poder dormir a gusto, copias de llaves para no depender más a la hora de las salidas y entradas los unos de los otros y una entrevista con la jefa del restaurante. Seguimos montados en uno de los vagones de esta montaña holandesa. ¡Hoy es un no parar de cosas! 

Con nuestros bolsillos llenos de llaves nuevas y la casa repleta de cosas por colocar nos vamos a nuestra casa en una bici que nos ha dejado Aylim para que vayamos hasta el restaurante de la entrevista. ¡Dice que en Eindhoven hay que tener bici! No eres nadie en esta ciudad si no tienes bici. Y es verdad. Necesitamos una bici cada uno. 

Ana y yo vamos al restaurante donde algún día espero poder trabajar, ella me espera en la puerta con la bici y yo entro en busca de la jefa, a la cual me encuentro tras la barra. Nos presentamos y me dice que quiere hacerme una prueba, me da un papel para que lo rellene en casa y también me dice que si mañana, jueves, puedo ir al otro restaurante a las cinco y media de la tarde para probar lo que sería mi trabajo. Le digo que por supuesto que sí, me despido de ella, le doy las gracias y salgo a la calle con una sonrisa de oreja a oreja. Ana se alegra mucho por mí y le gusta la idea de que los dos podamos estar lavando platos a la vez. ¡Mañana a las cinco y media una prueba en la cocina de un restaurante! Grito de emoción. 

Tras la amena entrevista nos acercamos a “Señora Rosa”, el restaurante donde trabaja Ana, junto a Andrea y Aser. Tenemos que hablar con Andrea para decirle que nosotros podemos ir a limpiar el piso que ha quedado vacío esta mañana y que así ella, que hoy trabaja, no tiene que hacerlo todo. Nos da las gracias, las llaves del piso y algunos productos de limpieza para evitar que la de la agencia no vuelva a poner pegas. Andrea, al vernos con la bici prestada de Aylim, nos dice que enfrente de su casa hay un par de bicicletas que parecen estar abandonadas, pues llevan allí varias semanas y nadie las mueve del lugar. ¡Hay que planear un asalto para hacernos con esas bicis cuanto antes! Además hablamos con Aser, uno de los cocineros del restaurante y el chico que nos ayudó con la lavadora y el sofá, porque va a dejarme unas zapatillas deportivas para que mañana pueda moverme con más facilidad en la cocina. ¡Cómo nos ayudamos entre todos! Menos mal que nos hemos topado con toda esta gente que se vuelca con nosotros y que, nosotros, también nos volcamos con ellos. Seguro que dentro de poco formamos una pequeña gran familia de españoles en Eindhoven. ¡Esto parece la serie “Perdidos”! Que al principio parecen estar solos en la isla pero luego resulta que está llena de gente por todos lados. ¡Ups! Si alguien no ha visto la serie lo siento mucho, aunque tampoco he desvelado algo muy importante. 

Y aún nos queda por limpiar la ducha y la cocina del piso de la chica que se ha ido a Londres, contarle a Mary que ya tenemos llaves por triplicado de nuestra casa, celebrar como es debido el primer Halloween en Eindhoven, planear el secuestro de las bicicletas abandonadas de la puerta de Andrea y rezar para que mañana a las cinco y media en el restaurante vaya todo a pedir de boca, o como se diga eso. Nosotros seguimos montados en esta montaña holandesa, que no para de darnos sorpresas y emociones por todas las curvas de su trayectoria.

Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

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