Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

viernes, 30 de noviembre de 2012

"El Clan de los Friega Platos"

28 de Noviembre de 2012.

Hoy he quedado con Daniela a las doce de la mañana para enseñarle el vídeo del “making of” a ella y a su marido, David. Espero que les guste, al menos lo que tengo hecho de él. Al despertarnos invadimos el salón y continuamos haciendo las cosas que tenemos que hacer. Mary continúa con sus cosas para la tienda y yo continúo modificando el vídeo que tengo entre las manos. La bella durmiente, Ana, no se despierta hasta la hora que casi nos vamos. Dice que pone el despertador y no le suena. ¡Ana hija si tienes sueño tienes sueño! Déjala que duerma. 

Llegan las doce de la mañana y, después de habernos duchado, nos despedimos de Ana y nos vamos cada uno a nuestro sitio. Ahora Mary y yo parece que estamos iguales. Prácticas combinadas con restaurantes. ¡Hoy es el primer día en el que los tres trabajamos oficialmente a la vez! Pues el primer día de Mary se considera de prueba. ¡Hoy estaremos los tres a la misma hora trabajando en lo mismo! No habrá platos que se nos resistan, eso está más que claro. Me despido de Mary, que se va a la tienda, y continúo el camino hasta el estudio de Daniela, que está a pocos minutos de casa. 

Al llegar a la puerta la llamo por teléfono, como siempre, para que venga a abrirme, ya que el timbre no funciona o creo que ni siquiera hay. Me recibe la chica que tiene en prácticas y nos vamos al estudio, ya que eso es una nave enorme llena de espacios individuales donde mucha gente trabaja. Saludo a Daniela, que está trabajando con su portátil, y me siento en una de las mesas con mi ordenador. Le cuento que tengo un contrato en un restaurante y se alegra mucho por mí. Le digo que eso no será ningún problema para que pueda continuar trabajando con ella, que puedo llevar adelante las dos cosas. Me pongo a trabajar en el vídeo hasta que llega David, que esta vez soy yo quien va a abrirle la puerta, y les enseño el vídeo. Les gusta mucho. Les gustan mucho los tipos de plano y lo bien que se muestra la ropa en ellos. Hay algunos que no los puedo utilizar, pues creo que no quieren que se muestre demasiado de la nueva temporada. Continúo haciendo el vídeo y horas más tarde me invitan a comer, pues Daniela me dijo que siempre que fuera al estudio comería con ellos. Vamos los cuatro a la cocina que hay en uno de los pisos de arriba y preparamos pizzas. ¡Qué rico! Pizzas acompañadas por ensaladilla, un poco de queso, zumo y agua. ¡Después también hay café! Aunque Daniela no está muy segura si le ha quedado bueno o no. Se sorprende que llame a la cafetera por ese nombre. Cafetera. Al escucharme dice que en Portugal se dice igual que en España. ¡Menos mal que con ella me puedo comunicar un poco en español! Aunque con David, que solamente habla inglés, me entero perfectamente o, al menos, eso creo yo. 

Después de comer continuamos un rato en el estudio hasta que Daniela me dice que si es posible que vuelva a ir el lunes que viene, le digo que sí y quedamos en ello. Me piden perdón y dicen que el lunes pasado no pudieron avisarme ni quedar conmigo porque su hijo se puso malo. ¡No os preocupéis! No pasa nada. Además me invitan a una cena que van a realizar el viernes a partir de las ocho de la tarde. Dicen que todas las prendas de ropa que están pasadas de temporada o tienen algunas costuras descosidas van a exponerla en forma de tienda en el estudio de cuatro a siete de la tarde, por si quiero acercarme con mis amigas. Después de eso cenarán todos juntos en la planta de arriba. Le doy las gracias por la invitación y le digo que si puedo ir se lo haré saber a través de un correo electrónico. Me despido de ellos y si no los veo el viernes los veo el lunes. ¡Hasta pronto! 

Llego a casa y Ana no está, ya que la he avisado de que comía con Daniela y se ha ido con Aylim a su casa. Ana dice que han comido sopa y que cuando ha entrado en la casa olía como nuestras casas del pueblo, igual que cuando tu madre prepara sopa y la cocina huele a esa comida recién hecha. Ana dice que incluso ha cerrado los ojos un momento y se ha imaginado que estaba en casa de su abuelo. ¡Cuántos recuerdos puede traer un simple olor! Un simple olor que te transporta a esos sitios donde un día lo oliste tan afortunado. Tenemos que irnos los tres al restaurante así que les digo que vengan a la puerta de casa a las cinco y media y así podemos irnos todos juntos a trabajar. ¡Y tenemos que pasarnos por la tienda de Marleen para que Mary también se venga con nosotros! 

Aylim, Ana y yo nos presentamos en el escaparate de la puerta de la tienda de Marleen y vemos cómo Mary no se percata de nuestra presencia. Nos ponemos a saludarla desde fuera y sigue sin vernos. Mary está sentada al fondo de la tienda, frente al escaparate, y Marleen está en una mesa de al lado. ¡Por fin nos ve! Menos mal que Aylim salta como una loca en medio de Smalle Haven, la calle, y Mary comienza a recoger sus cosas. Una vez los cuatro juntos nos ponemos en marcha. 

El Vintage, que es donde va a trabajar Mary a partir de ahora, está a tan solo dos minutos de la tienda de Marleen así que viene super bien que ella trabaje en él. El Auberge, que es donde trabajamos Aylim y yo, está a unos cinco minutos del Vintage y Señora Rosa, que es donde trabaja Ana, está a otros cinco minutos del Vintage, pero en otra dirección. Tenemos mucha suerte, ya que todos están muy cerca y siempre podemos irnos en grupo al trabajo. Mary se queda en la puerta del restaurante, rezando para que no le roben la bici de Marleen, Ana coge la dirección para el suyo y Aylim y yo nos vamos hasta el nuestro. 

Aparcamos las bicicletas en un patio trasero que tenemos en el restaurante, junto a unas escaleras que nos comunican con el hotel. Algunos días, cuando no hay mucho trabajo o yo no tengo nada que limpiar, las subo para poner lavadoras y secadoras. Me gusta hacer muchas cosas en el restaurante. Fregar platos, secar los cubiertos, colocar todos los utensilios de cocina, poner lavadoras, secadoras y doblar los trapos de cocina. Me gusta sentirme pluriempleado. Además, si tengo tiempo, ahorro trabajo a los demás. Es bueno ayudar a los demás. Lo único que me queda es meter las narices en la cocina. ¡Aylim enséñame a cocinar! Tras dejar las bicis en el patio llega la hora de llamar al timbre de la puerta que tienen que abrirnos para poder entrar a nuestros puestos de trabajos. ¡Maldito timbre! Tienes que pulsarlo mil veces para que funcione. Una lucecita roja tiene que encenderse y solamente cuando se ponga roja el timbre habrá sonado. ¡Hay que sacarse un máster para conseguir que se encienda la luz! Aylim aporrea el timbre, dice que el mejor método es hacerlo “a la española”. Pues ala. ¡A aporrear el timbre hasta que suene! Como todos los días, un cocinero te recibe tras la puerta y te pregunta que qué tal estás. A partir de ese momento en el que yo estoy dentro me convierto en el encargado de ir a abrir la puerta en el caso de que el timbre suene. Ahora me toca a mí decir eso de “Hi! How are you?” 

Los días pasan volando por aquí y las horas vuelan entre platos. Me lo paso muy bien. Jamás pensé que fregar platos pudiera hacerte tan feliz. No es el trabajo de mi vida, eso lo tengo más que claro, pero no es algo que me disguste hacer o, al menos, no de momento. Bromeamos y Aylim me dice que ella es la Cenicienta, pues comenzó fregando como yo y ahora ha ascendido a la cocina. ¡Ahora yo soy su hermanastra fea y malvada! Nos partimos de risa en la cocina imaginando la situación. A partir de ese momento todos llamamos a Aylim “Cinderella” (que es Cenicienta en inglés). 

Cuando Aylim está en la cocina es mucho más divertido todo. Normalmente trabajan Aylim, William y Will, el cocinero, en la cocina y yo fregando. Es divertido trabajar con ellos. Aylim empieza una canción y yo la sigo, o viceversa. Si es una buena rumba española ellos bailan con el ritmo de nuestras voces. Todo esto ocurre cuando estamos más relajados y hay menos trabajo, claro está, o cuando estamos terminando y estamos fregando la cocina y la zona del lavavajillas. Hay que decirlo todo: en su trabajo son todos unos profesionales. ¡El otro día qué risa! Estoy ordenando una bandeja cargada de cosas limpias y de repente veo cómo Aylim está enseñando a Will, el jefe, a bailar la canción de “Un, dos, tres. Un pasito pálante María”. Además intenta traducírsela al inglés. Es un show, y a mí me encanta. 

Es divertido pensar que los tres estamos trabajando en lo mismo. Hacemos un buen clan de friega platos. Al terminar le envío un mensaje a Mary, porque sé que Ana suele terminar más tarde, y le digo que voy a ir al Vintage, donde ella está. En su puesto de trabajo me la encuentro casi terminando. Parece que todos están muy contentos con ella, eso lo sabía. ¡Qué ilusión! Esta cocina es más pequeña y las estanterías están más a la altura de Mary pero, aún así, uno de los cocineros le ha dicho que le va a comprar unas escaleras. ¡A Ana también le compraron un taburete para que llegara mejor a la última balda de las estanterías! Si es que la gente por aquí es muy alta, o ellas muy pequeñas. Lo que importa, como dicen muchas veces, no es el tamaño. ¡Están contentos también con ella! Los extremeños venimos a dar la nota en el mundo de los friega platos. 

Llegamos aquí en busca de nuevas experiencias y nuevas oportunidades y parece que hemos encontrado el principio de todo ello. Parece mentira decir que los tres estamos trabajando. El mundo de los restaurantes nos va a dar para comer, y no solamente me refiero a las patatas fritas que algunos comensales se dejan en los platos. Vamos a poder mantenernos en Eindhoven por mucho tiempo y eso es algo que me gusta. Dos contratos, el de Ana y el mío, y uno que está en proceso, el de Mary. Tres contratos que nos permitirán seguir viviendo por esta ciudad, que nos permitirán seguir comprando en el Jumbo o en el Albert Heijn, que nos permitirán seguir pedaleando con las bicicletas por las calles frías de la ciudad. Podremos ver la nieve caer y ser testigos de cómo consigue teñir la ciudad de blanco. Podremos continuar con nuestras aventuras y nuestras historias, nuestro misterio no tan misterioso del vecino invisible, nuestras movidas con la gente que busca a los antiguos inquilinos y nuestras fiestas con el grupo de españoles. Como caídos del cielo el clan de los friega platos ha comenzado. 

Una vez en casa hablamos un rato y decidimos irnos a los colchones. Creo que los nórdicos nos están llamando desde hace ya un rato. ¡Buenas noches! Nosotros vamos a seguir dando la nota por aquí y con nosotros todos los que nos rodean, eso está más claro que el agua. El agua congelada que sale de los grifos y el agua ardiente si giras en el sentido contrario. ¡El agua de los infiernos! Como suele decir Aylim al agua caliente del restaurante. Lo dicho. Vamos a continuar por aquí que creo que ya hay otra pila de platos por fregar. Por cierto: el flautista de Hamelín aún no ha aparecido y algún que otro ratón, aunque con menos frecuencia que antes, continúa visitando nuestra cocina. Acurrúcate que el invierno está por llegar. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

No hay comentarios:

Publicar un comentario