Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

"Amigos para siempre"

24 de Noviembre de 2012.

Algunas promesas se realizan sin ganas, otras no llegan a cumplirse nunca y, sin embargo, algunas llegan a realizarse eternamente, para siempre. 

Siempre dijimos que estaríamos aquí, siempre lo dijimos. Siempre reímos a la vez, de las mismas cosas estúpidas y de las mismas cosas con importancia. Siempre quisimos llegar a lo más alto, luchar por lo más soñado y vivir siempre rodeados de nosotros mismos. Siempre. Siempre nos hicimos aquella promesa de no abandonar, de no tirar la toalla y de agarrarse a un clavo ardiendo con tal de seguir en este barco, este barco que se hunde y que, aún así, como un día dijimos, seguimos montados en él. 

Todo este tiempo lo hemos pasado juntos, agarrados de la mano. Todo este tiempo se convierte en el mejor tiempo de todos. Lo malo es, como algunas lenguas dicen, que los buenos tiempos siempre terminan desapareciendo. Siempre dijimos que el nuestro no desaparecería, eso hay que tenerlo en cuenta. No desaparecerá. Seguro que nuestro camino no es sencillo, como no lo es el camino de cada uno, pero está claro que será más llevadero si sabemos que hay alguien al otro lado. Alguien que te escucha, te extraña, te siente tan cerca y a la vez tan lejos. Ese alguien que desea fundirte en un abrazo, que ansía comerte a besos y mirarte a los ojos para confirmar que sigues siendo el mismo. Ese alguien que te hacía promesas al oído, susurrándote que seríamos amigos para siempre. 



Hoy nos hemos despertado con una canción en la cabeza. Los “Amigos para siempre” la cantamos a todas horas y no podemos evitarlo, cantamos muy mal. Eso ya lo sabemos. ¡Hoy es el día en el que Mary hace la prueba en el restaurante! ¡Hoy es el día en el que los estaremos fregando platos a la misma hora, pero en diferentes sitios! ¡Hoy es el día! Lo hablamos y decimos que somos un buen grupo de friega platos. Ana se convertiría en la más experta, estando en el nivel más alto de la cadena. Yo me convertiría en el nivel intermedio. Mary estaría en el nivel principiante. ¡Si esto fuera un videojuego no quedaba vivo ni un solo plato! Eso seguro. 

Al despertarse Mary se parece al terrorífico Freddy Krueger, el de las películas de miedo de las cuchillas en vez de dedos. Pues ese. Se despierta con su camiseta de rayas rojas y negras, igual que la que llevaba Freddy en sus pelis, y, además, tiene marcas en la cara que imitan el efecto quemado que el hombre llevaba en sus escenas. ¡A Mary se le pega demasiado el nórdico en su piel y le hace marcas casi permanentes! Ana, sin embargo, se levanta sin ninguna marca pero dice que hay noches que prefiere el sofá antes que ese colchón. ¡A desayunar! 

Y desayunamos echando de menos las tostadas que nos hacíamos en la pensión. ¡Qué tostadas! Qué buenos tiempos aquellos, buenos solamente por las tostadas de jamón york y queso porque por el resto de las cosas son mejores estos tiempos de ahora. A veces, se echa de menos asaltar una cocina en la madrugada y llenarte los dedos de nocilla. 

Lo primero que hacemos tras ducharnos y vestirnos es ir al Action a comprar unas cosas que necesitamos para la casa. ¿Estará la chica que nos decía que no era estúpida? Sí, sí, esa que no quiso devolvernos los cuatro euros. Al entrar por la puerta principal y repasar con la mirada a todas las cajeras la encontramos, en la segunda o tercera caja, con su cara de choni eindhovenesa tan carismática. Compramos y decidimos ponernos en su caja. ¡Hay que ponerse en su caja! Nos tiene que pedir perdón o, al menos, nos lo merecemos. Nos mira de reojo y nos reconoce, sabe que somos nosotros. Seguro que las cuatro monedas de un euro le están dando golpetazos en el interior de su cabeza. Nos saludamos y no nos dice nada, así que decido decirle algo. “We have four euros” (Tenemos los cuatro euros). “We are not stupid” (Nosotros no somos estúpidos). Si nos hubiera pedido perdón me hubiera cayado, pero ni una sola disculpa no se merece nuestro silencio. ¿Desde cuándo una cajera se comporta así de rabalera con un cliente? La chica nos mira con cara de haberse comido un limón entero, se pone un poco como un tomate y con su cara de superioridad chulesca nos dice adiós. La vamos a votar para Miss Cajera Estúpida 2012. 

¡Esta noche tenemos fiesta! Es la celebración del cumpleaños de Gianlu, el italiano novio de Aylim, y vamos a salir de fiesta con nuestro grupo de españoles. Pero antes hay que trabajar y cuando digo antes me refiero a los tres y cuando digo trabajar me refiero a fregar platos. Preparamos la comida y nos preparamos para comenzar la aventura de los friega platos. ¡Allá vamos! 

A las cinco de la tarde nos vamos Mary y yo al restaurante donde va a trabajar ella. Ana se queda en casa, pues aún es temprano para marcharse. Nosotros nos vamos antes porque voy a enseñarle a Mary un poco la dinámica de trabajo antes de que lleguen las seis. Ella va a trabajar normalmente en Vintage y yo en Auberge, ambos restaurantes de los mismos jefes, lo que pasa es que para empezar ella va a trabajar en el mío y yo en el suyo. Llegamos a las cinco y cuarto al restaurante, saludamos a los trabajadores con los que nos topamos y comenzamos con las clases de limpieza. Esto va allí, esto va en el otro lado, esto lo metes en el lavavajillas y esto no cabe, lo lavas a mano. Esto lo colocas en esa estantería, estos vasos son del bar y estos para la cocina, estas copas las pones en esta bandeja y esta bandeja se la das a una camarera. Los platos van allí, los cubiertos aquí, las bandejas grandes en este sitio y las pequeñas en el otro… y así un montón de cosas más. Desiré y Will, los jefes, nos ven por allí y se ríen al comprobar que al igual que Aylim me enseñó a mí yo le enseño ahora a Mary. Todos somos profesores de todos. Deseo a Mary la mayor de las suertes y me voy a mi restaurante. ¡Hasta luego! 

Las seis de la tarde y cada uno estamos limpiando en un restaurante. Es divertido. Las horas pasan limpiando platos y cubiertos, acaba la jornada y te pones a pensar en lo que has estado pensando todo ese tiempo y da la sensación de que no has pensado nada. ¿Cómo puedes pasarte tantas horas a solas contigo mismo y no pensar en nada? No lo sé. A mitad de la tarde aparece Mary en mi restaurante. ¿Qué haces aquí? Y como me pasó a mí el día anterior la han mandado desde el otro para que venga a por una langosta. Aylim se refiere a ellos como “Sebastián”, ya que no sabemos cómo se dice en inglés y ese era el nombre del cangrejo de La Sirenita. Mary coge su Sebastián, lo mete en un tupperware y se lo lleva al restaurante. Dice que va muy bien. ¡Luego te veo! 

Más tarde Mary me envía un mensaje para decirme que ya ha terminado y le digo que yo aún no, que me queda media hora o así. Así que viene al restaurante y terminamos entre los dos, parece que hoy ha habido gente. La cocinera de ese restaurante habla un poco español y le hace un bocadillo de queso a Mary. ¡Y qué bocadillo! Nos lo comemos a medias y eso era una delicia, y digo era porque ya está en nuestros estómagos. ¡A mí uno de los cocineros me ha traído un pescado riquísimo! Mary dice que le gusta más éste restaurante que donde ha estado hoy, las cosas están más a su altura y llega mejor a ellas. Dice que ha tenido dificultades con su altura. Normal. Las estanterías están en el quinto pino. ¡Menos mal que ella a partir de ahora va a trabajar en el Vintage, que es el de las cosas bajas! Terminamos y Ana y sus compañeros nos están esperando en la puerta. 

Mary y yo les saludamos corriendo y nos vamos, aún más corriendo, a cambiarnos de ropa a casa. Ana dice que parece que nos hemos hecho un lifting de lo cambiados que llegamos de casa. ¡Estábamos cansados y sucios! La ducha lo arregla todo. Nos reunimos con Gianlu, con Aylim y con el resto de amigos españoles. ¡Somos un buen grupo! ¡A bailar se ha dicho! 

Después de tantas horas de trabajo parece que lo único que te apetece es irte a la cama y descansar, pero una vez que sales de fiesta y comienzas a bailar la primera canción no puedes parar. ¡Ya descansarás! La vida no está hecha para descansar. Nos lo pasamos en grande, bailamos, reímos, bebemos cerveza, seguimos bailando y hasta cerramos el local en el que estamos. ¡Cierran a las cuatro de la mañana! ¡Todos a esa hora! Normal, tienen unos horarios muy diferentes a los españoles. Después de encender todas las luces del local, de cantar varias canciones a los cuatro vientos mientras que el resto de personas nos miraban y aplaudían nos vamos a casa. Como siempre cerramos la discoteca y damos la nota. Todos cantamos canciones de Estopa, rumbas y demás éxitos españoles hasta que nos dan pena los camareros y decidimos abandonar. ¡Qué bien lo hemos pasado! “Amigos para siempre na no naino chu mai frend, la la la lala nai no naio chu mai frend. Amigos para siempreeeee” Olé, olé. 



Escuchas su voz un día más y no puedes evitarlo. Las lágrimas que recorren tu piel van en busca de ese vaso de agua que algún día quedasteis a medias. Ese hilo de voz, que se derrama y se escapa de entre los labios, huye en busca de los que un día fueron sus oídos favoritos. Esos ojos, que se enriquecen de tu imagen, se entristecen y se hacen diminutos, intentando que el echarte de menos no sea algo rutinario. 

Siempre dijimos que seríamos amigos para siempre, siempre es mucho tiempo. Aún así cumpliremos nuestra promesa porque hay algunas promesas que se realizan sin ganas, otras que no llegan a cumplirse nunca y, sin embargo, algunas, como la nuestra, llegan a realizarse eternamente, para siempre. Tenlo en cuenta: realizarse eternamente, para siempre. Amigos para siempre. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.



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