Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

jueves, 15 de noviembre de 2012

"Step by step"

07 de Noviembre de 2012.

El camino era muy largo, y a él nunca le había gustado caminar demasiado. A pesar del dolor de piernas que sentía y gracias a la continua insistencia de todos los paseantes decidió no abandonar. Era duro y el lugar prometido se hacía esperar. Todos hablaban de un lugar maravilloso, pero parecía que ninguno de ellos lo había conocido jamás. “Si ese lugar es tan maravilloso como dicen no entiendo cómo nadie puede haberlo visitado antes” los pensamientos invadían su mente inquieta, que se hacía cuestiones continuamente acerca de su lugar de destino. “Y si nadie lo ha visitado antes, ¿cómo es que saben que es un lugar maravilloso?” las dudas se abalanzaban sobre él. No estaba seguro de lo que hacía, ni a donde iba y, por no fueran demasiados inconvenientes, sus pies cada vez se volvían más delicados. “Si existe dicho lugar, en el momento en el que el hombre lo pise estará condenado a sufrir una desmejora considerable. Incluso puede pasar de ser una maravilla a ser una ruina”. El hombre continuó caminado, divisando un horizonte que parecía inalcanzable, maldiciendo todo lo que se ponía a cada paso. En aquellos momentos no le quedaba nadie, todo se lo habían llevado. Solamente sus sucios ropajes, sus zapatos sin cordones y su cabeza llena de cosas negativas y malos pensamientos habían sobrevivido a la terrible masacre. “Todo lo que el hombre conoce queda destruido”. Paso a paso, sin esperanzas y sin ganas de vivir, continuó caminando. El horizonte aún parecía una línea inalcanzable pero poco a poco conseguirían traspasarla, pues allí le esperaba aquel lugar maravilloso del que tanto hablaban. 



¡Hoy es mi primer día oficial en el restaurante! El jueves de la semana pasada estuve pero supuestamente aquello era un día de prueba. La jefa tiene dos restaurantes en el centro de la ciudad, muy cerca el uno del otro, y seguramente cada día me toque ir a uno diferente. No creo que tenga un restaurante fijo dónde trabajar, pero ahora eso es lo de menos. La prueba fue bien, aunque el primer día es normal que estuviera un poco perdido. Demasiadas cosas que limpiar y demasiadas cosas que colocar una vez limpias. ¡Voy con ganas! Tiempo al tiempo y paso a paso. 

Hoy parece que hemos amanecido con ganas de ponernos los dientes largos, pues Mary y yo nos hemos ido al Mediamark que hay en el centro, a pocos minutos en bici desde casa. El pintor ha tocado nuestra puerta, de nuevo a las nueve de la mañana, le hemos dejado pasar y le hemos dicho que en una hora más o menos volveremos. No pasa nada porque se quede por aquí solo, si necesita algo que lo coja. Creemos que ya hay demasiada confianza entre nosotros. Así que los dos cogemos la bici de Marleen y comienzo a pedalear hasta los aparcamientos de bicicletas que tiene el Mediamark en su puerta. Es un edificio enorme donde puede leerse la palaba “Mediamark” por todos los rincones de su fachada. Llamativo es llamativo y quien se pierda en Eindhoven que se pase por el Mediamark, que no tiene pérdida. Ni desperdicio. ¡Pedazo de tienda! Varias plantas llenas de todo tipo de tecnologías, ordenadores, televisiones, cosas de la casa, cosas que no son de la casa, teléfonos móviles, de todo, de todo. Escaleras mecánicas que no terminan, plantas llenas de televisiones y gafas en 3D para que puedas disfrutar de las mejores películas en tercera dimensión. ¡Es una pasada cambiarte de planta y ver desde lo alto decenas de monitores proyectando las mismas imágenes! Pasamos una buena mañana, hasta que Mary se va a la tienda de Marleen. ¡Te veo a la noche! 

A las cinco y media quedo con Aylim, la chica que también trabaja en el restaurante, en la puerta de mi casa y nos vamos juntos hacia el trabajo. Los dos nos vamos en la misma bici, la de ella, porque yo aún no tengo y la que está en la terraza sigue sin arreglar. ¡Y hay que arreglarla ya porque Marleen le ha dicho a Mary que a lo mejor necesita su bici para unos días! Así que si la bici vuelve, necesitamos una más. aylim y yo nos vamos en su bici y llegamos al restaurante, donde empezará mi primera jornada oficial. La chica me explica todo de nuevo, ya que la prueba fue en el otro restaurante, y me deja con las manos en la obra. La tarde comienza con un montón de platos, cubiertos y utensilios de comida por lavar. ¡Pero hay ganas! Ganas de trabajar y ganas de comenzar a ser útil. Me acuerdo mucho de Ana mientras friego platos, es divertido que ambos ahora trabajemos en lo mismo. ¡La cosa va de restaurantes! 

Cuando la noche termina, los platos limpios están en su sitio, todos los utensilios de cocina están recogidos, el suelo limpio y el lavavajillas apagado nos bebemos una cerveza que la jefa del restaurante nos invita. ¡Qué bien sienta algo fresquito después de haber estado tanto tiempo lavando con agua caliente! Ya sea una cerveza o un refresco. Sienta bien de todos modos. Con el sabor de la cerveza aún en la boca, nos vamos en busca del novio de Aylim. Nos montamos los dos en su bicicleta y nos dirigimos hasta el bar donde él nos espera. Él también es cocinero en un restaurante, nos presentamos y hablamos los tres un rato en el bar. Hablan de que necesito una bici y de que nos acerquemos hasta el famoso negro que vende bicis. ¡Pues vamos! Así que así lo hacemos. 

Y llegamos los tres en busca del negro, lo encontramos y nada más vernos, al ver que Aylim va a pie y no en su bici, se le abren los ojos como platos y comienza a decir de forma repetida “Bike, bike, bike”. Que sí, que queremos una bici. ¡Y el novio de Aylim se queda enamorado de la única bici que tiene el negro esta noche! ¡Y yo días antes había conducido su bici y me había enamorado de ella! Cosa resuelta. Yo me quedo con la bici del novio y él se queda con la bici del negro. ¡Qué bien! Ahora estamos todos contentos. Los tres, montados cada uno en una bici, regresamos a casa, y como vivimos muy cerca, podemos irnos juntos. 

¡Y tenemos nuevas noticias! Este fin de semana comienza un festival de la luz en Eindhoven, llamado GLOW. Consiste en un recorrido que se crea por casi toda la ciudad llevándote por los edificios más importantes de ella, quedando todos iluminados de forma especial, con proyecciones sobre ellos y con efectos visuales y sonoros. Tiene que ser una pasada. Ya os contaré cuando lo veamos. De momento el recorrido se va señalizando por la ciudad con luces rojas, que están sustituyendo a las blancas de las farolas. ¡Un camino de luces rojas nos guiará por el recorrido! Qué bien. El Glow nos espera a partir del fin de semana. 

Y otra noticia más: mañana Marleen y Derek se van unos días a Irlanda, viaje de placer o de negocios. No sabemos. El caso es que, como unos días atrás la diseñadora le dijo a Mary, vamos a quedarnos con Sim esos días en nuestra casa. ¡Un inquilino más! Como dice Mary: es grande y peludo. Se nos pasan muchas ideas por la cabeza con esa breve descripción, pero es Sim. El perro de Marleen y de Derek dormirá a partir de mañana en nuestro salón. Nos gusta la idea, pues todos echamos de menos a nuestros perros. A partir de mañana Shira, Barny y Nora se verán reflejados en Sim. Eso seguro. 



Llevaban horas caminando. El camino aún seguía repleto de gente y, entre todos ellos, seguía aquel hombre sin esperanzas y zapatos sin cordones. Sus pasos cada vez eran más complicados y difíciles de conseguir, pero aún así, y sin conocer del todo la razón, continuaba caminando. Algunos de los que caminaban parecían felices, a pesar de lo que habían sufrido; otros llevaban rostros entristecidos, recordando todo aquello que habían dejado atrás; y otros, simplemente, parecían no tener expresión en sus caras. Todos daban pequeños pasos, se movían formando un enorme grupo. Todos iban en la misma dirección, buscando aquel lugar del que todos hablaban, pero que ninguno conocía. 

El hombre se había cansado de mirar la perfecta línea del horizonte y ahora caminaba persiguiendo con la mirada los movimientos que realizaban sus zapatos al moverse. El marrón de los zapatos había quedado más ennegrecido aún, el polvo y la suciedad invadía el exterior e, incluso, el interior del calzado que cubría sus pies. Cabizbajo seguía pensando en la maldad del ser humano, en lo decepcionado que estaba con la vida y en lo duro que sería no volver jamás al lugar del que estaba huyendo. 

Alguien se chocó con uno de sus hombros, pero ni se inmutó. “Perdona, ¿por qué no miras al frente? Ya estamos llegando” le susurró alguien al oído. El hombre levantó la vista y miró el rostro de la persona que le hablaba. Una anciana con la cara llena de suciedad, al igual que todos los que caminaban hacia el lugar, le hablaba desde muy cerca. La mujer vestía una bata manchada de barro, que había quedado endurecido con el paso de las horas, su pelo corto y blanco quedaba despeinado y los pies iban descalzos. La anciana regaló una sonrisa al hombre que ahora la miraba a los ojos. “¿Cómo dice, señora?” le preguntó el hombre, casi sin poder hablar. “Que ya estamos llegando. Al lugar maravilloso del que hablan. Está ahí” dijo la anciana, derrochando esperanzas a través de sus ojos azulados, y miró al frente, invitando al hombre a que hiciera lo mismo. Y él, siguiendo la mirada de la anciana, dirigió su rostro al frente. 

Una luz cegadora invadía todo el horizonte, parecía el amanecer pero aquella luz no provenía del Sol. La intensidad cada vez era mayor, impidiéndoles la vista más y más. Ellos continuaban caminando, sin detenerse, paso a paso. El hombre no veía nada, solamente un blanco puro. Giró su vista hacia donde unos segundos antes había hablado con la anciana y aún seguía allí. Miraba al frente con los ojos bien abiertos, permitiendo que toda la luz los invadiera de energía positiva. El hombre continuó mirándola, le parecía una hermosa escena. 

Una leve brisa comenzó a recorrer el camino por donde iban y, a la misma vez, el hombre notó que alguien le daba la mano. Alguien le apretó la palma fuertemente, transmitiéndole esperanzas. No pudo saber con certeza de quién era la mano, pues la cegadora luz se lo impedía, pero supo que era de la anciana que le acompañaba. En ese mismo momento la leve brisa se convirtió en un fuerte viento, que agitaba los ropajes y los cabellos de los paseantes de un lado a otro. La anciana apretó aún más fuerte la mano del hombre, mientras continuaban dando pasos y ambos se miraron. Ella desapareció entre la intensidad de la luz, empujada por el fuerte viento. Él esperó a que el viento se lo llevara también con ella y mientras tanto continuó con la vista al frente, con un poco más de esperanzas, pensando en aquel lugar maravilloso del que todos hablaban. Y no se detuvo. Sin cuestionarse nada más continuó caminando, a la espera de la perfecta línea del horizonte, a la espera del viento, de la luz. Paso a paso. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

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