Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

domingo, 11 de noviembre de 2012

"El segundo de los segundos"

02 de Noviembre de 2012.

Hay momentos que quedan grabados en la memoria para siempre, quedando impregnados en los recuerdos que nos acompañarán el resto de nuestros días. Hay momentos que ocurren en un segundo especial, en el segundo en el que ocurren las cosas especiales. Esos segundos que marcan el comienzo de las cosas y que miden el tiempo detalladamente. Los mejores segundos son los que no esperas que lo sean, pues el primero de ellos ocurre sin más pero el siguiente nunca sabes si llegará a producirse. Disfrutas del primero, pero el segundo de los segundos llega y se marchita en el tiempo, provocando el inicio de una nueva trayectoria de recuerdos que siempre quedarán almacenados en lo más profundo de nuestros inmejorables segundos imborrables. 



Después de tomar unas cervezas tras mi primer día en el restaurante Ana y yo nos vamos a casa, hablamos con Mary de todo lo que hemos hecho durante el día y ella nos cuenta qué ha hecho en el suyo. Y los días terminan acurrucándonos entre nuestros nórdicos de segunda mano. 

La mañana llega y, gracias a nuestros simpáticos vecinos, podemos conectarnos a internet gracias a nuestra particular contraseña “Extremadura”. Nos ponemos al día de todo lo que ha pasado en el mundo, volvemos a clicar sobre los “Me gusta” de las fotos del Facebook y publico un resumen de lo que nos ha pasado desde que no tenemos internet. Mary y yo nos despertamos, quedando a Ana en la cama que no es cama, y arreglamos un poco la casa, que se desordena cada día más. Mary, un día más, se va a la tienda de Marleen para seguir con sus prácticas de diseño y Ana y yo nos quedamos en casa. 

Por la tarde comemos unos macarrones con tomate a los que le añadimos un poco de cebollas y unas salchichas, de la misma marca que las que comprábamos cuando estábamos en el albergue y aún comíamos sobre moqueta. ¡Qué tiempos aquellos! Quién nos iba a decir a nosotros que íbamos a mudarnos de la moqueta. Los macarrones no quedan mal. Ahora la comida sabe mejor que antes. ¡Es como en casa! Tenemos mesa. ¿Algún día nos atreveremos a hacer unos garbanzos o lentejas? 

Y dentro de unos días tenemos nuestra primera fiesta oficial, ya que Aser hace los años y nos ha invitado a su fiesta de cumpleaños. Se celebrará en casa de otro chico español y harán una cena para todos, ya que son los cocineros del restaurante “Señora Rosa”. Nosotros pensamos en comprar los ingredientes para hacer unas pizzas, ya que hemos pasado todo el verano comiendo pizzas caseras y ahora tenemos mono de ellas. ¡Qué pena que no tengamos horno en nuestra casa! ¡Qué ricas aquellas pizzas que preparábamos casi todas las noches de verano! La verdad es que un mes antes de mudarnos a Holanda dijimos que no nos importaban los kilos de más y decidimos comer todo lo que nos apetecía, ya que sabíamos que las primeras semanas aquí serían muy duras en todos los sentidos. Ahora, después de varias semanas, podemos cocinar y comer caliente. La idea del cumpleaños nos encanta, estamos deseando de asistir a la fiesta y de conocer a más gente de la que ya conocemos. Además, dicen que van a intentar conseguir un karaoke para ambientar un poco la fiesta. ¡Queremos cantar! Qué emoción, pero para eso aún quedan unos días. 

Después de nuestros deliciosos macarrones, Ana se ducha y se prepara para irse a trabajar. Es muy probable que hoy nos avise cuando salga del restaurante y vayamos todos a tomar algo, pero para eso necesitamos asegurar la bici de Marleen con un candado. Cuando me despido de Ana me dirijo hasta la tienda en la que hay de todo por precios muy baratos y compro un candado para atar la bici, por si salimos de fiesta y alguien intenta robarla. Miles de bicis llenan el centro de la ciudad y miles de jóvenes con unas copas de más circulan por las calles a altas horas de la madrugada. ¡Menos mal que por aquí hay pocos coches! 

La tarde la paso sin más, sin Ana y sin Mary, con mis pensamientos y nuestros momentos de reflexión. Todos necesitamos estar solos alguna vez o, al menos, yo lo pienso de esa manera. ¡Qué mejor manera de hablar contigo mismo que estando a solas contigo mismo! ¡Lo que cambia la vida con tan solo coger un avión y una maleta! “Con lo a gusto que estamos en nuestras casas, con la comida hecha y rica, con nuestras habitaciones y nuestras camas, el armario lleno de ropa y todo a nuestro alcance. ¿Por qué nos venimos aquí, casi sin ropa, a comer en el suelo y a pasar penurias?” dijo, bromeando, un día Mary. Pues porque nos gusta arriesgar, ver y conocer cosas nuevas. Nos gusta aprender y nos aburre la monotonía. Somos seres inquietos que por naturaleza buscan continuamente nuevos horizontes. Y nuestros horizontes se convierten en metas por las que pelear, cosas por las que luchar y miles de sueños por intentar ver hacerse realidad. Es duro, es arriesgado. Pero como bien dijo algún día alguien sabio: “Quien no arriesga no gana”. Y nosotros, a base de riesgos, seguiremos intentando ganar. O al menos a participar, ya que, como también nos decían de pequeños al no quedar primeros en algún juego, lo importante no es ganar si no participar. ¡Pues ala! A participar se ha dicho. Y aquí estamos, participando. 

Mary llega a casa y por fin consigo hablar con Daniela, la chica diseñadora que necesita un diseñador gráfico. Gracias a Marleen contacto con ella y hablamos por teléfono. ¡Sabe español porque ha estudiado algunos años en Portugal! Y ya tengo una cita con ella. El lunes en su estudio, que está muy cerca de nuestra casa, a las dos y media. Hablaremos de todo lo que podemos hacer juntos. ¡Qué ilusión me hace! 

Mary dice que mañana solamente va a ir dos horas a la tienda para seguir hablando del diseño de la casa con la que están trabajando ahora, que una de las mesas que ha diseñado Derek la han vendido al restaurante de al lado de la tienda y que una diseñadora, amiga de Marleen, ha llegado a la tienda y las ha invitado a una botella de vino. ¡Mary ha estado trabajando en la tienda mientras disfrutaba de una copa de vino! Qué bien viven estos diseñadores. 

Como esta noche tenemos pensado salir a tomar algo y las cervezas, que es lo más barato que aquí te puedes tomar en un pub o en una discoteca, siguen siendo caras para nuestro bolsillo actual, decidimos ir al Albert Heijn y comprar unas cervezas a un precio más barato. Nuestra idea era beber algo en casa y después, cuando Ana nos llame, salir con algo ya bebido. Así que compramos algunas cervezas a un buen precio y una ensaladilla de las de un euro, de las de toda la vida en Eindhoven. Las echamos de menos y a Mary se le antojan de vez en cuando. ¡Nos la llevamos! 

Y al final, después de una exquisita cena, nos quedamos sin ganas de nada. El pollo que hemos preparado, aliñado con una de las salsas que nos quedamos de la chica que se mudó a Londres, aún sabe en nuestras bocas. ¡Ni una cerveza llegamos a probar esta noche! Aunque creo que Mary sí que abre una, pero no se bebe ni tres tragos. Ana sigue en el trabajo, yo me quedo dormido en el sofá y Mary ve una película. Nuestra noche no tendría que haber sido así, pero no importa. Ya saldremos otro día. ¡Y una fiesta de cumpleaños, con cena y karaoke incluidos, nos espera a la vuelta de la esquina! 

Recuerdo las pizzas de este verano, horneadas en su punto, y con bordes de esos que consiguen que te olvides de todas tus penas. Recuerdo sus olores, mejores que los de cualquier fragancia que puedas disfrutar. Lo siento. Voy a por un pañuelo. El teclado se ha llenado de babas y mis ojos lloran de la emoción. 



Los mejores segundos son esos en los que recibes una buena noticia, en los que consiguen cerrar una maleta, en los que consigues una respuesta que creías perdida. Los mejores segundos son esos en los que lloras de emoción, en los que piensas en tus pensamientos y en los que recuerdas tus recuerdos. Los mejores segundos son esos en los que una salsa desconocida invade tu plato de comida, en los que una ensaladilla de un euro te hace tan feliz como le hace una piruleta a un niño. Los mejores segundos son esos en los que la mejor de las fragancias invade tus sentidos, anunciándote que ya puedes disfrutar de la mejor masa horneada que ha conseguido obtener jamás la mejor de las pizzas. En el primero de todos los segundos es cuando la hueles, en el segundo de los segundos es cuando la disfrutas. 

Los segundos llegan y se marchitan en el tiempo, provocando el inicio de una nueva trayectoria de recuerdos que siempre quedarán almacenados en lo más profundo de nuestros inmejorables segundos imborrables. 


Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

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