Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

sábado, 10 de noviembre de 2012

"Halloween: Suitable for Spanish"

01 de Noviembre de 2012.

Aquella noche una de las chicas colocaba todos los cacharros que en la cocina estaban en el medio, inventando un sitio donde poder colocar todos los vasos, los platos y tazas de desayuno. La noche debería de haber sido diferente, sin embargo allí estaba ella. Fregando y recogiendo platos, rodeada de cajas de cartón y de bolsas de plástico, también repletas de cosas por colocar en unos estantes que no había. Con uno de los palletes de madera, que días antes habían recogido de la calle, improvisó una útil estantería, donde pudo colocar todos y cada uno de los paquetes de comida que iba sacando del interior de cada bolsa. La noche debería de haber sido diferente. Eso estaba más que claro. Por suerte, al otro lado del pasillo, mientras un simpático fontanero arreglaba un escape de agua de la ducha, su hermana y su amigo adornaban, en el día de Halloween, el salón de la casa con luces de Navidad y, para animar un poco la noche, lo hacían mientras bailaban y disfrutaban de unas populares sevillanas españolas. 

Y varias horas más tarde llegó el uno de noviembre… 



Uno de noviembre y parece que el tiempo vuela en esta ciudad, con Ryanair o sin él pero vuela. Parece mentira que hace más de un mes que nuestro avión aterrizó en el suelo de esta ciudad y que nos encontráramos perdidos en una ciudad que ya casi nos sabemos como la palma de nuestras manos. Parece mentira y, sin embargo, hemos hecho muchas cosas en el tiempo que llevamos por aquí. Sea lo que sea y parezca lo que parezca está claro que el tiempo se va volando. 

El día ha sido tranquilo y diferente a la vez. Tranquilo porque apenas hemos pasado tiempo juntos y diferente porque hemos pasado mucho tiempo separados. Ana se ha ido a trabajar a “Señora Rosa”, Mary se ha ido a la tienda de Marleen y yo he ido a hacer mi prueba en el restaurante “Vintage”, uno de los dos que tiene la jefa. 

Por la mañana seguimos sin señales de nuestro vecino invisible, pensamos incluso en hacer ruido a posta para que suba a quejarse y por fin descubramos su misterioso rostro. Pero parece que hagamos lo que hagamos no va a dejarse ver. Y nuestro vecino de abajo no da señales y creemos que el vecino de la casa de enfrente ha podido verle los pechos a Mary, ya que no suele haber cortinas ni persianas en los ventanales de los salones y por aquí vamos como en casa, que ahora es nuestra casa. No nos acostumbramos a compartir nuestra intimidad con el resto de personas. ¡Nosotros vemos todas las tardes cómo cenan la pareja de enfrente! Mary tiene que aprender a andar con más cuidado. Aquí no hace falta que las paredes tengan ojos, porque ya lo hacen los ventanales por ellas. 

¡Incluso hay un ventanal, que se comunica con la terraza y con un montón de jardines, en el baño! Pero la ventana del baño sí que tiene persiana. Menos mal porque seríamos el punto de mira de todos los vecinos. Hasta ahora hemos tenido que ducharnos en la bañera, si es que se podía hacer eso, porque todos los intentos de ducha acababan siendo baños relajantes de una hora. ¡En el precio mensual está incluido el gas, la luz y el agua! Pues habrá que aprovechar. La bañera se llenaba hasta arriba y nuestros cuerpos se sumergían en el agua caliente. Me gustaban esos baños, de los cuales podemos seguir disfrutando, pero a mí me gusta ducharme. Y gracias a que el chico fontanero arregló anoche nuestra ducha ya podemos refugiarnos entre las mamparas del baño. ¡Qué gusto da poder elegir entre ducha y baño! Tengo prisa y huelo mal: ducha. Tengo tiempo, estoy estresado, necesito relajarme y huelo bien: baño. Un lujo que queda compensado por el misterio del vecino y todo lo que nos envuelve últimamente. 

El ambiente de misterio en nuestro apartamento sigue rondando entre las paredes, aunque parece que comenzamos a pasar un poco de todo para conseguir vivir en la paz y tranquilidad. Mantenemos la calma. No conocemos al vecino de abajo. No pasa nada. Llegan cartas que se amontonan en la puerta sin ser abiertas. No pasa nada. Dos tipos en una furgoneta aporrean nuestra puerta en busca de alguien. No pasa nada. Huesos de animales se resguardan en el hueco de la escalera. No pasa n… ¡Aquí pasa de todo! 

Ana sigue bien en su trabajo, ya conoce a mucha gente y cada vez se siente más a gusto allí. Después de trabajar siempre sale con sus compañeros a tomarse una cerveza, así que probablemente hoy también lo haga yo. Quedo con Aylim, la chica que me consiguió la entrevista, a las cinco y media y juntos nos vamos al restaurante. Al llegar allí me presenta a los cocineros, a la cocinera y a varias camareras. Me explica en qué consiste mi trabajo un poco rápido y todo por encima y me pongo manos a la obra. Al igual que Ana en su restaurante, tengo que lavar platos, cubiertos y toda clase de utensilios de cocina, meterlos en un lavavajillas que lava a velocidad de la luz, secarlos y colocarlos cada uno en su sitio. Como era de esperar mi primer día ha sido un poco caótico, pues no sé donde hay que colocar la mayoría de las cosas y las cosas limpias se amontonan suplicando ser llevadas a sus sitios correctos. Gracias que hay una chica, que resulta ser la encargada del personal, y a una cocinera que me ayudan mucho y me orientan muy bien. Por desgracia para mí Aylim ha trabajado en el otro restaurante y no ha podido estar ahí para ayudarme. ¡Me ha venido bien! Así me desenvuelvo mejor con todo el entorno de la hostelería y con mi entorno propio. ¡Ana ahora sí que somos los dos Cenicientas, y no cuando limpiamos de pelos nuestro piso! 

Mary, que sabía que hoy Ana y yo terminaríamos tarde, no quería quedarse en casa después del trabajo en la tienda así que se lo ha comunicado a Marleen y ella le ha invitado a ir a su casa después del trabajo. Han cenado Mary, Marleen y Derek, junto a Sim, el perro labrador de la pareja, y han charlado de todo en general. Marleen le dice a Mary que un fin de semana próximo ella y Derek van a viajar hasta Irlanda y que si es posible que nosotros nos quedemos con Sim un par de días. ¿Sim en nuestro nuevo apartamento? Obviamente Mary le dice que sí, que no hay ningún problema y que nos gustan los perros. Pues ala. Dentro de unos días Sim visitará nuestra casa. Mary regresa a casa y espera despierta hasta que Ana y yo regresemos. 

Casi al final de mi jornada Aylim llega del otro restaurante, me pregunta que qué tal me ha ido y me ayuda para acabar antes. ¡Gracias! Se porta muy bien conmigo y con todos nosotros. Al apagar el lavavajillas, quedar todo ordenado en su sitio y todo el suelo limpio, tanto el de la cocina como el de la sala donde limpio, nos vamos a tomar una cerveza. Aylim y yo salimos del restaurante, con esperanzas de que vuelvan a llamarme, y nos dirigimos hasta un bar en el que hay más de ciento cincuenta tipos de cerveza. Nos pedimos una, aunque a mí no me agrado mucho su sabor y esperamos hasta que Ana y el resto de amigos terminen su jornada en “Señora Rosa”. Al ver a todo el mundo en la calle Aylim me hace una inteligente aclaración: “Los que van en manga corta son de Holanda y los que llevan abrigo y bufanda son extranjeros”. ¡Qué sencillo! Aunque sigo sin entender cómo con este frío puede haber gente que salga a la calle con los brazos al descubierto. ¡Muchacho! ¡Que llevo tres mangas y aún tengo la piel de gallina! 

Después de un par de cervezas todos juntos nos vamos a casa en bicicleta. Andrea transporta a Ana en la suya y yo transporto a Aylim en la suya. Es una locura ir a casa después de fiesta en una bici. Me sabe un poco mal haber estado por ahí sin Mary, tengo ganas de que salgamos de una vez los tres juntos a tomar algo. Esperemos que llegue pronto ese día. De todos modos es jueves y los pubs los cierran a las dos de la mañana, a esa hora nos vamos a casa. Mary nos ha esperado despierta. Hay muchas cosas que contarnos. El día ha sido tranquilo y diferente a la vez. Tranquilo porque apenas hemos pasado tiempo juntos y diferente porque hemos pasado mucho tiempo separados. 



La noche anterior… 

Ana y Dani decoraban el salón con las luces que habían adquirido gracias a la chica que se había ido a Londres. Las luces que decoran las casas en las épocas navideñas decorarían su casa a partir de aquella noche, la noche de Halloween, y, probablemente, los alumbrarían hasta pasadas las Navidades. El fontanero continuaba con el problema de la ducha, mientras miraba de reojo el espectáculo que había formado en el salón y en la cocina, y, de vez en cuando, dejaba escapar una sonrisa. Supo que eran españoles e, incluso, pudo haberse dicho a sí mismo que en estos tiempos que corren alquilan casas a cualquiera. La fiesta rociera continuaba en la casa, celebrando de aquella manera la noche más terrorífica del año. Los bailes comenzaban en el salón, continuando por el pasillo y finalizando en la cocina, que poco a poco parecía menos un mercadillo. Los tres bailaban, lo mejor que podían, las animadas sevillanas bajo la luz de unas luces de Navidad. Las carcajadas retumbaban en los rincones de la casa, sin importarles nada ni nadie, las sonrisas eran permanentes y el sonido de las palmadas acompañaba el dulce sonido que producía la felicidad, aquella que se desprendía por todas las paredes de la casa. Aquella noche sería diferente. 

El fontanero, en aquel momento, supo que aquello era una noche de Halloween solo apta para españoles. 

“¡A bailar, a bailar, a bailar alegres sevillanas. Todo el mundo a bailar, a bailar, a bailar, ven conmigo a bailar!” Olé, olé. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

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