Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

domingo, 25 de noviembre de 2012

"The Pied Piper of Hamelin"

21 de Noviembre de 2012.

A las siete suena nuestra alarma. ¡Arriba! Mary dice que tengo mucha fuerza de voluntad para eso de levantarme temprano, así que me dice que cuando me levante de la cama que la obligue a salir de ella. Así que cuando me levanto la remuevo y, desde la puerta de la habitación, la remuevo de nuevo con ayuda de mis pies. Mary gruñe y se acurruca de nuevo entre el nórdico. Ana duerme tranquilamente en su colchón. Las dejo allí, ya se despertarán cuando quieran. 

Una vez en el salón me acurruco en una de las sillas que tenemos, me pego como una lapa al radiador y me echo la manta de cuadros, que me traje de mi casa, por encima. Con el portátil en las piernas comienzo a escribir una de las cartas y me acuerdo de Mary, que sigue arriba. Cojo el móvil y como tenemos llamadas gratis la llamo hasta que me lo cuelga y al cabo de unos segundos ya escucho sus pasos bajando las escaleras de la habitación. 

Mary continúa con su búsqueda de cosas para la casa que tienen que diseñar y yo, al terminar una carta, comienzo a hacer cosas para el trabajo de Daniela. A las doce he quedado de nuevo con ella en el estudio. Mary, para descansar un poco de la búsqueda de cosas para la casa, empieza a realizar un invento para colgar una de las lámparas que Marleen nos regaló uno de los primeros días que comenzamos a vivir en la casa. Comienza a buscar una cuerda que encuentra y comienza a atar en la barandilla que hay en el marco superior de la ventana, una barandilla que es para colgar una cortina que no creo que lleguemos a colgar. Una vez la cuerda atada en esa parte del salón la lleva hasta una de las paredes más cercanas y la ata en ella también, ayudándose por una punta que hay. Y sobre la cuerda pretendía colgar la lámpara, ya que no se puede colgar del techo porque es una lámpara de diseño y se enchufa, no va unida con cables a la luz. Es raro. Miro lo que Mary está haciendo y parece un tenderete. Le pregunto que si después colgaremos las bragas y los calzoncillos en la cuerda sobrante. A Mary tampoco le gusta la idea y quita la lámpara, que parecía imitar a un equilibrista del circo caminando sobre la delgada línea. ¡En este caso la delgada línea no era roja, si no marrón! 

¡Dos ratones en nuestra cocina han muerto! Dos ratones en la misma trampa, solamente que uno de ellos no estaba entallado por ella. Mary ha descubierto, cuando ha ido a la cocina, que había un ratón muerto bajo el hierro que salta cuando invades la trampa y uno, más pequeño que el de la trampa, muerto a su lado. ¡Creemos que ha muerto del susto! Irían los dos juntos, uno más aventurero que el otro, y ¡ZÁS!. Algo aplasta a su compañero y a él le da un infarto. Ha sido del susto o de pena, porque después Mary dice que el pequeño tiene cara de niña, que es posible que fueran madre e hija. Qué pena. Estamos acabando con la familia de Ratatouille. ¡No ves que ese ratón era cocinero! Vienen todos a buscarlo a ella. Lo sentimos mucho Ratatouille pero no queremos que ni tú ni tu familia atraquéis nuestra cocina. Bueno tú si nos cocinas sí. No sabemos qué vamos a hacer pero no podemos seguir así. ¡Hay que buscar en las páginas amarillas el número de teléfono de El flautista de Hamelín! Lo que no soluciona una trampa y un cacho de queso que lo solucione una flauta. 

Cuando Ana se despierta Mary y yo estamos preparándonos para irnos cada uno a nuestras citas. Mary tiene que irse a la tienda y yo tengo que ir al estudio de Daniela. Pasamos cinco minutos hablando y nos vamos. Mary está sola en la tienda porque Marleen le dijo que necesitaba quedarse en casa trabajando con Derek, Ana tiene el día libre y yo voy a lo de Daniela y a las cinco y media me voy al restaurante. 

Hablo con David, el marido de Daniela, de muchos programas de diseño y de que él me va a enseñar a utilizarlos. Me recomienda que me descargue uno y que practique con él en casa. Además me dicen que Daniela mañana comienza su primer día impartiendo clases en la escuela de diseño y que está un poco nerviosa. Me dicen que regrese el lunes y veamos todos un poco del montaje del vídeo de la sesión de fotos. ¡Perfecto! El lunes volveré y a ver qué os parece mi montaje. 

Vuelvo en bici a casa, donde me espera Ana. ¡Da gusto tener cada uno nuestra propia bici y andar por la ciudad a nuestro antojo! El otro día Ana casi es atropellada por un coche que casi no nos ve en un cruce. El coche iba muy despacio y mirando de lado a lado pero no nos vio. Ana giró y el coche frenó al verle, a una distancia considerable, pero m asusté. Resulta que le han dicho a Ana que la próxima vez se deja atropellar. ¡Que a los de las bicis siempre les pagan! Ya sabemos qué vamos a hacer si no tenemos dinero: ¡Convertirnos en uno profesionales de la caída libre en bici sobre capós de coches! Y el bolsillo lleno, ¿no? 

Mary, aún desde la tienda, nos envía un mensaje a uno de los móviles. Ana ha comenzado a hacer un puzle de mil piezas, el que compramos en la tienda de segunda mano por un euro y estaba precintado, y yo estoy escribiendo una carta. En el mensaje pone que podíamos comprar espinacas y hacerlas de cena. ¿Espinacas? A mí no me entusiasma mucho la idea pero le decimos que después vamos a la tienda turca y las compramos. Ana continúa poniendo piezas sobre la mesa del salón y yo escribiendo. ¡Ana se ha viciado a eso del puzle! Lleva un buen ritmo, en un par de días seguro que lo ha terminado. Qué graciosa. Ha cogido varios tuppers para clasificar las piezas, ya que se diferencian muy bien las que son de la zona del río del paisaje y las que son del cielo. Es una bonita foto la que representa el puzle, es una ciudad y no sabemos cuál. 

La tarde se pasa y la hora se nos pasa. ¡Las espinacas! Pues ya no nos da tiempo a comprarlas, no lo hemos hecho a posta. Eso que quede claro. Así que no vamos a la tienda turca y las espinacas se las dejamos a Popeye. ¡Y seguido de eso me voy al restaurante! 

Al llegar a casa las buenas noticias radian de mi boca. ¡Mary puede tener una oportunidad como friega platos en los restaurantes donde yo ahora trabajo! Estábamos terminando la jornada de hoy y mi jefe, Will, ha dicho que el otro chico que friega platos en el otro restaurante hoy tenía que trabajar y que no ha dado señales de vida. Dice que lo han llamado por teléfono, que no les contesta ni que les devuelve la llamada. Así que, deseando que no le haya pasado nada malo a ese chico, si la cosa sigue así Mary puede tener un trabajillo de dos o tres días. Espero que así sea y podamos ser todos unos friega platos. ¿Os imagináis? Ana friega platos, Mary friega platos y yo friega platos. Algo es algo y para empezar no está nada mal. ¡Friega platos al poder! No se nos resistirá ni una mota de comida en la porcelana de la vajilla. 

Nos vamos a la cama, con ilusión porque Mary pueda llegar a ganar también algo de dinerillo y con el estómago sin espinacas. Mañana hay que sacar la basura, que no se nos olvide. Mary ya está tumbada en su colchón, yo en el mío y esperamos a que llegue Ana. Desde lo alto de nuestro torreón que tenemos como habitación escuchamos un espantoso chillido que viene desde abajo. Ana chilla. Ana chilla en la cocina. Ana chilla porque dice que ha visto un ratón. Mary, en serio, dame el libro de las páginas amarillas que busque al flautista. ¿Qué lo busco por la F de flautista o por la H de Hamelín? Flan, flacidez, flamenco, flexibilidad, flotante, flojera, flauta, flautista, flema… ¡Flautista! Aquí está. Flautista: persona que toca la flauta. ¡Mierda! Esto es un diccionario. 



Al otro lado del mundo, o muy cerca de aquí, en Hamelín, que no sé muy dónde está eso, un hombre con un sombrero en forma de pico y una flauta en el bolsillo recibe una llamada en su teléfono móvil de última generación. Una melodía de flauta comienza a sonar, de manera ascendente y en formato poli tono. Coge el aparato y el fondo de pantalla en el que aparecen unos ratones alabando una flauta queda sustituido por una llamada entrante de un número desconocido. El hombre desliza uno de sus dedos por la pantalla táctil y se lleva el teléfono al oído. 

-Sí, aquí El Flautista de Hamelín.-dijo el hombre nada más descolgar la llamada. –Ajá, yes, yes. Entiendo. Sí, sí. Eindhoven. Vale, vale. Perfecto.-el flautista afirmaba continuamente moviendo la cabeza. -Rubensstraat, encima del vecino invisible. Vale, vale. Sí, conozco su caso. Hasta luego. 

Y el hombre colgó su teléfono, poniéndose de camino hacia Eindhoven, en busca de una casa en Rubensstraat, encima del vecino invisible. Comenzó a afinar la flauta. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

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