Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

lunes, 19 de noviembre de 2012

"Invierno Azul"

10 de Noviembre de 2012.

Todos decían que era especial, que no era como todas las niñas del lugar. Todos juraban haberla visto alguna que otra vez, por muy poco tiempo, y todos afirmaban que era la niña más hermosa que jamás habían podido contemplar. Aparecía en medio del bosque, a los cazadores y a las mujeres que salían a recolectar frutos silvestres, a los animales de la zona y a los perros de los aldeanos, a los niños que salían en busca de juegos nuevos y a los jóvenes que iban a caballo. Aparecía de la nada, con un tono azulado en el rostro, con vestimentas blanquecinas y unos cabellos dorados, que ondeaban continuamente agitados por el sonido del viento. La niña solamente aparecía en unas fechas especiales, unas fechas que se repetían año tras año en las profundidades del bosque. Los aldeanos se preguntaban el por qué de aquella niña perdida en el bosque, el por qué de su misterio. Todos, alguna que otra vez, habían intentado ir tras ella, pero desaparecía entre la maleza sin dejar rastro para ninguno de los sentidos. O, al menos, eso creían los aldeanos. Pensaban que se trataba de alguna chica perdida, que buscaba cobijo y alimentos, pero ninguno de ellos se percató de que todos los años la niña era la misma. La pequeña siempre llevaba las mismas ropas, el mismo cabello y la misma altura, su rostro no variaba y su belleza era continua. Todos desconocían su origen. 

La pequeña de tez blanca y cabellos dorados comenzó a pisar las hojas secas que bañaban el suelo del bosque. Las ramas de los árboles cada vez estaban más solitarias y los animales ya buscaban cobijo, pues pronto llegaría la época del frío. 



Una mañana más descubrimos que nuestro amigo el roedor sigue visitando nuestra cocina, el suelo está lleno de resto de cereales que nadie se come y de uvas pasas, que el ratón selecciona y las queda sin probar. ¡Encima es exquisito! Decidimos acabar con esto y nos vamos en busca de un algo que acabe con él. Querido, no queremos acabar contigo pero si no dejas de comer nuestra comida es lo que vamos a tener que hacer. 

Nos vamos al Albert Heijn, después de haber paseado a Sim, a hacer la compra diaria, ya que necesitamos leche y pan. Lo esencial. Menos mal que ahora el pan lo ponemos en el salón, ya no nos puede hacer túneles en las rebanadas. Ahora come cereales. Mary y yo nos ponemos en la cola de una de las cajas, dejamos nuestra compra sobre la cinta y avanzamos hasta la cajera. La dependienta pasa todos nuestros productos y en ese momento llega el momento de la confusión. ¡Nos hemos puesto en la caja en la que solamente se paga con tarjeta de crédito! Oh, oh. Le decimos que lo sentimos mucho, que no tenemos tarjeta y que qué hacemos ahora. Así que tenemos que coger toda nuestra compra, la cajera deshace nuestro ticket y volvemos al interior del supermercado, a ponernos en otra caja donde sí podamos pagar en efectivo. ¡Qué vergüenza! Si ya sabía yo que en esta caja nunca nos habíamos puesto a la cola. 

Volvemos a ponernos a la cola en otra caja y ahora nos atiende una chica de color que habla español. Hablamos un poco con ella, parece simpática y esta vez sí nos cobran en condiciones. Metemos nuestra compra en la mochila de Mary y en mi bandolera y nos vamos al Action, en busca de una trampa para ratones. 

¡Y por fin! Trampas para ratones en una de las estanterías. Cogemos una de ellas y le compramos a Sim un juguete, ya que todos los suyos se los come. El suelo está lleno de pelos y de trozos de juguete, de espuma y de hilos que no sabemos de dónde los saca. Sim es muy bueno, pero suelta mucho pelo y se come los juguetes. Mientras que no se coma nuestra ropa interior que se coma todo lo que quiera. Nos ponemos de nuevo a la cola de otra de las cajas, con nuestra trampa de ratones y nuestro juguete para Sim, y esperamos nuestro turno. Mary le paga a la chica que está tras la caja y comienza la confusión. ¡Bienvenidos al show más esperado de todos los tiempos! Nuestra compra ha sido de un euro y cincuenta y no sé cuantos céntimos. Mary le ha pagado a la chica con un billete de cinco euros y le ha dado en monedas los cincuenta y no sé cuántos céntimos. La chica tendría que devolvernos cuatro euros, pero nos devuelve dos o tres céntimos. ¿Qué? Mary le dice que tiene que devolverle cuatro euros, que le ha dado un billete de cinco. La chica, con cara de pasota, dice que no, que no le ha dado cinco euros. Y comienza el duelo, mientras que la gente se acumula tras nuestra, formando una cola que crece conforme la disputa también crece. “Yes” dice Mary, afirmando que le ha dado el billete. “No” le contesta la cajera. “Yes, No, Yes, No, Yes” y así se pasan, las dos, un rato mientras que la gente de la cola mira la actitud de la cajera choni y la cliente estafada. Después comienza lo más gracioso de todo. “I am not stupid” comienza a decir la cajera, mientras nos mira desafiante desde el otro extremo de la caja. No soy estúpida. Lo pronunciaba en inglés, dejando bien claro que sabía pronunciar. “I am not stupid”. Y casi escupe en el STUpid cada vez que lo dice. I am not STUpid, I am not STUpid y así un buen rato. ¡Niña cállate ya! Pareces un disco rayado. 

La cajera llama a su supervisor y viene a hablar con nosotros. La que estamos liando por cuatro euros, pero es que no tenemos por qué soportar que se queden con nuestro dinero y, mucho menos, que una cajera con actitud de barriobajera nos habla de esa manera. El supervisor llega y le explicamos el problema. Le pide los datos a Mary, su número de teléfono y nos dice que si al final de la jornada hay cuatro euros de más en la caja que nos llamará. Gracias. Esperemos que la cajera choni no robe cuatro euros de la caja con tal de no quedarse encima de nosotros. I am not stupid. 

Después de nuestro episodio quinquillero nos volvemos a casa y Mary se va a la tienda de Marleen, con un tupper con comida. Supuestamente hoy no tendría que ir pero la chica que se encarga de ir algunos días en sustitución de Marleen se ha puesto enferma, así que Mary la sustituye. 

Y todos nos vamos a trabajar. Ana al restaurante, yo al restaurante y Mary a la tienda. Esta noche Ana dice que no sale, que bastante tuvo anoche, pero al final sale. Hoy empieza el festival de la luz de Eindhoven conocido como GLOW. Varios edificios de la ciudad quedan iluminados de manera especial y la calle de todos los pubs y discotecas parece un pasillo lleno de luces de todo tipo. Mary y yo vamos a tomar una cerveza, junto con Aylim, y después se une el resto de la gente. Pasamos una buena noche, muy divertida. Bailamos, nos reímos y bebemos cerveza. ¡Hasta el marido de la señora Rosa sale con nosotros! Nos invita a cervezas y todo. Qué majo es el hombre. Formamos un buen grupo de españoles. A las tantas de la madrugada damos por finalizada la fiesta, nos despedimos de todos y nos vamos a casa en bicicleta. 

Yo voy el primero, disfruto de no llevar a nadie en el porta-paquetes, y me encuentro con dos chicas holandesas que van montadas en una bici. Parece que van un poco pasadas de alcohol, ya que casi se estrellan con una acera. La que va montada en el porta-paquetes se lanza de él y, al verme solo, comienza a correr hacia mí. Me da miedo. ¿Qué quiere ésta loca? Me pregunta que si se puede montar, o al menos eso entiendo yo, y yo, que estoy más loco que ella, le digo que sí. La chica salta a mi bici y continúo con mi ruta hacia casa. ¡Una holandesa borracha ha invadido mi porta-paquetes! Y Ana, Aylim, su novio y Mary ven que llevo una invitada en mi bici. “¡Dani lleva a alguien montado!” dice Mary, sin creer ni saber lo que sus ojos ven. Y así, en modo verano azul pero en invierno, nos volvemos a casa, con una holandesa como nueva inquilina y su amiga holandesa que nos sigue en su bici. Cuando llegamos a un cruce, no sabemos si por miedo a ser secuestradas o porque realmente han llegado a su destino, la chica se baja de mi bici y se despide de nosotros. ¡Gracias por el viaje! Seguramente nos las volvamos a encontrar en otra de sus borracheras. No sé qué hubiera sido de ellas si hubieran tenido que volver a casa. Ésta juventud de hoy en día… ¡Tú! ¡Pásame la cerveza! Que no, que tienes que conducir. ¡Pero si es una bici! 



Un día, un joven a caballo cabalgaba a solas entre los senderos que los gruesos árboles formaban a los alrededores del pequeño pueblo. El joven detuvo a su animal y se bajó de é, quiso contemplar el bosque a pie. Y junto a su caballo comenzó a pasear, mientras pisaba las hojas secas, que crujían rompiendo el ensordecedor silencio del lugar. Todos juraban haberla visto, todos excepto él. Quería encontrar a la pequeña niña y disfrutar de su belleza. Quería contemplarla. 

A muy pocos metros de allí la pequeña paseaba su vestido blanco entre las ramas secas de los árboles. Un día específico al año, una vez al año. El día había llegado, la última hoja seca en caer se lo anunciaba. Y ella cumplía su obligación, apareciendo en el bosque y caminando sobre todo su suelo, bañándolo de un blanco intenso y un frío que llegaba poco a poco. 

Todos los habitantes del pueblo juraban haberla visto, muy pocos decían la verdad y el resto se inventaban la suya, basándose en los hechos que escuchaban a sus vecinos. Nadie sabía que solamente aparecía un día al año, nadie sabía que comenzaba a pasear tras haber visto la última hoja seca caer y nadie sabía que, tras su paso, las lluvias, el frío y la nieve llegaban al lugar. Nadie conocía la leyenda de la pequeña, pero más tarde todos la conocerían como la llegada del invierno, del invierno azul. 

El joven que paseaba junto a su caballo la buscaba desesperadamente en todos los rincones del bosque, sin hallar respuesta, sin ver a nadie. La pequeña bañaba de frío todo lo que quedaba a su paso, dando comienzo al invierno. El joven no se toparía con ella, no la vería jamás, pero comenzaría a notar el frío en su cuello, las primeras gotas de lluvia caerían sobre el cuerpo de su caballo y se diría, a sí mismo, que la fría época había comenzado un año más. La pequeña vestida de blanco y cabellos dorados desapareció entre la maleza de las profundidades del bosque, dando paso un año más al invierno, el invierno azul. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

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