Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

martes, 4 de diciembre de 2012

"The roofs that are painted of white"

03 de Diciembre de 2012.

Son las ocho de la mañana. Las ocho y media más bien. Abro los ojos y creo que los de Mary también están abiertos, a mi lado, tumbada en el colchón que está pegado al mío. Ana, subida ahora en uno de los somieres, gira su cuerpo entre el nórdico que la protege del frío y nos mira desde allí. Estamos los tres despiertos. A la misma hora y los tres despiertos. Es algo que hay que celebrar y no se puede celebrar de la mejor manera que de la forma en la que lo hemos hecho esta mañana. 

Bajamos al salón y nos quedamos enamorados del precioso amanecer que nos está regalando la ciudad. El cielo anaranjado tiñe el horizonte, fusionándose con las siluetas que los árboles y las farolas de la calle consiguen con su luz de fondo. Todo es precioso. Mary corre a por la cámara de fotos e inmortaliza el momento, aunque no queda tan bonito como las fotografías que realizan nuestros ojos. ¡Qué belleza! Un amanecer único. 

Después de quedarnos embobados y pegados como lapas al cristal de nuestro ventanal, nos separamos de él e invadimos el resto del salón. Casi tenemos que limpiar las babas que por poco invaden el pollete de la ventana. Desayunamos, nuestros cereales baratos del Albert Heijn y nuestra leche más barata todavía del mismo supermercado. Mary tiene que irse a las nueve a trabajar con Derek, el novio de Marleen, Ana tiene el día libre y yo también lo tengo libre, aunque no del todo porque he quedado con Daniela a las cuatro de la tarde. 

Mientras Mary se vestía para su viaje hasta el estudio de Derek y Marleen, Ana ha mirado por la ventana y ha visto caer algunos copos de nieve. ¡Más copos de nieve! Ayer cayeron algunos, pero no conseguían cuajar. Pero esta vez sí. La primera nevada en Eindhoven estaba a punto de comenzar. Los copos cada vez eran más frecuentes y constantes, más blancos y de mayor tamaño. ¡Está nevando! Ahora sí que estaba nevando. Nos hemos puesto como locos a mirar tras la ventana del salón. Es precioso. Los copos de nieve viajan en todas direcciones, impulsados por la fuerza del viento, que les hace moverse de un lado hacia otro. Los tejados comienzan a teñirse de blanco, muy poco. Los coches aparcados en la calle también comienzan a verse un poco blancos, es precioso. Nieve en Eindhoven. La primera nevada desde que estamos por aquí. 

Mary se va al estudio de Derek, en bici y rezando para que la nieve cese un poco. Seguro que llega calada. Ana y yo nos quedamos en casa, yo comienzo a escribir y ella continúa con el puzle. Ya quedan menos piezas por poner, prácticamente solo queda la parte del cielo, que es lo más complicado. Yo le ayudo a poner dos o tres piezas y así, una vez que esté terminado, como dice Mary, podremos decir que el puzle lo ha hecho Ana y que esas dos piezas las hemos puesto nosotros. ¿Qué será de Ana cuando termine el puzle? Habrá que comprar otro. 

Mary llega a la media hora. Dice que ha visto la mesa que tiene que lijar, pintar y barnizar y que tiene que ir a comprar unas pinturas a una tienda que tenemos por aquí al lado de casa. ¡Está llena de nieve! Algunos copos se han estampado contra su abrigo negro y aún le quedan algunos restos. ¡Qué guay! Mary le escribe mensajes a Marleen para preguntarle si tiene que volver al estudio, ya que ahora ha comenzado a nevar mucho. Marleen, desgraciadamente para nosotros, le dice que sí. Que vuelva al estudio después de haber comprado las pinturas. ¡Antes de que Mary se vaya vivimos una experiencia única! Nos vamos a la cocina de casa y desde ella podemos ver un montón de tejados y jardines, ya que solamente vemos las partes traseras de las casas. ¡Todo está blanco! Los jardines y tejados se han teñido de blanco, nuestra terraza tiene una capa de nieve y no podemos quedarnos dentro de casa. Decidimos salir a la terraza, en pijama y en zapatillas de andar por casa, pero salimos. Seguro que nuestras madres en estos momentos nos hubieran dicho: “¡Si vais a salir a jugar en la nieve abrigaros bien!”. Pero no lo hacemos, la emoción es más fuerte que el frío. 

Escribo nuestros nombres en la terraza nevada, hacemos bolas de nieve y nos las tiramos. No hay nieve suficiente para hacer un buen muñeco. ¡No para de nevar! Qué bonito está todo. Dentro de dos meses estaremos aburridos de nieve pero es algo tan novedoso para nosotros que es inevitable no celebrarlo de la manera en la que lo hacemos. ¡Nieve, nieve, nieve! 

Nos hacemos fotos, grabamos con la cámara de vídeo y hasta bailamos sobre la terraza. Nuestras zapatillas de andar por casa acabarán mojadas, pero no importa. ¡Pobres lechugas! Las lechugas que tenemos plantadas en uno de los maceteros están cubiertas de nieve. Mary dice que tenemos que comérnoslas ya. ¡Qué más dan las lechugas! Está nevando. 

Mary tiene que irse de nuevo al estudio, aunque antes tiene que ir a comprar unos botes de pintura para la mesa que tiene que pintar. Esperemos que pueda llegar para la hora de comer. Ana y yo nos quedamos solos de nuevo. Hablamos de todo en general. Hablamos de los libros en inglés que ninguno se ha leído y que nos compramos el mismo día en el que conocimos a Marleen, ya que salimos asustados de la tienda y necesitábamos sentirnos bien con nosotros mismos realizando algún acto positivo hacia la nueva lengua. Compramos los libros, pero ahí siguen. Ni una página nos hemos leído. Creo que no sé ni lo que significa el título. Hablamos de los restaurantes en los que trabajamos, de las navidades y de nuestras vidas de antes y de las de ahora. Han cambiado tantas cosas… 

Ana me dice que el otro día llegaron doce chinos a comer a su restaurante, bueno al suyo no. Al restaurante “Señora Rosa”, el cual ahora mismo está considerado el mejor restaurante español de todo Eindhoven. ¡Enhorabuena! Dice que los doce chinos comieron muy poco y que ni si quiera pidieron el postre. Le digo a Ana que es normal, ya que están hartos de tanta comida en los bufetes familiares. Ana dice que Andrea, la cocinera del restaurante junto a Mateu y Aser, estuvo haciendo unas teorías sobre los chinos: dice que ellos están hartos de que todo el mundo que les mire por las calles les cante el “Gangnam Style”, la canción china de moda que está dando la vuelta al mundo. Ya me estaba imaginando a las camareras dejándole los platos en la mesa y diciéndoles “Gangnam Style!”. Los chinos les responderían con un “Eeeehhh sexy lady” y las camareras “oh oh oh oh oh”. No es el baile de los gorilas de Melody, pero más o menos. 

Comemos unos sándwiches, me ducho y me visto. ¡Me voy con Daniela que he quedado a las cuatro! Cojo el portátil, las llaves de la bici, el gorro y la bufanda y bajo las escaleras de casa. El estudio de Daniela está muy cerca de casa. Llego enseguida y ella aún no ha llegado. Pasan dos o tres minutos y aparece junto a su chica de prácticas, la misma que hizo de modelo en la sesión de fotos del otro día. Pasamos al estudio, quedo la bici dentro, como hago siempre, y hablamos de la nieve. Le digo que en mi pueblo no nieva casi nunca, solamente un par de veces en los últimos años. Dice que aquí me voy a cansar de ver nieve y que ir con la bici por la calles es divertido. La gente se resbala, hay accidentes y tienes que llevar mucho cuidado. Daniel, ¿eso es divertido? No quiero estar lleno de moratones ni salir de casa dos horas antes para poder llegar con vida al restaurante. 

Daniela me da dos canciones que David ha buscado para el video y me dice que pruebe las imágenes con las dos canciones, que después ya elegiremos cuál viene mejor. Estoy con ellas un par de horas y después regreso a casa. Me despido de ellas hasta el miércoles. A las doce o a las dos. Depende. Si a las doce los tengo terminados voy a esa hora y si no, pues voy a las dos. ¡Sea como sea os veo el miércoles de nuevo! 

Llego a casa y Mary ya ha llegado también. Dice que ya ha terminado la mesa, que la ha lijado, que la pintado de los colores que Marleen le ha dicho y que la ha barnizado. También ha comido rodeada de Derek y de sus trabajadores, ella sola entre todos. Dice que nadie hablaba a la hora de comer. ¡Qué silencio! La mesa que ha preparado es una bobina de madera donde se enrollan los cables. Si alguien sabe cómo son esas bobinas se puede hacer una idea de cómo es la mesa. ¡Seguro que está chula! ¡Seguro que es “nice”, como dice Marleen! 

Decidimos hacer espinacas en modo croqueta para cenar. ¡Como hace unos días! Tenemos harina, pan rallado, cebolla, pimientos y hacemos un revuelto de todo eso. ¡Cómo ponemos la cocina de cosas! Pan rallado por todos lados y cosas sucias por todos lados también. Lo malo de todo es que quedamos la cocina así, llena de cosas después de cocinar. Lo malo no es que la quedemos así, si no que mañana por la mañana seguirá así y nos tocará limpiarla. A no ser que llegue el hada madrina de la limpieza y nos haga un favor con su barita mágica. 

Cenamos espinacas. Están buenas, comestibles. Las hemos tenido que cocinar porque nuestro frigorífico nevera conjuntos hacen lo que le dan la gana y a veces nos encontraos el agua congelada, que no debería de estarlo, y otras veces las espinacas descongeladas, que no deberían de estarlo. A veces las cosas en el interior de ese aparato se invierten. Congelados donde no tienen que estarlo y descongelados donde tampoco tienen que estarlo. Es un jaleo esto de tener una nevera y un congelador que forman el mismo aparato. ¡No se aclaran ni entre ellos! 

Mientras vemos un par de capítulos más de la serie “Prison Break”, de la cual ya vamos por la tercera temporada, Marleen le envía un mensaje a Mary para decirle que la mesa ha quedado muy bien y que ha hecho un buen trabajo. ¡Muy bien Mary! 

La noche cae, aunque aquí cae más o menos a las cinco de la tarde. Gusta decir que la noche cae a las diez o a las once de la noche, aunque no exactamente anochezca a esa hora. Aquí a las cinco ya no hay sol y las farolas de las calles están todas encendidas. 

Nos iremos a dormir, a nuestros dulces colchones en el suelo y deseando tener dulces sueños. Soñaremos que sigue nevando, que seguimos jugando en la terraza y que nos lanzaremos bolas de nieve entre nosotros, que incluso os llegan a España salpicándoos la cara. Soñaremos que los tejados se vuelven a teñir de blanco y que incluso el pueblo se tiñe de blanco. Los copos de nieve volverán a caer de nuevo, el suelo se cubrirá con un nuevo manto blanco. Ahora nos toca aprender a montar en bici de nuevo, a no caernos cuando todo esté nevado. Ahora tenemos que aprender a no pasar frío y a abrigarnos como es debido. Tenemos que medir de nuevo las distancias, pues con la nieve se hace todo mucho más largo. Ahora la nieve llega, el invierno llega y es un nuevo amanecer, un nuevo despertar. Una nueva etapa comienza en nuestras vidas, una etapa diferente, una etapa en la que la lluvia queda remplazada por la nieve y en la que los tejados, cada mañana, se pintan de blanco. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

No hay comentarios:

Publicar un comentario