Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

"The end of the world"

21 de Diciembre de 2012.

Aquella mañana de invierno se despertaron muy temprano, queriendo aprovechar las máximas horas del día. Ella se puso la primera camiseta que se encontró en el armario, él hizo lo mismo. Salieron corriendo a la calle, con las llaves de sus bicis en la mano, y miraron al despejado cielo azul que gobernaba sobre sus cabezas. Hacía un día estupendo. No se lo habían imaginado de aquella manera. 

Comenzaron a pedalear con todas sus fuerzas, queriendo recorrer todas las calles de la ciudad, todos los lugares que la rodeaban y todos los sitios por donde pudieran ir montados en sus bicicletas. Sentían la maravillosa presencia de que algo enorme iba a sucederles aquel día, algo que nadie imaginaba y algo para lo que nadie estaba preparado. Ellos sintieron las ganas de viajar en bicicleta, allá donde les llevaran las pedaladas. 

El cielo cambió de color. Un tono rojizo tiñó toda su superficie, invitando a que las nubes comenzaran a invadir descaradamente el cielo de la ciudad. Las oscuras nubes también se pintaban del mismo color, del mismo rojo que caracterizaba la profundidad del cielo. El viento comenzó a soplar muy fuerte y, con él, la lluvia le acompañó durante el resto del día. La ciudad había quedado pintada de otros colores, de rojos, naranjas, grises, negros y amarillos. El color del fuego se fusionaba con el de la oscuridad. Se creaba un contraste que no conseguía pasar desapercibido. 

Ellos continuaban pedaleando sobre sus bicicletas. Continuaban sin un rumbo fijo y sin un destino al que llegar. Fueron testigos de la metamorfosis del día, de los cambios de color que sufría la ciudad y de todo lo que a continuación les ocurriría. 



Si hoy tiene que ser el fin del mundo que el Dios De Holanda nos coja confesados. ¿Os imagináis despertar de la cama, bajar las escaleras y toparte con un mundo destruido y arrasado? ¿Te imaginas el agua inundando ciudades, los volcanes llenándolo todo de lava y un enorme meteorito dirigiéndose a la Tierra a miles de kilómetros por hora? ¿Te imaginas que centenas de naves alienígenas invaden nuestros cielos o, simplemente, nuestro planeta explota como lo hace un globo de aire o una pompa de chicle? Pues nada de eso ha ocurrido. No al menos hoy. 

Veintiuno de diciembre de dos mil doce y aún no tenemos nuestra agenda preparada para nuestra gran despedida al mundo. ¿Qué hacemos? No sabemos si desayunar como un día norma, coger la bici y ver cómo todo se destruye a nuestro paso o ir a los restaurantes a destruirnos mientras fregamos platos. ¡Qué complicado esto de no saber qué hacer en el último día! Como todo parece muy normal y nada parece fuera de lo normal vivimos nuestro día como todos nuestros día a día. 

Así que Mary se va al estudio de Derek a continuar con sus lámparas. Le gusta mucho este trabajo y está muy contenta con sus lámparas. Esas lámparas de diseño seguro que valen un pastón y encima ella ¡está montando sus circuitos eléctricos! Ana y yo nos quedamos en casa, como casi muchas mañanas. Nos quedamos solos hasta que recibimos una visita. 

Aylim, protagonista indiscutible de “Las Cartas de Holanda”, invade nuestro salón con una camisa de Gianlu más arrugada que un higo. ¿Otra vez necesitan a Gianlu como camarero? Pues sí, y tiene que volver a ponerse la misma camisa, ya que solamente tiene una. Gianlu es más de camisetas. Aylim nos dice que más tarde se pasará Gianlu a por la camisa, la plancha ella sobre nuestra tabla y con nuestra plancha. Ellos no tienen plancha, pero para eso estamos nosotros aquí. Para eso y para todo lo que haga falta. Nos cuenta que en su mañana del fin del mundo ha estado colocando otra de las lámparas que le dieron en el restaurante. La otra la puso el otro día gracias a la ayuda de Mary y ahora ha puesto otra con la ayuda de nadie, con el intento de ayuda de Gianlu. Aylim ya conoce el método para poner la lámpara y le regala voces a su novio, que quiere colocarla de una manera que no es. “¡Cariño no, que así no es! Déjame, déjame” ya me los imagino a los dos dando voces en el salón y no comprendiéndose el uno al otro, y eso que se comprenden bastante bien. Aylim nos dice que Gianlu se ha renegado y la ha observado desde uno de los sofás del salón. Ella ha tenido que hacer malabarismos para colocar la lámpara. Subida en las escaleras, con la lámpara en las manos e intentando colocarse en el sitio correcto, siempre con la preocupación añadida de no querer ver su cara estampada contra el parquet del suelo. ¡Vaya cuadro! Aunque de cuadros no va la cosa. 

Aylim ha conseguido poner la lámpara y después consigue planchar la camisa. Se despide de nosotros, después la veré en el trabajo y nos volvemos a quedar los dos solos, esperando a que Gianlu venga a recoger su camisa. Cuando veo la camisa pienso en la ropa que me voy a poner en estas fiestas, en estas cenas… pero después no me importa mucho. ¿Qué más da la ropa? Seguro que me compro alguna camiseta y me la pongo en Noche Vieja. Si es que no se termina el mundo claro. 

¡Y hablando de Noche Vieja! Tendremos una visita de España. Ya es oficial que Marta, la amiga de Mary y Ana de Badajoz, se viene para dar la bienvenida al nuevo año con nosotros. ¡Nuestra primera invitada! Seguro que lo pasamos muy bien y encima todo esto supone una nueva aventura, ya que Mary tiene que pedirle el coche a Marleen para que nos deje ir a por Marta al aeropuerto. Encima no es el aeropuerto de Eindhoven, si no uno que está cerca de la ciudad pero ya en terrenos alemanes. ¡Yuju! Viaje en coche a Alemania. Saludaremos a la Merkel de vuestra parte, no os preocupéis. 

Gianlu llega a la puerta de casa en su bici, abro una de las ventanas del salón y le lanzo la llave de la puerta para que suba. Siempre hacemos lo mismo. Da mucha pereza bajar las escaleras para girar la manilla de la puerta y el vecino flautista invisible de Hamelin no nos quiere servir como mayordomo. Así que Gianlu sube hasta el salón, se pone su camisa planchada y se va a trabajar, como cocinero, camarero y todo lo que tenga que hacer. ¡Vaya tela! Los camareros de Holanda parecen ser unos impresentables. Menos mal que estamos todos nosotros para solventar problemas de última hora. Como el otro domingo, cuando Mary tuvo que ir a limpiar cubiertos y platos a Señora Rosa y Ana tuvo que estar tras de la barra. ¡Somos la solución! 

Hoy es viernes, último día de nuestro planeta y seguimos sin ver síntomas de destrucción. ¿Se estarán reservando las sorpresas para los últimos minutos del día? Nosotros seguro que nos encontramos fregando en medio del apocalipsis. Qué jaleo. Al menos nos despediremos a gusto. Mientras el mundo se destruye ahí fuera nosotros estaremos puliendo platos y secando cubiertos. Suena triste pero nos iremos relajados. 

Hoy trabajamos Ana y yo en los restaurantes y Mary se queda en la tienda hasta las ocho o las nueve de la noche, ya que Aylim hace el trabajo de Mary los viernes. Así que Ana se va a Señora Rosa, Aylim se va al Vintage y yo me voy al Auberge Nassau. ¡Hasta luego! Que os sea leve, que ya sabéis que no es lo mismo que breve. 

Al salir del trabajo me monto en la bicicleta, que se queda aparcada en una especie de patio trasero por el que entro a la cocina. Pedaleo hasta que llego a casa. Mary ya está esperando allí y Ana aún no ha terminado. Cuando entro en el salón parece que a Mary le ha dado una sobredosis de Navidad, al igual que la fachada de una casa que vemos todos los días de camino al Albert Heijn. La casa está decorada con varias luces de navidad, con unos renos iluminados en el porche, un Papá Noel o un Sinterklaas en la puerta y miles de artículos navideños que dotan a la fachada con un aspecto de una tienda de bazar chino. ¡Es una casa con sobredosis de Navidad! Pues a Mary le ha pasado lo mismo esta noche. Ha comenzado a realizar unas flores de papel para decorar la casa. Son muy originales y manuales, todo hecho por ella. Ha utilizado cartulina roja y papel de regalo tomado prestado del Albert Heijn. ¡Son flores navideñas y están colgadas por las paredes del salón! Hay unas cuantas y dice que con ellas también tenemos que decorar la casa de Aylim, ya que es donde vamos a cenar en Noche Vieja. ¡Y a parte de las flores también ha pintado un dibujo muy chulo! Ha utilizado las pinturas que nos regaló la chica que se fue a Londres y ha pintado a un muñeco de nieve, un Papá Noel y un reno muy gracioso que sujetan un tronco de madera, real, donde puede leerse “Feliz Navidad”. El dibujo me encanta, para que os voy a engañar. Muy bien Mary, si hoy hubiera terminado el mundo hubieras estado pintando y escuchando música. Me gusta el plan. 

Y ya son las doce de la noche y seguimos vivitos y coleando. El veintiuno se ha terminado y no ha ocurrido nada. Me esperaba un apocalipsis más interesante, la verdad. No sé, un poco de lluvia, alguna llamarada. Algo. Pero no ha habido nada. No hay fin del mundo. Nuestras vidas seguirán como hasta ahora, cosa que agradezco eternamente. El Dios de Holanda nos seguirá observando desde los cielos de Eindhoven. Seguro que si hubiera llegado el fin nos hubiera tendido su enorme mano desde el cielo y nos hubiera rescatado, con nuestras bicis y todo. ¿A que si Dios de Holanda? ¿Os imagináis poder pasear en bici por las nubes? Yo sí. 



La lluvia no cesaba, bailando continuamente con el viento que azotaba tan fuerte como rápido. Era una lluvia densa, tan densa que casi les impedía seguir disfrutando de las vistas sobre las bicicletas. Una enorme bola de fuego apareció de entre las nubes, desprendiendo un sorprendente hilo de humo que formaba un camino ennegrecido en el rojizo cielo, formando un contraste de colores visible para todos. El fuego viajaba a una velocidad sorprendente, dirigiéndose con decisión a la faz de la Tierra, a muy pocos kilómetros de donde continuaban pedaleando. Ellos eran testigos de todo lo que estaba sucediendo. La lluvia, el viento, los tonos rojizos y el fuego que viajaba por el cielo. 

El oscuro camino que se había creado en el cielo no se desvanecía. La bola de fuego había desaparecido, ya no estaba en el cielo, y, unos segundos más tarde, un enorme estruendo se coló en los oídos de los dos que continuaban contemplándolo todo desde sus bicicletas. Un estruendo que provocó que el viento enloqueciera y que la lluvia fuera más fuerte de lo que lo era antes. Sus ropas mojadas permanecieron sobre los asientos y sus piernas no cesaron en el movimiento de pedaladas. 

Minutos más tarde una sorprendente barrera de agua apareció en el horizonte. Una ola de agua inundó la ciudad, bañando todas sus calles y arrasando con todo lo que se encontraba a su paso, sin piedad. Todo parecía haberse quedado en el fondo del mar. El color azul oscuro predominaba en el planeta, un planeta custodiado por un permanente cielo rojizo. La lluvia continuaba. Las nubes dejaban paso a nuevas piedras bañadas en fuego, enormes piedras que impactaban contra la superficie terrestre. 

Dos bicicletas murieron en el fondo del mar, entre las calles destruidas e inundadas de una ciudad cualquiera. Una enorme piedra impactó contra ellas, desvaneciéndolas en el agua. Desvaneciendo todo lo que había alrededor. Todo estaba destruido. El día había llegado. Ellos quisieron pedalear hasta el final y así lo hicieron. Hasta el fin de los días, el fin de sus días, el fin del mundo. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

No hay comentarios:

Publicar un comentario