Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

martes, 25 de diciembre de 2012

"Feliz Navidad: una pequeña carta llena de recuerdos"



Este año serán las primeras Navidades que pasaremos fuera de casa, lejos de nuestras familias y a dos mil kilómetros de nuestros hogares. Esos hogares que se pintan con luces navideñas, árboles con cintas de colores y figuritas que forman el mejor de los Belenes. Hogares que se tiñen de Navidad, donde se respira el olor a familia y donde hemos vivido todas nuestras vidas, donde huele a nosotros. Nosotros, que aunque estemos tan lejos seguimos formando parte de las paredes que nos siguen esperando con las puertas abiertas. 

Este año pasaremos estas fechas los tres juntos, dándonos todo el cariño que podemos darnos y formando una familia con la que arroparnos, para sentir que estamos como en casa. Seremos familia, seremos amigos y seremos todo lo que en este mundo se puede ser, todo lo que el destino quiere que seamos. Porque ha sido el destino el que nos ha traído hasta aquí, el curioso y caprichoso destino que nos sorprende y nos aleja de casa, nos acerca a casa y nos cambia la vida a su antojo. Este año ha sido así, y así lo viviremos. 

Este año no nos vestiremos con las mejores ropas de nuestros armarios, porque están en España; no nos ducharemos en nuestros baños del pueblo, escuchando desde el otro lado de la puerta a nuestras madres diciéndonos que nos demos prisa; no nos acurrucaremos al lado de las chimeneas de nuestros salones, que consiguen teñir la casa de un tono anaranjado que te invita a sentir con más fuerza la Navidad. Este año no saldremos de fiesta con nuestros amigos, no tomaremos las cañas en la puerta del Pub, ni bailaremos al ritmo de la música que más nos gusta, no nos dejaremos calentar por la buena hoguera de los Quintos, no veremos las puertas de las niñas llenas de tierra, ni las luces que adornan las calles, no veremos el “Feliz Año 2013” colgado en la puerta del Ayuntamiento y no veremos tantas cosas que nos recuerdan a nuestro pueblo, nuestro querido pueblo. Este año no nos preocuparemos por los kilos de más, ni compraremos chucherías para ver las películas navideñas de la 3, no veremos las galas especiales de Raphael, ni nos aburriremos mientras vemos el maratón de anuncios televisivos de juguetes para los Reyes Magos y tampoco disfrutaremos de la Anne Igartiburu presentando las campanadas en Televisión Española. 

Este año no cenaremos con nuestras familias; no comeremos las mejores comidas, preparadas con todo el cariño del mundo; no untaremos langostinos en la mahonesa; no brindaremos con las copas en alto; no probaremos los polvorones ni el turrón, ni el mazapán, ni los chocolates de todo tipo. Este año no recibiremos a los amigos en casa, ni a la familia a la que esperamos con ganas para empezar las cenas que tanto nos gustan. Este año nos tocará a nosotros ser los anfitriones o los invitados, eso no importa. Hasta tenemos un viaje pendiente, en el que daremos la bienvenida a una amiga a esta ciudad que nos ha enamorado desde el principio. Este año será todo diferente, tan diferente como especial, tan especial como diferente. Este año no nos despertaremos entre nuestras sábanas y tampoco oleremos el sabor a comida, que se cuela por la puerta entreabierta de la cocina. No os podremos besar en la cara felicitándoos las fiestas, ni abrazaros con la fuerza que os merecéis. Este año no. 

Nos ha tocado vivir unas Navidades diferentes, en las que cantaremos villancicos con gente que acabamos de conocer y con la que ya formamos una gran familia. Compraremos nuestras comidas en el Albert Heijn, donde disfrutamos de una buena degustación de pruebas navideñas, y prepararemos nuestras comidas en nuestra cocina del piso, donde a veces nos visita algún que otro ratón. Nuestras bicis se helarán de frío en la calle, seguiremos sin noticias del vecino invisible y seguramente nos encontremos a la ciudad nevada alguna que otra mañana o, al menos, eso es lo que esperamos. Comeremos en el interior de unas casas cualquieras, en unas calles cualquieras y de una ciudad cualquiera. Una ciudad llamada Eindhoven, una ciudad que en las Navidades pasadas ni siquiera conocíamos su existencia. 

No estaremos tristes o, al menos, intentaremos no estarlo. Ya sabéis que eso de las sonrisas y las carcajadas se nos da muy bien. Seguro que si cerráis los ojos y os quedáis en silencio hasta podréis escuchar alguna carcajada, aunque solamente sea en vuestra imaginación. Qué pena no volver a casa por Navidad, como el turrón. Nosotros estamos bien y seguiremos bien. Por eso os deseamos una Feliz Navidad, unas felices fiestas en compañía de todos los que os quieren y os rodean, aunque estén lejos o cerca, aunque estén a dos centímetros de vosotros o a dos mil kilómetros. Disfrutad de estas fechas, os gusten o no, sacad una sonrisa, porque con el rostro feliz todo se lleva mejor en esta vida y comed muchos turrones y polvorones, que no os importen los kilos de más, la cuesta de Enero no la tengáis en cuenta. No os atragantéis con las uvas, untad bien de mahonesa los langostinos, saludad al cantante Raphael de nuestra parte y decidle a la Igartiburu que se tape un poco más, que siempre sale con la piel de gallina. 

¡Feliz Navidad! Ya lo sabéis. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.


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