Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

sábado, 8 de diciembre de 2012

"Happy Sinterklaas!"

05 de Diciembre de 2012.

El día cinco de diciembre se celebra en los Países Bajos la fiesta de Sinterklaas (Sinter Claus para nuestra pronunciación), cuyo protagonista viene de San Nicolás. Resulta que es un personaje legendario que trae regalos a los niños este mismo día, al igual que nuestro Santa Claus de toda la vida o nuestros queridos Reyes Magos. Cuenta la leyenda que este personaje llega desde España, ¡qué casualidad!, y que llega a las costas holandesas gracias a la ayuda de un barco de vapor. A lo mejor es como Chanquete y viene toda la peña montada con él. ¡Ya está! Chanquete vino con su barco, cargado de la pandilla de Verano Azul con todas las bicicletas y aquí se puso la moda de la bici. ¡Chanquete es Sinterklaas! Dicen que una vez que se baja del barco se monta en un caballo blanco (como el caballo blanco de Santiago) llamado Amerigo. Con los ayudantes de Sinterklaas hay un dilema: no se sabe realmente si son de color negro o es que se ponen negros porque bajan por las chimeneas. El caso es que la gente los ve negros, hayan llegado a ese estado como hayan llegado son negros. Son conocidos como los Zwarte Pieten y lanzan pepernoten, una especie de galletitas, a la gente que los espera con ilusión. ¡A ver qué nos trae Sinterklaas o Chanquete o quien sea este primera navidad holandesa! 



Hoy, por ser el día que es y por querer unos regalos de Sinterklaas, Ana ha viajado por primera vez en el interior de una ambulancia, Mary ha salido corriendo a casa porque ha recibido una llamada muy urgente y yo he rellenado el ventanal del salón con post its de colores. ¡Feliz Sinterklaas! 

La mañana ha ido tranquila, como casi todas las mañanas. Hace frío, mucho frío. Las vistas desde nuestro salón son una maravilla y más cuando está nevado. ¡Hoy no ha nevado! No pasa nada, siguen siendo preciosas. Se ve casi toda la calle, los tejados de las casas, el carril de los coches y los carriles bicis. Es como tener una pantalla de cine en una de las paredes del salón. La diferencia es que no vemos ninguna película de ficción, si no que vemos continuamente la vida real. Es bonito ver la vida real de vez en cuando. 

Ya conocéis casi todo de nuestras mañanas o incluso de nuestros días. Me levanto temprano, siempre lo he hecho. Mary se levanta temprano, siempre lo hace aunque le cuesta un poco más. Ana no se levanta temprano, le cuesta aún más que a Mary. No es un pecado dormir. Me encanta estar en la cama, pero si me quedo en ella tengo la sensación de que los días se terminan demasiado rápido. ¡No puedo ver la vida pasar desde un colchón! 

Ella comenzó a sentir unos leves dolores en una pequeña parte de la espalda, a la altura de la cintura. Sentía cómo algo le punzaba en su interior, sin saber qué le ocurría y sin saber qué le ocurriría se dijo a sí misma que sería algo sin importancia. Los pequeños dolores continuaron. 

Y como lo conocéis casi todo ya sabéis que Mary se va a la tienda a las doce o así, más o menos. Aunque hoy no ha ido a la tienda, si no que ha ido al estudio con Derek porque tiene que seguir trabajando en las mesas de bobinas de madera. Sabéis que yo tengo que hacer un vídeo para Daniela y que los tres trabajamos en restaurantes, como friega platos. Somos el Clan de los Friega Platos. Ya lo sabéis. 

He quedado con Daniela a las dos de la tarde en el mismo café que quedamos hace unos días. Me gusta ese café. Ya les he dicho a Mary y a Ana que algún día tenemos que ir. Me gusta donde está situado, cómo es por dentro, sus mesas, sillas y sillones. Me gusta todo del local. Además tiene internet y todo el mundo se lleva sus portátiles para conectarse a la red mientras disfrutan de un trozo de pastel y de un cappuccino. 

Cojo la bicicleta, aparcada en la puerta de casa, y comienzo a pedalear en dirección a la cafetería donde Daniela me espera junto a David, su marido, y su chica de prácticas. Qué mal me he ido a la cafetería. El programa donde hago el vídeo me está dando muchos problemas y estaba desesperado, agobiado y estresado. ¡Qué impotencia da tener un video casi finalizado y que el programa no te responda! Da igual, sigamos pedaleando. 

Ella sentía que el dolor cada vez era más intenso, aquel dolor no era un dolor normal y corriente. Los pinchazos cada vez eran más molestos y la pastilla que acababa de tomarse parecía no hacer ningún efecto contra ello. No sabía qué hacer, estaba sola en casa. No sabía si seguir quejándose en el sofá o llamar a alguien. No sabía. 

Llego al café donde me esperan Daniela, David y la chica de prácticas y me siento junto a ellos. Enciendo mi ordenador y les digo que he tenido algunos problemas con el programa, con el video y con todo en general. Dicen que no pasa nada, que no me preocupe. Que el video no lo quieren para un día en concreto, pero lo tendré terminado para el viernes. Eso lo prometo. Me tomo un café con ellos mientras miramos el video. David me dice que es un buen trabajo. ¡Qué alegría que les guste! Y recibo una llamada de teléfono, una llamada que cambiaría el rumbo de nuestro día. 

Ella seguía sintiendo ese dolor tan punzante en la espalda. No podía más. Decidió coger su teléfono móvil lo más rápido que pudo y llamó a su hermana. Nadie le contestaba, puede que el ruido de las máquinas del estudio enmascarase el sonido del teléfono. Nadie le respondía. Decidió marcar otro número. 

¡Antes de venir con Daniela a Ana le dolía un poco la parte de la espalda, a la altura de la cadera! Se ponía la mano diciendo que no sabía qué podía ser. Le dije que había quedado con Daniela, si quería que hiciera algo pero me dijo que no pasaba nada. Le di un ibuprofeno y un vaso de agua. ¡Ahora me llama diciendo que Mary no le coge el teléfono y que el dolor no cesa! Llamo a Mary y no me lo coge, llamo a Derek y no me da señal. Le digo a Ana que iré a casa cuanto antes. 

En la calle Rubensstraat Ana chillaba del dolor e intentaba llamar a todo el mundo que podía. Habló con Aylim, ya que tenía el día libre y lo estaba pasando con su prima. Habló con Aser, que estaba trabajando en el restaurante y se lo dijo a señora Rosa. Señora Rosa llamó a Ana y le dijo que su marido se acercaría ahora mismo a nuestra casa, junto con Andrea, que está en el restaurante pero tiene el día libre. Ana habla con Mary y Mary deja el estudio, se va a casa corriendo. Ana está sola en casa y le duele mucho. 

Llega Aylim, su prima y el bebé de su prima. Todas se preocupan por ella e intentan tranquilizar a Ana. Ana chilla, grita. Le duele mucho. De seguido llega Mary, que ha corrido con la bici desde el estudio de Derek. A los pocos minutos Josh, el marido de Rosa, y Andrea llegan también a casa. Rápidamente montan a Ana en el coche de Josh y junto a Andrea y a Mary se van en busca de un hospital. Aylim, su prima y el bebé se despiden de ellos y piden que les mantengan informadas de todo. 

Josh se pone al volante y conduce por la ciudad, a Ana le duele tanto que no es capaz ni de abrocharse el cinturón de seguridad. Pasan por una gasolinera, no sabemos si la ambulancia estaba allí por casualidad o porque Josh la había llamado previamente. El hombre se baja del vehículo y comienza a llamar la atención de los médicos con los brazos. Hace señales de que lleva una enferma a bordo y consigue que la monten en la ambulancia. Ahora Andrea, Mary y el marido de Rosa persiguen con el coche a la ambulancia donde Ana va en una camilla. 

Ella veía la ciudad pasar a través de las ventanas dl vehículo. Tumbada en una camilla y con unos tubos conectados a su brazo sentía como poco a poco su cuerpo se adormecía. El conductor y el médico que la atendía eran ahora sus únicos acompañantes. Solamente quería dejar de sentir ese fuerte dolor, solamente. ¿Dónde la llevaban? ¿Qué le harían? ¿Qué es lo que pasaba? ¿Dónde estaba su hermana, Andrea y Josh? Quería volver a verlos cuanto antes. Era la primera vez que iba montada en una ambulancia y la mezcla de sensaciones y cuestiones se amontonaban en su cabeza. El doctor que la acompañaba le peguntaba constantemente si se encontraba bien. Las lágrimas que recorrían su rostro contestaban por ella. La ciudad continuaba su paso por las ventanas, quería llegar cuanto antes al hospital. El viaje fue eterno, el más largo de su vida. El ritmo de la ambulancia cesó, un enorme edificio se dejaba ver a través de la ventana. 

Mientras tanto le digo a Daniela que mi amiga está enferma, que le duele mucho la barriga y que creo que van a ir al hospital. Llamo de nuevo a Mary y esta vez sí consigo hablar con ella, me cuenta todo lo que ha pasado y toda la gente que se ha movilizado. Estaban en la sala de espera de un hospital. Mary no sabe lo que pasa, nadie sabe lo que pasa. Al colgar el teléfono Daniela y David se despiden de mí y se van de la cafetería. Yo me quedo en ella buscando en internet la dirección del hospital. La chica de prácticas me ayuda con la búsqueda y me proporciona las líneas de autobuses que me pueden llevar hasta él. Está lejos, no creo que pueda ir en bici hasta allí. Me despido de ella, le doy las gracias y me voy en dirección a nuestra casa. 

Llamo de nuevo a Mary para decirle que no sé lo que hacer, que no puedo ir hasta el hospital en bici y que me diga algo, qué sabe y qué no sabe de Ana. Pero no sabe nada, no sabe nada y me dice que me vaya a casa, que en el hospital con ellos no voy a hacer nada y que estoy mejor en casa. Así que, pensándolo bien, me voy a casa. ¡Qué triste! Llego a la fachada y me topo con las bicis de Mary y de Ana. Siempre que están en la calle es porque están en casa, excepto esta vez. Esta vez están las bicis, pero ellas no. 

Como algo, lo poco que me apetece comer. A las cinco y media me tengo que ir al restaurante. Ana hoy, casualmente, tiene el día libre y Mary también. Aylim ha llamado a nuestra jefa para explicarle lo que ha ocurrido y le ha dicho que no pasa nada porque Mary no trabaje, que no es necesario y que no hay ningún problema. Estoy en casa, sin saber nada de ellas y ellas sin saber nada en el hospital. ¿Qué hago hasta las cinco y media que me vaya al restaurante? ¡Ya está! Hoy, cinco de diciembre, es Sinterklaas y ninguno de los tres hemos tenido un regalo en condiciones. No tengo ni un euro para comprar algo, pero tengo papel y boli. 

El tiempo pasa y el ventanal del salón se va llenando de post its que voy pegando en él. Post its de colores con muchas cosas escritas para Ana y Mary. Quiero que tengan una sorpresa agradable cuando lleguen a casa. Quiero que en un día como el de hoy puedan sonreír un poco y olvidar todo lo que está ocurriendo. Llegan las cinco y media. Me pongo todos los abrigos posibles, la bufanda, el gorro y los guantes y me despido de la casa, me despido del salón que ahora tiene un ventanal colorido y cargado de frases bonitas. ¡Espero veros esta noche, chicas! ¡Espero que tengáis un feliz Sinterklaas! 

Ana y Mary llegan a casa después de su aventura en el hospital. Se dejan emocionar por la cantidad de post its de la ventana y deciden prepararme algo a mí también. Llego a casa y una fila de números me espera en las escaleras. “5, 4, 3, 2, 1, 0” hacen una cuenta atrás hasta el último escalón. ¡Una definición de Sinterklaas pegada en la puerta del salón! La leo sin entrar en el salón, las escucho desde fuera. Se ríen y seguro que se ponen un poco nerviosas porque he llegado, esos nervios que sientes cuando vas a darle una sorpresa a alguien. Entro en el salón y las veo allí. Por fin Ana en casa. ¡Qué susto nos has dado a todos! Está bien, aunque su cara parece cansada. Me siento junto a ellas y me cuentan todo lo que les ha pasado, donde han estado, como ha surgido todo y como han regresado a casa. 

A Ana, no sé por qué, la han metido en una sala para niños, llena de peluches y de juguetes. Mientras tanto Josh, el marido de la jefa de Ana, les hacía fotos para el recuerdo. ¡Hasta bromeaba con los enfermeros y médicos! “Vamos a hacerle una radiografía” dijo uno de los médicos. Y de seguido apareció Josh de la nada con la cámara de fotos en la mano y dijo que no, que la foto ya se la había hecho él. Al menos, ponía el toque de gracia a la situación. ¡Esto es un cuadro! Ana se ha comunicado con el doctor gracias al traductor de Google, ese que tantas veces nos ayuda con las palabras y frases que no entendemos. Imaginaos a Ana escribiendo en español lo que le ocurría y el doctor leyéndolo en inglés. ¡Es como chatear con tu médico de cabecera! Un cuadro, que os lo digo yo. Y han regresado a casa en el coche de Josh, junto a Andrea, que las ha acompañado en todo momento. 

Ana y Mary van a la cocina y aparecen con una tarta de chocolate y de galletas. ¡Qué rico! Es su regalo de Sinteklaas para mí. Además viene acompañada por una tarjeta escruta por ellas que me emociona. Hoy es un día de emociones. Nuestros corazones se ablandan y hacen cosas que no solemos hacer diariamente y que, sin embargo, las deberíamos hacer a todas horas. Supongo que los hospitales dan miedo, mucho miedo y que realmente te percatas de las cosas importantes en días como este. ¿De qué te sirve tenerlo todo si en unos minutos puedes llegar a perderlo todo? Por eso, solamente hay que detenerse a buscar las verdaderas cosas importantes de la vida. 

Por suerte Ana está bien. Tiene una pequeña piedra en el riñón, lo pasará un poco mal pero sobrevivirá. Entre las cicatrices de cubiertos en las manos y la piedra filosofal de Ana parecemos Harry Potter. La noche ya ha caído, hace muchas horas que el sol se fue. Nosotros nos sentaremos alrededor de la mesa del salón, cogeremos una cuchara cada uno y comenzaremos a destrozar la tarta de galletas y de chocolate de la que tanto disfrutamos. Por suerte las cosas siguen bien y por suerte al final del día hemos podido celebrar nuestro primer Sinterklaas como es debido. No tenemos cosas caras a nuestro alrededor, pero tenemos una buena compañía y una buena tarta de chocolate. ¡Feliz Sinterklaas! 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

1 comentario:

  1. Hola. Me ha gustado mucho tu blog y me gustaría enlazarte desde el mío. Yo también vivo en Holanda desde hace 2 años. Mi blog es

    http://ondasatlanticas.blogspot.com

    ¡¡Bienvenidos!!

    ResponderEliminar