Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

lunes, 10 de diciembre de 2012

"Snowfield"

07 de Diciembre de 2012.

Viernes por la mañana y Mary y yo nos vamos al estudio de Derek. Después de haberme levantado y haberme enamorado de nuevo tras las vistas nevadas de la ventana nos hemos duchado y nos hemos vestido. Nos hemos abrigado mucho, como si fuéramos colchones, y hemos quedado a Ana en la cama. ¡Mary ha descubierto un montón de huellas en el suelo de la terraza! Las huellas quedan incrustadas en la nieve y creemos que son del gato que nos visita muchas veces. ¡Es un gato precioso! Precioso y muy gordo. Algunas veces lo vemos rondando por los tejados y las terrazas. Lo he intentado llamar varias veces pero huye como el viento y me deja siempre con los “misi misi misi” en la boca. ¡El caso! Que nos vamos al estudio de Derek, el novio de Marleen. 

Mary tiene que continuar unas mesas que está realizando con unas bobinas de madera para enrollar cables y yo tengo que hacer algo para Derek, algo relacionado con unas fotografías. No lo sé muy bien pero el caso es que me voy al estudio a las nueve de la mañana. ¡Todo el suelo está cubierto por una capa de nieve! Hay que tener mucho cuidado con las bicis porque a mí me ha derrapado la rueda trasera un par de veces. ¡Alguno nos matamos! Que te lo digo yo. 

Mary y yo continuamos pedaleando con precaución por los carriles bicis. Normalmente los limpian para que no haya accidentes pero al ser tan temprano aún no están del todo limpios. La ciudad está preciosa. Todas las casas nevadas, los jardines con las plantas blancas, las farolas dejan que la nieve las empape, de los árboles aún caen algunos copos y los coches circulan con el capó y los techos llenos de nieve. Tendremos que acostumbrarnos a estos paisajes porque vamos embobados con las bicicletas. Sacamos la cámara y el móvil y comenzamos a hacernos fotos. ¡Ahora con la bici así, ahora con una bola de nieve, mira que casa más chula! ¡Venga, guarda la cámara que no llegamos a lo de Derek! 

Y continuamos pedaleando y llega el momento que tenía que llegar, tarde o temprano pero llega. ¡Resbalón en la nieve y caída contra el suelo! Mary va delante de mí y estamos a dos o tres minutos del estudio de Derek. Vamos llegando a una rotonda, una de las pocas que hay en Eindhoven, y vamos por el carril bici, junto a un conjunto de árboles e hierbas que forman un paisaje muy bonito a nuestro lado. Es el mismo lugar por el que un día vimos a unos conejos saltando tan campantes, los cuales hacían de los carriles bicis su propia flora y fauna. ¿Qué será de ellos ahora? Mary dice que estarán durmiendo en sus madrigueras. Qué calentitos, seguro que tienen nórdicos mejores que los nuestros. Y Mary se queda en su mundo de fantasía pensando en los conejos. Eso le lleva a pensar en el conejo amigo de Bambi y después piensa en la mofeta amiga de Bambi, que se llamaba Flor. “Ahora Flor estará durmiendo en su…” y no termina la frase porque ha despertado de su mundo de dibujos animados y se ha topado con la realidad. Una de las ruedas de su bici casi está atropellando unos setos de al lado de la rotonda. Yo soy testigo desde detrás. “¡Ah, ah, ah!” exclama desde delante mientras gira la rueda para evitar estrellarse, pero no lo consigue. Su rueda trasera derrapa y pierde el control. ¡ZÁS! Mary va al suelo en una fracción de segundo. Como era de esperar no puedo evitar morirme de la risa, mientras le pregunto qué tal está. Se levanta del suelo dolorida, con la bici medio cubierta de nieve y el culo del abrigo empapado. Ha sido una caída elegante. Qué bien le ha sentado. ¡Zás! Qué risa. No lo podía evitar. Flor, la amiga de Bambi, la ha distraído desde su madriguera y mira lo que ha conseguido. Mary y yo llegamos al estudio de Derek. Mary llega un poco mojada y cubierta de nieve. Yo parezco un auténtico muñeco de nieve. Mi abrigo es de lana y se queda pegada en él con más facilidad. ¡Qué show! Todo el camino nevando y atravesando capas de hielo y en los últimos momentos uno va al suelo. ¡Qué risa! En serio. Mary dice que le duele el culo. 

El estudio de Derek es una pasada. En la planta de abajo tiene todas las herramientas y utensilios de trabajo, una máquina enorme con la que realiza las sillas y mesas que diseña y unas escaleras que te llevan a la primera planta, donde hay una cocina y una zona con ordenadores y mesas de oficina. El estudio es también su casa, ya que hay una segunda planta donde tienen la habitación y el baño. Es un estudio casa. Derek me dice que tengo que hacerle unas fotografías a las sillas que ha diseñado, ya que necesita fotos nuevas para una revista donde le han entrevistado y para su página web. ¡Qué guay! Encima tiene una cámara réflex, de las buenas, focos y hasta un telón blanco que te sirven de fondo para realizar mejores fotografías. Disfruto como un niño durante toda la mañana, mientras que Mary continúa con sus mesas de madera en la planta de abajo. Derek se porta muy bien con nosotros y nos ayuda y nos da oportunidades cada vez que puede. 

¡Sim, el perro de Derek y Marlee, está por aquí! Lo saludo y seguro que me recuerda, te paseé varios días por el parque de al lado de casa. ¡Aún hay una caca tuya en la terraza! Le ha nevado y le ha llovido pero la mierda no se va con nada. Creo que Sim nos ha dejado un regalo permanente, para toda la vida. Creo que ninguno de los tres se atreverá a limpiarla. Ana dice que la tiene que limpiar Mary, que para eso es del perro de su jefa. ¡Sim! Hubieras cogido el cepillo y el recogedor hombre. 

A las tres y media quedo con Daniela, ya que tengo que enseñarle de nuevo el vídeo para darlo por finalizado. Ana trabaja a las cinco y media en el restaurante. Mary después del estudio se tiene que ir a la tienda hasta la noche y yo también trabajo a las seis en el restaurante. ¡Hoy es un día cargado de cosas que hacer! Es un día fuera de casa. No hay tiempo para nada más. Derek a la mañana, Daniela al medio día y el restaurante por la tarde noche. 

Hago fotos a las sillas de diseño, fabricadas con partículas de plástico reciclado que se funde y forma láminas líquidas que van fusionándose y formando una silla completa. Es una maravilla la forma que tiene de realizarlas. Te quedas engatusado mirando a la máquina realizar la forma de la silla con el plástico fundido. La máquina realiza una primera línea de plástico líquido con la forma del perfil de la silla, continúa con una segunda tira y así hasta que forma una silla completa, fila tras fila, capa tras capa. 

A la hora de comer Derek nos invita a la mesa de la cocina junto a dos de sus empleados, a los que Mary ya conoce desde hace días. Yo conocí a uno de ellos en la fiesta de inauguración de las oficinas a las que asistimos una noche. Aquella noche en la que nos vimos rodeados de diseñadores de lujo y cosas de diseño. Mary y yo también parecíamos una pareja de diseñadores prodigio. ¡Qué bien nos sentó aquella fiesta! Comemos los cinco: Derek, los dos trabajadores, Mary y yo. Comemos sándwiches con todo lo que Derek pone a la mesa. ¡Qué rico está todo! Aprendo de Mary, ya que ella es más experta en esto de comer sándwiches y de probar las cosas que hay en la mesa, a ella le son más familiares que a mí. Veo cómo se hace sus bocadillos y la imito. Muy rico todo, excepto un tipo de leche que probamos y casi vomitamos. ¡Qué mala! Tenía un sabor super raro, nos vimos obligados a bebernos cada uno nuestro vaso. Sería de muy mala educación tirarla en el fregadero o haberla escupido a la cara de alguno de los comensales. Es de mala educación, pero casi lo hago. Sabía tan mal que casi me tapo la nariz para conseguir beberme el vaso entero. 

Cuando terminamos me paso las fotos de las sillas a mi ordenador y me despido de Derek. A Mary la quedo aún allí, tiene que terminar las sillas y yo he quedado con Daniela. Regreso a casa y después al estudio de Daniela, consigo no caerme con la bici. ¡Menos mal que al menos hoy me he librado de alguna caída que dañe mi culo! 

La visita con Daniela es corta, le gusta el vídeo y le damos los últimos retoques para el acabado. ¡Además me hace un regalo de Navidad! Dice que es mi regalo y la forma de darme las gracias por lo que he hecho por ella hasta el momento. ¡Me regala una bufanda diseñada por ella! Ahora podré llevar una bufanda de diseño de Daniela Pais. Creo que me dará miedo hasta ponérmela. Me encanta. 

Es la hora de irnos al trabajo. Aylim llega a nuestra casa y los tres bajamos las escaleras. Ana, Mary y yo cogemos nuestras bicicletas y nos unimos a nuestra amiga y vecina española Aylim. Mary se va a la tienda, que ya ha terminado en el estudio, y nosotros tres nos vamos cada uno a un restaurante. hoy Aylim y yo trabajamos en restaurantes separados. 

De camino a nuestros respectivos trabajos nos topamos con un descampado por el que siempre pasamos. La diferencia es que ahora está nevado. Un descampado nevado ante nuestros ojos y al lado del carril bici. No nos lo pensamos dos veces. Vamos bien de tiempo y dejamos aparcadas nuestras bicis a un lado, excepto la mía. La cojo con más ganas que nunca y me meto con ella en la nieve. Los cuatro comenzamos a correr como locos, sin importarnos la gente que pasaba en bici o en coche por las carreteras de al lado. Corrimos como niños pisando la nieve y haciendo surcos con nuestros pies y las ruedas de mi bici. También nos tiramos algunas bolas de nieve. Disfrutamos durante unos minutos de la nieve, del campo nevado y de las carreras que hacemos en círculos sin sentido. Y allí nos quedamos, en medio de la nieve, en medio de aquel campo nevado. Disfrutando como niños de un paisaje maravilloso, sin importarnos el tiempo ni el frío, ni la gente que nos miraba disfrutar, ni la gente que nos miraba extrañada y nos llamaba locos. No nos importaba nada, solamente el momento que vivíamos con una sonrisa de oreja a oreja. Nuestras huellas quedaron grabadas en el blanco suelo. El restaurante nos esperaba, las bicicletas aparcadas nos llamaban desde el carril donde estaban y el tiempo nos impedía seguir corriendo en aquel campo de nieve. Y nos pusimos en marcha, un viernes más, un día más. 

Desaparecimos en nuestras bicicletas, fusionándonos con el centro de la ciudad. Las huellas continuarían formando dibujos en el suelo, que quedarían borrados con la próxima lluvia o cubiertos por la próxima nevada. El campo de nieve, que nos había regalado aquellos momentos de diversión, quedó a nuestras espaldas. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

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