Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

martes, 11 de diciembre de 2012

"La banda sonora de tu vida"

08 de Diciembre de 2012.

La música sonaba más fuerte que nunca, le encantaba que sonara de aquella manera. Se convertían en las mejores notas musicales que había escuchado jamás. Sus oídos se convertían en su mejor tesoro, en el más preciado. Cerraba los ojos y era como estar de nuevo en casa, aquella música le recordaba tanto a ellos que podría imaginárselos a todos a su lado sin olvidar ni si quiera un detalle de alguno. Era la mejor música del mundo, aquello lo tenía más que claro. 

Estaba sola en el lugar, todo era para ella. Abrió la puerta y la cruzó sin más. Las luces se movían al ritmo de la melodía, las paredes coloridas la empujaban a bailar en medio de la pista. No importaba que estuviera sola, solamente importaba aquella banda sonora que se convertía en la banda sonora de su propia vida. 



“¡Me han robado la bici!” son las primeras palabras que escucho de la boca de Ana cuando llega a casa del trabajo. ¡Le han robado la bici! ¿Cómo es posible? Ana nos cuenta que estaban en un local tomándose algo rápido y que al salir han descubierto que su bici ya no estaba. Se la han llevado. Ven correr a unos chicos de color que seguro que son los culpables de ello, ya que se dedican a quitar las bicis y a venderlas más tarde. “¡Me han robado la bici!” vuelve a repetir Ana muy decepcionada. No es tan grave ya que las bicis robadas se comprar a buen precio. Lo que nos da pena es que era una buena bici y Ana estaba muy contenta con ella. ¡No pasa nada! Ya iremos otra noche a visitar a los negros y a que nos vendan otra bici de esas baratas. Es el ciclo de la vida: tú no tienes bici, compras una bici barata, ellos roban más bicis, ellos venden más bicis, ellos te roban la bici y tú vuelves a quedarte sin bici. El objetivo de todo esto es comprar una bici barata y sobrevivir con ella hasta el fin de los días. 

Nos despertamos y desayunamos los tres juntos. Pocas veces desayunamos juntos, la verdad. Pero hoy lo hemos hecho. Hemos llenado la mesa de tarros de cereales, de galletas y nos hemos puesto a comer. Cada uno con su vaso, ellas dos con el café y yo con la leche tintada con cola cao, del barato del Albert Heijn. Desayunamos tranquilos hasta que, para variar un poco en nosotros, ocurre algo que hace que el desayuno sea más divertido. Ana deja un paquete de cereales en la mesa, que se va cayendo poco a poco hasta que resbala por el filo de la mesa. El paquete de cereales cae al suelo y ¡plassshhh! Todo el suelo del salón queda lleno de cereales. El arroz inflado es del mismo color que el parquet, tampoco queda tan mal. ¡Hasta lo podemos quedar de decoración! La verdad es que es un incordio porque los calcetines se llenan de cereales, que quedan pegados con fuerza gracias a la fina capa de miel que los recubre. ¡A recoger! Comenzamos a recoger cereales del suelo. ¡Hasta han cruzado por debajo de una de las puertas y se ha llenado todo el suelo de debajo de las escaleras de la habitación! Ana y Mary lo echan todo en un recogedor. Pensamos en quedarlo todo en la cocina para que se lo coman los ratones. Ya nos imaginamos a uno de ellos con la panza super gorda tumbado boca arriba en el recogedor disfrutando de los manjares que le hemos ofrecido. A lo mejor si le ponemos el arroz inflado en la cocina se pone muy gordo y ya no cabe por los agujeros por los que entra. Pero no, no se lo quedamos a estos animalitos si no a otro. ¡Pongo los cereales encima de la nieve de la terraza para que se los coma el gato que nos llena de huellas los tejados! Esperemos que les gusten. 

Aylim nos invita a comer pero le decimos que nosotros llevamos algunos de los ingredientes. Pero antes Mary tiene que cortarme el pelo de nuevo. Ya no tenemos que ir a comprar peines ni nada de nada porque lo tenemos todo. Hace poco me cortó un poco pero tiene que retocarlo, pues hay algunos pelos que han quedado largos y no me gusta su efecto cuando se secan. Así que Mary coge el peine y las tijeras y comienza a arreglar mi melena en el baño. Ana dice que tenemos que irnos a casa de Aylim, pero esto del pelo estaba planeado de antes. ¡Ya está! El suelo y la toalla que recubría mis hombros están llenos de pelo pero no importa. Me miro al espejo y no está del todo mal. Mary no es peluquera pero hace que me ahorre un dinero. Y después nos duchamos y vestimos para irnos a comer. ¡Esta noche nos vamos de fiesta! 

¡Hacemos tortilla de patatas, coliflor con algo que no recuerdo y croquetas! Qué rico nos queda todo. Nos sentamos los cuatro a la mesa y disfrutamos de las delicias de los platos antes de irnos al trabajo. Estar en casa de Aylim es como estar en casa de nuestras madres. Huele a comida, comemos cosas ricas y nos mima, nos saca chuches y dulces. Aylim es la mejor anfitriona que tenemos en Eindhoven, eso está más que claro. Nos aconseja, nos orienta, nos invita a su casa, nos mima, nos hace reír, nos da de comer y nos da de comer cosas ricas. ¡Lo tiene todo! Encima nos ayuda a encontrar trabajo y nos lo pone en bandeja. ¡Ha sido gracias a la que estamos Mary y yo trabajando en los restaurantes! Aylim y el Dios de Holanda puede que sean la misma persona. 

En el trabajo la prima de Aylim me pregunta por mi pelo, que si he ido a la peluquería. Me dice que me lo ha quedado muy bien y le digo que lo ha cortado Mary. ¡Un voto positivo para la peluquera! La prima de Aylim también me pregunta por Ana. Le digo que está mucho mejor y que muchas gracias por todo lo que hizo el otro día en el que estaba enferma. Más tarde viene Desiré, la jefa, al lugar donde friego y me dice que me he cortado el pelo. ¡Todo el mundo se fija en mi cabeza! Le digo que mi amiga Mary me lo ha cortado. Me pregunta que si es peluquera y le digo que no, que yo dejo que practique en mi pelo porque no me enfado con el resultado. Desiré se ríe. 

Cuando todo está ordenado y limpio Aylim y yo nos vamos en busca de Mary, que sigue limpiando en su restaurante. La visitamos y vemos que le queda poco para terminar. ¡Te esperamos en el Dr. Ink! 

El Dr. Ink es un local en el que bebemos cerveza a buen precio y en el que disfrutamos de una buena música, música que no es comercial y que no a todo el mundo le gusta. A nosotros nos encanta, tanto que pasamos toda la noche en él. Además los camareros ya nos tratan como a clientes fijos y hasta algunas veces nos regalan bebida. El local está muy bien. Aylim y yo nos juntamos allí con Gianlu, su novio. Esperamos hasta que llegue Mary y al paso del tiempo va llegando más gente. Andrea, Ana, Aser y Mateu llegan en grupo, ya que todos trabajan en el mismo sitio. Iñaki, otro chico español también se une a la fiesta junto a su novia, que ha venido unos días de visita. También se une una chica llamada Montse y su hermano, que también ha venido a visitarla. Hacemos un grupo grande, grande y divertido. 

Nos lo pasamos genial todos juntos. Nos encanta la música y le digo a Ana y a Mary que quiero la banda sonora de este sitio. Bailamos como si del último día de fiesta de nuestras vidas hubiese llegado. Lo damos todo y cuando digo todo es todo. Bebemos cerveza, nos reímos entre nosotros, nos reímos de nosotros, nos hacemos fotos, vuela la cerveza por nuestras cabezas, chocamos los vasos en forma de brindis y algunos se hacen añicos, y comienza a nevar. El bar pub tiene un ventanal enorme que nos permite estar bailando y bebiendo mientras disfrutas de las vistas de la calle. Es más bonito aún cuando puedes bailar mientras ves la nieve caer. ¡Está nevando! Nuestras bicicletas en la puerta comienza a llenarse de nieve, el suelo comienza a teñirse y nosotros continuamos con nuestra fiesta, con un paisaje nevado de fondo. Es una auténtica maravilla. 

¡Mary va al servicio y se encuentra un mechero en el suelo o, al menos, eso creía ella! Llega a mí muy ilusionada y me dice que mira qué mechero más chulo se ha encontrado. Intenta encenderlo pero no encuentra la rueda que consigue ofrecernos la pequeña llama. ¡No es un mechero! Descubrimos que es un pen drive. ¡Pues mucho mejor! Con los tiempos que corren es mucho más útil un pen drive que un mechero. ¡Guárdatelo que nos lo llevamos! Y el camarero se vuelve loco, más loco que nosotros. Bueno, más bien se une a nuestra locura. Coge una botella enorme de Jack Daniel´s y la saca fuera de la barra, regalándonos a todos alcohol gratis. A algunos les pone la botella boca abajo destapada y con la boquilla en la boca. ¡Qué barbaridad! Yo no quiero de eso, no me atrevo a probarlo. Algunos se echan la botella a pecho. ¡Es como una ronda de chupitos gratis y exagerada! 

Y llega el momento en el que nos volvemos locos. Locos de remate, nos llamarán en el local. Salimos a la calle a disfrutar de la nieve que cae en nuestras cabezas. Parecemos unos niños y comenzamos a jugar. El frío no importa en estos momentos. Hacemos bolas de nieve y nos las lanzamos, bailamos bajo los copos y hasta llegamos a entrar nieve al local. ¡Qué locura! Estos españoles siempre dando la nota. 

Llega la hora de irse a casa, nos han apagado la música y todas las luces nos indican que ha llegado el momento de coger nuestras bicicletas e irse a la cama, si es que lo conseguimos. 

Una vez con los abrigos, bufandas, guantes y gorros puestos en nuestros cuerpos nos disponemos a ir hasta casa. ¡Nos volvemos locos de nuevo y continuamos con la guerra de bolas de nieve! Hasta que nos cansamos y nos ponemos serios. Venga va. 

Llegan los problemas: Ana no tiene bici porque la noche anterior se la robaron en este mismo sitio y Gianlu, el novio de Aylim, va pasado de cerveza y creemos que es imposible que conduzca una bici en condiciones. ¡Gianlu si bebes no conduzcas! Solución: Mary lleva la bici de Gianlu hasta casa, Ana lleva la bici de Mary y yo llevo mi bici con un regalo. ¿Qué regalo? Pues sí, un Gianlu en el porta paquetes. Así que nos ponemos en modo Verano Azul y nos vamos a casa. 

“Dani si me encuentro mal y me mareo te diré STOP” me dice Gianlu cuando consigue montarse en mi bici. “Cuando te diga STOP detienes la bici y me bajo”. Yo le digo que sí, que se agarre bien a mí que no quiero perderlo por el camino y que vale, que él si me dice STOP yo paro. ¡Es difícil llevar a alguien en el porta paquetes! Pero más difícil es llevar a alguien que tiene unas cervezas de más, arrastrando los pies en el suelo porque es incapaz de levantarlos, con el suelo nevado y abrazado a ti como un koala. Lo consigo, consigo esquivar a la gente y a la nieve, consigo vencer al frío y a los carriles bicis. Lo consigo todo hasta casi llegar a casa de Gianlu y Aylim. En ese momento Gianlu se vuelve caprichoso y se rebela contra mí. “¡STOP DANI!” me dice cuando no quedan ni dos minutos para llegar a casa. “Ahora no, Gianlu. Que ya estamos en casa” le digo, pero no me hace caso. Aylim me dice que no pare, que continúe hasta casa porque nos ha costado mucho que se suba a la bici. “STOP DANI” me vuelve a repetir desde el porta paquetes, pero no le hago caso. Y llega el momento en el que pronuncia la frase que pasará a formar parte de las frases célebres de Eindhoven: “¡Dani si te digo STOP es para que estopes! Te dije que si decía STOP era para que estopases” y me lo dice mientras aporrea mi brazo, pero no le hago caso y se tira de la bici en marcha. “¡Gianlu, que quedan dos minutos para llegar a casa! No me hagas esto ahora” le digo mientras que todos detenemos nuestras bicis. Aylim se indigna. 

Conseguimos llegar a su casa, andando pero llegamos. Aylim y Gianlu ya están en su casa, nos despedimos de ellos y les deseamos que pasen una buena noche. ¡Hasta mañana! Que la cabeza no os estalle demasiado. Y nos vamos a nuestra casa a dormir, a dormir mil horas de seguido, a esperar que llegue el domingo. 



Se quitó el abrigo y la bufanda, los dejó en uno de los taburetes que quedaban cercanos a la barra. Solamente el camarero la observaba, mientras que le servía un vaso con algún refresco que consiguiera empaparle la boca. Una vez con el refresco en la mano y solamente cubierta con una camiseta de tirantes se adentró en la pista de baile, dejándose llevar por el sonido de la música que la envolvía suavemente. Dio un sorbo al líquido que contenía el vaso y después lo dejo sobre una de las mesas del bar. Comenzó a mover el cuerpo, lentamente, salvajemente. Cerró los ojos desde el principio, imaginó que estaba rodeada de todos aquellos a los que esa música les llevaba. No abría los ojos, solamente quería estar con ellos. 

Conseguía que sus oídos fueran el mejor sentido, el mejor que conseguía transportarla hasta el interior de aquellas canciones. Movía su cuerpo en la pista de baile, en la solitaria pista de baila. Solamente estaba ella, ella y sus recuerdos. Aquella música se convertía en la banda sonora de su vida, todo lo que había vivido estaba reflejado en las letras de aquellas canciones. Todo, absolutamente todo. 

Ella continuó bailando toda la noche, con los ojos cerrados. Transportada al lugar donde se reunía con todos los que años atrás bailaban con ella. Fueron unos buenos años, fueron unos buenos momentos. Ahora solamente estaba ella perdida en medio de la ciudad, en medio de una pista de baile cualquiera y escuchando aquel tipo de música con la que tanto disfrutaba. El bar comenzó a llenarse de gente, poco a poco. No le importaba. Continuaba bailando sola, disfrutando de sus nuevos bailes con los ojos cerrados sin ellos, disfrutando de la banda sonora de su vida, de su vida con ellos. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.


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