Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

"Sunday night live"

09 de Diciembre de 2012

Hoy nos despertamos tarde, tarde y algunos con dolor de cabeza. Por suerte a mi no me duele nada, aunque he de decir que tampoco bebí mucha cerveza. Aser dice que es porque soy joven y aún no me afectan estas cosas. A ellos les dura la resaca un par de días como mínimo, según él. Con resaca o sin resaca me levanto de la cama y comienzo a escribir alguna carta, ya que hace unos días que estuvimos muy atareados y no me daba tiempo a escribir nada. Me siento en el sofá del salón y miro a través de la ventana que nos deleita con su paisaje de la calle. Hace un buen día, nublado. Un buen día para quedarse en casa y vaguear en el sofá con el pijama puesto. Me encanta esos días, de verdad lo digo. 

Estamos los tres en casa cuando desayunamos en el salón. Desayunamos a las dos de la tarde, no sé si eso se considera desayuno o comida. Sacamos los botes de cereales y nuestras tazas de café y leche. El tiempo es muy raro, las nubes pasan muy de prisa por el cielo. Tan deprisa que parece que las han grabado con una cámara de video y las han proyectado en el cielo a cámara rápida. El día es de vagos, la verdad es que es el domingo perfecto. Ana tiene que ir a trabajar, ya que los domingos para ella es su viernes, pues tiene libres los lunes y martes. ¡Podemos ver una peli y comer palomitas antes de que se vaya Ana! Pero la peli ya no da tiempo, pero las palomitas sí que las hacemos. 

Recibimos una llamada de Aylim, la estábamos esperando. “¡Qué pasaaaaaaaaaaa!” “¡No, no grites que tengo resaca!” Seguro que no fue de esa manera, pero más o menos hicimos algo parecido. Aylim nos dice que nos vayamos a su casa cuando queramos, que van a estar ella y Gianlu solos y que Mónica y Pedro, una pareja de amigos murcianos, van a ir a visitarlos más tarde. Le decimos que aún no hemos comido y que si les apetece hacer algo para los cuatro, ya que Ana tiene que irse al restaurante. Aylim dice que por supuesto que sí, así que nos duchamos, nos vestimos y llevamos algo para hacer de comer. Ana se lleva la bici de Mary al restaurante y Mary y yo nos vamos en la mía a casa de Ginalu y Aylim. 

Como siempre nos reciben como unos buenos anfitriones. Huele muy bien. ¿A qué huele? Vamos a la cocina y Aylim está preparando un bizcocho y Gianlu ha empezado a preparar los ingredientes para la pasta que vamos a comer. Mary saca los alimentos que nos hemos traído desde casa y comienza a ayudarle a rematar el bizcocho. El bizcocho es de cola cao y lo está elaborando gracias a una receta que ha encontrado en internet. Aylim dice que con su mini portátil era incapaz de leer la receta completa porque la publicidad de la página web le ocultaba todo. Dice que se ha puesto histérica y que ha tenido que coger el ordenador de Gianlu, que es de pantalla grande. Me imagino a Aylim ante la mini pantalla del ordenador maldiciendo la publicidad que le impedía ver el proceso para elaborar su bizcocho de cola cao. 

Comenzamos a poner la mesa en el salón y esperamos a que los espaguetis terminen de hacerse. El bizcocho ya está en el horno, cada vez huele mejor y cada vez se infla más. “Prohibido abrir el horno” nos dice Aylim para evitar que el bizcocho se desinfle como un globo pinchado. Al decirnos cosas de esas ya termina del todo en convertirse en madre. Qué sí mamá. Seguro que le contesto algo de eso la próxima vez. 

Le mesa ya está puesta, los espaguetis están listos y estamos sentados cada uno en una silla. Mientras disfrutamos de los deliciosos espaguetis que ha preparado Gianlu llegan la pareja de murcianos, que no es lo mismo que marcianos, y se sientan en el salón. Sería muy extraño que unos marcianos hubieran tocado el timbre de la casa, seguro que hubieran aparcado su nave espacial en el porche y Chulo, el perro de Aylim y Gianlu, hubiera ladrado como si el fin del mundo hubiera llegado. Son las seis y media de la tarde y estamos comiendo, ellos nos esperan a que terminemos. Mónica y Pedro han estado en Budapest este fin de semana celebrando su décimo aniversario. Llevan toda una vida juntos y hacen una buena pareja, nos lo pasamos muy bien con ellos. Nos cuentan que es una ciudad preciosa y que hay que visitarla, que hace mucho frío allí y que a cada paso que das te topas con un monumento, con algo que merezca la pena dedicarle unos minutos para fotografiar. 

Aylim se come un plato de espaguetis, Mary se come dos, yo me como dos y Gianlu se come tres. La verdad es que han quedado muy buenos, con un toque de picante. Nos acordamos de Ana. Seguro que ella no hubiera podido comerse los espaguetis del todo, ya que no le gustan las cosas que pican, o hubiera necesitado una garrafa de agua de cinco litros. 

¡Comenzamos a jugar al juego de los personajes! Al mismo que al que jugamos hace unas noches. Cada uno de nosotros escribimos cuatro personajes cada uno en una tarjeta y mezclamos todas las tarjetas en un mismo grupo, hacemos las parejas y comenzamos a jugar. Mientras tanto Aylim saca a la mesa el bizcocho que ya se ha terminado en el horno. ¡Qué cosa más rica! Está buenísimo y no podemos de exclamar cosas buenas cuando lo tenemos en la boca. Pedro creo que queda enamorado del dulce, ya que felicita a Aylim cada vez que se lleva un trozo a la boca. La verdad es que la receta de cola cao ha sido todo un éxito. 

En la primera y segunda partida juego con Gianlu, Aylim con Mary y Mónica con Pedro. En la tercera ronda cambiamos de parejas y Aylim se pone con Mónica, Pedro con Gianlu y yo con Mary. ¡Se van a enterar! El juego consiste en dar pistas a tu compañero sobre el personaje que te haya tocado en la tarjeta y el objetivo es que adivine el mayor número de personajes. El show ha comenzado. 

Mónica y Pedro no saben quién es Sinterklass, el medio Papa Noel de Holanda, y ella tiene que adivinar el nombre de un dictador alemán. “Dictador alemán” le dice Pedro intentando que Mónica adivine al personaje Adolf Hitler y ella, muy efusivamente y segura de sí misma, grita a los cuatro vientos “¡Sinterklaaaaaaass!”. Nos morimos de la risa. Pobre Sinterklass que es más bueno que el pan acaban de categorizarle como a un dictador de Alemania. Mary me dice la palabra “resta” como pista y yo le respondo con “curva”, solamente intentaba que adivinara Sumaquer, o como se escriba. “Dani, tú puedes dividir, restar, multiplicar y…”. El principio del nombre comenzaba con “suma” y yo respondí Sumatronic. ¿Pero Dani eso qué es? Más tarde Gianlu imita a un ciervo y parece que está imitando a un pobre gato cojo. Mary me dice “Jamón” y yo le digo “y queso”, la palabra “gorda” se convierte en la mejor clave para descifrar a la cantante Adele y el kebab donde cena Ana todas las noches es perfecto para adivinar a “Aladín”. El principio del nombre de la ciudad que acaban de visitar Mónica y Pedro se convierte en el nombre del señor calvo que medita. De “Budapest” nos quedamos con “Buda” y la palabra bocadillo en italiano y la harina sirven a Gianlu para darme una pista, intentado que averigüe Pinifarina. Pinifarina es un diseñador de automóviles, sobre todo de la marca Ferrari. Pedro y Gianlu escriben nombres de motoristas y futbolistas que el resto no conocemos para vengarse y así ganar, pero les sale el tiro por la culata. Supuestamente hay un dictador llamado Churchill que es conocido por su liderazgo en Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial. Para que Mary lo adivine le digo que me diga qué es lo que compramos nosotros en casa de Pepa. “¡Chucherías!” me grita efusivamente. “Vale, ahora el modo corto es…” le digo intentando que lo adivine. “Chuches” dice ella no muy segura. “¡Ahora dilo en forma más cuqui, más pijo!” le digo emocionado y muriéndome de la risa. “Chuchis” dice ella. “Siiiiiii” le digo yo y nos dan la respuesta por buena. ¿Quién es ese Churchill? Y Mónica nos lo explica. ¿En serio? Hemos averiguado el nombre de un político de Reino Unido gracias a lo que compramos en casa de Pepa. ¡Qué bien nos compaginamos! Tanto que Mary y yo ganamos en esta ronda. Ole nosotros. 



A veces no necesitas una noche de fiesta para pasarlo en grande, a veces no necesitas bebidas ni música a todo volumen. A veces solamente necesitas estar sentado en un sofá mientras comes pipas con sal, bizcocho de cola cao y bebiendo té. A veces simplemente necesitas sentirte rodeado de gente con la que solamente escuchas carcajadas de diversión, con las que consigues incluso llorar de risa, con la que las horas vuelan a toda velocidad sin ser testigo del tiempo que transcurre. A veces los mejores momentos se convierten en las noches menos inesperadas, en las risas más verdaderas, en las imborrables noches vividas de domingo. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

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