Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

martes, 30 de octubre de 2012

"Start again"

22 de Octubre de 2012.

Es bonito descubrir cómo unas personas terminan su vida en un lugar alejado del mundo y otras llegan a ese lugar, intentando comenzar sus nuevas vidas, perdidos e ilusionados por la nueva aventura. Es bonito ver cómo los que se van ayudan a los que vienen y cómo los que vienen son bien recibidos por los que se van. El comienzo, el nuevo amanecer, un nuevo despertar… es todo lo que nos depara a partir de ahora, un nuevo comienzo, simplemente. Cajas vacías y cajas repletas de cosas, paredes que se entristecen por ser desalojadas y paredes que suplican volver a estar habitadas. 

Es todo lo que nos depara el destino: ver los desenlaces que se topan en tu camino y vivir los comienzos, hasta que llegue el momento en el que el destino te regale un desenlace. Un desenlace acompañado, como siempre, por un nuevo comienzo, que te empuja, una vez más, a volver a empezar. 



La mañana ha sido ajetreada, tan ajetreada como puede ser la mañana más ajetreada que pueda existir. Al despertar y vestirnos nos dirigimos a la cocina y disfrutamos de nuestro último desayuno en la pensión. ¡Hay que aprovechar hasta el último momento! Pensamos en Fátima y en despedirnos de ella pero seguro que ya se ha marchado a la universidad así que escribimos una nota en la que dejamos nuestro número de teléfono y nuestros nombres para que nos busque en el Facebook. ¡Queremos seguir en contacto! Lanzamos la nota al interior de su habitación gracias a una ventana que ha quedado abierta y quedamos el papel en manos del curioso destino. 

La habitación está recogida, todas las maletas cerradas y todo ordenado. La hora de salida es a las once de la mañana y, a esa misma hora, Mary tiene que estar en la tienda. A las diez y media se va con la bici hasta sus prácticas diarias y Ana y yo necesitamos ayuda para transportar las maletas a casa del compañero de trabajo de Ana, un cocinero vasco que es muy simpático y se ve buena gente. Su casa está cerca de la pensión y nos ha ofrecido quedar las maletas allí hasta que vayamos a la agencia y arreglemos todos los papeleos. Además, a este chico, Aser, es al que Josh, el marido de Señora Rosa, le va a dejar la furgoneta hoy para que vayamos a la tienda de muebles y, además, nos ha dicho que una amiga que vive en Eindhoven se va a Inglaterra la semana que viene y está vendiendo a precios muy económicos todo lo que tiene en el piso. ¡Perfecto! Una mudanza que ayudará a otra mudanza. Pedimos ayuda a Aser y aparece en la pensión sin ningún problema. Cogemos las tres maletas de veinte kilos, las tres maletas de diez kilos, la maleta vintage que nos regaló Marleen para nuestra futura casa y la botella de vino destaponada, a medio beber e imposible de cerrar. ¡Qué pintas tenía cargado con la maleta vintage, llena de toallas mojadas, ropa usada y folletos que hemos recogido para decorar nuestro salón, y con una botella de vino abierta en la mano! ¡Parezco un vagabundo, con clase, pero vagabundo! 

Gracias a Aser nuestras maletas están a salvo, nos invita a un café y nos despedimos, dándole las gracias, de él hasta que lo veamos más tarde. Ana y yo, un poco pasada la una de la tarde, nos vamos a la agencia inmobiliaria con la que tenemos una cita (appointment en inglés) a las dos de la tarde. ¡Y vaya cita! 

Le decimos al de la agencia, como siempre, que hablamos poco inglés pero parece que no lo entiende porque habla a toda velocidad. ¡Qué barbaridad! Antes de comenzar con los papeleos nos vamos a ver el piso por segunda vez. ¡El piso donde estaba el perro agresivo en la terraza, el piso que nos enseñó el chico cuya mujer tenía una prima que vivía en Tenerife, el piso que tiene un baño con bañera y ducha! Ese es el piso que hemos visto y que estamos a punto de alquilar. Supuestamente es por un mínimo de seis meses de alquiler pero el chico que nos lo enseñó por primera vez nos dijo que se podía negociar la posibilidad de cuatro meses. ¡El piso está perfecto! Vacío y perfecto, y el suelo lleno de pelos del perro agresivo. 

El de la agencia nos lleva en coche al piso. ¡Es la primera vez que Ana y yo montamos en coche desde que estamos en Eindhoven! ¡Y en el mismo coche que tiene Ana en el pueblo! ¡Vamos a nuestro piso en un Opel Corsa! Y disfrutamos sobre las cuatro ruedas, aunque por esta ciudad preferimos ir andando o en bici. Además los conductores de Eindhoven son un poco temerarios y no saben aparcar. ¡Lo que les cuesta aparcar bien un coche! Tanta bici, tanta bici pero a la hora de coger un volante no tenemos ni idea. El piso está igual que lo dejamos la otra vez, aunque sin perro. 

De nuevo en la agencia comenzamos a tramitar todo lo necesario para que nos entreguen las llaves del piso hoy mismo, hemos abandonado la pensión y no tenemos sitio donde pasar esta fría noche. Le entregamos nuestros pasaportes, rellena nuestros datos y nos da el contrato para leerlo. La mayoría de los papeles están en holandés, pero el de la agencia lo va leyendo en inglés. Can you repeat, please? 

Ahora, después de releer nuestras condiciones y todos los apartados donde vemos cantidades de dinero impresas, es el momento de pagar. Tenemos dos tarjetas, las cuales las hicimos en España y nuestras madres van haciendo traspasos de dinero, y necesitamos sacar el dinero en efectivo para pagar al de la agencia. ¡Su lector de tarjetas no reconoce las de nuestro banco! Así que Ana y yo nos vamos de la agencia, les decimos que en unos minutos estamos de vuelta con todo el dinero y llegamos al primer cajero que encontramos. Nos acercamos a la tienda de Marleen para ver si encontramos a Mary y así poder enseñarle el contrato, pero no está, se lo enseñamos a Marleen y se alegra mucho por nosotros. “Congratulations!” nos dicen Marleen y Jolanda, su amiga diseñadora que se cargó la estantería, con cara de felicidad, con una sonrisa de oreja a oreja y casi aplaudiendo de la emoción. Marleen nos dice que Mary ha ido a por unos folletos y que cuando regrese le dirá que nos busque para que celebre con nosotros que tenemos pisos. 

Ana y yo estamos en el cajero y nuestro teléfono común comienza a sonar. ¡Es Mary! Lo cogemos, le decimos que venga al cajero y que creemos que esta noche podremos dormir en nuestro nuevo hogar. Nuestros pensamientos también están pendientes de la furgoneta que le han dejado a los compañeros de Ana, pero seguro que terminamos muy tarde con la agencia y ya no podemos utilizarla. Mary llega y continuamos sacando dinero y… ¡Problema! No podemos tener todo el dinero en efectivo porque en España pusimos un límite de dinero que poder extraer al día y el lector de tarjetas de la agencia no nos sirve. ¿Qué hacemos ahora? No podemos quedarnos sin un piso más. 

Ana y yo llegamos a la agencia, Mary se queda esperando en la calle porque supuestamente solo vamos a alquilar el piso dos personas, ya que en ese piso no podemos vivir tres. Aunque es grande y cabemos perfectamente todos. Llegamos con todo el dinero que hemos podido conseguir, y le decimos que tenemos un problema con nuestro dinero, que no podemos pagarle todo lo que nos piden porque no podemos extraer más dinero en un mismo día, que es de un banco de España, le hablamos de la posibilidad de una transferencia pero nos dicen que para que nos den las llaves el dinero tiene que ser hoy… Un sinfín de cosas que nos hacían creer que nos quedábamos una vez más sin piso. Hasta que, el agente de la inmobiliaria, comenzó a hablar con uno de los que parecían sus superiores. Comprenden nuestra situación, nuestras caras de desesperación y dicen que nos darán las llaves hoy si quedamos uno de nuestros pasaportes en la agencia, en forma de fianza. Cuando le entreguemos el resto del dinero me devolverán mi pasaporte. ¡Y mi pasaporte se queda encerrado en uno de los cajones de la inmobiliaria! ¡Y las llaves de nuestro piso están en nuestras manos! 

Ana y yo llegamos a nuestra linda morada, abrimos por primera vez nuestra puerta, subimos las escaleras y llegamos a nuestra casa. Viviremos en un primero y en un segundo, con una terraza amplia y un vecino que vive en la planta baja, aunque aún nadie lo ha visto. El hombre de la agencia llega a nuestra casa, hacemos revisión de desperfectos para que después no nos atribuyan a nosotros daños que no hemos realizado y nos da la enhorabuena por el piso. También nos dice que la calefacción se regula desde el piso de abajo, que tenemos que decírselo al vecino, y el internet que lo hablemos con el vecino también, para pagarlo a medias. Ahora solamente queda amueblar el piso y encontrar al vecino de abajo para que nos proporcione la contraseña de internet y regule las calderas de la calefacción. 

Una vez que el agente se va y nos quedamos solos, Mary llega. Todos investigamos el piso, nos gusta y estamos contentos. Es tarde y la oportunidad de la furgoneta la hemos perdido. Además nuestras maletas siguen en casa de Aser, el compañero de Señora Rosa, en la otra punta de la ciudad. 

Nos ponemos en contacto con Aser y nos dice que vayamos a la casa donde vive la amiga que está vendiendo sus muebles a precios muy económicos. Además la casa está a la vuelta de la esquina de la nuestra y allí que nos plantamos. ¡Madre mía! Si esto parece un mercadillo. El piso está lleno de cosas descolocadas, de gente que se va y viene, de artículos que se los quitan de las manos y de muebles que nos gustan para nuestra casa. Nos presentamos a todos los que allí están, incluidas dos chicas del trabajo de Ana, y comenzamos a investigar todo lo que venden, que es todo. ¡Una mesa y cuatro sillas por quince euros! Nos la quedamos. ¡Una lavadora y un tenderete por sesenta! Nos lo quedamos. ¡Platos a euros, vasos tirados de precios, cojines, mesas pequeñas! Todo, todo lo queremos. Un montón de artículos de cocina que nos vienen super bien. ¡El microondas por cinco euros! Nos lo quedamos con los ojos cerrados. ¡El pack cinco estrellas: aspiradora, bolsas de aspiradora, fregona, cubo de fregona, cepillo y recogedor! ¡Todo por ocho euros! Sí, sí, vuélvelo a leer. Y esta noche necesitamos, ante todo, unos colchones donde poder dormir. Y los problemas llegan con la cuestión de los colchones, pues los padres de una de las inquilinas del piso llegan de visita mañana y no tienen donde dormir. Nos dicen que hasta la semana que viene no nos podemos llevar la mayoría de las cosas ni los colchones. Lo único que podemos llevarnos es una lámpara que nos vende por un euro. ¡Toma el euro que nos la llevamos! ¡Joder! Seguimos sin tener sitio donde dormir. El suelo pasa de nuevo a la primera opción de la lista. 

Volvemos a nuestro querido y vacío piso, Aser y otra compañera de trabajo de Ana nos traen las maletas en coche. ¡Muchas gracias! Menos mal que no nos ha tocado de nuevo una caminata de maletas… Y ya estamos instalados. La terraza vacía, la cocina vacía, el servicio vacío, el salón lleno de maletas y la habitación vacía. ¿Qué más se puede pedir? 

Y aquí estamos los tres, sentados en el suelo de nuestra casa, con la mayoría de la ropa casi sacada de las bolsas de plástico en las que llegaron envasadas al vacío, escuchando un poco de música porque no tenemos internet y preparando nuestras camas para la noche. Como el suelo está lleno de pelos, del antiguo perro que protegía la casa, los barremos un poco con la mano y ponemos nuestros chubasqueros en forma de primera capa para nuestra cama. Algunos abrigos harán la función de almohada y algunos jerséis intentarán ser colchones, alguna que otra chaqueta nos abrigará y, esperemos que, el Dios de Holanda se apiade de nosotros esta noche tan larga. Por cierto: creemos que Nicole Kidman también ha abandonado la pensión y se ha mudado con nosotros. 

Y llega la noche, la larga noche, sobre el suelo y acurrucados como vagabundos en un banco nos encontramos. Dice Mary que parecemos verdaderos okupas. ¡Hemos encontrado un piso vacío y allí que nos hemos metido! Es la sensación que damos. 

Y entre las cuatro paredes vacías, a la luz de la lámpara de un euro, el suelo lleno de maletas y lo más cómodo que se puede estar sobre el suelo, intentaremos pasar, de la mejor y más rápida manera posible, la noche tan larga que se presenta ante nuestros cansados ojos. ¡Buenas noches, si son posibles! 



Es bonito ver cómo te dan la mano, cómo nos enseñan el camino, abriéndonos los ojos y regalándonos la mejor de las veredas. Es bonito que te dejen sitio, que te hagan un hueco y que te inviten a tomar asiento. Y las cajas que estaban vacías se van llenando poco a poco y las que estaban repletas de cosas empiezan a verse desalojadas. Las paredes tristes comienzan a ser felices, pues los nuevos ocupas invaden su interior. Las paredes que, después de mucho tiempo, vuelven a estar desiertas esperan ansiosas la llegada de nuevos habitantes, nuevas cajas y nuevas ayudas entre veteranos y recién llegados. Son nuevos despertares y nuevos amaneceres. 

Es todo lo que nos depara el destino: ver los desenlaces que se topan en tu camino y vivir los comienzos, hasta que llegue el momento en el que el destino te regale un desenlace. Un desenlace acompañado, como siempre, por un nuevo comienzo, que te empuja, una vez más, a volver a empezar. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

No hay comentarios:

Publicar un comentario