Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

sábado, 20 de octubre de 2012

"The things that are broken"

20 de Octubre de 2012.

Nuestras cosas, esas cosas que se rompen. Que se rompen porque no están a vuestro lado, respirando confusas y nerviosas, y desconociendo que siempre hay tiempo para reparar lo que parece haberse estropeado. Nuestras cosas, convirtiéndose en las cosas que se rompen.



Las cosas, a las siete y media de la mañana, se ven peor que nunca: tienes sueño, quieres seguir durmiendo, no quieres abandonar tus calentitas sábanas y no tienes ganas de lavarte la cara. Eso es lo que nos pasa al despertar, pero un largo día nos espera y no hay tiempo suficiente como para pasarlo tumbado en la cama. ¡Buenos días! 

Mary y yo invadimos la bicicleta, dejamos a Ana durmiendo, y nos vamos a la tienda de Marleen. Ella le ha dicho a Mary que si yo puedo ir a ayudarlas y yo claro que voy. Pasamos por el centro con la bici, ahora con más cuidado que nunca porque no se puede montar en bicicleta por las zonas peatonales. ¡Es cierto! Preguntadle a Mary, que ayer iba ella tan feliz con su bici mirando escaparates y cuando dirigió la vista al frente una mano de policía ordenando “Stop” se encontraba a unos centímetros de ella. “Ops, I am sorry” dice Mary haciéndoles creer a la policía que no sabía que no se puede pedalear por esas calles. “Pues ya lo sabes, maja” pero en holandés o en inglés. 

Llegamos a la tienda de Marleen, “Dutch Desing Year” (Año del diseño holandés), y allí está la diseñadora que se pone muy feliz al vernos. Nos saluda con tres besos a cada uno, nos ofrece café, me pregunta que qué tal ayer con el trabajo de Derek y nos ponemos manos a la obra con lo que tenemos que colocar. ¡La mañana se pasa volando en la tienda! Y se nota que ha empezado La Semana del Diseño Holandés porque hay mucho ajetreo de diseñadores y curiosos que se quedan fascinados con los diseños que se venden en el local. 

Mary y yo hemos comenzado a intentar desembalar una estantería de madera que pesa un montón y que está protegida con piezas enormes de madera. Nos dice Marleen que es mejor esperar a que llegue una amiga suya para que pueda ayudarnos, así que aparcamos el trabajo de la estantería y continuamos con otro. Y comenzamos a colgar del techo unas lámparas de madera con la ayuda de unas puntas, un poco de hilo grueso, una escalera de madera que pesa un montón y una taladradora cuya marca es “Makita”. “¿Dónde está la Makita?” se oye casi todo el día en la tienda. Colgamos las lámparas con un estilo personal y de diseño y Marleen nos dice que “tenemos estilo de tienda”. Oh, gracias. 

Y llegan las once y llega la amiga de Marleen. Nos ponemos manos a la obra con la pesada estantería, cogemos la Makita y continuamos desatornillando las maderas que nos impiden sacar la estantería de su cobijo. Marleen y su amiga son las típicas chicas que visten con tacones, super conjuntadas y con mucho estilo y complementos. Pero también son las primeras que cogen una taladradora o un martillo para aporrear lo que haga falta. Es divertido ver a Marleen, tan guapa y con taconazos, con una taladradora en la mano. ¡Mujeres al poder! Hay un problema: hay tres tornillos a cada lado de la estantería, dos maderas enormes que están sujetas gracias a esos tornillos y hay un tornillo a cada lado que es imposible de quitar con la taladradora. ¡Qué desesperación! Cogemos un martillo para intentar extraer uno de los tornillos que se nos resisten, no sale y cogemos otro martillo más grande. Jolanda, que es la amiga de Marleen y que se pronuncia como Yolanda en español, se ríe al ver nuestras técnicas para extraer la estantería. Después de un fracaso más con el martillo Mary va a por un serrucho para cortar la madera que rodea al tornillo. ¡Es imposible! Mary comienza a serrar como una loca, yo continúo a martillazos contra el tornillo enemigo y Jolanda no puede parar de reír. Y, después de varios golpes más, conseguimos separar las maderas y quedar la estantería libre. Sobre un pallet de madera, pero libre. Ahora ha llegado el momento de levantarla del pallet y quedarla en el suelo. Con la ayuda de, ahora sí, Marleen la cogemos entre los cuatro y la dejamos en el suelo. ¡Es preciosa la estantería! Tiene un montón de baldas de madera y gracias a unos cortes en los estantes, creando una profundidad en las maderas, se forma la silueta de una lámpara que ocupa toda la altura de la estantería. Y pulsas un interruptor, que queda oculto bajo la estantería contra el suelo, y la lámpara ficticia se ilumina, iluminado de este modo todo el mueble. ¡Precioso! 

Y llega el momento que desencadenaría lo peor que podría pasarle a la estantería. Sí, la luz de la lámpara se apaga y Jolanda intenta arreglarlo. Me pide ayuda para que levante un poco la estantería para que ella pueda conseguir que el circuito haga contacto bajo el mueble. La luz vuelve a encenderse, pero con las mismas se apaga. Y así varias veces. Jolanda dice que, como el circuito se encuentra bajo la estantería, hay que tumbar el mueble entero en el suelo y así poder arreglar el problema de la luz. “¡No es una buena idea!” dice Mary a Marleen y Jolanda, pero la chica insiste en que es la única manera de arreglarlo. ¡Muy bien! Jolanda y yo nos agarramos fuerte a las baldas más cercanas al suelo para levantarla y después tumbarla. Marleen y Mary se agarran a las más superiores para sujetarla cuando vaya tumbándose poco a poco. La estantería está en el aire, casi tumbada pero aún en el aire. Nuestras gotas de sudor comienzan a asomar la cabeza cuando ¡ocurre, desgraciadamente ocurre de verdad! 

Al igual que el Mar Rojo se separó en dos ante las plegarias de Moisés, al igual que el Titanic se separó en dos para descansar sobre las frías profundidades del Atlántico y al igual que el Lazarillo se separó de su querido maestro el de Tormes la estantería se ha separado en dos para alegrarnos la ajetreada mañana. ¡Oh, Dios de Holanda mío! ¿Qué ha pasado, cómos se ha despegado, por qué a nosotros, cuánto dinero hemos desperdiciado, que pensará el diseñador de la estantería de todo esto, cómo vamos a arreglarla? Panic attack! 

Mary se cabrea, había advertido que no era una buena idea. Marleen pone cara de preocupación, la misma que puso cuando escuchó por primera vez a Mary hablar en inglés. Jolanda parece no inmutarse, no se sentirá orgullosa de su idea de tumbar la estantería. Y yo me quedo con cara de “espero no tener que aportar dinero para cubrir los gastos de esta estantería de diseño”. 

Intentamos arreglarla pero es imposible, pues los cables que conectan el circuito de la balda más inferior con los leds que iluminan la lámpara ficticia se han salido de las maderas que atraviesan verticalmente la estantería. ¡Qué horror! Ponemos la parte superior encima de la inferior, disimulando un poco que están divorciadas y Marleen cubre los cables poniendo una silla delante de la estantería. ¡Más tarde intentarán arreglarla! 

Es entonces cuando descubro, en las maderas donde venía embalada la estantería, que hay un papel donde puede leerse el destinatario y el remitente del mueble. Obviamente el destino es la tienda de Marleen y ¡espera un momento! El remitente es el estudio de una tal “Jolanda Van Deer No se qué”. ¿Jolanda? ¿De qué me suena ese nombre? Oh. ¿En serio? ¿La diseñadora de la estantería es la misma Jolanda que acaba de separar en dos la misma estantería? ¡Está loca! Si se supone que la has diseñado conoces los materiales y la fragilidad que tiene tu producto. ¡Y se te ocurre la genial idea de tumbarla! Enhorabuena Jolanda. 

Llegan las dos de la tarde y Mary y yo volvemos a la pensión para comer con Ana. Al llegar llevo a Ana en la bici al Albert Heijn para que compre un bote de espuma del pelo y Mary se queda cocinando. ¡Nos hace una tortilla de patatas que está buenísima! Tortilla de patatas en Eindhoven, ya era hora. ¡Que echo mucho de menos las de mi madre! Hemos disfrutado mucho con nuestro manjar de hoy. Descansar de tanto sándwich nunca viene mal y descansar con algo como una tortilla es mucho mejor. 

Después de nuestra exquisita comida nos vamos a la habitación, Ana roba el ambientador que hay en el servicio común de la pensión y lo trae a nuestra habitación porque esto no hay quien lo ventile. Estoy deseando fregar los platos para, después, echarme en las manos un poco de crema hidratante que hay en la cocina con olor a coco. Deducimos que somos los únicos que nos hidratamos de la pensión y decidimos traer también a la crema a la habitación. ¡Qué bien huele! Y nadie la usa, solo nosotros. Llegamos a la habitación y Mary comienza a hablar con María por internet, después ponemos la web cam y los primeros segundos ninguno somos capaces de hablar. Qué emoción, en esos momentos nos hemos dado cuenta de lo que la echamos de menos. Nos hemos reído los cuatro juntos, diciendo tonterías, diciendo cosas serias, hemos hablado de nuestras cosas y podemos afirmar que nada cambiará con la distancia. ¡María vente ya! ¿A qué estás esperando? Hago un llamamiento desde aquí para decir que todo aquel que vea a María por la calle le obligue a venir. ¡Te echamos mucho de menos! 

Y llegan las cinco y media y llevo a Ana al restaurante en bicicleta. Y después de ese momento no me bajo de la bici hasta dos o tres horas después, pues Mary dice que tenemos que ir a por unos folletos y unos carteles de La Semana del Diseño, y vamos, y se los llevamos a Marleen, y nos da las gracias una vez más. Después seguimos en bicicleta hasta que llegamos al Jumbo. ¡Te echábamos de menos Jumbo! Nos bebemos unos cafés gratis y compramos algo para la cena, además de una botella de vino y una de fanta de limón. ¡A mí no me gusta y Mary se la está bebiendo sola! No sé cómo acabará la diseñadora… 

En la puerta de la pensión nos topamos de nuevo con Fátima, la chica española de Madrid que también duerme en la pensión, nos dice que va a salir de fiesta, que si nosotros no salimos, que le gusta la ciudad aunque a veces la ve fea, que las habitaciones huelen raro y nosotros le decimos que hemos robado un ambientador, que qué tal nos van las cosas y todas esas cosas que se dicen en una conversación a las puertas de una pensión que, incluso ella, califica de mala muerte. ¡Aunque a nosotros nos gusta! 

El momento de la cena ha sido muy íntimo y romántico, aunque nosotros no tengamos ninguna de esas dos cosas. Mary y yo nos hemos ido a la cocina, hemos empezado a cocer patatas, a hacer una salsa barata que hemos encontrado en el supermercado y a catar unas rebanadas con nuestra querida nocilla. Mientras yo intento abrir la botella del vino, pues el tapón está presionado en ella y no tenemos saca-corchos. Cinco minutos más tarde… ¡¡¡Ploooooopppphhhh!!! Mary me ha mirado y me ha descubierto con la cara llena de vino, mis gafas pidiendo a gritos un limpia parabrisas, mi sudadera de Los+Ka llena de pintitas del rojizo líquido, un cuchillo introducido en la botella de vino y una expresión de “¡Qué asco!”. El tapón se ha colado en el interior de la botella con fuerza y ha conseguido montar esa obra de arte. Corriendo me he quitado la sudadera, la hemos metido en el fregadero y la hemos bañado en Fairy. ¡Espero que se quiten las manchas! Parece que tenemos un mal de ojo echado a nuestras sudaderas: primero fue la de Ana, pues alguien de su familia o incluso ella misma, la destiñó en la lavadora y se le quedó un color raro. La segunda fue la de Mary, que se manchó de tinta de bolígrafos al estar estudiando inglés para impresionar a Marleen. Y la tercera la mía, que un chorro de vino me ha bañado sin piedad. 

¿La cena? Exquisita. Mañana todos los detalles. Y ya sabéis el resto: nos vamos a duchar, a poner el pijama o lo que pillemos por ahí, esperaremos a Ana despiertos o dormidos, llegará a las tantas de la madrugada, tocará el cristal de la ventana y Mary abrirá la puerta con cara de zombie, Ana vendrá cargada de energía y de cerveza y no nos dejará dormir. A ver si hoy trae alguna buena noticia. Esperemos que mañana el despertador no suene a las siete y media… 



Nuestros corazones se dividen, haciéndose más fuertes por separado, ilusos de ellos, o más débiles al no estar a vuestro lado. Las lágrimas resbalan por sus vértices, queriendo correr hasta alcanzar el lugar del que han salido. Nuestros corazones se dividen, dejando una parte con vosotros y otra viajando al fin del mundo, sin consuelo ni reparo. Esos corazones que nunca tuvieron dueño y que, a la vez, todos están amarrados a él. Nuestros corazones, ilusiones, metas y sueños se enmudecen, quedando cabizbajos y sintiendo que, a veces, no sienten nada. Nuestra felicidad y nuestras sonrisas siempre necesitarán la parte que allí hemos dejado, la parte que nos falta para completar este puzle inacabado. Un puzle que añora a sus piezas más importantes, preguntándose cuándo volverán y dónde han ido a parar. Nuestras cosas, siempre cosas, quedarán rotas hasta que podamos volver a respirar juntos y abrazados, agarrados de la mano. 

Nuestras cosas, esas cosas que se rompen. Que se rompen porque no están a vuestro lado, respirando confusas y nerviosas, y desconociendo que siempre hay tiempo para reparar lo que parece haberse estropeado. Nuestras cosas, convirtiéndose en las cosas que se rompen.



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

1 comentario:

  1. Mientras leía estaba deseando ver una foto de esa estantería...pero mas tarde con el desastre que aconteció pensé es normal !muchas veces el diseño es poco práctico, mal pensado y peor ejecutado y de los diseñadores que te voy a contar ... conozco a unos cuantos y pocos saben usar una Makita; en fin se ve qe lo importante en ese mundo es ser original.un beso desde casa escolástica

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