Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

lunes, 1 de octubre de 2012

"Le prenderemos fuego a la lluvia"

01 de Octubre de 2012.

La pequeña Meike cogió uno de los tulipanes más hermosos y grandes que estaban a su alrededor. Lo sujetó con sus pequeñas manos blancas y corrió hacia su madre. La niña, sonriente, le entregó la bella flor extendiendo su brazo todo lo que pudo, hasta alcanzar la cintura de su madre. 

-Ésta flor es para que siempre me recuerdes.-dijo la pequeña mientras su madre, tras haber aceptado el regalo, disfrutaba del olor que la flor desprendía. 

-Cariño. ¿Por qué dices eso?.-preguntó sorprendida. –No necesito que me regales flores para recordarte. Yo siempre voy a hacerlo. 

-¿Por qué estás tan segura de ello?.-dijo, preocupada la pequeña, temiendo que algún día su madre la olvidara. -¿Qué pasará si algún día el tiempo nos distancia? 

-El tiempo puede distanciarnos en kilómetros pero nunca podrá distanciar nuestros corazones.-contestó muy segura la madre, aún sosteniendo el bello tulipán. –Vayas donde vayas, estés donde estés, yo siempre estaré contigo. A miles de kilómetros o a centímetros de ti. Por ti haría cualquier cosa, cosas imposibles. 

-¿Qué cosas mamá?.-preguntó la pequeña niña intrigada. -¿Qué cosas imposibles? 

-Yo por ti… prendería fuego a la lluvia. 




Una botella de alcohol vaciada por las gallinas holandesas, tres vasos de plástico y una esponja seca descansan sobre el pollete de la ventana. Un par de calcetines de hombre, dos pares de chica y unos calzoncillos reposan sobre la estufa de la habitación. Un par de bragas cargadas de rayas de colores se dejan asomar por uno de los barrotes de la cama y un par de toallas muestran su totalidad enganchadas desde las camas de arriba de las literas. Los rayos de sol, los escasos rayos, comienzan a colarse por los ventanales sin barrotes de la habitación. El doble cristal protege el interior del frío, pero sigue haciendo frío. Tres sudaderas color mostaza comienzan a revolverse entre las calentitas sábanas entre las que forman sus nidos nocturnos. En la calle Stratumsedijk ya circulan varias bicicletas. Un nuevo día ha llegado a Eindhoven. 

Lunes, la semana comienza con fuerza. Hace una semana estábamos disfrutando de la última noche en el pueblo y ahora estamos a dos mil kilómetros de él. Dos mil. Se dice pronto. 

Nos ponemos en pie. Botas, vaqueros, jerséis, bufandas y abrigos. La calle es nuestra, ya que casi todo el mundo va en bicicleta. Aquí hay muy pocos peatones, por eso los semáforos para los que aún no hemos evolucionado a la bicicleta duran tan poco en verde. ¡Queremos una bici! Hoy toca ir de bares pero no a beber cerveza precisamente, si no a buscar españoles que puedan ayudarnos tanto en el sector del trabajo como en el del alquiler de piso. Nos topamos con “Señora Rosa”, un bar español en el cual no dudamos en entrar. Somos recibidos por una chica bajita y nos habla en español. ¡Qué alegría! Nos presentamos, le contamos nuestra situación y entregamos nuestros currículum. La chica es portuguesa y nos dice que la dueña del bar no quiere contratar a más gente española porque a la hora de estar en contacto con el público tienen problemas con el idioma. Nosotros le hemos dicho que queremos trabajar en lo que sea, que no hace falta estar de cara al público. Y entonces ha sido cuando ha llegado el subidón y una pequeña luz al final del túnel. ¡La chica dice que puede que necesiten a una chica para limpiar! Ana es la solución para esa chica. Nos hemos emocionado. Esperamos ansiosos la llamada… 

Después del pequeño mensaje de esperanza que se nos ha quedado al abandonar el bar hemos ido hasta la oficina de empleo de Eindhoven. Pues, al igual que en España, necesitamos un documento (el BSN) para poder trabajar y alquilar un piso. En el camino hemos encontrado a nuestro amigo el italiano, el que tira medias pizzas a la basura, y todos hemos ido juntos. En fila y agarrados de la mano. ¡Es broma! Aunque él seguro que sí quiere agarrar las manos de alguna de estas dos. Llegamos a la oficina de empleo y lo más fuerte es que ¡está vacía! ¡No hay gente en las colas! ¡No hay desempleo en Eindhoven! Por suerte nos hemos entendido bien con ellos. La gente es muy simpática y amable. No hemos tenido ningún problema a la hora de sacarnos dicho documento, excepto en una palabra: Appointment. Maldita palabra. ¿Pero qué es “appointment”? La chica nos preguntaba si teníamos una cita. “Appointment” significa “cita”. ¡Qué pavos! En el momento en el que no entendíamos la dichosa palabra he visto al guarda de seguridad tras la señora que nos hacía la pregunta. “¡Díos mío! ¡En estos momentos somos como los rumanos que van a España a por trabajo y no se entienden con las del SEXPE!” he pensado, imaginando al “segurata” agarrándonos por los hombros e invitándonos, amablemente, a abandonar el edificio. Por suerte la gente aquí no es así. Somos muy mal pensados. ¡A partir de ahora pensaré más en holandés! Bueno no. En holandés no que es un idioma muy difícil. ¡Intentaré pensar como piensa un holandés! Así sí. 

Al salir con nuestro documento en las manos, nos despedimos de nuestro amigo el italiano y nos dirigimos hasta “El Patio Andaluz”. Después de una hora, más o menos, de caminata llegamos a él y entramos. ¡Sevillanas y coplas para ambientar! ¡Qué gusto escuchar estas cosas por aquí! El bar está cerrado pero conseguimos hablar con el encargado de la administración. Nos dice que en ese bar todos sus empleados son españoles excepto los camareros que son holandeses, ya que tienen que entenderse con los residentes. Nos dice que nos acerquemos mañana a partir de las tres de la tarde. Hoy el dueño no estaba y es mejor hablar en persona con él. ¡Tenemos esperanzas! Olé olé. 

Después de comprar otra ensaladilla de un kilo de un euro en el supermercado y comérnosla en el césped de la universidad nos disponemos a volver al albergue. ¡Se me olvidaba! Hoy nos hemos permitido un capricho: hemos comprado tres latas de Coca-cola. ¡Sí! ¿Qué pasa? Es un capricho de verdad, ahora solamente bebemos agua y café gratis del Jumbo. Bueno café gratis del Jumbo y ahora de otros sitios porque parece que ¡hoy ha llovido café en Eindhoven! Nos han repartido sobres de Nescafé en la puerta de la universidad y después, paseando por el centro, hemos descubierto que ¡han dejado más sobres de café enganchados en todas las bicicletas aparcadas! ¡Qué maravilla! Café gratis por todas partes. ¿Alguien le ha rezado a Dios? ¡Encima no necesitamos ni leche! En el sobre viene café, leche en polvo y azúcar. ¡Es un lujo para los tiempos que corren! Los tres nos hemos puesto a coger sobres hasta que Ana se ha dado cuenta de que pertenecen a la gente de las bicicletas. ¡Ana si está en la calle es nuestro! ¡No, no, no! Yo tenía que pensar como piensa un holandés… ¡Seguro que el karma nos hace otra de sus jugarretas por robarles café a los ciclistas! 

Aunque he de decir que al ducharme he pensado como un holandés. Me he encontrado un bote de “Gel for men” en la ducha. He pensado en quedármelo, es cierto, pero no lo he hecho. ¡Lo he olido y lo he quedado en su sitio! Supongo que cada vez vamos siendo más holandeses. Bueno… ¡me he echado un poco en la esponja! ¡Qué bien huele! 

Hoy es nuestra última noche oficial en el albergue, aunque tendremos que ir alargando el plazo día tras día hasta que encontremos un cuchitril donde comenzar una nueva vida. ¡Hemos recibido varios correos respondiendo a nuestras propuestas! Lástima que la mayoría nos dice que “Sorry pero este apartamento es solo para una persona, sorry pero este estudio es solo para una persona, sorry pero este garaje es solo para una persona…” La buena noticia es que uno nos ha dicho que quiere tener una “appointment” con nosotros el jueves a las cuatro de la tarde. ¡Solamente hay un problema: ese piso se alquila para una persona! No sabemos qué hacer… 

El día parece haber ido bien. Comenzamos a tener repuestas, aunque la mayoría sean negativas siguen siendo respuestas. Parece que entendemos y nos soltamos un poco más con el inglés, los bares españoles pueden ser la solución a algunos de nuestros problemas y los desayunos los tenemos resueltos con nuestros cafés gratis. Hemos visto una diminuta luz al final del túnel. Hoy estamos positivos. Mis “blondes” siguen estudiando inglés y buscando más pisos. Yo robo un poco de tiempo para seguir carteando con todos vosotros. 

Creo que hoy lo tenemos más claro que otros días: nos gusta esto, nos gusta esta ciudad, queremos montar en bicicleta, hablar español y tener hijos rubios. Queremos oler a tulipán y vivir en la ciudad de las bombillas. Queremos hacer la compra del mes en un Jumbo, dormir en un sofá-cama en algún estudio del centro de Eindhoven e intentaremos tener un jardín precioso que de la bienvenida a nuestra futura casa. Haremos todo lo posible por quedarnos aquí. Haremos cosas imposibles. Si hace falta… prenderemos fuego a la lluvia. 


La pequeña Meike sonrió a su madre y comprendió todas las palabras que acababa de pronunciar. Los kilómetros jamás conseguirían separarlas. La mujer disfrutó de nuevo del olor del tulipán que su hija le había regalado y sonrió. 

-Prenderé fuego a la lluvia contigo si hace falta mamá. 

Y ambas se fundieron en un abrazo eterno entre un millar de tulipanes. Un millar de tulipanes que fueron testigos de las palabras que una madre pronunció a su pequeña. Unas palabras que quedarían grabadas de por vida en la pequeña Meike porque, por muy imposible que parezca, las palabras y los sentimientos de una madre perduran en el tiempo y son capaces, realmente, de hacer cosas imposibles. De prender fuego a la misma lluvia.

Estamos bien. estamos aquí, estamos en Eindhoven.

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