Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

miércoles, 10 de octubre de 2012

"The playwrights of vertigo"

10 de Octubre de 2012.

Los cuatro dramaturgos entraron en la sala, ocuparon las cuatro sillas de madera que había en ella y apoyaron sus codos sobre la gran mesa que tantos libros contenía. Se miraron, inquietos, y ninguno fue valiente para preguntar sobre el significado de aquella palabra. Todos desconocían su significado y todos, orgullosos, silenciaron su ignorancia ante él. 

La puerta que se comunicaba con el gran patio central se abrió gracias a la ayuda de un hombre bajito, con muy poco pelo en la cabeza y vestido con una larga túnica de un marrón oscuro que conseguía que su piel blanca destacara más de lo normal. Todos lo conocían como “El Ilustrado”. Cerró la puerta y se dirigió a los cuatro hombres que rodeaban la mesa. 

-Quiero que escribáis la mejor obra teatral que se haya representado jamás sobre ese escenario.-dijo el hombre de la túnica marrón, elevando la voz conforme avanzaba el discurso. –Tienes que ser una obra que impacte al público, que los quede a todos sin palabras.-el hombre hizo una breve pausa. –Y ya conocéis la palabra que deseo que se convierta en el tema central. Vértigo. Ésa es la palabra. ¿Está todo correcto?.-preguntó para dar por finalizado su discurso. Uno de los hombres que permanecían sentados se puso en pie. 

-Señor: ¿cuál es el significado de “vértigo”?.-preguntó casi avergonzado por desconocer su significado. El resto de hombres se aliviaron por no haber sido ellos los que formularon la cuestión. 

-¿Desconoce su significado?.-preguntó “El Ilustrado” sin poder creer lo que había escuchado. –Está bien.–hizo una pausa y continuó. -“Vértigo” es… -hizo una pausa de nuevo, pensativo, y todos los dramaturgos le observaron intrigados. Todos permanecieron en silencio, hasta que el hombre de la túnica marrón continuó hablando. 



Eran las dos de la mañana, la luz de la habitación se encendió, Mary se revolvió entre las sábanas y yo miré cómo Ana entraba en la habitación del albergue. Hablamos de cómo le ha ido el día en el restaurante y, de repente, empezamos a escuchar música que llega hasta nuestra habitación. ¿Pero qué fiesta han montado ahora? Y nos bajamos de la cama, bajamos las escaleras y nos asomamos por la puerta de la sala de estar del albergue. ¡Y allí estaban, los dos, bebiendo cerveza y riendo a carcajadas! Carcajadas que quedaban silenciadas por el volumen de la música discotequera. ¡Nuestro amigo el italiano y uno de los dueños del albergue, el de la gorra, están celebrando algo! La historia cambia cuando nos ven asomados por el cristal de la puerta, sonríen y nos invitan a unirnos a la fiesta. ¡Y nos unimos! 

6 horas más tarde… 

El despertador suena y nos arrepentimos de las horas perdidas de anoche. Me tiro de la cama, me meto en la ducha y me visto. Pasamos casi toda la mañana buscando pisos por internet y abriendo y cerrando nuestros correos para ver si tenemos respuestas de nuestros agentes inmobiliarios. ¡Malditos seáis! Si os tendríais que estar pegando por alquilarnos un piso. ¡Vaya inquilinos os estáis dejando escapar! 

Mary tiene que irse a las doce y media a la tienda de Marleen y Ana y yo no tenemos que ir al Jumbo porque tenemos un bote de salchichas y un bote de mahonesa de ayer. Así que hoy hemos comido perritos calientes pero, desgraciadamente, sin estar calientes. Mary siempre come con Marleen en la tienda. Comen sándwiches que Mary va a comprar a la tienda favorita de la diseñadora: Hema. Hema es el nombre de la tienda, no el nombre de una diseñadora. La diseñadora es Marleen y Marleen loves Hema. 

Tenemos una cita con un agente inmobiliario a las tres de la tarde. Nos toca ir a conocer por dentro la casa donde ahora vive la chica de color con el pijama feo. Nos llevamos la bici de Marleen y Ana y yo llegamos allí a las dos y media. ¡Con el tiempo sobrado para que no nos pille el toro! ¿En Holanda hay toros? Olé, olé. 

El hombre llega cinco minutos después, nos dice que el otro día el estuvo montado en el coche y que no nos vio. Nosotros le volvemos a repetir que el nombre de la calle estaba equivocado. No ocurre nada y el hombre parece muy simpático. Nos dirigimos a la casa y entramos en ella. La chica de color parece que ha salido un momento. La casa consiste en una sala grande donde hay un sofá-cama, dos mesas, sillas, una caldera, una estufa grande, una televisión y varios muebles. También hay una pequeña cocina donde sí hay lavadora y un pequeño cuarto de baño con lo esencial. Lo bueno de esta casa es que en el precio está todo incluido, incluso internet, no es mucho dinero y tenemos un pequeño patio donde poder chillar si nos ahogamos de claustrofobia entre las cuatro paredes de dentro. Nos gusta y, como es para tres meses, podemos alquilarlo por ese tiempo mientras buscamos algo más amplio. El señor de la agencia nos da su tarjeta y le decimos que le enviaremos un correo con nuestra respuesta. La casa estaría disponible a partir del 1 de noviembre, ya que la chica de color no lo abandona hasta entonces. El caso es que si nos lo quedamos… ¿qué será de nuestras vidas hasta ese día? ¡Dios de Holanda! ¡Help me! 

Ana y yo vamos a pagarle una noche más al dueño del albergue. Estamos en la sala de estar y dos chicos nos escuchan hablar. ¡Españoles! Comenzamos a hablar con ellos, son de Valencia, aunque uno de ellos es argentino, y vienen aquí a trabajar. Éstos vienen con dinero porque mañana comienzan a vivir en un apartamento muy caro. Nos dicen que en la tienda Hema se desayuna todos los días de nueve a diez por un euro. Nosotros le decimos que bebemos café gratis del Jumbo. “¡Bueno, cada uno tiene sus propios métodos de supervivenshia!” me dice el argentino valenciano. Seguro que algún día vamos al Hema a por esos desayunos y nos topamos con ellos. ¡Hasta luego paisanos! 

Mary necesita la bici a las cinco de la tarde, ya que tiene que ir a medir las dimensiones del salón de una casa sin Marleen, y viene al albergue a por ella. Se va y espera poder llegar con tiempo para que yo pueda acercar a Ana al restaurante en bici, pero no llega con tiempo y Ana se va andando. ¡Que te sea leve! Qué pena no poder llevarte en bicicleta. Los músculos de mis piernas ya se están “holandelizando”. ¡Dale recuerdos a la Señora Rosa! 

Mary llega y continuamos con los dilemas de los pisos. Le explico cómo es la casa que hemos visitado esta mañana y creemos que por tres meses es un buen sitio donde vivir. ¡Si vamos a tener de todo, en poco espacio, pero de todo! Mary ha llegado con regalos para todos: a Marleen y a ella le han sobrado unas lonchas de jamón de york y unas de queso y un bote de zumo natural de naranja de dos euros del Hema. ¡Y Marleen le ha dicho que se las traiga al albergue! Anda que... Marleen nos da bici, Marleen nos da casi que de comer... Definitivamente: Marleen mola.



La noche anterior, sobre las dos de la mañana, el italiano y uno de los dueños del albergue nos invitan a pasar a su fiesta particular… 

Ambos beben cerveza, se ríen, hablan en inglés y nos hablan en inglés. Resulta que anoche fue la última noche del italiano en el albergue, que se va a Londres a buscar trabajo, cosa que en Eindhoven no ha hecho. Y lo están celebrando en forma de despedida. Nuestro amigo el italiano el que enseñó a Ana el vocabulario, el que parecía que vivía en el patio interior, el que vino con nosotros o nosotros con él a la oficina vacía del “paro” de Eindhoven. ¡Te echaremos de menos “italianini”! 

El caso es que nos unimos a la fiesta. El dueño del albergue nos invitó a dos chupitos, del tamaño de dos chupitos normales en España, de licor 43 a cada uno. ¡El italiano y el del albergue solamente le dan un trago a los chupitos! ¡Se lo beben poco a poco! Se quedan sorprendidos cuando ven que nosotros quedamos los vasos limpios de un solo trago. Dicen que hay que saborear y disfrutar del chupito poco a poco. Yo les digo que en España somos unos borrachos. 

El dueño del albergue, el de la gorra, nos hizo un truco de magia con cartas, nos quedó con la boca abierta, bebieron cerveza y nos llenó nuestra botella de coca-cola barata del Jumbo de agua. Nuestro amigo el italiano hacía cosas raras y ponía caras peores. Suponemos que iba pasado de alcohol. 

Nos aburrimos, no es una fiesta de nuestro tipo. Seguiríamos bebiendo chupitos gratis pero mañana tenemos que madrugar. ¡Qué responsables! I´m sorry. Les dijimos que nos íbamos a la cama, nos abuchearon y subimos las escaleras hacia nuestra guarida. 

Nos dormimos entre nuestros nórdicos de Ikea y así hemos amanecido, con el sabor del licor 43 aún en nuestros labios. Y ahora, muchas horas después y después de lo que hemos hecho hoy, estamos de nuevo en la habitación. Ana, por suerte, en el restaurante. Los nórdicos comienzan a echarnos de menos. 



Cientos de años más tarde un chico se preguntaba por el significado de aquella misma palabra. Era curioso, pues en aquellos momentos todo lo que le rodeaba parecía haberse convertido en ella. 

Vértigo. Es lo que sientes cuando subes a un edificio que casi llega a las nubes, lo que te ocurre en una montaña rusa, al escalar la montaña más alta del mundo o lo que te ocurre cuando estás a miles de kilómetros de donde siempre has vivido. Vértigo. Es lo que sientes cuando subes a un avión con destino Eindhoven, cuando tu cabeza piensa que los objetos que te rodean están en movimiento, lo que sientes al levantarte del suelo y que, de repente, tu visión se vuelva oscura. Vértigo. Es una película de 1958 dirigida por Alfred Hitchcock, de suspense, misterio y cine negro. Vértigo. Es lo que sentimos al pensar que la gente se preocupa por nosotros, esperando una correspondencia que llega en forma de carta diariamente, lo que sentimos al pensar en la gente que nos quiere, que nos echa de menos y que llora de emoción al recordarnos. Vértigo. En estos momentos, esa palabra, significa tantas cosas. Tantas cosas que en estos momentos significan una sola. Vértigo. 

Y los cuatro dramaturgos comprendieron el significado de la palabra. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

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