Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

domingo, 30 de septiembre de 2012

"Blondes in black"

30 de Septiembre de 2012.

Ella suspiró, la aventura comenzaba. El avión cogió velocidad, aún con las ruedas en el suelo. Aceleraba, aceleraba, aceleraba y el cuerpo se pegaba en el asiento en busca de una solución para que todo aquello saliera bien. Un cosquilleo intenso invadió su estómago. Estaban en el aire. Tuvo miedo y sintió la necesidad de notarles cerca, notarles ahí. Extendió una de sus manos al centro del pasillo, manteniendo la vista fija en el techo del aparato, e inmediatamente notó el calor de una mano que la agarraba fuerte, tranquilizándola y haciéndole sentir que todo iría bien. Era la mano de su hermana. Una tercera mano, desde una butaca vecina, se unió en el centro del pasillo a las manos de las hermanas. Él también estaba ahí, dando calor y apoyo. Todo saldría bien. Y mientras el avión cogía altura las manos se mantuvieron unidas, en medio del pasillo, en medio de las nubes y viajando a una ciudad desconocida. Eindhoven les esperaba. 

Seis días más tarde los tres amigos amanecen en la habitación de un albergue. Ahora sus manos se resguardan del frío bajo las sábanas de la cama, escriben palabras en inglés, teclean historias que contar en forma de carta y ayudan a buscar un piso donde poder vivir los próximos meses. 

Anoche se nos llenó el albergue de gente fiestera, anoche se nos llenó la habitación de gente fiestera. Solamente ha quedado libre una cama. Las “Blondes in black” han llegado a la habitación. Todas son rubias y visten de negro, de ahí el nombre que le hemos asignado. Huelen bien. Siguen oliendo bien. He pensado en la frase tan famosa que dijo en su día Victoria Beckham. ¿Realmente España huele a ajo? Es para planteárselo, sinceramente. No exagero: aquí todo el mundo huele bien. 

Dejando los olores a un lado y cogiendo las braguitas por otro. ¡La habitación se ha convertido en un campo de bragas! ¡Y qué bragas! Cómo se nota que nosotros siempre vamos en plan barato porque nuestra ropa interior no tiene nada que ver con su ropa interior. Repito: con SU ropa interior. ¡Qué glamour, qué costuras, qué bordados! ¡Qué tacto! Sí, ¿qué pasa? También las hemos tocado. ¡No tengo la culpa de que dejen las bragas encima de la cama! Somos cotillas y nunca habíamos tocado bragas caras. ¡Éstas no saben lo que se pierden en los mercadillos! Seguro que, anoche, las “Blondes in Black” lo dieron todo en las pistas de baile. ¡Incluso las bragas! 

Las gallinas holandesas han llegado de fiesta y nos han despertado. Han sido silenciosas. El ruido y el jaleo lo hemos conocido cuando las “Blondes in Black” han aporreado las escaleras con los tacones, atravesado el pasillo como si aún estuvieran en la discoteca e invadido la habitación como si fueran las reinas de la pista. Seguro que las “Blondes in Black” son unas “Dancing Queen”. Llegan de fiesta y llegan con calor, normal. ¿Y qué hacen para sobrellevarlo? Pues sí, dormir en bragas, en bragas caras, y abrir las ventanas de la habitación. Pero no abren las ventanas de cualquier manera, si no que lo hacen con la ayuda de mi maleta. Una de ellas ha invadido mi ropero de 20kg con sus pies holandeses para poder liberar el congelado aire de la calle y encerrarlo entre nuestras sábanas. ¡Ha pisado mi maleta de 20 kg! ¡La ha pisado y encima nos congela! Supongo que es una jugarreta inteligente del karma: Yo le toco sus bragas caras y ellas me pisan la maleta. Me parece un trato justo. 

Es por la mañana temprano. Ana y Mary no pueden ducharse porque los baños, que hasta ahora habían sido solamente para nosotros, están llenos de chicas altas y rubias. Mis dos pequeñas españolas han regresado a la habitación de la misma forma en la que se fueron, cargadas de toallas secas y un cuerpo al que lavar. 

Estamos un poco decaídos: Mary sigues estudiando inglés, enseñamos todo lo que podemos a Ana, seguimos buscando piso y no recibimos respuestas de nadie. Nos consuela pensar que nadie contesta porque es fin de semana. 

Antes de comer suena el teléfono móvil. “Mama María Jesús llamando…” 

-Hola.-dicen al otro lado del teléfono. 

-Hola.-respondo. 

-Hola.-vuelve a repetir mi hermana. -¿Qué haces? 

-Pues aquí... buscando piso.-digo dejando a Ana sola con el portátil. 

-Ahm que bien…-un momento. ¡Esta que habla no es mi hermana! 

-¡¡¡ES MARÍA!!!.-grito a los cuatro vientos. Mary y Ana se abalanzan sobre mí y comenzamos todos a dar voces al teléfono. La pieza que nos falta está al otro lado del teléfono. Si cerramos los ojos y la escuchamos es como si los cuatro estuviéramos en la habitación. La conversación ha sido interesante, de las nuestras, de esas conversaciones de andar por casa. Nos ha emocionado. Echamos de menos a mucha gente, pero a ti te echamos mucho de menos. No me llores, que te conozco. 

Creo que el día de hoy ha sido como una montaña rusa de emociones y sensaciones. Estamos raros, bien, pero raros. Después de la conversación con María y de disfrutar de una barra de salchichón que sabe a salami hemos recibido respuesta a un correo de alquiler. “Geachte heer González” así es como se dirigen a mí; significa señor González. Es un apartamento de unos 600 euros al mes y le hemos contestado de nuevo. Esperamos más respuestas. Mañana es nuestra última noche en el albergue, si no conseguimos nada tenemos que ir ampliando nuestra estancia aquí día tras día. 

Hoy han llegado dos chicos vestidos de tuneros al albergue, pero no se quedan a dormir. Creemos escuchar español por todas partes, lo creemos o, más bien, lo deseamos. Nos hemos registrado en la página del supermercado Jumbo, nos enviarán al correo todas las ofertas de trabajo que salgan. ¿Si nos hacen una entrevista de trabajo reconocerán nuestras caras y nos dirán que no estamos aptos para el puesto por beber demasiado café gratis? Espero que no. Ana se comunica con nuestro amigo italiano a través del “google traductor”, mañana visitaremos todos los bares españoles de la ciudad (El Quijote, La Señora Rosa, Mi Gitana y El Patio Andaluz) y también iremos a la universidad, ya que nos han dicho que allí hay muchos anuncios de pisos. Nos hemos puesto en contacto con un chico, que está o que estuvo en Eindhoven, a través de su blog “Un gato gallego en Holanda”. Nos ha contestado, parece simpático. Nos ha advertido que los cafés son muy caros. ¡No hay problema en ello! ¡Nosotros somos más listos que los cafés! ¡Éste seguro que no conoce el supermercado Jumbo donde te los bebes gratis! Estaremos en contacto con él. También hemos descubierto que el perro de los dueños del albergue no es un perro, si no una perra. Es un poco pava y lenta, creo que ella también está afectada por el continuo olor a marihuana de las calles de Eindhoven. Le tiras un juguete para que vaya tras él y su reacción es caminar super lento para agarrarlo con parsimonia con la boca. Ya sabéis: aquí la marihuana es legal, aunque solamente los residentes en Holanda pueden disfrutar de ese “privilegio”. Al lado del albergue hay un coffee shop, los locales donde venden hierba, y todo el día hay gente entrando y saliendo de él. ¡Vaya negocio que tienen montado! 

Las gallinas holandesas y las “Blondes in Black” nos han abandonado esta mañana, a las once más o menos. ¡Volvemos a ser los reyes de la habitación! Echaré de menos las jotas en las gargantas con carraspera, y las bragas caras. Aunque siempre las recordaremos, al menos mientras sigamos en el albergue, porque nos han quedado toda la habitación llena de pelos largos rubios. ¡Qué de pelos! ¡Pelos “blondes”! 

Mañana será un día duro. Mary tiene que quedar con Marleen, que no sabemos si le dijo que quedaban el lunes o que el lunes se quedara estudiando o nosotros qué sabemos. Mañana a las siete estaremos todos listos por si acaso. Ana y yo haremos la ruta de bares españoles. Olé olé. 

Y después de dos noches ajetreadas hoy dormiremos del tirón, supongo. Prefiero tener la habitación solo para nosotros tres y dormir solamente con mis “blondes” favoritas. 

Ella suspiró, la aventura comenzaba. El avión cogió velocidad, aún con las ruedas en el suelo. Aceleraba, aceleraba, aceleraba y el cuerpo se pegaba en el asiento en busca de una solución para que todo aquello saliera bien. Un cosquilleo intenso invadió su estómago. Estaban en el aire. Tuvo miedo y… ¡Oh no! ¡Un pelo largo y rubio de una de las “Blondes in Black” impedía que el avión siguiera cogiendo altura! 

Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

2 comentarios:

  1. No sé si María habrá llorado o no, pero si casi lo hago yo... me puedo imaginar ella.

    Besitos desde Skövde.

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  2. ¡Dani! Jo qué lejos estamos jeje ¿Vendrás de visita, no? Besos desde Eindhoven

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