Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

sábado, 29 de septiembre de 2012

"Sueña que sueña en espanglish"

29 de Septiembre de 2012.

Eran las seis y media de la mañana. Una de las madres lloraba desconsolada, la otra la intentaba tranquilizar, no haciéndola partícipe de sus propios nervios. El padre extrajo un pañuelo de uno de sus bolsillos del pantalón vaquero mientras que su hija de catorce años intentaba encontrar alguna ranura por donde poder ver a los tres viajeros. El chico más joven y alto entre los partícipes soñaba, cabizbajo, con el día en el que pudiera volver a verlos, soñaba con el día en el que pudiera volver a besarla. 

Sábado. La fiesta y el ambiente son muy buenos aquí, al menos de oído. Es lo único que hemos catado de ello. Nuestra habitación, en pleno centro de la ciudad, queda hipnotizada por los zumbidos de los pubs y discoteca que la rodean. Las tres gallinas holandesas han salido de marcha y han llegado mientras nosotros dormíamos plácidamente, soñando en inglés o en español. Soñando en espanglish. Han hecho poco ruido. Poco ruido y pocas nueces, porque aquí no hay ninguna de las dos cosas. 

Después de desayunar nuestro cartón de leche diario, un poco de cereales, dos ositos Lulu que encontramos en el Jumbo en oferta y dos galletas de chocolate para cada uno hemos continuado con nuestra búsqueda desesperada de piso. ¡Queremos una catalana con jamón o una de jamón york y queso! Eso de momento tiene que esperar. 

Hemos estudiado en el patio central del albergue, enseñando algo de vocabulario a Ana y siendo ayudados por nuestro compañero de albergue, el italiano que hace vida en la “smoking area”. Además, el italiano, nos ha dicho en Espaliano (mezcla entre español e italiano) que necesitamos un documento para poder alquilar un apartamento. Ya estamos informados de ello y el lunes vamos a por él. 

El bote de salchichas en lata, el pan y el bote de mahonesa en forma de pegamento han sido devorados cuando las holandesas han abandonado la habitación. Creemos que está prohibido comer y beber en las habitaciones, por eso tenemos que ser precavidos. Aunque aquí la gente parece no tener mucha maldad. Entre la maleta verde de Ana, más antigua que “El arroyo Lugar” de La Nava, y las comidas enlatadas entre literas parece que estamos en la mili. Solamente hace falta la trompetilla de batalla. 

¡Madre mía! Las holandesas fiesteras han dejado en el pasillo, al lado de la puerta de la habitación, el calzado con el que salieron la noche anterior de fiesta. Pero… ¿dónde se han metido estas muchachas? I don´t understand. Las botas están llenas de papelitos mojados y suciedad acumulada por todas partes. “Acabamos de preguntarnos la pregunta que se hacen todos los domingos nuestras madres al ver nuestras botas: ¿Estos muchachos dónde salen de fiesta?” dice Mary muy correctamente. Hablan raro, con las “jotas” siempre en la garganta, pero huelen bien. Huelen muy bien. ¡Aunque con la cantidad de desodorante y perfume que usan es normal! Hoy hemos llegado a la conclusión de que todos los holandeses huelen bien. Aquí nadie suda. 

Es la hora de la siesta y nosotros seguimos buscando piso, enviando correos a las agencias y estudiando inglés. Es la hora de la siesta, siesta que aquí no existe, y además es sábado. Queremos ver una peli mala de Antena 3 y comer chuches de “An cá Pepa”. Chuches… ¡Ufff! Casi lloro de la emoción. 

Oh, oh. ¡Las llaves de los candados que abren mis maletas se han quedado dentro de la bolsa de aseo! ¿Y dónde está mi bolsa de aseo? Sí, ¡dentro de la maleta de 20 kg que está cerrada con candado! Continuará… 

Después de ir a hacer la compra al Jumbo, comer galletitas gratis, tomar café espresso y té, dar mil vueltas entre los pasillos del supermercado buscando los precios más económicos y sufrir porque no había quesos de prueba hemos llegado al albergue. En el camino hemos descubierto que ¡había tres latas vacías donde ayer había dos y donde antes de ayer había una! Creemos que, como las latas son de bebidas energéticas, pertenecen a algún holandés deportista que las compra, se las bebe y las deja en esa esquinita cercana al supermercado. De camino al albergue, a parte de las latas, también nos hemos encontrado un gato negro al que hemos bautizado como Salem (al igual que el gato de Sabrina, la serie de la bruja que veíamos de pequeños). Es muy cariñoso y yo quería secuestrarlo para traerlo a la habitación con nosotros, pero Mary es alérgica a los gatos… ¡Asco de alergias! 

Dos cajas de leche, un salchichón barato, una caja de cereales, galletas de chocolate, dos ensaladas, pan y mahonesa. ¡Ya está todo metido en nuestra despensa particular! 

¡Una guitarra española en el albergue! Inevitablemente la hemos cogido, la hemos tocado y hemos cantado “Sin noticias de Holanda”, la canción de Melendi. Nuestro amigo el italiano, que ha cenado una pizza cuya pinta era exquisita y que, desgraciadamente, ha tirado la mitad a la basura, nos ha hecho una foto. ¡Qué buen cuadro flamenco hemos formado! Olé, olé. ¡Ufff! Qué pena de pizza. ¡Quién fuera basura para poder saborear sus ingredientes! Maldito italianini. 

Mis maletas cerradas, mis llaves encerradas dentro de ellas y mis candados cerrados. ¡Menos mal que los candados y las llaves de los chinos son una estafa y todas las llaves abren todos los candados! Ana ha cogido las suyas y hemos hurgado en mis candados, satisfactoriamente el “¡Chac!” de “candado abierto” ha sonado y el alivio ha invadido nuestros cuerpos. ¡Menuda seguridad que nos ofrecen! 

Las holandesas duermen en la habitación, nosotros seguimos en la sala de estar. Supongo que después saldrán de fiesta y llegarán a las tantas, interrumpiendo nuestros sueños en espanglish. Y aquí seguimos y, de momento, aquí seguiremos. Buscando piso, trabajo y aprendiendo inglés. Cenaremos y nos iremos a la cama. Seguro que soñaremos con todos vosotros, que estáis tras una pantalla leyendo estas cartas a miles de kilómetros de aquí. Os echamos tanto de menos… Nuestros sueños son confusos: seguramente aparecéis hablando español, en las calles del pueblo, comprando en cualquier comercio, tomando cañas en algún bar o sentados en un banco del nuevo parque, viendo a los niños jugar. Soñaremos que nos reunimos en la piedra, que disfrutamos de un partido de fútbol los domingos o que nos topamos an cá Pepa, comprando chuches para disfrutar de una peli mala de Antena 3. Lo más seguro es que ahora nuestros sueños sean más confusos que nunca y también os veamos pronunciando palabras in english o en holandés, llenándoos la garganta de “jotas” en forma de carraspera, os encontraremos por las calles de Eindhoven abrigados con una bufanda de lana y un gorro que os tapen las orejas, pedaleando en cualquier bicicleta por los carriles bicis y respetando los semáforos exclusivos para ciclistas, degustando queso gratis en algún supermercado Jumbo, probando café o disfrutando del frío, que se choca en la cara, mientras el tiempo se detiene para que escuches el silencio en cualquier terraza de un coffee shop. De momento todo eso se queda en nuestros sueños, pero sabemos que algún día llegará. Mientras tanto… os seguiremos soñando, en español, en inglés o aunque sea en espanglish. 

Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

1 comentario:

  1. Pues me he puesto al día y he leído todo vuestro blog (si os preguntáis como he llegado hasta aquí es fácil: a través del blog de Nico; sí, sí, el del gato).

    La verdad es que la aventura que comenzáis está bien pero me sorprende mucho que no os hayáis topado con un Hemma o lo que es mejor con un Albert Heijn.

    Por lo que me ha contado Nico (o Javier en su defecto) el alquiler de piso es caro. Él firmó por un año pero se volvió antes y la casera le devolvió la fianza.

    Por cierto, os lo comento por si nadie aun lo ha hecho: los cafés fuera de casa son caros (excesivamente caros)

    Un saludo desde Macaronesia (que poco tiene que ver con el italiano)

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