Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

jueves, 27 de septiembre de 2012

"Oh, I´m sorry"

26 de Septiembre de 2012.

¡¡¡Hola a todos!!! Hoy ha sido un día duro, diferente, tan diferente como todos los que nos esperan de aquí en adelante. Hemos llegado ahora al albergue donde nos hospedamos, después de una larga caminata desde las 12 de la mañana. Me he despertado en mi litera de arriba y he mirado hacia abajo. Allí estaban ellas, esas dos personitas a las que considero como mis hermanas con las que me he adentrado en esta aventura. "Son ellas" he dicho nada más verlas. He respirado aliviado y me he puesto en pie. Hemos ido a las duchas, nos hemos vestido y hemos salido del albergue en busca del centro de españoles de Eindhoven. Con la ayuda de un mapa lo hemos localizado y hemos andado hasta allí, lo hemos encontrado a las 3 de la tarde. Allí estaban dos ancianos extremeños que no nos han dado muy buenas esperanzas de trabajo. No nos hemos desanimado porque solamente llevamos aquí dos días. Hacen comida española, atienden a gente holandesa y no ayudan, por así decirlo, a los españoles, si no que es como una especie de "Hogar del Pensionista". Hemos visto barrios preciosos, casas maravillosas y los parques y jardines más verdes que jamás os hayáis podido imaginar. La gente por aquí es muy amable y todos muy confiados, como funcionan las cosas aquí funcionarían muy mal en España. Hemos comprado cena y desayuno en un supermercado llamado Jumbo por tan solo 3 euros, hemos catado todo lo que hemos podido en las comidas de prueba, hemos comprado el agua más mala que hamás habíamos bebido, hemos sido casi atacados por una bandada de patos hambrientos de un trozo de pan y el ruido más molesto que hemos escuchado a lo largo de todo el día ha sido el de un timbrazo de una bici provocado para evitar llevarme por delante. Es muy difícil convivir en las calles con un carril bici. "Oh, I'm sorry" y ellos te sonríen, son así. No ponen cara de "¿I´m sorry? I´m sorry tu madre". Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

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