Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

martes, 5 de febrero de 2013

"Super precios, superhéroes y otras muchas cosas que también son super"

05 de Febrero de 2013.

Después de haber leído en la página oficial de Muy Interesante un artículo en el que se explicaba que hacer ejercicio por la mañana era un 20% más eficaz que durante el resto del día Mary y yo hemos decidido salir a correr. Hemos abrigado nuestras piernas con los pantalones de chándal, nuestros cuerpos con unas camisetas de aspecto deportivo y alguna que otra sudadera para conseguir no quedarnos pajarito en el intento de mantener un cuerpo diez. Hemos quedado a Ana en la habitación y hemos bajado las escaleras de casa adentrándonos en lo que parecía ser una buena mañana agradable de tiempo estable. 

El sol estaba fuera, aunque las nubes han comenzado a acecharnos desde los cielos, y nuestros pies han comenzado a caminar deprisa sobre las aceras que acompañan de forma continua a los carriles destinados para las bicicletas. Hemos comenzado a correr a paso lento el uno junto al otro. Seguro que no duro mucho. Mis primeros pensamientos son terribles, la respiración se me fatiga enseguida y mis piernas me chillan continuamente que me detenga, que no las haga sufrir de esa manera. Lo admito. Siempre he sido un pésimo deportista y supongo que lo seguiré siendo para el resto de mis días. ¿A quién intentas engañar Dani? Quieres creer que puedes correr quince minutos seguidos sin arrastrar la lengua por los suelos. Pues sí, lo quiero creer y nunca lo consigo. Muy a mi pesar y mucho más a su pesar, al de mi cuerpo, me detengo antes, mucho antes, de terminar nuestro trayecto. No puedo más. El deporte no es para mí. Mary se detiene conmigo y continuamos caminando. Ella dice que puede seguir corriendo, aunque anda a mi lado. ¿Por qué no sigue ella sola? Yo creo que también estaba deseando detenerse, aunque no me lo reconoce. ¡Ánimo Mary! Tú puedes… 

Llegamos a casa con nuestro amigo Flato y lo invitamos a pasar. Miramos la hora y descubrimos que no hemos estado ni veinte minutos fuera de casa. ¡Pues vaya unos deportistas! Creo que tardamos más en vestirnos y ponernos las zapatillas que en hacer el deporte en sí. Antes de ducharse, vestirse y prepararse para irse a la tienda de Marleen, Mary hace varios abdominales sobre el colchón de cuadros escoceses que tanto nos gusta (ironía absoluta). Yo también hago unos cuantos, aunque menos que ella. ¡Qué le vamos a hacer! 

A las doce Mary tiene que irse a la tienda de Marleen porque ella tiene una reunión con algún tipo en Ámsterdam y yo he quedado con la señorita Aylim para ir a comprar algunas telas de colores para nuestros disfraces de carnaval. Mónica, la chica murciana de Murcia (que no es lo mismo que la marciana de Marte), también vendrá con nosotros a convertirse en maruja de mercadillo en el centro de la ciudad. Nos damos prisa, Mary se va y yo espero hasta que un timbre de bici comienza a canturrear en la puerta de casa. Aylim ya está en la puerta, vestida con su sonrisa, su cara de frío y sus ganas de quedarse todo el día acurrucada entre mantas. “Hola Aylim cuánto tiempo. Hace mucho que no te veo”. Puede que me despidiera de ella anoche a las dos o las tres de la mañana, no lo recuerdo bien. Me dice que está congelada, que quiere comprarse una bufanda y unas orejeras y que hace un frío que pela. Super pela. 

Con las bicis como transporte favorito por excepción nos dirigimos hasta el centro de la ciudad, llegamos hasta el centro comercial Piazza y aparcamos nuestros burros en la puerta del Albert Heijn. Aylim se está congelando, parece una cubitera, aunque parece olvidarse del frío cuando descubre que van a abrir próximamente un centro comercial Primark en pleno Eindhoven. Es una fan del Primark y le vuelve loca. 

Todos los martes la plaza del centro se ve ocupada por varios puestos de telas, ropas y frutas, entre otras cosas. La plaza se convierte en un mercadillo. Y allí nos presentamos nosotros, con nuestras ganas de comprar telas de colores y con nuestros sentidos innatos de encontrar cosas baratas. Creo que por aquí no se lleva eso de vociferar los precios de lo que vendes, ni las promociones de bragas a tres euros o las dependientas que bautizan a todo el mundo con el nombre de “María te traigo lo mejor de todo el mercado”. Aquí es todo más silencioso, más aburrido. Supongo que se debe a que en España nos gusta mucho la juerga, tanto que la buscamos hasta en los mercadillos. ¡Barato, barato! 

Rebuscamos telas de colores para matar el tiempo mientras esperamos a Mónica y nos topamos con un puesto que parece que es barato. Hay telas de todos los colores y no están mal de precio. Cada uno tenemos claro nuestro color. Nos queremos convertir en los superhéroes más llamativos de Eindhoven, aunque no sé si pareceremos superhéroes o teletubbies. Cuando Mónica está con nosotros nos encontramos con un puesto en el que los colores nos gustan más y en el que los precios son mejores. Así que tres metros de tela para cada uno y ahora lo que nos toca es coser y cortar. Una tela roja para Gianlu, que quiere disfrazarse de Thor; otra tela roja para Ana; una verde pistacho para Mónica; ninguna para Pedro, que dice que quiere comprarse el traje; otra verde para Mary, que es su color favorito; una rosa para Aylim y una lila oscuro para mí, que me quiero convertir en el villano más malo de todos los tiempos. Lo dicho: seremos superhéroes o los teletubbies. Tanto colorido no nos va a dar mucha seriedad a la hora de combatir contra el mal en los callejones más oscuros de Eindhoven. Lo digo yo. Los malos se van a cachondear de nosotros. 

Cargados de bolsas con telas de colores decidimos dar una vuelta por la calle de las tiendas en busca de unas orejeras y una buena bufanda para Aylim. Entramos en una tienda en la que hace unos días Aylim quedó enamorada de una bufanda cuyo precio era de quince euros. Vamos en su búsqueda, se protege el cuello con ella y descubre que el precio no son quince euros, si no veinte. Aylim se viene abajo e intenta convencerse a ella misma de que la bufanda es fea, aunque sabe que en realidad es preciosa. Así que, superando sus miedos olvidándose de los temblores de su bolsillo, decide hacerse con ella y hace cola en la caja para pagarla. Mónica, mientras tanto y pensando en su tela de color verde fosforito, me dice que ahora solamente ve cosas de color verde pistacho. Suele pasar. Alejados de la escena vemos cómo Aylim entrega a la cajera el dinero con el que pagará la bufanda. Se nota que le duele el precio, pero su cara cambia por completo cuando se gira hacia nosotros y descubrimos que nos han sustituido a nuestra amiga por una sonrisa de oreja a oreja. Aylim nos mira, con los ojos fuera de órbita. “¡Tíos que la bufanda me ha costado siete euros! Que estaba en rebajas” y abandona la tienda dando saltitos como Heidi por el monte. Super precio, super preciosa y super feliz. 

Minutos antes de las dos del medio día nos despedimos de Mónica, que se va a casa, y nosotros dos nos vamos hasta la tienda de Marleen, donde está Mary haciendo el papel de dependienta. Aylim la deslumbra con su bufanda nueva y minutos más tarde se despide de nosotros porque tiene que comenzar a trabajar. Para sorpresa de todos, Gianlu aparece en la puerta de la tienda y saluda a su novia, la amante de bufandas y bolsos, se despide de ella y entra por primera vez en la tienda de Marleen. Los tres pasamos un rato agradable, hablamos de los exagerados precios de las cosas de diseño y dejamos que Gianlu se indigne un poco con el valor económico que se le atribuyen a algunas de las cosas que algunas personas, sin llegar a comprender por qué, compran con la misma naturalidad que nosotros compramos una caja de leche en el Albert Heijn. ¿Tanto dinero tienen como para no saber qué hacer con él? ¿Es necesario amueblar tu salón con sillas de trescientos o cuatrocientos euros cada una? Hay cosas en este mundo que son demasiado sorprendentes como para ser explicadas y, mucho menos, para ser entendidas con cordialidad. 

Dejando el super increíble pero cierto mundo de los diseñadores y sus diseños a un lado continuamos con nuestro maravilloso día. Un día en el que el Sol ha gobernado el cielo, ha dado paso a las nubes que entristecen las calles de la ciudad, más tarde el viento nos ha azotado como a la propia Escarlata O´Hara e incluso nos ha nevado en pleno centro de la ciudad. El tiempo que nadie comprende en esta ciudad. Si alguien sabe cómo funciona que me lo explique ahora mismo. Aunque increíblemente sí que parece que alguien lo sabe. Y ese alguien toma el aspecto del nuevo y lujoso ordenador portátil de Mary. ¡Pues sí! Mary se ha comprado un portátil, pero eso no es lo mejor. Lo mejor es que el portátil tiene una aplicación que te detalla en cada hora del día, durante varios días diferentes, todas las temperaturas, la velocidad del viento, las probabilidades de lluvia y de nieve, y todas aquellas cosas super extrañas que solamente los meteorólogos entienden. Ahora Mary es la chica del tiempo. 

Y con el tiempo cambiando constantemente llegan las cinco de la tarde. Ana tiene el día libre y Mary y yo trabajamos en los restaurantes. Acompaño a Mary mientras cierra la tienda de Marleen. Me cuenta sus ideas para el proyecto de fin de carrera y parece que tiene una buena idea. Ya os lo contaré con más detenimiento. 

Con Mary en Vintage y yo en Auberge Nassau comienza nuestra jornada laboral. A las seis de la tarde Aylim me abre la puerta del restaurante y descubro que tiene un regalo para mí. ¡No tengo nada que limpiar en comparación con lo que tengo que limpiar otros días! Aylim dice que no tenía nada que hacer y que ha comenzado a limpiar a las cinco y media. ¡Muchas gracias! Qué bien. No sabes el gusto que se apodera de ti cuando llegas al puesto de trabajo y descubres que las ollas, platos, vasos, sartenes y demás utensilios de cocina no están apilados en busca de unas manos que los frieguen. Así que mi día ha comenzado relajado y ha continuado más o menos de la misma manera. Sin embargo, a diferencia de mi tarde en el restaurante, hay muchas cosas que sí que han cambiado desde la última vez que nos carteamos. 

Las cosas cambian, al igual que el tiempo alocado que gobierna en los cielos y en las calles de esta ciudad. Ana ha cocinado algún que otro postre en la cocina, ayer fue el cumpleaños de las dos mellizas, Mary tiene un ordenador nuevo y yo me he comprado por fin una cámara de fotos, he puesto mi pelo de nuevo en manos de Mary, he fotografiado a Marleen en su tienda para un artículo de una revista, Ana tiene una bici nueva, el vecino invisible sigue siendo invisible, hay veinte cajas de té rondando por nuestra cocina y parece que no tenemos más goteras en el baño. Las cosas han cambiado, las aventuras han continuado, y todo ello merece ser bien explicado. Para ello es necesario rebobinar y transportarnos hasta unos días antes… 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

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