Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

domingo, 10 de febrero de 2013

"Viernes día, viernes noche"

08 de Febrero de 2013.

Si está la lavadora puesta y subes por las escaleras que te comunican hasta la habitación parece que vas caminando por el interior de una catarata. Los tubos que transportan con fuerza el agua sucia y el agua limpia recorren las paredes, al igual que los pasa-manos de madera. Con la habitación al final de los escalones disfrutas del ruido del agua que recorre las paredes que te rodean, consiguiendo un sonido envolvente que te transporta hasta la más profunda naturaleza. Si cierras los ojos puedes llegar a imaginar que has viajado hasta el interior de las mismas cataratas del Niágara. La historia del centrifugado y la fuerza que genera mientras lo realiza es caso aparte. 

Viernes y Mary y yo pasamos la tarde en casa. Ella no trabaja porque los viernes en el restaurante limpia Aylim y la tienda se ha cerrado pronto con motivo de las fiestas del carnaval. Yo no trabajo en el restaurante porque me han llamado para decirme que no hay mucha gente y que me puedo quedar en casa. ¡Pero yo no quiero quedarme en casa! Yo quiero trabajar, me gusta trabajar y me gusta pasar la tarde en el restaurante. Después de maldecir durante unos minutos a la gente que no come en restaurantes, me relajo y pienso en positivo, o en verde como la Heineken. Pienso que ya llegarán tiempos mejores para el restaurante y que algún día habrá tanta gente comiendo en él que necesiten dos friega platos a la vez. Ana no está en casa porque sí que trabaja en Señora Rosa, así que decidimos aprovechar la tarde en silencio y de forma relajada. 

Mary tiene que hacer el proyecto de su carrera y los planos que él lo forman los tiene que realizar en Auto-Cad, un programa bastante complicado en el que puedes realizar planos tanto en 2D como en 3D. El problema es que no recuerda cómo se utilizaba el dichoso programa así que opta por ponerse de nuevo en contacto con él a través de tutoriales que va encontrándose en el Youtube. Os lo podéis imaginar. Pasa toda la tarde escuchando a mexicanos, argentinos y demás gente de América del Sur que se convierten en sus profesores virtuales. Mary se ríe con algunos de los términos y expresiones que utilizan. Ya lo hemos pensado varias veces: ¿por qué todos los tutoriales con los que te encuentras en Youtube pertenecen a gente de esa parte del mundo? No encontramos respuesta a ello. Pasándolo por alto y viéndolo como algo normal, los auriculares, el youtube, papel y boli se convierten por unas horas en las herramientas de aprendizaje de Mary. “Si deseas visionar más tutoriales puede clicar sobre el siguiente enlashe y no olvide hashershe miembro de mi canal de youtube Panchito35” 

Y con Mary asilada con sus tutoriales de Auto-Cad yo aprovecho el silencio para escribir alguna que otra carta. La tarde pasa ante nosotros mientras el tiempo se dicta al compás del sonido de las teclas al escribir. 

Por la mañana hemos madrugado para irnos al estudio de Derek, ya que le dijimos ayer que vendríamos para hacer nuestros trabajos. Así que revolviéndonos en los colchones y bajos las mantas que nos protegen del frío maldecimos el dichoso sonido que nos despierta todas las mañanas. La alarma del móvil, esa alarma que se cuela en el interior de los sueños y te extrae de ellos, recordándote que ya es hora de comenzar un nuevo día. 

Duchados, vestidos y desayunados nos montamos en las bicicletas con rumbo al nuevo estudio. Para nuestra sorpresa nos topamos con un montón de gente, algunos disfrazados y otros no, que hacen cola a las puertas de lo que parece ser un supermercado o algo por el estilo. Es un edificio grande con puertas grandes en el que un cartel de carnaval predomina en su fachada. La gente se amontona como si de la cola de un concierto se tratara. Mary y yo nos quedamos mirando intrigados de qué es lo que se esconde en el interior de ese edificio. Es raro, no eran ni las nueve de la mañana y ya había cientos de personas en la cola. No sabemos qué es lo que regalaban o qué es por lo que esperaban. Nosotros continuamos con nuestro rumbo y llegamos hasta el estudio de Derek. 

Nos recibe Sim, el perro, mientras que mueve el rabo constantemente de un lado hacia el otro. Rinske, la chica de prácticas, está trabajando con uno de los ordenadores de la oficina y Derek nos saluda desde el centro del estudio, rodeado de materiales y máquinas que le ayudan a realizar sus productos. Después de decirles lo bien que estamos y de decirnos lo bien que está ellos nos ponemos manos a la obra. Mary comienza a pulir una de las lámparas de plástico que hay en el estudio y yo doy los últimos detalles para que el catálogo, por una vez y por todas, quede realmente finalizado. Rinske y yo hablamos de la película “El Rey León” y Derek nos confiesa que la odia porque no soporta las películas en las que pasan mucho tiempo cantando. ¿Cómo no le puede gustar esa película? Me consuelo diciéndome a mí mismo que las canciones de Disney en holandés serán bastante feas. 

Al llegar las doce y media Mary y yo tenemos que despedirnos de ellos porque Marleen nos necesita en la tienda. A Mary para que la acompañe a la tienda de sillas con un cliente y a mí para que me quede a solas una hora como dependiente. Al despedirnos de Derek le decimos que no se ponga celoso de Marleen y que el lunes vendremos para pasar la mañana entera en el estudio. Y tras jugar un poco al baloncesto con Sim y quedarnos sorprendidos porque la bici de Rinske tiene más de cuarenta años abandonamos el estudio hasta la semana que viene. ¡Qué barbaridad! Tiene una bici de cuarenta años y creemos que es de uno de los tour de Francia… ¡Rinske tiene una bici famosa! Y encima la llave con la que funciona es super rara. 

Al llegar a la tienda nos topamos con Marleen en la misma puerta, nos saluda y pasamos todos juntos al interior, a rodearnos de diseños caros. Comemos unos sándwiches de queso acompañados con un pastel de crema de manzana y un poco de leche. Todo está muy bueno. Tras alimentarnos me explican lo más esencial de la tienda y se despiden de mí, diciéndome que volverán en una hora como máximo. Ver la tienda desde detrás del escaparate es muy diferente a la visión de siempre. Cuando ves a la gente acercándose al escaparate tu corazón late un poco más deprisa y siempre con una sonrisa saludas a todos aquellos que cruzan la puerta para ponerse a ojear algunos de los diseños que descansan sobre las mesas y estanterías de la tienda. 

Ana viene a visitarme y hablamos largo tiempo a solas. Hablamos de todo en general y de lo general que es todo. Hablamos del fin de semana que nos espera, un fin de semana de carnaval. Ya hay gente disfrazada por las calles y el centro de la ciudad está repleto de globos. La calle de las tiendas y de los bares se ha convertido en una fiesta de color y diversión. Las nubes han sido sustituidas por los globos de colores y las vestimentas normales por ropas extravagantes y llamativas. La ciudad se ha disfrazado, es lo que el tiempo nos regala. Y cuando Ana se despide de mí y vuelvo a quedarme a solas con la tienda comienzo a hablar con otra amiga. Esta vez a través de internet y gracias a las tecnologías de las video-llamadas consigue escuchar, solo escuchar, a mi amiga Noemi. Ella sí que me ve y me escucha, parece que su web cam está un poquito fastidiada. Le muestro la tienda y jugamos al juego de “yo te muestro productos de diseño e intentas averiguar su precio”. Obviamente es imposible acertar los precios, porque nadie se los imagina tan elevados. Cuando terminamos de imitar al programa de televisión “El Precio Justo” me despido de ella y minutos más tarde aparecen Marleen y Mary. Es cuando miro el reloj y descubro que han estado fuera más de una hora. ¿Más de una hora? ¡Me dijeron como máximo una! Bueno no importa, nadie me ha robado y nadie ha quemado nada. La tienda está tal y como la dejaron. 

Al abandonar el mostrador Marleen me dice que va a enviarles las fotografías que hice el otro día a la revista Elle para que elijan las que más le gusten. Me hace mucha ilusión y me muero de ganas por ver el número de la revista publicado en las tiendas. Saber que fotografías realizadas por mí van a estar entre las páginas de una revista en todos los quioscos de Eindhoven me pone los pelos de punta. No lo creeré hasta que no lo vea con mis propios ojos. Qué ilusión. 

Pasadas las horas, llegando a las cinco de la tarde, Marleen nos dice que nos podemos ir a casa y que ella va a cerrar la tienda dentro de poco, ya que hoy es viernes de carnaval y todo el mundo está de fiesta. Así que nos despedimos de ella, llamamos a Ana y a Aylim y les decimos que si les apetece tomarse un trozo de tarta con café por un euro en el Hema. Obviamente nos dicen que sí y aprovechando las maravillosas ofertas que nos ofrece el supermercado disfrutamos de nuestros cafés con nuestros trozos de tartas respectivos. Pasamos un rato agradable y hasta nos topamos con una española que lleva viviendo treinta años en Eindhoven y que resulta ser de Plasencia. ¡Paisana nuestra! Nos pregunta dónde vivimos, qué es lo que hacemos aquí y se alegra mucho por todo lo que le contamos. Da gusto toparse con gente española por aquí. 

Con las tazas de café vacías y los platos de tarta bien arrebañados nos vamos en busca de nuestras bicicletas. Aylim y Ana se van al trabajo, pues ellas sí que trabajan hoy, y Mary y yo nos vamos a casa. 

Las bicis encadenadas junto al árbol que decora nuestra fachada, el cielo oscureciéndose poco a poco y las luces de las calles a punto de encenderse. Mary ocupa la silla en la que está acostumbrada sentarse y yo me acomodo en el sofá. Los ventiladores de los portátiles comienzan a funcionar. El mío más que el de Mary, ya que su portátil parece no generar ningún ruido. Qué bien sientan las cosas nuevas, tanto que sientan bien hasta a los oídos. ¡El ventilador de mi portátil suena tanto que parece que vivimos con una avioneta en casa! No es para tanto, pero casi. Aunque no me quejo de él, lo quiero mucho. Es mi ordenador. 

Y con Mary asilada con sus tutoriales de Auto-Cad aprovecho el silencio, que se rompe levemente con el ventilador de mi portátil, para escribir alguna que otra carta. Y la tarde pasa ante nosotros, tras el cristal de la ventana, mientras el tiempo se dicta al compás del sonido de las teclas al escribir. La noche va cayendo, las luces se van encendiendo y los sueños se van acercando. Un viernes más que se cuela por nuestras vidas, uno más que se cae del calendario y uno más que, como todos, consigue transformarse, comenzando en un viernes día y acabando en un viernes noche. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

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