Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

jueves, 14 de febrero de 2013

"Between designs, dishes and bathtubs"

13 de Febrero de 2013.

Después de realizar nuestro ejercicio matinal Mary se va a la tienda de Marleen. Tiene que estar todo el día sola al cargo de ella porque Marleen la ha llamado para decirle que vuelve a estar enferma y que prefiere quedarse en la cama. Estábamos a punto de desayunar, con el café y el cola cao sobre la mesa, cuando el teléfono de Mary ha comenzado a sonar. Con Marleen al otro lado de la línea comienzo a disfrutar de mis cereales con cola cao. Mary habla y habla con su jefa y, aún así, sabiendo todo lo que tiene que hacer, Marleen se lo repite una y otra vez. Mary observa cómo desayuno y cómo su café se va enfriando poco a poco. Marleen no se despide y Mary se desespera. Habla que habla. La escucho como si se tratara de una de esas voces de rata que ponen en los dibujos animados para hacer creer que hay alguien al otro lado del teléfono. Blah, blah, blah. Y cuando Marleen se despide de Mary tiene que volver a calentar su café. Tras desayunar, tras correr y tras realizar nuestras sesiones de abdominales se despide y se marcha a la tienda. 

Ana se cae del nido, me recibe con los ojos adormilados y un “buenos días”. Como Mary está sola en la tienda se nos ocurre la genial idea de ir a comer con ella e invadir la tienda de Marleen con comidas cocinadas en casa. Ana y yo nos ponemos manos a la obra en la cocina. Ella prepara unas cebollas a rodajas con pan rallado y huevo mientras que pelo unas patatas y las troceo a cuadritos. Dice que quiere que hagamos aros de cebolla, como los que venden en el McDonald y nunca nadie se ha comprado. Queremos acompañarlos con un revuelto de patatas que lleva los mismos ingredientes que una tortilla pero sin llegar a serlo. “Ana quiere hacer una tortilla de patatas pero se ha quedado en el intento” le digo mientras veo lo que se cocina en la sartén. “No, yo no he intentado nada” y termina añadiendo que nunca he hecho una tortilla de patatas. ¡Yo sí! Mi primera tortilla de patatas la hice en Eindhoven, estaba solo en casa y gracias a la ayuda de mi madre conseguí hacerla. Ella me puso todos los pasos a través del Facebook y mientras ella escribía yo cocinaba. Quedó buena, para ser la primera bastante buena diría yo. La segunda vez que lo intente espero que quede mejor aún. 

Con el revuelto de patatas en un recipiente de cristal, los aros de cebolla fritos en un plato, la mahonesa, tres tenedores y la bolsa de pan en las manos nos dirigimos hasta la tienda de Marleen. Ana y yo nos dividimos las bolsas de comida, las sujetamos en nuestros manillares y viajamos con ellas hasta Smalle Haven, la calle de la tienda. 

El olor a frito y las ganas de comer invaden la tienda de Marleen. Ana y yo nos sentamos junto a la mesa donde Mary trabaja, junto al mostrador de la tienda, y la despejamos para llenarla de platos de comida, de mahonesa y de rebanadas de pan. Mary, que se había preparado una ensalada para comer, ocupa la tercera silla. Los tres, sin ningún cliente viendo cosas de diseño, nos disponemos a comer. La ensalada de lechuga, tomate y manzana, los aros de cebolla fritos y el revuelto de patatas se transforman en alimentos deliciosos, que disfrutamos rodeados de diseño. No nos gusta que los clientes nos vean comer, pero Mary dice que Marleen lo hace muchas veces y que no pasa nada. Cuando entra algún cliente me da vergüenza comer, a Ana también. Mary ya está acostumbrada a hacerlo y nos dice que estamos tontos. ¡No es normal que una glamurosa mujer esté decidiendo en qué malgastar cientos de euros mientras comes aros de cebolla! Al menos, yo no lo veo normal. 

Cuando arrasamos con todo lo que habíamos preparado me acuerdo de un bote de nocilla que compré hace días y que quedé en la tienda, en modo reserva. Mary lo trae y unto rebanadas para todos. A mí me encanta meter el dedo en el bote y quedarlo sin una mota de chocolate. Disfruto tanto… Ana me mira raro y dice que no comprende cómo me puede gustar tanto la nocilla. Yo tampoco lo sé pero lo que sí sé es que hago malabares con los dedos para conseguir que el bote quede reluciente. 

Con los dedos aún manchados de nocilla escuchamos cómo la puerta de la tienda se abre y descubrimos que una chica joven avanza hasta nosotros con algo que parece una cesta de mimbre entre los brazos. Se presenta y nos dice que ella misma fabrica huevos de Pascua. Al mirar en el interior de la cesta somos testigos de un multicolor ejemplar de huevos pintados a mano, de todos los tamaños. Una pena que Marleen no estuviera en la tienda para poder comprarle algunos. ¡Eso sí que son huevos de diseño! Ana queda enamorada de ellos y nos dice que le compremos uno para los tres, pero aunque sean de diseño son bastante caros para ser huevos. La chica nos dice que no puede acercarse a la tienda otro día porque solamente pasará en Eindhoven un día y que está recorriendo todas las tiendas. Además nos dice que su madre es japonesa, su padre es holandés y que ella nació en América. Vaya mezcla que tiene la muchacha. ¡Se notaba! Porque tiene unos rasgos muy bonitos. Así que se despide de nosotros y se va con la cesta de huevos a otra parte. 

Antes de irnos a los restaurantes decidimos ir a tomar un café por un euro al Hema. Con la ciudad despejada de carnaval, aunque aún con globos de colores en las fachadas de los bares, nos adentramos en el Hema. ¡Vaya fiestas que se montan aquí en las fechas de Carnaval! Cuatro días seguidos de fiesta en los que salen disfrazados desde por la mañana temprano hasta que el cuerpo aguante. El otro día nuestras madres, como auténticos holandeses carnavaleros, nos hicieron llegar un vídeo en el que bailaban juntas cantando canciones muy simpáticas. Una simpática mujer de San Fermín bailaba de la mano con un dulce gato. Consiguieron sacarnos muchas sonrisas mientras lo disfrutábamos, aunque también se nos escaparon las lágrimas. Tenemos ganas de verlas y abrazarlas, es inevitable, aunque aún sigan vestidas de gato y San Fermín. 

El Hema nos da una puñalada y nos deja boquiabiertos, casi sin respiración. ¡No hay tartas para el café de un euro! No hay tartas… qué desgracia. El Hema nos ha traicionado. Como yo me bebía el café solamente porque venía con la tarta, no es que me guste mucho el café, decido no beber nada y las dos mellizas se beben el café a palo seco, sin tarta y sin nada. Qué tristeza. Nos encantaba la promoción de un trozo de tarta y un café por un euro. ¡No podemos seguir así! Disfrutando de su café, sin tarta, pasamos un rato agradable antes de irnos a trabajar. Ana hoy se queda en casa, ya que tiene el día libre, y Mary y yo, después de muchos días de descanso, comenzamos de nuevo la rutina de los friega platos. Cómo se nota que no hay tartas por un euro. Estamos nosotros tres solos junto a una anciana que lleva los pelos como si hubiera metido los dedos en un enchufe y cuatro ancianas más que al observarlas detenidamente juraríamos con son cuatrillizas. ¡Eran prácticamente iguales! Las cuatro con las mismas gafas, los mismos cortes de pelo y el mismo vestuario. Creemos que hasta tenían las mismas arrugas en los rostros. 

Al despedirnos del Hema nos montamos en nuestras bicicletas y quedamos con Aylim en la puerta de la catedral que hay en el centro de la ciudad. Trabajamos a las seis de la tarde y ella también, así que la esperamos para ir todos juntos. Se nota que las tardes duran más que antes, pues íbamos a trabajar de noche y ahora es aún de día. Aunque, siendo sinceros, los días son bastante grises por aquí y el sol nos visita muy pocas veces. Sabemos que es de día porque el cielo es gris, a veces claro y otras oscuro, pero no porque exista un sol deslumbrante. Nos despedimos de Ana, que regresa a casa cargada con el plato, el bote de mahonesa y el recipiente de cristal con los que hemos comido, y le decimos que la veremos a la noche, después del trabajo. 

Y después del trabajo me despido de mis compañeros hasta el día siguiente y voy en busca de Mary, que ha terminado un poco antes que yo, al Vintage. Aylim ya se ha ido a casa, así que nos vamos los dos solos con nuestras bicicletas. Hace mucho frío y en las calles de la ciudad ya no hay nadie. Los semáforos funcionan sin nadie que circule para hacerles caso, los globos de colores se mueven ligeramente gracias al viento y las bicicletas aparcadas en las puertas de las casas se congelan conforme va avanzando la noche. 

Al llegar a casa Ana prohíbe la entrada a Mary y me rapta para enseñarme lo que le ha preparado en modo sorpresa. Me lleva hasta el servicio y me quedo boquiabierto al ver el escenario tan romántico que Ana le ha preparado a su hermana. La bañera está llenándose de agua mientras la espuma crece en su interior, el olor del incienso ambienta toda la sala y la luz de las velas lo ilumina todo con un cálido color anaranjado. El baño está hasta precioso, creo que nunca lo había visto tan bonito. 

Y con Ana en el sofá viendo algo en el portátil, con la ayuda de los auriculares que le regalé el día del amigo invisible; con Mary buceando en las cálidas aguas de la bañera, mientras expulsa su estrés a través de todos los poros de su piel; y conmigo enredando un poco por el salón antes de irme a la cama damos por finalizado el día. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

No hay comentarios:

Publicar un comentario