Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

sábado, 5 de enero de 2013

"Thanks for coming"

29 de Diciembre de 2012.

Muchas veces actuamos sin pensar en las reacciones que vamos a provocar en la gente que nos rodea, en la gente que está lejos de nosotros y en la gente a la que ni siquiera conocemos. Muchas veces actuamos sin más, sin pensar, y sin esperar una respuesta, un estímulo que nos certifique que hemos actuado con claridad. Muchas veces no esperamos nada, otras veces lo esperamos todo y, sin embargo, nunca conoces cuál va a ser el resultado de esa espera. 

Las esperas se hacen largas, duren un segundo o duren un año. Siempre se hacen largas. Pero cuando llega el momento y todo termina aparece la respuesta, la ansiada respuesta. Felicidad, sorpresa, emoción, enfado, angustia, tristeza, añoranza. Tus sentimientos huyen de ti y se muestran a la luz del día, quedándote desnudo ante una situación que nadie puede manejar. Los sentimientos, no puedes controlarlos. La respuesta es inesperada. La espera ha terminado. Si el resultado es negativo desearías no haber perdido el tiempo esperando, pero si el resultado es positivo solamente puedes sentir la satisfacción de haber hallado tu momento, sonreír y simplemente dar las gracias por venir, por haber llegado. 



Más temprano casi que el Sol Mary se va al aeropuerto con Aylim y con Gianlu. Ellos van con el coche de la prima de ella porque van a por unos amigos que vienen a pasar un par de días a Eindhoven. Son amigos de Aylim y su vuelo llega más o menos a la misma hora que el de Ana Vaca. Mary aprovecha y se va con ellos, aunque le tocará esperar tendrán que venirse en autobús, ya que Aylim y Gianlu recogerán a los amigos de ella y volverán a su casa enseguida. Así que a Mary le toca esperar en el aeropuerto. 

Cuando estoy en el salón recibo una llamada de Mary. Los amigos de Aylim ya han llegado, se han despedido de ella y le han dicho que el vuelo que viene desde Sevilla, el de Ana Vaca, llega con retraso. ¡Por lo menos dos horas de retraso! A Mary le toca esperar mucho más. Mary, negándose a pasar dos horas sentada en un banco, decide pasear por el aeropuerto. Y la vida es así, te da sorpresas y te une a gente a la que pensabas que jamás volverías a ver. ¡Mary se encuentra con los dos tipos barbudos que hace unas noches comenzaron a hablar con ella! Sí, sí, los que le dieron una foto que se hicieron en el fotomatón, los que se parecían a Robinson Crusoe y los que, sin querer queriendo, arrancaron su cesta de la bici de Marleen. ¡Los ve en el aeropuerto! Pero no le dice nada, es normal. No creo que se acuerden de ella. Es curioso ver cómo los caminos vuelven a cruzarse y la gente que creerías no volver a ver, de repente aparecen en tu espera del aeropuerto. 

Aylim, Mateu, David y Gianlu se encargan de comprar la cena de Nochevieja. Hay que hacer un menú para catorce personas y dedican toda la mañana a comprar los mejores productos para la cena más esperada del año. Dicen que han ido a un mercado donde solamente pueden comprar los socios que formen parte de algún negocio o, al menos, eso entendí yo. Como Mateu es cocinero puede comprar en ese lugar y es en ese lugar donde puedes disfrutar del mundo de las pruebas y de las cosas gratis. David dice que estaba flipando, que solamente se dedicaba a degustar cosas de calidad y que no atendió a la cena de Nochevieja. ¡Se han puesto las botas comprando! Qué lujo. 

Y Ana Vaca llega a casa por Navidad, como el turrón. Aunque ni es Navidad, ni trae turrón. Aylim y Gianlu las recogen en el aeropuerto con el coche, al final no han tenido que venirse en autobús, y las saludo desde la ventana del salón. Ana Vaca, con su pelo lleno de rastas, sus pantalones hippies y su mochila cargada de cosas de viaje camina junto a Mary hasta la puerta de casa. La saludo, nos saludamos y nos alegramos de que esté por aquí. Es sentarse en una de las sillas del salón y las risas comienzan, surgiendo de la nada. Hablamos del pueblo, de su nueva vida en Sevilla, de Eindhoven, de nosotros y de ellos, los holandeses. Hablamos de los idiomas, del castellano, del inglés y del holandés. Ana Vaca nos deleita con una frase que creo que me quedará marcado para toda la vida. “La culpa de que no sepamos inglés la tiene Mari Paz” nos dice muy seriamente. No puedo parar de reír. Mari Paz, para todos aquellos que no tenéis el placer de conocerla, es una profesora de inglés que impartía clases en el colegio de nuestro pequeño pueblo, escribía en la pizarra la palabra “cat” y “dog”, nos mandaba a copiarlo un par de veces y a hacer un dibujo sobre ello. A los cinco minutos salía de clase y, en el pasillo, comenzaba a fumar mientras charlaba junto a cualquier profesor que pudiera atrapar con sus palabras. Además, cuando hablaba con una profesora, intercambiaban opiniones con respecto a las joyas con la que adornaban sus cuellos, orejas, manos y muñecas. Así era ella. Nos encantaban sus clases y seguro que aprendimos algo con ella, seguro que no mucho. Algo más que el significado de “cat” y “dog”. Algo es algo. ¡Gracias Mari Paz! 

Dejamos a las dos Ana en casa y Mary y yo nos vamos al centro de la ciudad, a intentar comprar el regalo del amigo invisible. Cada uno tenemos el nuestro y nos queda muy poco tiempo para comprar los regalos. ¡Que nos coge el toro! Vamos a intentar cogerlo por los cuernos. Cuando llegamos al centro nos topamos con dos o tres puestos que imitan a un mercadillo. Hay cosas de cueros, vinilos de todo tipo, libros y un montón de cosas más. ¡Qué pena que todos los libros estén en holandés! Si al menos estuvieran en inglés podríamos hacer el intento de comprarlos pero en ese idioma no hay quien entienda nada. Buscamos como locos entre los vinilos pero no encontramos nada interesante. Cuando descubrimos que el tiempo pasa demasiado rápido y que aún tenemos a dos velas a nuestro amigo invisible nos vamos de tiendas. 

Llegamos a casa con algunas cosas compradas, las guardamos para que nadie las vea y hablamos sobre qué vamos a comer. A Mary y a mí nos toca ir de compra al Albert Heijn. ¡Qué bien! Nos encanta ir de compra y encima en navidades hay pruebas dobles. Degustamos nuestras queridas pruebas y compramos todo lo que necesitamos. 

Nos ponemos a hacer la comida. Ahora somos cuatro en casa y estamos más repartidos. Cuando estoy en la cocina, Ana en la ducha y Mary y Ana Vaca en el salón ocurre uno de esos momentos que crees que nunca llegaría, uno de esos en los que se finaliza una espera, la más esperada. En ese momento tocan a la puerta de casa. Solamente con ese gesto, un toque a la puerta y consiguen hacernos las personas más felices del mundo. “¡El paquete!” grito desde la cocina, aún sin saber de quién se trata. Mary corre hasta la ventana del salón, la abre y descubre que una mujer con una caja de cartón está esperando en nuestra puerta, esperando a que alguien la reciba. Mary comienza a dar voces, yo continúo dando voces. ¡Hasta Ana sale del baño en toalla y con los pelos mojados! La emoción se apodera de nuestros cuerpos, las sonrisas se dibujan en nuestros rostros y bajamos las escaleras de casa en menos de un segundo. La cartera se queda perpleja, creo que no tiene palabras. ¡Madre mía! Estos muchachos sí que se alegran por recibir una caja. La mujer simplemente nos dice que firmemos en una pantalla de esas táctiles y se despide de nosotros. ¡El paquete! Subimos la caja de cartón hasta el salón y la quedamos sobre la mesa. La espera ha terminado. Estábamos deseando que llegara, nuestro paquete desde España, desde nuestras casas. Y llega el ansiado momento. El momento de romper la caja y abrir sus solapas. Nuestras sonrisas son más amplias que nunca. 

Comemos con prisa, el tiempo nos come a nosotros. Mary va a casa de Aylim a por ella, ya que ha dejado su bicicleta a sus dos amigos para que den una vuelta por la ciudad. Mary la recoge, se monta en el porta-paquetes y la trae hasta casa. “¡Hemos recibido el paquete de España!” le decimos muy ilusionados. Y hablando de todo en general nos vamos a trabajar. Ana Vaca se queda en casa con una de nuestras llaves y con uno de nuestros teléfonos. “Cuando terminemos de trabajar te avisamos y te vienes al centro, que andando, andando, llegas muy bien” y nos despedimos de ella. ¡Hasta luego! 

En el trabajo nos lo pasamos muy bien, como siempre. Hablamos con nuestro jefe de la cena de Nochevieja, de que somos catorce para cenar, que si quiere puede venirse con nosotros y que solamente necesitaría traer su silla. Hablamos del paquete que hemos recibido desde España y de todo en general. Lo pasamos bien en la cocina. Nuestro jefe, Will, comienza a cantar la canción de “Chiquitita” de ABBA y, como era de esperar, se nos pega el ritmillo y Aylim y yo también comenzamos a cantarla. Coreamos entre los tres, cada uno en su versión y cada uno en un idioma. Will la canta en inglés y Aylim y yo en castellano, aunque intento hacer mi versión inglesa. La cocina está animada y cuando se friega cantando se friega mejor, con más ganas. “Chiquitita dime por qué, lala la lala la la la” y así nos echamos unas risas. Le pregunto a Will por la versión en inglés, me la canta y le digo que a mí me gusta más mi versión. Se la traduzco a mi manera. “Little girl say me why” y ese es mi resultado y la manera de dar por finalizada nuestra jornada laboral de hoy. ¡Nuestro último día de trabajo del año! Qué emocionante. 

Antes de irnos Aylim le pide la factura de la merluza a Will, ya que fue él quien se encargó de comprarla para nuestra cena, y, bromeando, nos dice que se le ha olvidado, que no sabe cuánto costó y, cogiendo la factura entre sus manos, rompe el papel, lo convierte en una bola y lo tira a la basura. Esa es la manera que tiene de decirnos que nos regala el pescado, la merluza que creo que sigue en el Dr. Ink. ¡Muchas gracias Will! Nuestro jefe es una maravilla. 

Nos despedimos de todos nuestros compañeros con un “Hasta el año que viene” y un “Happy New Year” y nos vamos al Dr. Ink. De camino a nuestro bar favorito, Aylim y yo hablamos de las relaciones y amistades que estamos entablando en Eindhoven. Estamos formando un buen grupo de amigos y somos una piña muy fuerte. El hecho de que estemos solos y tan lejos de nuestros amigos de toda la vida y familiares consigue que nos unamos más a las personas. Hacemos una reflexión. “Estar en Eindhoven es como estar en Gran Hermano: estamos aislados y los sentimientos que sentimos hacia los demás se magnifican.” Nuestra estancia en esta ciudad es un Gran Hermano. ¡La ventaja es que no tenemos ni nominaciones ni expulsiones! 

Salimos de fiesta, bebemos cervezas por un euro, conocemos a la pareja de amigos de Aylim y ellos conocen a Ana Vaca. Nos lo pasamos muy bien, nos reímos mucho. Queremos dos bicicletas: una para Ana y otra para Gianlu, ya que a él no le funciona bien ninguna de las que tiene. Pero no podemos comprar bicis porque no hay negros que las vendan. ¿Dónde se han metido hoy? Y repartidos entre las bicis que tenemos regresamos a casa. 

Nuestra casa es un desastre. Hay miles de cosas por el medio y la mayoría de ellas venían dentro del paquete. ¡Nuestro paquete! Por fin en casa. Chorizos, quesos, aceitunas con hueso, latas y más latas de atún, camisetas olímpicas para ellas, una camiseta y unos calcetines térmicos para mí, pantalones para la nieve, bombones, turrones, perrunillas y chicharrones, incienso, un vídeo realizado por Marina y hasta un regalo para Aylim de parte de mi madre. De todo, hay de todo. Como decía Lina Morgan: ¡Gracias por venir! ¡Hasta la revista de Cinemanía! Me la compraba todos los meses en España y aquí no encuentro ni una sola revista de cine. Qué alegría. Atún por todos lados. ¡Menos mal! Con lo caro que es aquí y ahora tenemos un montón de latas en nuestra despensa. ¡Aceitunas con hueso! Aquí solamente las hay sin hueso y no entiendo por qué. ¡Con lo que me gusta quedarme media hora los huesos rondando por la boca! Éstos holandeses no tienen ni idea de comida. 

Con nuestro salón hecho una auténtica ruina, con el lavabo aún descansando en el suelo y con la primera inquilina que nos visita nos vamos a la cama. Nos repartimos como podemos entre los colchones y dormimos plácidamente. Mañana será otro día, mañana llegarán nuevas aventuras y sorpresas. 



Muchas veces reaccionas como no lo esperas, sonríes sin más. Regalándole a la vida esas ganas de seguir descubriendo sorpresas, de continuar abriendo puertas que te transporten hasta casa, que te hagan sentir bien y que consigan sacarte lo mejor que hay en ti. Muchas veces un simple gesto, una simple mirada o una simple palabra pueden llegar a provocar un huracán de sensaciones y torbellinos de sentimientos en tu interior. Tocan a la puerta y con ese sonido descubres que la espera ha terminado. Bajas las escaleras y con ese gesto alcanzas tu meta. Abres la puerta y se forma tu sonrisa, esa sonrisa y esas carcajadas que formas involuntariamente como la mejor de las respuestas, la respuesta a esa espera a la que tanto tiempo has dedicado. 

Es el momento de disfrutar, de dar por finalizado un periodo. De sentarse frente a lo que te rodea y sentir que estás bien, que sigues siendo feliz y que lo seguirás intentando por mucho tiempo, por el resto de la vida. Es el momento de dar las gracias, las gracias por haber llegado, las gracias por venir. 

Y una nueva etapa comienza, una nueva espera, una nueva respuesta. Pues la vida está formada por todo ello, por esperas y por respuestas. Solamente hay que esperar, saber esperar, descubrir la respuesta, agradecer la llegada y, de nuevo, comenzar de cero. Solamente puedo decir gracias por venir. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.


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