Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

martes, 22 de enero de 2013

"Los días de después"

22 de Enero de 2013.

Después de tantos días sin recibir ninguna carta hoy he decidido enviar alguna, aunque no sea como todas las demás o no, al menos, a como las que os tengo acostumbrados. Los días pasan y las cosas siguen yendo bien, siguen mejorando. El tiempo parece volar en Eindhoven, las semanas desaparecen ante tus ojos y pareces no percatarte de ellas. Es inevitable no sentir el paso del tiempo y el paso de todos esos días que con su rápido desenlace van evolucionando desde los días de después al día en el que vivimos, y con un poco más de tiempo terminan convirtiéndose en los días anteriores. 

Hoy nos toca vivir los días de después. A mí me toca vivirlo en el estudio de Derek, el novio de Marleen. Mi cuerpo se encuentra casi pegado como a una lapa a una de las pocas estufas que hay en el lugar. Hace mucho frío en estas semanas y hace mucho frío, más aún, en el estudio donde Mary y yo trabajamos algunos días. Ana está en casa, supongo que se habrá pegado una ducha o estará ordenando todo el caos que invade cada día nuestro hogar. Son las doce, así que supongo que Mary ya va camino de la tienda de Marleen o ya está en ella. Hoy le toca quedarse todo el día a solas enfrentándose al público tras el mostrador de aquella acogedora tienda de diseños de Smalle Haven. Yo he llegado a las nueve y diez minutos al estudio. Después de unos veinte minutos en bici desde casa he conseguido aparcar la bicicleta junto a la furgoneta de Derek y con un “Good morning” he conseguido entrar a mi lugar de trabajo mañanero, rezando por no congelarme en el intento. 

Hace unas semanas recibí un correo electrónico de Derek. En él se me ofrecía la posibilidad de hacerle un catálogo de sus productos de plástico reciclado. Me preguntaba si yo estaría interesado en tomar las fotos, en editarlas y en encargarme de todo lo que un catálogo conlleva. Le dije, sin dudarlo ni un momento, que allí estaría yo disparando flashes contra sus productos de diseño. Y dos semanas más tarde aquí estoy, sentado en una de sus gruesas mesas de plástico finalizando un trabajo que parece que me enlazará con otros muchos más. Ya os contaré. 

Todos los días anteriores a éste me levantaba temprano para estar en el estudio a las nueve de la mañana. Mary ha venido a trabajar aquí muchos días. Ahora le han dividido las semanas y han decidido que trabaje dos días en la tienda, dos días en el estudio y que haga lo que quiera con el día restante. Supongo que elegirá pasarlos en el estudio, pues se lo pasa mejor que en la tienda, aprende más y se le da muy bien todo eso relacionado con las herramientas y demás cosas. 

Ahora Ana ya es la propietaria oficial de la bicicleta que en su día le compre a Gianlu, el novio de Aylim, y yo me he quedado oficialmente con la bicicleta de barra alta que tomamos prestada de enfrente de la puerta de Andrea. La bicicleta que está ahora aparcada no es ninguna de ellas, si no una nueva. Una nueva que pertenece a Mary y que se compró por ocho euros con el fin de devolverle a Marleen la suya. Pues sí, habéis leído bien. Mary consiguió una bicicleta por ocho euros en uno de los negros que se pasean por el centro a las tantas de la madrugada en busca de clientes. ¿Por qué tengo ahora la bicicleta de Mary en la puerta del estudio y no la mía de barra alta? Pues porque he perdido las llaves del candado y desde hace unos días mi bici vive encadenada en la puerta de nuestra casa, apoyada en el tronco del árbol que ahora está nevado. 

Tenemos solución para rescatar a mi bici, ya que Will, el jefe del restaurante, nos ha dejado una radial para poder cortar el candado. ¡Qué majo es! Nos ha dicho que tengamos cuidado con las manos y que si es posible que no nos las cortemos. ¡Sin ellas no podríamos seguir limpiando en los restaurantes! La radial está en casa y la bici sigue encadenada. Es pura pereza o falta de tiempo, no lo sabemos. 

Tenemos dos buenas noticias y dos malas noticias. Las buenas son que la ciudad está completamente teñida de blanco desde hace unos días y que ya tenemos un lavabo reparado y en condiciones. Las malas son que pasados unos días de haber nevado el suelo se convierte en capas de hielo y es muy peligroso y que ahora vivimos con miedo a intentar que nuestro suelo del servicio no se vuelva a llenar de pedacitos de porcelana. ¡Vivimos unos días con el suelo lleno de porcelana! Hasta había unas bragas de Mary enterradas bajo los escombros del lavabo. Sí, las quité antes de que el fontanero llegara a casa. Os preguntaréis cómo acabó el lavabo de esa manera. Ya os lo contaré, no seáis impacientes. 

Ayer tuvimos el día libre los tres, al menos sí en los restaurantes, porque Mary y yo vinimos de nuevo al estudio hasta las seis o las siete de la tarde. Después nos fuimos al Burguer King y los tres disfrutamos de una buena hamburguesa con extra de queso, ración de patatas fritas y una coca cola que burbujeaba en nuestra boca como ya no lo suele hacer mucho. Ahora lo que se lleva es la cerveza, aunque sigue sin convencerme mucho. Ana ocupó una de las mesas del local, en el interior de la estación de autobuses, ocupé una de las sillas con todas las ropas y bolsos que nos sobran y Mary llenó la mesa de hamburguesas y coca colas. Las disfrutamos como niños, como niños grandes. 

Aquí, en el estudio, comen todos los días entre la una y las dos del mediodía. Lo peor no es eso, lo peor es que comen todos los días sándwiches y nosotros, obviamente, también tenemos que comerlos. A mí me encantan los sándwiches. Disfruté en la pensión con ellos y ahora vuelvo a disfrutar de ellos. El destino pone sándwiches en mi camino y si es así cómo el destino lo quiere no lo desobedezco y me los como. ¿Qué hora es? Las doce y veinte, ya queda menos para que la mesa se llene de productos del Albert Heijn y de pan tostado para rellenarlo y untarlo de cosas ricas. 

Marleen ha llegado ahora mismo al estudio y ha estado en Ámsterdam, de ahí a que Mary esté sola en la tienda. Dice que ha llegado tan pronto porque han cancelado la cita y que ahora Mary podría estar en el estudio y no en la tienda. ¡Qué casualidad! Mary acaba de llamarme al móvil y ahora en vez de conmigo está hablando con Marleen. Ya hay demasiada confianza entre nosotros. Tanta que el otro día fuimos por pleno centro de Eindhoven montados en los asientos de delante de la furgoneta junto con Sim, el perro. Marleen, Mary encima de mí, Sim en los pies y Derek al volante. Fuimos a comprar una botella de alcohol y nos la bebimos disfrutando de las instalaciones del nuevo estudio que han alquilado para un nuevo periodo de meses. 

Así continúan los días, con lavabo nuevo y con los suelos de la ciudad congelados. Seguirá haciendo mucho frío en el estudio, aunque yo lucho contra él arrimado lo más que puedo al radiador y con la camiseta negra térmica que mi yaya me regaló por Navidades. No me la he quitado desde que me la puse por primera vez. 

Intentaremos desencadenar mi bicicleta y devolverle lo antes posible la radial a Will. El catálogo va bien, ya os lo enseñaré. A veces me gustaría que los días tuvieran más de veinticuatro horas, quizás resultarían demasiados extensos al principio pero al volveríamos a necesitar horas al paso del tiempo. 

Los días seguirán pasando, igual que la nieve seguirá cayendo en nuestros tejados. Los días de mañana se convertirán en los de ayer y los días de después en los anteriores. La recta final para superar éste primer mes del año ha comenzado. Esperamos con ganas los cambios, las nuevas sorpresas y las nuevas emociones. Enero es la toma de contacto, pensaremos en él los días de febrero. Febrero será diferente. Continuaré con las cartas cada vez que pueda, cada vez que los días me lo permitan. Cada vez que los días me den paso a los días de después. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

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