Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

jueves, 14 de febrero de 2013

"La fábrica de chocolate"

12 de Febrero de 2013.

Desde siempre había querido construir un lugar en el que todo el mundo pudiera disfrutar de los manjares a los que ella tanto amaba, un lugar en el que todos supieran saborear el dulce tacto que el chocolate forma al fundirse en las bocas. Soñaba con un mundo lleno de tabletas de chocolate, de caramelos cubiertos de chocolate, de ríos de chocolate fundido y de praderas de más y más chocolate. De todos los tipos y sabores, de todos los aromas y colores. Chocolate con leche, con almendras, sin almendras, chocolate puro, con avellanas, en polvo, a la taza, chocolate negro y blanco, chocolate. Simplemente chocolate. Un mundo lleno de chocolate. 



Después de comer Mary continúa con su proyecto de fin de carrera y yo continúo con alguna de las cartas. Más tarde Aylim nos llama por teléfono y le decimos que se pase por casa, ya que hace tiempo que no la vemos y queremos pasar un tiempo con ella. Cuando llega a nuestra casa se quita todas las capas que lleva encima y se acomoda en una de las sillas del salón. Después de unos minutos hablando nos hace una propuesta de esas que tanto nos gustan: “¿Por qué no os venís a mi casa y vemos una película? Podemos comer palomitas y chocolate”. Aylim añade lo de las palomitas y el chocolate para convencernos, aunque solamente con la idea de la película estamos dispuestos a unirnos al plan. Así que rápidamente nos vestimos y nos montamos en nuestras bicicletas. 

Cuando llegamos a casa de nuestra anfitriona favorita nos acomodamos en su salón, saludamos a su perro Chulo y comenzamos a cargar en internet la película que hemos elegido. “La piel que habito”, una de las últimas de Almodóvar, ha sido la elegida. Todo el mundo nos ha dicho que es muy rara y que es muy diferente a todas las que ha dirigido éste director, así que tenemos ganas de quitarnos el gusanillo de la curiosidad. Antes de comenzar a disfrutar del cuerpo desnudo de Elena Anaya, Aylim se prepara un plato de comida de productos ibéricos. Parece un plato de degustación española. Chorizo, jamón y queso son las cinco estrellas del plato, acompañados por sardinas, alcachofas y patatas a lo pobre. Un buen plato para comer y se lo carga bien porque quiere que nosotros, a pesar de haber comido, la ayudemos a devorarlo. ¡Qué cosas más ricas! Aylim parece que nos quiere cebar, como a los cerdos antes de la matanza. Nosotros nos dejamos cebar, es inevitable no comer en ésta casa. 

Con el plato de degustación más limpio que después del lavavajillas nos disponemos a ver la película. Aylim, como no podría ser de otra manera, llena la mesa del salón de cosas de chocolate, de galletas, de frutos secos, de patatas fritas y de una infinidad de cosas que solamente ella tiene en la despensa de casa. ¡Hasta tiene gofres y nocilla! La nocilla es para calentarla y derramarla por encima. Qué cosas más ricas. Así que, olvidando los kilómetros que corremos cada mañana, nos llenamos las bocas de chocolates de todo tipo y nos dejamos enamorar por el dulce tacto de los gofres con nocilla derretida. Tenemos un problema con las chucherías y Aylim, que parece Willy Wonka, el de la fábrica de chocolate, es nuestra solución. La despensa de su casa es como una fábrica de chocolate y nosotros somos los niños que disfrutan de sus manjares. Mary rebusca entre las baldas de comida y, con los ojos como platos, le dice a Aylim que cree que nos quedamos el día equivocado en su casa. “El día que nos quedamos en tu casa cuidando del perro no tenías nada para comer” le dice Mary, sin saber dónde detener su mirada entre tanto dulce. “Nos tuvimos que hacer un cola cao”. Mary está indignada y Aylim se indigna porque no puede creer que su despensa estuviera vacía aquel día. 

Antonio Banderas, el protagonista de la peli, ya está en escena compartiendo diálogos con la desnuda Elena Anaya, ya que en casi toda la peli sale en cueros. Al principio hacemos bromas de todo lo que sale, de lo rara que es, de que no entendíamos nada y de que a Pedro, el director, se le había ido un poco la pinza. Cuando vamos avanzando en la trama nos invade el silencio y el interés aumenta. Al terminar afirmo que me gusta, que me ha encantado y que es una buena película. A Mary también le gusta y Aylim dice que ni sí ni no, que se ha quedado a medias. Es una película muy diferente a las que Pedro nos tiene acostumbrados, pero tiene una buena historia. Minutos más tarde damos las gracias a nuestra anfitriona favorita por esas acogidas tan buenas que siempre nos realiza y no dejamos que las calorías de más nos entristezcan la existencia. Así que, manteniéndonos en las pieles que habitamos (chiste malo utilizando el título de la peli), nos despedimos de Aylim y nos vamos a casa, ya que Mary tiene que continuar con su proyecto de carrera. 

Una vez en casa decidimos no cenar. ¿Cómo vamos a cenar con todo lo que hemos comido? Todo lo que hemos perdido corriendo ésta mañana lo hemos ganado, o superado, con los gofres y la nocilla de esta tarde. Por la mañana nos pusimos nuestras ropas de deporte y comenzamos nuestra ruta diaria. El recorrido lo hemos aumentado y me sorprendo de mí mismo. Jamás llegué a pensar que pudiera correr, por voluntad propia, un recorrido tan extenso. A lo mejor no es extenso para los demás pero, por lo menos, para mí está más que bien. Salimos de casa y corremos por una de las calles que nos llevan hasta el congelado canal, continuamos acompañándonos con los patos que intentan nadar en sus aguas y giramos por el puente hasta introducirnos en la calle más principal que hay en nuestro barrio. Esa calle se comunica con la nuestra pero nosotros continuamos recto hasta el final de ella. Pasamos siempre por un estanco, nos cruzamos con una señora que viene de la compra y todas las mañanas disfrutamos del agradable olor que la ropa tendida deja en una de las fachadas de la calle. Casi al finalizar la calle nos topamos con la tienda turca, donde compramos las verduras y frutas que tanto nos gustan, y con el Albert Heijn, que lo vemos desde fuera sin pensar en las pruebas que probablemente rebosan en los platos, bordeándolo hasta llegar al parque por donde paseábamos con Sim. Atravesamos el parque por su camino de arena y piedras y, con la lengua casi por los suelos, llegamos a nuestra ansiada casa. Una vez en ella tumbamos el colchón de cuadros escoceses sobre el suelo y comienza la sesión de estiramientos y abdominales. Mi entrenadora personal, Mary, siempre me obliga a hacer más y más tandas de diez abdominales. Gracias a ella los consigo porque a los treinta o cuarenta no puedo más. Soy un desastre para el deporte, aunque he de admitir que cuando terminas te sientes despejado, libre y con ganas de una buena ducha. 

La mañana la hemos pasado en casa, ni tienda de Marleen ni estudio de Derek. En casa. Solamente hemos salido de ella para ir a correr y para ir en busca de unas naranjas a la tienda turca, ya que hemos encontrado una oferta en la que puedes comprar dos kilos por un euro. ¡Aprovechamos y nos venimos cargados de naranjas! 

Los restaurantes están cerrados por carnaval, así que tampoco nos toca ir a trabajar. El miércoles ya comenzamos con la rutina de los friega platos. Aunque Ana no trabaja los miércoles, pero sí los domingos y los domingos nosotros no. Es un jaleo eso de los días libres de cada uno, ya que los únicos días en el que ninguno de los tres trabaja en el restaurante son los lunes. 

Y en el sofá de casa, con los ojos más cerrados que abiertos, sueños con el colchón que me llama desde la habitación mientras que algún que otro gofre se fusiona en mis pensamientos. Doy las buenas noches y me acurruco entre sábanas y nórdicos. Mañana nos espera otra ruta mañanera y una tarde fregando platos, que con tanto carnaval y días libres se nos habrá olvidado hasta cómo hacerlo. 



Sus ojos viajaban a la velocidad de la luz cuando se adentraba en cualquier supermercado. Su mirada se dirigía a las secciones de chocolate. Conocía todas las marcas, todos los sabores y hasta los orígenes de cada producto. El chocolate era su pasión y, soñando con que algún día pudiera conocer a Willy Wonka y a su fábrica de chocolate, decidió comenzar a realizar la suya propia. Compró miles de tabletas de chocolate, de todo tipo y los transportó hasta su casa. Allí realizaría su propia fábrica de chocolate y, planeándolo todo detalladamente, comenzó completando todas las baldas de su, cada vez más, sabrosa despensa. 





Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

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