15 de Febrero de 2013.
La vida puede tenerte preparadas muchas sorpresas porque solamente ella es una caja de sorpresas. El destino, que maneja a su antojo los hilos de éste teatro, nos transporta y nos guía, nos une y nos separa, nos sorprende y nos da la vida. La vida y el destino, los únicos que no pueden vivir el uno sin el otro. La vida crea al destino, dándole alas para ser libre, y el destino modifica a la vida, susurrándole al oído los caminos que ha de tomar.
Rondaban las cinco de la tarde del quince de febrero cuando decidimos presionar las teclas en nuestro teléfono que nos pondrían en contacto con María, nuestra amiga del alma y de la vida también. Después de varios tonos sin recibir respuesta finalizamos la llamada y, segundos más tarde, volvemos a intentarlo de nuevo. Ésta vez, tras nuevos varios tonos, María responde a la llamada, aunque no escuchamos su voz porque la canción de “Cumple años feliz” retumba en las cuatro paredes de nuestro salón. Ana, Mary y yo nos dejamos las gargantas para poder transmitirle la máxima fuerza posible y las mejores ganas de reír que existan sobre la Tierra. Le decimos que nos guarde un trozo de tarta a cada uno, aunque nos dice que no lo hará porque no vamos a ir a verla. Así que le decimos que ya llegará el día en el que eso ocurra, que no se preocupe. Creo que tengo que comenzar a detallar seriamente un plan de secuestro. Meteré a María en una maleta y la traeré con nosotros hasta Eindhoven. No sé si María será la suficientemente ágil para meterse en la maleta. ¡Habrá que intentarlo de todos modos!
Al llegar a casa, después del trabajo en el restaurante, me quedo dormido sobre el colchón de la habitación; me arropo con el nórdico forrado con una funda de El Libro de la Selva, que Mary compró en una tienda de segunda mano; y comienzo a soñar, mientras mi cuerpo se calienta junto al radiador. Sueño en el día en el que nos adentramos en ésta aventura, en aquel veinticinco de septiembre en el que abandonamos Sevilla y volamos hasta Eindhoven. Sueño en aquel día y en todo lo que hubiera ocurrido si nunca hubiéramos tomado aquel avión.
Un nuevo día comenzó en el pequeño pueblo de Extremadura. Las dehesas de encinas se vieron iluminadas por el intenso color del Sol al amanecer, los primeros cantos de gallos despertaban a los más atentos del lugar y el rocío que empapaba las verdes hierbas comenzaba a deslizarse entre ellas, buscando un suelo en el que aterrizar. Los trinos de los pájaros, que descansaban sobre los cables de la luz, rompían en silencio de las solitarias calles. Aquel sonido se fusionaba con el agradable olor a pan recién horneado. Las más madrugadoras ya habían calzado sus pies para abrir los ventanales de sus hogares, dejando que las casas se llenaran de vida, y los más madrugadores pisaban con cuidado las tierras húmedas de los olivares que rodeaban al pequeño pueblo, a los que pronto había que recoger sus frutos.
Ana, que había sido admitida en un ciclo de grado superior en la ciudad de Mérida, comenzó a revolverse bajo sus sábanas en busca del botón que consiguiera silenciar la dichosa alarma que la saludaba todas las mañanas con su inquietante “Buenos días”. Abrió los ojos y contempló el techo de su habitación durante unos segundos. Qué pereza le daba tener que coger el coche todos los días para llegar a su instituto y qué pereza despertarse tan temprano, obligada a abandonar el calor con el que sus mantas la protegían del frío de la mañana.
A varios kilómetros del pueblo se encontraba Mary. Badajoz se había convertido, por segunda vez en su vida, en su ciudad de estudios y de vida. Tras varios años estudiando su carrera en Mérida decidió mudarse de ciudad. Sus intentos de viajar al extranjero para realizar sus prácticas se vieron truncados al no recibir respuesta de ninguna empresa europea. Pasó todo el verano enviando mensajes a diseñadores de Europa y, desgraciadamente, ninguno de ellos estaba interesado en una chica de prácticas. Mary, sin ningún otro remedio, recurrió a la ciudad de Badajoz y en ella encontró un lugar donde poder realizar las prácticas que tanto le hubiera gustado haber realizado fuera de España.
Yo desperté en una habitación que no era mi habitación del pueblo. También vivía en Badajoz, aunque no muy cerca de donde vivía Mary, y había comenzado a estudiar un nuevo ciclo enfocado al mundo del diseño editorial. Me gustaba lo que estudiaba y no podía quejarme de mi vida en Badajoz. Era la primera vez que vivía fuera de casa, mis primeros pasos como persona independiente y mi primera convivencia en un piso con gente a la que no conocía. Todas las mañanas colgaba mi mochila a la espalda y cogía un par de autobuses para llegar hasta el instituto donde había comenzado a entablar amistades con los compañeros de clase.
Ana condujo su coche color burdeos hasta la puerta del instituto; lo aparcó en el mismo lugar donde solía aparcarlo todas las mañanas, un sitio donde siempre llenaban la luna del coche de publicidad barata; y, tras coger su bandolera llena de libros, saludó a una compañera de clase con la que avanzó por los pasillos del edificio. Algunas de las clases le resultaban muy aburridas y pesadas, aunque tenía ganas de aprobarlo todo y sabía que lo conseguiría, como había conseguido superar los otros estudios a los que se había sometido. El ensordecedor sonido del timbre de comienzo las invitó a ocupar sus asientos y segundos más tarde uno de los profesores entró en la sala, con una sonrisa de oreja a oreja, dándoles los buenos días. Aquella mañana les daría una buena noticia, una noticia que conseguiría cambiar la vida de alguno de los estudiantes que allí estaban sentados.
El autobús que transportaba a Mary hasta el edificio donde realizaba sus prácticas se detuvo y ella lo abandonó con su mochila verde a la espalda. Quedaba a las afueras de la ciudad, era un edificio nuevo y moderno, con la fachada color gris y las puertas y ventanales de un verde pistacho. Creaban un contraste bastante llamativo. Cruzó sus puertas y se dirigió hasta la oficina donde su jefe de prácticas, un tipo mayor y bastante serio, la esperaba con nuevas tareas para aquella mañana. El jefe, que había sido contratado para decorar el interior de unas oficinas, pidió a Mary que buscara productos de diseño a través de la web. Ella, aburrida por pasar tantas horas ante el ordenador, maldijo la hora en la que ninguna empresa extranjera contestara a sus mensajes.
Pasé los primeros días del ciclo conociendo a una chica y a un chico que parecían simpáticos. Desde el primer día me saludaron y comenzamos a interesarnos por nuestras vidas. Eran nuevos en la ciudad, al igual que yo, y habían dejado a sus familias y amigos en una ciudad de Holanda. Cansados de su país, decidieron comenzar unas nuevas vidas por nuestras tierras. Hablaban bastante bien el castellano y, gracias a ello, podíamos mantener unas conversaciones fluidas. Siempre les decía que habían sido muy valientes dejándolo todo y comenzando algo desde cero, en el fondo les envidiaba. Me dijeron que algún día me llevarían a su país, a montar en bicicleta y a volverme loco con el clima. Me pareció una genial idea.
Algunos fines de semana iba al pueblo, abandonaba mi piso de Badajoz, y daba la bienvenida a mi casa de siempre, a mi habitación, a mis amigos y familia. Todos los viernes por la tarde paseábamos con nuestros perros hasta la Charca Arriba. Los perros siempre acababan chapuceando en la charca y nosotros, por culpa de ellos, también terminábamos mojados. Por las noches quedábamos en el Pub y era allí cuando nos veíamos después de varios días sin estar juntos.
Aquel viernes Ana y Mary salieron juntas de casa y se reunieron conmigo. Después de ir a por unas chucherías a casa de Pepa nos sentamos junto a una de las mesas de la terraza del Pub. Allí comenzamos a hablar sobre nuestras cosas, contándonos nuestras semanas y comentando nuestras nuevas vidas. Mary haciendo sus prácticas en Badajoz, Ana estudiando su ciclo en Mérida y yo estudiando el mío en Badajoz.
-¿Sabéis qué?.-preguntó Ana con una cerveza en la mano. –Hoy nos ha dicho un profesor que al final de curso se sorteará una plaza para que uno de los estudiantes de mi ciclo podamos hacer prácticas en el país que nosotros elijamos.- a Mary a mí se nos pusieron los ojos como platos. –Dice que tendrán muy en cuenta el nivel de inglés, así que tendré que ponerme las pilas si quiero irme al extranjero.-dijo Ana imaginando una vida fuera de España.
-Pues esta semana mi jefe de prácticas me ha mandado a buscar productos de diseño para decorar una oficina en Badajoz.-dijo Mary un poco desanimada, pues sus prácticas eran aburridas y pesadas. –He buscado varios diseñadores y se los he enseñado a mi jefe.
-¿Y qué? ¿Le ha gustado algo de lo que has buscado?.-le dije desde el otro lado de la mesa, con un vaso casi vacío de Coca-Cola en la mesa. –Vaya jefe más serio y desagradable que te ha tocado…
-Pues la verdad es que sí.- contestó Mary mientras se dibujaba una pequeña sonrisa en su cara. –He encontrado a un diseñador de Holanda que hace sillas de plástico y dice mi jefe que vamos a contactar con él para comprar algunas para la oficina.
-¿En serio? ¿Un diseñador de Holanda?.- le pregunté extrañado, desconociendo que en Holanda hubiese tantos productos de diseño. –Pues hablando de Holanda… En mi clase hay un chico y una chica que son holandeses, han comenzado a vivir aquí y me han propuesto una muy buena idea.
-¿El qué te han dicho?.-dijo Ana interesada tras contemplar mi cara de emoción.
-Dicen que quieren mantener informados a sus familiares y amigos de todo lo que hacen en su nueva vida por Badajoz.-hice una pausa para beber un poco del refresco que se fusionaba con los hielos en el interior del vaso. -Como a mí me gusta tanto escribir me han pedido que haga resúmenes de sus vidas para publicarlos y así podrán leerlo sus familiares desde tan lejos.
-¡Pues sí que me parece una muy buena idea!.-dijo Ana, conociendo que sí que me gustaba mucho escribir. –Ahora tendrás que crear un blog o algo donde poder subir los resúmenes, ¿no?
-Sí, supongo que crearé un blog.
-¿Y vas a escribir una carta cada día?.-preguntó Mary mientras continuaba pensando en las sillas de plástico de aquel holandés.
-Habrá que intentarlo…
Al día siguiente Mary conducía el coche de su hermana por las calles del pueblo, ya que en Badajoz a penas conducía; Ana estaba sentada en el asiento del copiloto y yo en los asientos traseros, mientras enredaba entre todos los papeles que había esparcidos por el suelo.
-Ana, ¿qué es esto?.-le pregunté con unos folletos de publicidad en las manos.
-No lo sé.-contestó ella, tras girar su cara hasta mis manos. –Todos los días encuentro publicidad en la luna del coche y el otro día dejaron eso.
Mantuve la propaganda entre mis manos durante unos segundos y más tarde la dejé en uno de los asientos del coche. Un papel amarillo, con letras negras, y otro blanco y azul quedaron escondidos entre el resto de papeles que Ana tenía en el coche. Parecía que iban a abrir dos nuevos centros comerciales en Mérida, pues la propaganda era de un tal Jumbo y otro tal Albert no sé qué. No me fijé mucho en los nombres, ya los conoceríamos cuando estuvieran en marcha.
Mary continuó conduciendo por las calles del pueblo, Ana quedaba con María a través de su teléfono y yo observaba las casas a través del cristal, que comencé a bajarlo para sentir el aire fresco en la cara.
Me desperté sobre el colchón de la habitación, miré tras la ventana y descubrí un nuevo paisaje nevado. En Eindhoven había vuelto a nevar. No recordé nada de mis sueños y dando los buenos días a Mary y a Ana, que dormían cada una en su colchón, comenzamos un nuevo día a tantos kilómetros de casa, de nuestro pueblo.
La vida y el destino, que siempre van unidos y que no pueden vivir el uno sin el otro. Los detalles, los comienzos, los finales, los sueños y las metas. Todo está ligado con el destino, esa curiosa fuerza que modifica los hilos de nuestra vida. El destino, que nos ayuda a elegir nuestros mejores caminos y nos guía tras ellos, nos convierte en inconscientes esclavos de sus planes. Sean cuales sean tus decisiones, sean cuales sean tus sueños y metas, sean cuales sean tus formas de vida todo está unido para conseguir sorprenderte y modificar tus caminos. Si el destino elige en esta vida un camino para ti, tarde o temprano te empujará hacia él y, tarde o temprano, te guiará para que lo recorras paso a paso.
Puede que si nunca hubiéramos montado en aquel avión del veinticinco de septiembre nuestras vidas serían completamente diferentes pero, tarde o temprano, el destino nos empujaría a nuestro nuevo camino para que lo recorriéramos, como estamos haciendo ahora, paso a paso. Porque las vidas, nuestras vidas, serían diferentes pero los destinos, nuestros destinos, seguirían siendo los mismos.
Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.