Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

viernes, 28 de septiembre de 2012

"Nice to meet you"

28 de Septiembre de 2012.

Noticia de última hora: tres gallinas gigantes parlanchinas holandesas han invadido nuestro corral. Ana, tumbada en la cama leyendo un libro de inglés, y yo, tumbado en la cama de al lado, que no es la cama donde duermo ni la cama donde tengo colgadas mis pertenencias lavadas, nos miramos al escuchar más ruido de lo normal. La conversación y el parloteo se cuelan por la puerta que nos comunica con el pasillo. Ana se aterra. Yo giro mi cabeza hacia la puerta y en ese mismo instante alguien toca con sus nudillos por la parte de fuera. Toc, toc, toc. Ya están aquí.

El despertador ha sonado a las ocho y media de la mañana. He abierto los ojos, he cogido el móvil y he deslizado mi dedo sobre su pantalla táctil para que el dichoso sonido de alarma se detuviera. “Dani, ve al Jumbo a por un café” han sido las primeras palabras de Mary al despertar. Ana me ha saludado, de nuevo, con su dedo corazón.

Hoy es el día en el que Mary ha quedado con Marleen en su tienda, la cita es a las cuatro de la tarde. Mary está nerviosa y tiene que estudiar inglés toda la mañana. Ana y yo seguimos con la búsqueda desesperada de apartamentos, queremos lo que sea. Es difícil: tienes periodos mínimos de alquiler, algunos son muy caros, otros no tienen ni una cama, nos hemos topado con estudios, algún que otro garaje que parece haber sido sacado de una peli de miedo… En fin. ¡Necesitamos un piso decente con una habitación como mínimo, una cama y que pueda alquilarse por tres meses! ¡Y no con un mínimo de doce meses! ¿Tan difícil es? Pues sí, es muy complicado.

Ana y yo hemos abandonado a Mary por la mañana y hemos ido al supermercado Jumbo. Nos hemos propuesto llegar en siete minutos, como nos indicaba la ruta en el “Google Maps” y, efectivamente, se llega en siete minutos. El problema es que nosotros nos entretenemos con cualquier cosa. Todo es diferente, todo es nuevo, todo nos gusta y hasta lo feo es bonito aquí. No hay barrios pobres ni zonas malas. Y si los hay… a nosotros nos parecen que son preciosos. Lo dicho, hemos ido al supermercado y hemos probado todos los quesos que había para probar. ¡Qué rico todo! ¡Y qué cantidad de queso para degustar! Está claro que hay que ir a hacer la compra por la mañana. Hoy la cena, la comida de mañana y el desayuno de mañana nos ha salido por el módico precio de seis euros con sesenta y un céntimos. Económico, ¿no? El viaje al supermercado ha sido mucho más rápido y eso que nos hemos detenido porque hemos visto una valla de madera caída en el suelo. Nos ha parecido muy raro porque aquí parece no haber ni vandalismo ni accidentes. Ayer nos topamos con una lata de un refresco, estaba colocada en una pared de esquina. Hoy, en esa misma pared, la lata de refresco estaba acompañada por otra misma lata. Nos gusta pensar que alguien las deja ahí con algún motivo. ¿Nos encontraremos mañana con tres latas?

Los días pasan volando aquí. Degustamos queso gratis, buscamos piso desesperadamente, recibimos e-mails por respuesta y nada parece salir bien, degustamos café en el supermercado, compramos bastoncillos porque tenemos los oídos sucios, Ana se mete en la ducha sin toalla y se seca con papel higiénico, los dueños del albergue tienen un perro como mascota, hay un compañero italiano que se hospeda en otra habitación pero que parece que vive permanentemente en la zona de fumadores, dormimos en literas, comemos en el suelo, Ana estampa su cabeza una y otra vez contra los barrotes de las literas, lavamos bragas y calzoncillos, secamos nuestra ropa en los barrotes de las camas y practicamos el inglés, intentando evitar el modo indio.

Llegan las cuatro de la tarde. Mary está nerviosa. Perdidos en una calle más de Eindhoven nos topamos con la fachada de la tienda de Marleen, investigamos un poco desde fuera y la vemos tras el mostrador. Es rubia, alta y guapa. Parece simpática. Entramos y perdemos el tiempo ojeando todo aquello que vende, mientras ella atiende a unos clientes. “Hello. I am Mary, the student” dice Mary saludándola. Marleen le da la mano. Luego se dan dos besos. “She is my sister Ana y he is my friend Dani”. A nosotros nos da la mano. ¡Madre mía! El inglés es complicado y más cuando con el que hablas no entiende nada de español. Hay que ponerse las pilas con el idioma. Mary empieza con las prácticas el lunes. Oh, perdón. The monday. “Nice to meet you” dice Marleen al darnos la mano.

Al caer la noche y después de haber entrado en una librería para comprar tres novelas en inglés seguimos con la búsqueda de piso. Y el rumbo de la historia da un giro inesperado cuando tres chicas holandesas invaden la habitación. Ya no somos tres, ahora somos seis. Seis en una habitación de diez. Hemos recogido nuestros calzoncillos y bragas, que se secaban colgados de las literas, y cada uno nos hemos tenido que ir a nuestras respectivas camas. “Madre mía. ¿Y ahora cómo y dónde comemos nosotros?” las dudas atacan la cabeza de Ana. “Blaj blaj blaj jaj jaj jaj” Las gallinas no paran de parlotear. “Es un lenguaje muy de garganta” digo mientras las escucho. “Sí, parece que tienen carraspera” añade Ana, que explora el terreno desde su cama.

Las chicas han llegado, las nuevas inquilinas. Ahora que parecía que nos encontrábamos en la habitación como en casa. Han dejado sus maletas al lado de sus camas, han colocado todas sus sábanas y se han bañado en desodorantes y perfumes. “Estas seguro que han venido de fiesta y se quedan aquí a dormir” intuye Ana, después de pensar que todos esos perfumes los echaban para ahuyentar los supuestos malos olores de nuestra habitación. Se han perfumado y se han ido. Ni un hello ni un bye bye. Pues nada, nosotros estamos encantados de conoceros. Nice to meet you. Por cierto. Una de ellas se ha estampado la cabeza contra uno de los barrotes de la litera. “¡¡¡Paaaaffff!!!” ha sonado, acompañado de varios “Jhaj, jhaj, jhaj, jhaj”. Sí, supongo que tienen carraspera.

De momento no sabemos si encontraremos trabajo, si encontraremos piso. Lo que sí sabemos es que nos llevaremos grandes experiencias y aventuras diferentes cada día. Intentaremos hacerlo lo mejor posible y si no… siempre estaremos encantados de haberos conocido. Nice to meet you.

Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

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