Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

martes, 30 de octubre de 2012

"Start again"

22 de Octubre de 2012.

Es bonito descubrir cómo unas personas terminan su vida en un lugar alejado del mundo y otras llegan a ese lugar, intentando comenzar sus nuevas vidas, perdidos e ilusionados por la nueva aventura. Es bonito ver cómo los que se van ayudan a los que vienen y cómo los que vienen son bien recibidos por los que se van. El comienzo, el nuevo amanecer, un nuevo despertar… es todo lo que nos depara a partir de ahora, un nuevo comienzo, simplemente. Cajas vacías y cajas repletas de cosas, paredes que se entristecen por ser desalojadas y paredes que suplican volver a estar habitadas. 

Es todo lo que nos depara el destino: ver los desenlaces que se topan en tu camino y vivir los comienzos, hasta que llegue el momento en el que el destino te regale un desenlace. Un desenlace acompañado, como siempre, por un nuevo comienzo, que te empuja, una vez más, a volver a empezar. 



La mañana ha sido ajetreada, tan ajetreada como puede ser la mañana más ajetreada que pueda existir. Al despertar y vestirnos nos dirigimos a la cocina y disfrutamos de nuestro último desayuno en la pensión. ¡Hay que aprovechar hasta el último momento! Pensamos en Fátima y en despedirnos de ella pero seguro que ya se ha marchado a la universidad así que escribimos una nota en la que dejamos nuestro número de teléfono y nuestros nombres para que nos busque en el Facebook. ¡Queremos seguir en contacto! Lanzamos la nota al interior de su habitación gracias a una ventana que ha quedado abierta y quedamos el papel en manos del curioso destino. 

La habitación está recogida, todas las maletas cerradas y todo ordenado. La hora de salida es a las once de la mañana y, a esa misma hora, Mary tiene que estar en la tienda. A las diez y media se va con la bici hasta sus prácticas diarias y Ana y yo necesitamos ayuda para transportar las maletas a casa del compañero de trabajo de Ana, un cocinero vasco que es muy simpático y se ve buena gente. Su casa está cerca de la pensión y nos ha ofrecido quedar las maletas allí hasta que vayamos a la agencia y arreglemos todos los papeleos. Además, a este chico, Aser, es al que Josh, el marido de Señora Rosa, le va a dejar la furgoneta hoy para que vayamos a la tienda de muebles y, además, nos ha dicho que una amiga que vive en Eindhoven se va a Inglaterra la semana que viene y está vendiendo a precios muy económicos todo lo que tiene en el piso. ¡Perfecto! Una mudanza que ayudará a otra mudanza. Pedimos ayuda a Aser y aparece en la pensión sin ningún problema. Cogemos las tres maletas de veinte kilos, las tres maletas de diez kilos, la maleta vintage que nos regaló Marleen para nuestra futura casa y la botella de vino destaponada, a medio beber e imposible de cerrar. ¡Qué pintas tenía cargado con la maleta vintage, llena de toallas mojadas, ropa usada y folletos que hemos recogido para decorar nuestro salón, y con una botella de vino abierta en la mano! ¡Parezco un vagabundo, con clase, pero vagabundo! 

Gracias a Aser nuestras maletas están a salvo, nos invita a un café y nos despedimos, dándole las gracias, de él hasta que lo veamos más tarde. Ana y yo, un poco pasada la una de la tarde, nos vamos a la agencia inmobiliaria con la que tenemos una cita (appointment en inglés) a las dos de la tarde. ¡Y vaya cita! 

Le decimos al de la agencia, como siempre, que hablamos poco inglés pero parece que no lo entiende porque habla a toda velocidad. ¡Qué barbaridad! Antes de comenzar con los papeleos nos vamos a ver el piso por segunda vez. ¡El piso donde estaba el perro agresivo en la terraza, el piso que nos enseñó el chico cuya mujer tenía una prima que vivía en Tenerife, el piso que tiene un baño con bañera y ducha! Ese es el piso que hemos visto y que estamos a punto de alquilar. Supuestamente es por un mínimo de seis meses de alquiler pero el chico que nos lo enseñó por primera vez nos dijo que se podía negociar la posibilidad de cuatro meses. ¡El piso está perfecto! Vacío y perfecto, y el suelo lleno de pelos del perro agresivo. 

El de la agencia nos lleva en coche al piso. ¡Es la primera vez que Ana y yo montamos en coche desde que estamos en Eindhoven! ¡Y en el mismo coche que tiene Ana en el pueblo! ¡Vamos a nuestro piso en un Opel Corsa! Y disfrutamos sobre las cuatro ruedas, aunque por esta ciudad preferimos ir andando o en bici. Además los conductores de Eindhoven son un poco temerarios y no saben aparcar. ¡Lo que les cuesta aparcar bien un coche! Tanta bici, tanta bici pero a la hora de coger un volante no tenemos ni idea. El piso está igual que lo dejamos la otra vez, aunque sin perro. 

De nuevo en la agencia comenzamos a tramitar todo lo necesario para que nos entreguen las llaves del piso hoy mismo, hemos abandonado la pensión y no tenemos sitio donde pasar esta fría noche. Le entregamos nuestros pasaportes, rellena nuestros datos y nos da el contrato para leerlo. La mayoría de los papeles están en holandés, pero el de la agencia lo va leyendo en inglés. Can you repeat, please? 

Ahora, después de releer nuestras condiciones y todos los apartados donde vemos cantidades de dinero impresas, es el momento de pagar. Tenemos dos tarjetas, las cuales las hicimos en España y nuestras madres van haciendo traspasos de dinero, y necesitamos sacar el dinero en efectivo para pagar al de la agencia. ¡Su lector de tarjetas no reconoce las de nuestro banco! Así que Ana y yo nos vamos de la agencia, les decimos que en unos minutos estamos de vuelta con todo el dinero y llegamos al primer cajero que encontramos. Nos acercamos a la tienda de Marleen para ver si encontramos a Mary y así poder enseñarle el contrato, pero no está, se lo enseñamos a Marleen y se alegra mucho por nosotros. “Congratulations!” nos dicen Marleen y Jolanda, su amiga diseñadora que se cargó la estantería, con cara de felicidad, con una sonrisa de oreja a oreja y casi aplaudiendo de la emoción. Marleen nos dice que Mary ha ido a por unos folletos y que cuando regrese le dirá que nos busque para que celebre con nosotros que tenemos pisos. 

Ana y yo estamos en el cajero y nuestro teléfono común comienza a sonar. ¡Es Mary! Lo cogemos, le decimos que venga al cajero y que creemos que esta noche podremos dormir en nuestro nuevo hogar. Nuestros pensamientos también están pendientes de la furgoneta que le han dejado a los compañeros de Ana, pero seguro que terminamos muy tarde con la agencia y ya no podemos utilizarla. Mary llega y continuamos sacando dinero y… ¡Problema! No podemos tener todo el dinero en efectivo porque en España pusimos un límite de dinero que poder extraer al día y el lector de tarjetas de la agencia no nos sirve. ¿Qué hacemos ahora? No podemos quedarnos sin un piso más. 

Ana y yo llegamos a la agencia, Mary se queda esperando en la calle porque supuestamente solo vamos a alquilar el piso dos personas, ya que en ese piso no podemos vivir tres. Aunque es grande y cabemos perfectamente todos. Llegamos con todo el dinero que hemos podido conseguir, y le decimos que tenemos un problema con nuestro dinero, que no podemos pagarle todo lo que nos piden porque no podemos extraer más dinero en un mismo día, que es de un banco de España, le hablamos de la posibilidad de una transferencia pero nos dicen que para que nos den las llaves el dinero tiene que ser hoy… Un sinfín de cosas que nos hacían creer que nos quedábamos una vez más sin piso. Hasta que, el agente de la inmobiliaria, comenzó a hablar con uno de los que parecían sus superiores. Comprenden nuestra situación, nuestras caras de desesperación y dicen que nos darán las llaves hoy si quedamos uno de nuestros pasaportes en la agencia, en forma de fianza. Cuando le entreguemos el resto del dinero me devolverán mi pasaporte. ¡Y mi pasaporte se queda encerrado en uno de los cajones de la inmobiliaria! ¡Y las llaves de nuestro piso están en nuestras manos! 

Ana y yo llegamos a nuestra linda morada, abrimos por primera vez nuestra puerta, subimos las escaleras y llegamos a nuestra casa. Viviremos en un primero y en un segundo, con una terraza amplia y un vecino que vive en la planta baja, aunque aún nadie lo ha visto. El hombre de la agencia llega a nuestra casa, hacemos revisión de desperfectos para que después no nos atribuyan a nosotros daños que no hemos realizado y nos da la enhorabuena por el piso. También nos dice que la calefacción se regula desde el piso de abajo, que tenemos que decírselo al vecino, y el internet que lo hablemos con el vecino también, para pagarlo a medias. Ahora solamente queda amueblar el piso y encontrar al vecino de abajo para que nos proporcione la contraseña de internet y regule las calderas de la calefacción. 

Una vez que el agente se va y nos quedamos solos, Mary llega. Todos investigamos el piso, nos gusta y estamos contentos. Es tarde y la oportunidad de la furgoneta la hemos perdido. Además nuestras maletas siguen en casa de Aser, el compañero de Señora Rosa, en la otra punta de la ciudad. 

Nos ponemos en contacto con Aser y nos dice que vayamos a la casa donde vive la amiga que está vendiendo sus muebles a precios muy económicos. Además la casa está a la vuelta de la esquina de la nuestra y allí que nos plantamos. ¡Madre mía! Si esto parece un mercadillo. El piso está lleno de cosas descolocadas, de gente que se va y viene, de artículos que se los quitan de las manos y de muebles que nos gustan para nuestra casa. Nos presentamos a todos los que allí están, incluidas dos chicas del trabajo de Ana, y comenzamos a investigar todo lo que venden, que es todo. ¡Una mesa y cuatro sillas por quince euros! Nos la quedamos. ¡Una lavadora y un tenderete por sesenta! Nos lo quedamos. ¡Platos a euros, vasos tirados de precios, cojines, mesas pequeñas! Todo, todo lo queremos. Un montón de artículos de cocina que nos vienen super bien. ¡El microondas por cinco euros! Nos lo quedamos con los ojos cerrados. ¡El pack cinco estrellas: aspiradora, bolsas de aspiradora, fregona, cubo de fregona, cepillo y recogedor! ¡Todo por ocho euros! Sí, sí, vuélvelo a leer. Y esta noche necesitamos, ante todo, unos colchones donde poder dormir. Y los problemas llegan con la cuestión de los colchones, pues los padres de una de las inquilinas del piso llegan de visita mañana y no tienen donde dormir. Nos dicen que hasta la semana que viene no nos podemos llevar la mayoría de las cosas ni los colchones. Lo único que podemos llevarnos es una lámpara que nos vende por un euro. ¡Toma el euro que nos la llevamos! ¡Joder! Seguimos sin tener sitio donde dormir. El suelo pasa de nuevo a la primera opción de la lista. 

Volvemos a nuestro querido y vacío piso, Aser y otra compañera de trabajo de Ana nos traen las maletas en coche. ¡Muchas gracias! Menos mal que no nos ha tocado de nuevo una caminata de maletas… Y ya estamos instalados. La terraza vacía, la cocina vacía, el servicio vacío, el salón lleno de maletas y la habitación vacía. ¿Qué más se puede pedir? 

Y aquí estamos los tres, sentados en el suelo de nuestra casa, con la mayoría de la ropa casi sacada de las bolsas de plástico en las que llegaron envasadas al vacío, escuchando un poco de música porque no tenemos internet y preparando nuestras camas para la noche. Como el suelo está lleno de pelos, del antiguo perro que protegía la casa, los barremos un poco con la mano y ponemos nuestros chubasqueros en forma de primera capa para nuestra cama. Algunos abrigos harán la función de almohada y algunos jerséis intentarán ser colchones, alguna que otra chaqueta nos abrigará y, esperemos que, el Dios de Holanda se apiade de nosotros esta noche tan larga. Por cierto: creemos que Nicole Kidman también ha abandonado la pensión y se ha mudado con nosotros. 

Y llega la noche, la larga noche, sobre el suelo y acurrucados como vagabundos en un banco nos encontramos. Dice Mary que parecemos verdaderos okupas. ¡Hemos encontrado un piso vacío y allí que nos hemos metido! Es la sensación que damos. 

Y entre las cuatro paredes vacías, a la luz de la lámpara de un euro, el suelo lleno de maletas y lo más cómodo que se puede estar sobre el suelo, intentaremos pasar, de la mejor y más rápida manera posible, la noche tan larga que se presenta ante nuestros cansados ojos. ¡Buenas noches, si son posibles! 



Es bonito ver cómo te dan la mano, cómo nos enseñan el camino, abriéndonos los ojos y regalándonos la mejor de las veredas. Es bonito que te dejen sitio, que te hagan un hueco y que te inviten a tomar asiento. Y las cajas que estaban vacías se van llenando poco a poco y las que estaban repletas de cosas empiezan a verse desalojadas. Las paredes tristes comienzan a ser felices, pues los nuevos ocupas invaden su interior. Las paredes que, después de mucho tiempo, vuelven a estar desiertas esperan ansiosas la llegada de nuevos habitantes, nuevas cajas y nuevas ayudas entre veteranos y recién llegados. Son nuevos despertares y nuevos amaneceres. 

Es todo lo que nos depara el destino: ver los desenlaces que se topan en tu camino y vivir los comienzos, hasta que llegue el momento en el que el destino te regale un desenlace. Un desenlace acompañado, como siempre, por un nuevo comienzo, que te empuja, una vez más, a volver a empezar. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

domingo, 21 de octubre de 2012

"Con muchas ganas de verte"

21 de Octubre de 2012.

La chica agarró con fuerza el manillar de la bicicleta, se sentó en el sillín y comenzó a pedalear lo más rápido que pudo. “Acaba de llegar a la ciudad” pensó mientras continuaba pedaleando. “Tengo que verlo lo antes posible” se decía a sí misma emocionada y con ganas de abrazarlo. Hacía tanto tiempo que no se veían que no podrían llegar a tener más ganas de estar juntos. 

El frío azotaba su rostro, pero no le importaba. En esos momentos solamente importaba el seguir pedaleando, el cruzar esa esquina y el verlo de nuevo. Su rostro invadió su mente. “Seguirá tan guapo como siempre” pensó y, a la vez, se sonrojó, aunque nadie lo percataría porque el frío ya había conseguido enrojecerle el rostro. 

Su corazón latía con más fuerza que nunca, a cada acera que cruzaba, a cada pedalada que daba, a cada semáforo en rojo que esperaba. Nunca antes la ciudad le había parecido tan inmensa y, nunca antes, el tiempo se había detenido durante tanto tiempo. “La última calle” sonrió emocionada e intentó acelerar el paso. “Tras esa esquina estará su coche, la puerta de su casa, su rostro y su mirada” sus pensamientos circulaban a la velocidad de la luz. “Tengo tantas ganas de verte”. Y atravesó la última calle y giró en la última esquina. 

Y allí estaba él, su coche, la puerta de su casa, su rostro, su bello rostro y su mirada. Esa mirada que le decía al oído “Tengo tantas ganas de verte”. 



Es la una de la madrugada y empiezo a escribir la carta. Mary está sentada en la cama frente al portátil y yo estoy en la mía, frente a mi portátil también. Ana, como ya sabéis, está en el restaurante. Supuestamente antes iba a ir los martes, miércoles y jueves pero ahora no sabemos ni qué días va ni cómo va. Mañana a las once de la mañana tenemos que abandonar la pensión, cargados de maletas y esperando poder comenzar a vivir en un apartamento. Las ganas de vivir en nuestra propia casa aumentan con el paso de los días. ¡Queremos que llegue ya ese día! ¡Día llega mañana! 

Esta mañana nos hemos permitido levantarnos de la cama un poco más tarde de lo normal, nos hemos despertado y nos hemos dirigido a la cocina para comer algo. ¡Hemos comprado una sopa de sobre! Qué rica estaba y cuánto tiempo hacía que no comíamos sopa… La hemos acompañado con unos sándwiches, para no perder la costumbre, y a nosotros nos ha acompañado nuestra madrileña Fátima. Hemos hablado durante la comida de todo un poco y le hemos dicho que esta noche sería nuestra última noche en la pensión. ¡Esperamos verla mañana para despedirnos! 

A las cinco y media, como cada día en el que Ana trabaja, tengo que llevarla en la bicicleta para que no tenga que ir andando. Me despido de ella y le deseo que le vaya bien. ¡Pobre Ana! Entre lo que hemos dormido esta mañana y las horas a las que entra en el restaurante no pasamos nada de tiempo todos juntos. Nos queda el consuelo de pensar que ya llegarán días mejores. 

Mañana nos espera otra mudanza. Es pensarlo y el cielo se viene abajo. ¿Otra vez coger estas maletas pesadas y pasearlas por media ciudad? ¿Otra vez coger la bici de Marleen que tantas alegrías nos da? ¿Y otra vez añadir cosas nuevas a la mudanza porque parece que con el paso de los días el cúmulo de equipaje es mayor? Pues sí, a la mudanza de mañana tenemos que añadirle la maleta antigua que Marleen nos ha regalado. ¡Nuestras ganas de mudanza aumentan en tres, dos, uno…! 

Después de llevar a Ana llego a la pensión y Mary tiene cara de enfado. ¡Ha ido a pagarle al chico de la pensión la noche de hoy, ya que solamente pagamos una semana hasta ayer, y dice que las noches individuales son más caras! ¡Ya te digo! Mi madre dice que podríamos haber alquilado hasta que las noches nos salieran gratis. Y por si fuera poco hemos quedado la vajilla que hemos utilizado en la comida en el fregadero, sin fregar y dejándola ahí para lavarla luego, porque había demasiada gente en la cocina y no se cabía. Siempre hemos fregado nuestros cubiertos, no como otros, y le han dicho a Mary que tiene que limpiarla. ¿Perdona? La gente nos habrá visto y habrán pensado mal de los españoles, aún sabiendo que somos de los pocos que lavamos todos los días. ¡Qué lástima nos han dado! Fátima y Nicole Kidman: seréis a las únicas personas que echaremos de menos cuando no estemos en esta pensión de… mala muerte. 

Mary y yo nos hemos montado en la bicicleta, a Mary le ha dado el aire y parece que se ha calmado un poco, y nos hemos ido a Capital D, el edificio de diseño lleno de diseñadores y de diseños, donde recogeremos todos los días los folletos que Marleen necesita para la tienda para La Semana del Diseño. ¡Madre mía! Cuánto diseño. Nos hemos paseado por el edificio haciéndonos pasar por diseñadores de alto standing, nos hemos codeado con vitrinas llenas de diseños y nos han gustado algunas, y hemos criticado varias. A veces el diseño es así de raro e inexplicable. 

Hemos recogido los folletos y nos hemos dirigido a la tienda de Marleen. Nos hemos acordado de su amiga Jolanda y de su estantería dividida en dos. ¿La habrán arreglado ya? Pues sí, llegamos a la tienda y para el consuelo de todos, la estantería está bien. Jolanda y Marleen nos reciben, nos dan las gracias por los folletos y dicen que mañana esperan a Mary a las once de la mañana. 

Parece que lo tenemos todo preparado para mañana. ¡Y parece que podemos contar con la ayuda de un nuevo transporte! ¡Y no es otra bici, si no la furgoneta de Josh, el marido de la Señora Rosa! Pues resulta que Josh tiene una furgoneta y se la ha dejado a un compañero de trabajo de Ana, el cual mañana nos va a ayudar a transportar todo esto que invade la habitación. ¡Menos mal! No sé si puedo soportar seguir cargando con todo esto durante más tiempo. 

Después de nuestra visita a la tienda de diseño nos vamos a dar una vuelta por la ciudad, para que mis piernas se sigan poniendo duras gracias al peso que llevo todos los días. Ayer Mary intentó llevarme de porta-paquetes pero, como siempre estoy acostumbrado a que me lleven, no podía parar de moverme en la parte trasera de la bici. Mi inseguridad y mis dudas acerca de si Mary podría o no conmigo consiguieron que la bici se encarrilara en una grieta en el asfalto que impedía que saliéramos de ella. ¡Las ruedas de la bici no abandonaban el carril! Parecíamos un tren descarrilado, nunca mejor dicho. Entonces me bajé, en menos de un minuto, ocupé mi asiento de siempre y Mary se montó de porta-paquetes, como siempre. 

Nos hemos permitido un lujo: un bizcocho de cuarenta céntimos. ¡Está rico, rico! Como bien diría Arguiñano. Por cierto ¿sigue cocinando, no? Y sus chistes… ¿siguen siendo igual de malos o ha conseguido sacar alguna carcajada? Lo hemos comprado en el Albert Heijn, el bizcocho no a Arguiñano, y también hemos disfrutado de un batido de chocolate de un euro que hemos sacado de una máquina expendedora. Lo hemos tomado, compartiéndolo como buenos hermanos, sentados en un banco dentro del supermercado, frente a las cajas y a las cajeras, observando a todos los holandeses que estaban haciendo su compra. ¡El batido también estaba rico, rico! 

Al llegar a la pensión ha comenzado el momento de las cuentas y de los números. El precio mensual del piso, el depósito a pagar, el dinero que se lleva la agencia, los escasos muebles que tenemos que comprar en una tienda de segunda mano o en el Ikea, la lavadora, la maldita y necesaria lavadora. Se lo informamos todo a nuestras madres y bueno sabíamos que al principio se iría mucho dinero pero esperamos y tenemos que recuperarlo. Ya nos hemos planteado la posibilidad de irnos a Ámsterdam y alquilar algunos escaparates para exhibirnos en el Barrio Rojo. Todo aquel que desconozca ese lugar y esos escaparates, por favor, que NO se informe al respecto, gracias. 

Y la noche cae, y llegan las dos de la mañana. Mary reposa la cena mientras parece que ve otro capítulo más de la serie que sigue, un poco resfriada y con ganas de un piso. Y yo reposo la cena mientras continúo con la carta, de momento sin estornudos, aunque no escribiré muy alto, y también con ganas de piso. ¿Tendremos mañana piso, tendremos mañana internet en el piso? Si no tenemos internet y no subo la carta no os asustéis, no nos habrá pasado nada malo. Ana ya ha terminado de trabajar, está cenando y seguro que se beberá alguna cerveza con sus compañeros. ¡Buenas noches! 



Aceleró el paso, sus pedaladas cada vez eran más fuertes, el viento azotaba más fuerte en su cara, el viento bailaba descontrolado con su melena suelta, su sonrisa más amplia que nunca y sus ganas de abrazarlo eran inmensas. La distancia entre ellos disminuía, aunque la acera parecía alargarse cada vez más y más. Él parecía distraído, sacando maletas de su coche y depositándolas en el suelo, junto a la puerta de la casa. Y escuchó el sonido de un timbre, el timbre de la bicicleta que avanzaba deprisa hacia donde él estaba. “Es ella” pensó al verla con los pelos al viento. Y ella no pudo soportarlo más. Abandonó la bicicleta, lanzándose de ella, y abandonándola a su suerte contra el suelo de la calle. Ella comenzó a correr, sin importarle nada ni nadie. Él la observó desde la distancia. “Sigue estando igual de loca que siempre” pensó al verla lanzarse de la bici. Él quedó petrificado, pues la emoción y las ganas de tenerla entre sus brazos eran tan fuertes que consiguieron bloquear todos sus sentidos. 

Ella continuó hasta llegar a él. Y se lanzó a sus brazos, estrellando su pecho contra el suyo, abandonando el suelo y quedando completamente pendiente de él. Sus respiraciones eran fuertes. Y allí, en aquel instante, sin importar el frío de la mañana, ni la bicicleta que había sido abandonada, ni los besos que aún estarían por llegar, ella, aún amarrada a él, acercó sus labios a su cuello y susurró, con un mínimo hilo de voz. 

-¿Cómo estás?.-y ambos cerraron los ojos, escuchando la respiración de cada uno, sintiendo sus pechos y el frío en la cara. Él supo la respuesta al instante, esperó unos segundos y, agarrando su bello cuerpo más fuerte que nunca, contestó en un susurro, con un mínimo hilo de voz. 

-Con muchas ganas de verte. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.


sábado, 20 de octubre de 2012

"The things that are broken"

20 de Octubre de 2012.

Nuestras cosas, esas cosas que se rompen. Que se rompen porque no están a vuestro lado, respirando confusas y nerviosas, y desconociendo que siempre hay tiempo para reparar lo que parece haberse estropeado. Nuestras cosas, convirtiéndose en las cosas que se rompen.



Las cosas, a las siete y media de la mañana, se ven peor que nunca: tienes sueño, quieres seguir durmiendo, no quieres abandonar tus calentitas sábanas y no tienes ganas de lavarte la cara. Eso es lo que nos pasa al despertar, pero un largo día nos espera y no hay tiempo suficiente como para pasarlo tumbado en la cama. ¡Buenos días! 

Mary y yo invadimos la bicicleta, dejamos a Ana durmiendo, y nos vamos a la tienda de Marleen. Ella le ha dicho a Mary que si yo puedo ir a ayudarlas y yo claro que voy. Pasamos por el centro con la bici, ahora con más cuidado que nunca porque no se puede montar en bicicleta por las zonas peatonales. ¡Es cierto! Preguntadle a Mary, que ayer iba ella tan feliz con su bici mirando escaparates y cuando dirigió la vista al frente una mano de policía ordenando “Stop” se encontraba a unos centímetros de ella. “Ops, I am sorry” dice Mary haciéndoles creer a la policía que no sabía que no se puede pedalear por esas calles. “Pues ya lo sabes, maja” pero en holandés o en inglés. 

Llegamos a la tienda de Marleen, “Dutch Desing Year” (Año del diseño holandés), y allí está la diseñadora que se pone muy feliz al vernos. Nos saluda con tres besos a cada uno, nos ofrece café, me pregunta que qué tal ayer con el trabajo de Derek y nos ponemos manos a la obra con lo que tenemos que colocar. ¡La mañana se pasa volando en la tienda! Y se nota que ha empezado La Semana del Diseño Holandés porque hay mucho ajetreo de diseñadores y curiosos que se quedan fascinados con los diseños que se venden en el local. 

Mary y yo hemos comenzado a intentar desembalar una estantería de madera que pesa un montón y que está protegida con piezas enormes de madera. Nos dice Marleen que es mejor esperar a que llegue una amiga suya para que pueda ayudarnos, así que aparcamos el trabajo de la estantería y continuamos con otro. Y comenzamos a colgar del techo unas lámparas de madera con la ayuda de unas puntas, un poco de hilo grueso, una escalera de madera que pesa un montón y una taladradora cuya marca es “Makita”. “¿Dónde está la Makita?” se oye casi todo el día en la tienda. Colgamos las lámparas con un estilo personal y de diseño y Marleen nos dice que “tenemos estilo de tienda”. Oh, gracias. 

Y llegan las once y llega la amiga de Marleen. Nos ponemos manos a la obra con la pesada estantería, cogemos la Makita y continuamos desatornillando las maderas que nos impiden sacar la estantería de su cobijo. Marleen y su amiga son las típicas chicas que visten con tacones, super conjuntadas y con mucho estilo y complementos. Pero también son las primeras que cogen una taladradora o un martillo para aporrear lo que haga falta. Es divertido ver a Marleen, tan guapa y con taconazos, con una taladradora en la mano. ¡Mujeres al poder! Hay un problema: hay tres tornillos a cada lado de la estantería, dos maderas enormes que están sujetas gracias a esos tornillos y hay un tornillo a cada lado que es imposible de quitar con la taladradora. ¡Qué desesperación! Cogemos un martillo para intentar extraer uno de los tornillos que se nos resisten, no sale y cogemos otro martillo más grande. Jolanda, que es la amiga de Marleen y que se pronuncia como Yolanda en español, se ríe al ver nuestras técnicas para extraer la estantería. Después de un fracaso más con el martillo Mary va a por un serrucho para cortar la madera que rodea al tornillo. ¡Es imposible! Mary comienza a serrar como una loca, yo continúo a martillazos contra el tornillo enemigo y Jolanda no puede parar de reír. Y, después de varios golpes más, conseguimos separar las maderas y quedar la estantería libre. Sobre un pallet de madera, pero libre. Ahora ha llegado el momento de levantarla del pallet y quedarla en el suelo. Con la ayuda de, ahora sí, Marleen la cogemos entre los cuatro y la dejamos en el suelo. ¡Es preciosa la estantería! Tiene un montón de baldas de madera y gracias a unos cortes en los estantes, creando una profundidad en las maderas, se forma la silueta de una lámpara que ocupa toda la altura de la estantería. Y pulsas un interruptor, que queda oculto bajo la estantería contra el suelo, y la lámpara ficticia se ilumina, iluminado de este modo todo el mueble. ¡Precioso! 

Y llega el momento que desencadenaría lo peor que podría pasarle a la estantería. Sí, la luz de la lámpara se apaga y Jolanda intenta arreglarlo. Me pide ayuda para que levante un poco la estantería para que ella pueda conseguir que el circuito haga contacto bajo el mueble. La luz vuelve a encenderse, pero con las mismas se apaga. Y así varias veces. Jolanda dice que, como el circuito se encuentra bajo la estantería, hay que tumbar el mueble entero en el suelo y así poder arreglar el problema de la luz. “¡No es una buena idea!” dice Mary a Marleen y Jolanda, pero la chica insiste en que es la única manera de arreglarlo. ¡Muy bien! Jolanda y yo nos agarramos fuerte a las baldas más cercanas al suelo para levantarla y después tumbarla. Marleen y Mary se agarran a las más superiores para sujetarla cuando vaya tumbándose poco a poco. La estantería está en el aire, casi tumbada pero aún en el aire. Nuestras gotas de sudor comienzan a asomar la cabeza cuando ¡ocurre, desgraciadamente ocurre de verdad! 

Al igual que el Mar Rojo se separó en dos ante las plegarias de Moisés, al igual que el Titanic se separó en dos para descansar sobre las frías profundidades del Atlántico y al igual que el Lazarillo se separó de su querido maestro el de Tormes la estantería se ha separado en dos para alegrarnos la ajetreada mañana. ¡Oh, Dios de Holanda mío! ¿Qué ha pasado, cómos se ha despegado, por qué a nosotros, cuánto dinero hemos desperdiciado, que pensará el diseñador de la estantería de todo esto, cómo vamos a arreglarla? Panic attack! 

Mary se cabrea, había advertido que no era una buena idea. Marleen pone cara de preocupación, la misma que puso cuando escuchó por primera vez a Mary hablar en inglés. Jolanda parece no inmutarse, no se sentirá orgullosa de su idea de tumbar la estantería. Y yo me quedo con cara de “espero no tener que aportar dinero para cubrir los gastos de esta estantería de diseño”. 

Intentamos arreglarla pero es imposible, pues los cables que conectan el circuito de la balda más inferior con los leds que iluminan la lámpara ficticia se han salido de las maderas que atraviesan verticalmente la estantería. ¡Qué horror! Ponemos la parte superior encima de la inferior, disimulando un poco que están divorciadas y Marleen cubre los cables poniendo una silla delante de la estantería. ¡Más tarde intentarán arreglarla! 

Es entonces cuando descubro, en las maderas donde venía embalada la estantería, que hay un papel donde puede leerse el destinatario y el remitente del mueble. Obviamente el destino es la tienda de Marleen y ¡espera un momento! El remitente es el estudio de una tal “Jolanda Van Deer No se qué”. ¿Jolanda? ¿De qué me suena ese nombre? Oh. ¿En serio? ¿La diseñadora de la estantería es la misma Jolanda que acaba de separar en dos la misma estantería? ¡Está loca! Si se supone que la has diseñado conoces los materiales y la fragilidad que tiene tu producto. ¡Y se te ocurre la genial idea de tumbarla! Enhorabuena Jolanda. 

Llegan las dos de la tarde y Mary y yo volvemos a la pensión para comer con Ana. Al llegar llevo a Ana en la bici al Albert Heijn para que compre un bote de espuma del pelo y Mary se queda cocinando. ¡Nos hace una tortilla de patatas que está buenísima! Tortilla de patatas en Eindhoven, ya era hora. ¡Que echo mucho de menos las de mi madre! Hemos disfrutado mucho con nuestro manjar de hoy. Descansar de tanto sándwich nunca viene mal y descansar con algo como una tortilla es mucho mejor. 

Después de nuestra exquisita comida nos vamos a la habitación, Ana roba el ambientador que hay en el servicio común de la pensión y lo trae a nuestra habitación porque esto no hay quien lo ventile. Estoy deseando fregar los platos para, después, echarme en las manos un poco de crema hidratante que hay en la cocina con olor a coco. Deducimos que somos los únicos que nos hidratamos de la pensión y decidimos traer también a la crema a la habitación. ¡Qué bien huele! Y nadie la usa, solo nosotros. Llegamos a la habitación y Mary comienza a hablar con María por internet, después ponemos la web cam y los primeros segundos ninguno somos capaces de hablar. Qué emoción, en esos momentos nos hemos dado cuenta de lo que la echamos de menos. Nos hemos reído los cuatro juntos, diciendo tonterías, diciendo cosas serias, hemos hablado de nuestras cosas y podemos afirmar que nada cambiará con la distancia. ¡María vente ya! ¿A qué estás esperando? Hago un llamamiento desde aquí para decir que todo aquel que vea a María por la calle le obligue a venir. ¡Te echamos mucho de menos! 

Y llegan las cinco y media y llevo a Ana al restaurante en bicicleta. Y después de ese momento no me bajo de la bici hasta dos o tres horas después, pues Mary dice que tenemos que ir a por unos folletos y unos carteles de La Semana del Diseño, y vamos, y se los llevamos a Marleen, y nos da las gracias una vez más. Después seguimos en bicicleta hasta que llegamos al Jumbo. ¡Te echábamos de menos Jumbo! Nos bebemos unos cafés gratis y compramos algo para la cena, además de una botella de vino y una de fanta de limón. ¡A mí no me gusta y Mary se la está bebiendo sola! No sé cómo acabará la diseñadora… 

En la puerta de la pensión nos topamos de nuevo con Fátima, la chica española de Madrid que también duerme en la pensión, nos dice que va a salir de fiesta, que si nosotros no salimos, que le gusta la ciudad aunque a veces la ve fea, que las habitaciones huelen raro y nosotros le decimos que hemos robado un ambientador, que qué tal nos van las cosas y todas esas cosas que se dicen en una conversación a las puertas de una pensión que, incluso ella, califica de mala muerte. ¡Aunque a nosotros nos gusta! 

El momento de la cena ha sido muy íntimo y romántico, aunque nosotros no tengamos ninguna de esas dos cosas. Mary y yo nos hemos ido a la cocina, hemos empezado a cocer patatas, a hacer una salsa barata que hemos encontrado en el supermercado y a catar unas rebanadas con nuestra querida nocilla. Mientras yo intento abrir la botella del vino, pues el tapón está presionado en ella y no tenemos saca-corchos. Cinco minutos más tarde… ¡¡¡Ploooooopppphhhh!!! Mary me ha mirado y me ha descubierto con la cara llena de vino, mis gafas pidiendo a gritos un limpia parabrisas, mi sudadera de Los+Ka llena de pintitas del rojizo líquido, un cuchillo introducido en la botella de vino y una expresión de “¡Qué asco!”. El tapón se ha colado en el interior de la botella con fuerza y ha conseguido montar esa obra de arte. Corriendo me he quitado la sudadera, la hemos metido en el fregadero y la hemos bañado en Fairy. ¡Espero que se quiten las manchas! Parece que tenemos un mal de ojo echado a nuestras sudaderas: primero fue la de Ana, pues alguien de su familia o incluso ella misma, la destiñó en la lavadora y se le quedó un color raro. La segunda fue la de Mary, que se manchó de tinta de bolígrafos al estar estudiando inglés para impresionar a Marleen. Y la tercera la mía, que un chorro de vino me ha bañado sin piedad. 

¿La cena? Exquisita. Mañana todos los detalles. Y ya sabéis el resto: nos vamos a duchar, a poner el pijama o lo que pillemos por ahí, esperaremos a Ana despiertos o dormidos, llegará a las tantas de la madrugada, tocará el cristal de la ventana y Mary abrirá la puerta con cara de zombie, Ana vendrá cargada de energía y de cerveza y no nos dejará dormir. A ver si hoy trae alguna buena noticia. Esperemos que mañana el despertador no suene a las siete y media… 



Nuestros corazones se dividen, haciéndose más fuertes por separado, ilusos de ellos, o más débiles al no estar a vuestro lado. Las lágrimas resbalan por sus vértices, queriendo correr hasta alcanzar el lugar del que han salido. Nuestros corazones se dividen, dejando una parte con vosotros y otra viajando al fin del mundo, sin consuelo ni reparo. Esos corazones que nunca tuvieron dueño y que, a la vez, todos están amarrados a él. Nuestros corazones, ilusiones, metas y sueños se enmudecen, quedando cabizbajos y sintiendo que, a veces, no sienten nada. Nuestra felicidad y nuestras sonrisas siempre necesitarán la parte que allí hemos dejado, la parte que nos falta para completar este puzle inacabado. Un puzle que añora a sus piezas más importantes, preguntándose cuándo volverán y dónde han ido a parar. Nuestras cosas, siempre cosas, quedarán rotas hasta que podamos volver a respirar juntos y abrazados, agarrados de la mano. 

Nuestras cosas, esas cosas que se rompen. Que se rompen porque no están a vuestro lado, respirando confusas y nerviosas, y desconociendo que siempre hay tiempo para reparar lo que parece haberse estropeado. Nuestras cosas, convirtiéndose en las cosas que se rompen.



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

viernes, 19 de octubre de 2012

"Los cielos de Eindhoven"

19 de Octubre de 2012.

La señora miró las estrellas, desde el lugar donde se encontraba, y quedó hipnotizada, como cada noche, por la belleza de la que sus ojos eran testigos. Su mirada transmitía paz, tanta paz que hasta las mismas luces en el cielo podrían sentirse intimidadas. Era afortunada por poder ver todo lo que veía, no solo a las estrellas desde tan cerca, si no todo lo que desde las alturas podía contemplar. 

El señor, desde otra parte del lugar, se dirigió hacia donde se encontraba ella, la saludó y le dijo que el día estaba llegando. Los dos se sentaron sobre aquello que imitaba a la perfección la comodidad del algodón y dirigieron sus ojos hasta que hallaron lo que estaban deseosos por ver. 

El Sol comenzó a invadir la perfecta línea del horizonte, las estrellas se iban apagando lentamente, a medida que la fuerza de la inmensa luz las iba ocultando, y los tejados rojizos y las calles empapadas por la humedad de la noche comenzaban a descubrirse bajo sus pies. La visión desde las alturas era perfecta, maravillosa y tan emocionante que, ambos, cada día, regalaban varias lágrimas al paisaje que podía contemplarse desde allí. 



¡Buenos días! Son las siete y media de la mañana y Mary y yo nos ponemos en pie. Ana se queda en la cama mientras que nosotros nos duchamos y nos vestimos, desayunamos en la cocina de la pensión, acompañados por una española que también duerme en la pensión y que nos ha regalado mandarinas, y ambos nos montamos en la bici. La española llegó hace unos días, se llama Fátima, estudia aquí y es de Madrid. Mary tiene que estar en la tienda a las once y media y yo tengo que ir al museo con Derek, el novio de Marleen, a las nueve. Mary quiere acompañarme y por eso viene conmigo, después ella se volverá a la pensión hasta que se vaya a la tienda. 

Cruzamos las frías calles de Eindhoven, atrochamos por el centro y cruzamos en canal por donde se llega al museo. Vamos bien con el tiempo, vamos en bici y Mary va con el pijama bajo la ropa. Dice que después se cambia. El museo tiene miles de puertas. ¿En cuál me estará esperando Derek con sus dos estudiantes en prácticas? Vamos puerta por puerta y cansados de esperar decido entrar en la que parece que hay una recepción. Y entro y Mary se despide de mí. Un guarda de seguridad me recibe tras una cristalera, me pregunta mi nombre y el nombre de la persona a la que espero. Dice que Derek aún no ha llegado, así que salgo de nuevo a la calle y en ese mismo momento veo como deduzco, gracias a las explicaciones de Mary, que uno de los chicos de prácticas está llegando al museo. ¡Lo reconozco porque Mary me dijo que tenía unas grandes dilataciones en las orejas! Y sí ¡hay están esas dilataciones! Y tras él aparece una furgoneta de la que Derek se baja con dos sillas entre los brazos. 

Me saluda, me presento y me presento al chico de las dilataciones en las orejas. Entramos en la recepción, el de seguridad de antes me sonríe al verme de nuevo allí y nos entrega unos carnets que nos acreditan que podemos estar en el museo. Cuando nos despedimos de él y sabe que soy español intenta explicarme qué tengo que hacer con ese carnet cuando termine. “¡Tú aquí, esto aquí y pá casa!” me dice, de lo que deduzco lo siguiente: “Tú trae el carnet aquí y después te vas a casa”. Todos nos reímos al verle hablar de aquella manera. 

Cruzamos por el museo, es precioso, y llegamos a una sala donde Derek está montando su exposición para la semana del diseño. Allí está el otro chico de prácticas, se llama Dave. Y también está con él mi trabajo: tengo que montar lámparas que están formadas por muchas piezas en forma de triangulo de un material parecido al papel, pero un poco más grueso. Tengo que coger los triángulos, unirlos por unas solapas que tienen en los bordes y engancharlos entre ellos con una especie de pinza aplastada de metal. ¡Es muy entretenido! Son lámparas diseñadas por Derek y que se van a exponer la semana que viene en esa sala del museo. Voy completando las lámparas con las formas y el tamaño que yo les quiera dar, mientras que ellos tres mueven y planean dónde van a colocar el resto de cosas. Una vez las lámparas terminadas las cuelgan, introduciendo una bombilla en su interior, y de esta manera decoran e iluminan todos los diseños que se van a exponer. ¡Me ha encantado poder hacer cosas de estas! 

Cuando termino y puedo volver a casa paso por la tienda de Marleen, le doy las gracias por el trabajo que me ha dado hoy con su novio y saludo a Mary. La tienda está patas arriba de cosas nuevas y de gente trayendo más cosas aún. ¡Cómo se nota que la semana que viene ya es La Semana del Diseño! Han modificado de nuevo la tienda y la han ampliado, limpiando y usando un trozo que tenían desocupado. Mary ha ordenado de nuevo el almacén y ha conseguido que puedan utilizar el frigorífico que antes estaba enterrado de cajas y objetos de la tienda. ¡En el interior de la nevera hay yogures caducados y un zumo desde junio, entre otras cosas! Mary dice que me lleve la maleta que Marleen nos ha regalado, que ocupa espacio en la tienda y que ya no la quiere allí. Así que cojo la maleta, me despido de Marleen y me voy a la pensión. ¡Todo el centro lleno de gente y yo paseando con una maleta enorme del año la pera en la mano! 

Una vez en la pensión toco a la ventana de la habitación para que Ana me abra la puerta y me dice que teníamos una cita con un piso a la una, pero son las dos, que la ha cancelado y que le ha dicho que no nos preocupemos, que vayamos el lunes y que ese piso no lo van a alquilar a nadie que no sea a nosotros. ¡Nos gusta ese piso y es barato, de lo más barato que hay! 

Ana y yo nos vamos a comer y, para variar, comemos sándwiches de chóped y queso. ¡Pobre cuerpo nuestro lo que tiene que aguantar! ¡Pero tranquilo que pronto estaremos en un piso! Aunque sé que voy a echar de menos los sándwiches mañaneros, y los del mediodía, y los de la noche también. 

Ana se mete en la ducha, lava ropa en el lavabo, la tiende, se viste para irse al restaurante y me quita las gafas de la cara porque me estaba quedando dormido en la cama. ¡Qué sueño! Hoy es el día que más temprano nos hemos levantado desde que estamos aquí. Las siete y media, me gusta esa hora. 

Ana dice que espera que hoy el marido de Señora Rosa le diga algo acerca de la tienda donde pueden comprarse muebles y lavadoras baratas. Además dice que pueda tener una casa que nos la alquilen por seiscientos euros al mes. ¡Pues a ver si es verdad y viene con nosotros a verla! Ayer le dijo a Ana que tiene una furgoneta donde nos puede ayudar a transportar nuestra compra para el nuevo hogar. Dice Ana que es un hombre encantador. 

A las cinco y media Ana se va al restaurante y yo me quedo en la pensión. Aprovecho para ir a comprar al Albert Heijn, que lo tenemos a unos minutos de la pensión, porque Mary me ha encargado unos tampones. ¿Sabéis qué? Aquí no existen los tampones como en España. Dice Mary que os diga que hay muy poca variedad, que se llevan más las compresas, que solamente existe la marca O.B. (dice que las chicas lo entenderéis), que no tienen aplicador, que son muy chicos y que la cuerda es un simple hilo. Pues imaginadme comprando de eso. Yo he cogido los más baratos y Mary que se apañe como pueda. Si se le cuela un poco más para adentro tendremos que ir al hospital para que se lo saquen. ¡Y encima nos tocará pagar la broma! Pero por suerte creemos que se lo ha puesto bien. 

Cuando Mary ha llegado de la tienda y ha visto lo de los tampones se ha acojonado un poco por como son, pero es lo que hay. Además he comprado un bote de suavizante para lavar la ropa y un bote de champú que valía cuarenta céntimos. ¡Estas oportunidades no pueden dejarse escapar! He hecho un descubrimiento: el osito de Mimosín aquí se llama Robijn! ¡Es que no suena igual! Osito de Mimosín, osito de Robijn. ¡Ahí! Con jotas hasta en lo que es tierno… 

Mary me ha dicho que mañana tengo que ir con ella a primera hora a la tienda, pues Marleen le ha pedido que me diga que necesitan mi ayuda para mover y ordenar unas cosas nuevas que han llegado hoy. ¡Me encanta la idea! Estoy deseando de ir. Marleen mola. 

Después hemos ido a darnos un paseo en bici, para despejar un poco la mente. Viene bien pasear por la noche por estas calles tan tranquilas. Y después de cenar, de prepararle un sándwich a Ana, de ducharnos y meternos en la cama yo empiezo a escribir con mi carta diaria, Mary se enrolla con el nórdico como lo hacía la mofeta Flor con su cola en la película de Bambi y esperamos a que Ana llegue, contándonos nuevas anécdotas en la cocina del restaurante de la Señora Rosa. Y cada vez faltan menos horas para que suene, de nuevo, la alarma del móvil… 



Los veían día tras día, desde que el Sol invadía el cielo hasta que las estrellas iluminaban como diminutas bombillas la oscuridad. Ambos se sentaban en una de las nubes más cercanas a la Tierra y contemplaban todo aquello que tanto les entusiasmaba. 

Era precioso disfrutar de aquellas vistas, sentarse sobre aquellas nubes y sonreír al contemplarlos allí, sobre el suelo de la fría ciudad, y viendo todo lo que estaban realizando y consiguiendo desde tan lejos de casa. El señor y la señora se miraban orgullosos y, de nuevo, con lágrimas de felicidad en el rostro continuaban mirando. 

Era precioso contemplar a sus nietas desde el cielo. Y la señora sonrió, consiguiendo que su fuerza les llegara hasta tan lejos. Era precioso contemplar a su nieto desde el cielo. Y el señor sonrió, consiguiendo que su fuerza le llegara hasta tan lejos. Los veían montar en bici, despertar bajo los nórdicos, pasear por las calles, reír a carcajadas, luchar por sus sueños y sus ilusiones. Los veían y sabían que estaban felices. Eso les tranquilizaba y les llenaba de paz. “¡Qué suerte tenemos por poder verlos desde tan cerca!” decían sentados desde las nubes entristeciéndose, a la vez, por no poder abrazarlos como antes. Pero solamente hacía falta una mínima sonrisa de cualquiera de ellos para que la tristeza desapareciera al instante. 

El abuelo y la abuela, sonrieron de nuevo al ver cada uno a sus nietos, esperaron hasta que el Sol desapareció en el lejano y perfecto horizonte, abandonaron la nube en la que habían estado todo el tiempo sentados y desplegaron unas enormes alas blancas que nacían en sus espaldas. Tras unas miradas cómplices, cargadas de paz y de amistad, y, sabiendo que sus nietos seguían igual de felices que siempre, comenzaron un vuelo que nunca tenía destino fijo. 

Quizás volarían toda la noche hasta alcanzar las hermosas estrellas, quizás volarían hasta contemplar desde el cielo el pequeño pueblo en el que habían vivido toda la vida, quizás volarían conquistando las frías calles de Eindhoven o quizás se colarían en la habitación donde ahora dormían sus nietos y les susurrarían bonitas palabras a los oídos. Quizás harían miles de cosas diferentes en los cielos y volarían sobre miles de lugares preciosos, pero siempre, siempre regresarían para observar y disfrutar de todo aquello que sus nietos descubrían día tras día, momento tras momento, sonrisa tras sonrisa. Pero siempre, siempre, lo descubrirían desde los cielos de Eindhoven. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.


A mi abuelo y a su abuela, que nos cuidan y protegen desde los cielos de Eindhoven.

jueves, 18 de octubre de 2012

"We are"

18 de Octubre de 2012.

Somos amigos, somos enemigos, somos culpables e inocentes, somos libres y presos, valientes y cobardes, somos altos y bajos, delgados, gordos, alegres, simpáticos y antipáticos. Somos atentos, serios y trabajadores. Somos educados, ingeniosos, exigentes y entusiastas. Somos generosos, comprensivos y, a veces, presumidos. Somos amables y estúpidos, extravagantes, malhumorados, gruñones, despiertos, dormidos, fantásticos y fieles. Somos honrados, desvergonzados, prudentes y confiados. Somos cultos, chiflados, salvajes, sensatos, serios, sociables y soñadores. Somos decididos, lanzados y desordenados. Somos rebeldes y risueños, llorones y extrovertidos. Somos. Somos tantas cosas que a veces simplemente basta con decir una sola: Somos. 



Todas las noches esperamos en la habitación hasta las 11 de la noche para que el encargado de la pensión se vaya y así nosotros podemos atracar la cocina tranquilamente. Pues eso es lo que hicimos anoche y, seguramente, lo que hagamos hoy también. Nos ponemos las botas y aprovechamos. Cenamos unas tostadas, un poco de cereales con leche y metemos los dedos en el bote de la nocilla. ¡Bendita nocilla! La cena transcurrió de forma normal hasta que Mary fue a beber el último sorbo de leche que quedaba en su taza y su garganta ordenó “¡Ahógate!”. “¡¡¡Puuuuaaaaffff!!!” Mary expulsó, de forma inmediata y como si de un aspersor a toda presión se tratase, toda la leche de su boca y la estrelló contra su taza. ¡Qué asco! En fin, corramos un estúpido velo. 

Ana llega de trabajar y viene con buenas noticias: dice que alquilemos un piso vacío porque el marido de la Señora Rosa conoce una tienda donde venden muebles y lavadoras muy baratos. Además ya sabemos que podemos comprar una lavadora por cien euros, por lo tanto la idea de alquilar el piso amueblado la deshacemos poco a poco. 

Esta mañana, Mary y yo, nos hemos ido a desayunar y hemos innovado en las tostadas. ¡Bacon frito y huevos revueltos! ¡Desayuno americano 100 x 100! Esta pensión es una maravilla. 

A las diez Mary se va con Marleen y Ana y yo tenemos una cita en una agencia inmobiliaria. Un poco antes de las 11 salimos de la pensión y llegamos a nuestra cita, donde nos espera el chico de ayer para hablar del piso que nos gustó. Nos sentamos ante él, nos ofrece algo de beber y Ana le dice que quiere café. Nada más empezar le digo que ese piso nos parece muy caro, que si no tiene algo más barato que ofrecernos y nos dice que en estos momentos solamente tiene eso. Nos empieza a hablar en inglés y creo que la frase “Hablamos poco inglés, por lo tanto ¿podrías hablar más despacio?” no la entiende muy bien porque vaya rollos que nos suelta. Nos dice que si queremos ese piso que tenemos que pagar el depósito hoy, así que se lía a rellenar un papel y nos lo entrega para que veamos todo lo que tendríamos que pagar. ¡Quieto parao! Qué barbaridad. ¿Seguro que nos vamos a meter en este embolao? Huye Ana, huye lejos y no regreses. Le decimos que no podemos pagarle el depósito ahora y que si podemos volver dentro de dos horas, para sacar dinero de las tarjetas de crédito. Nos dice que sí y así que nos vamos. Eso es muy caro, pero trae de todo. Eso es muy caro, vamos a buscarnos uno sin amueblar y sin lavadora ni nada. Ese es muy caro y yo no tengo trabajo. Así que, una vez en la pensión comenzamos a buscar de nuevo pisos y le enviamos un correo al chico de la agencia para decirle que no podemos pagar eso tan caro. 

Comenzamos a recibir nuevas ofertas de diferentes pisos y nos ponemos en contacto con dos de ellos, a los que ya hemos visitado en persona. Uno es el que visitamos hace días, el que el chico de la agencia estaba casado con una mujer que su prima vivía en Tenerife y donde había una terraza grande y un pastor alemán un poco agresivo. Bueno pues lo llamaremos “El del perro agresivo”, al piso me refiero. Y nos ponemos en contacto con el que visitamos ayer, el que tenía el baño separado, el retrete por ahí perdido y el patio lleno de contenedores, supuestamente lleno de holandeses en descomposición. Ahora la riña está entre esos dos pisos, aunque nos gusta más “el del perro agresivo”. Además se encuentra en la calle “Rubensstraat” que me recuerda a mi primo Rubén, que no tiene nada que ver pero yo lo digo. La búsqueda continúa. 

Al momento nos llega la respuesta del chico de la agencia al que le hemos dicho que no podemos pagar eso y, como ha visto que va a perder a los clientes que hablan inglés en modo indio, nos ha intentado cazar con otra oferta. ¡Pero si nos has dicho esta mañana que no podías ofrecernos nada más! Qué espabilao… Incluso nos ofrece llevarnos en su coche hasta el apartamento pero le decimos que no porque no queremos que nos hable tanto. Ana le pone la excusa de que “nos gusta andar”. Bravo Ana. 

Se trata de un piso más barato que el de ayer, está sin amueblar, no tiene nada, pero incluye todo lo que es el agua, luz, gas e internet. Decidimos darle una oportunidad y quedamos a las cinco de la tarde. ¡Eso es una sala vacía con una puerta que se comunica con un retrete y una ducha! Encima está construido en el patio trasero de una casa. No nos interesa, que nos vamos a meter tres inquilinos y vamos a estar muy vigilados. Lo dicho, la búsqueda continúa. 

A las cinco y media Ana se va al restaurante, me quedo en la habitación y espero hasta que llega Mary. Me cuenta todo lo que ha hecho durante el día y se le ve muy feliz. Ha estado redecorando la tienda, han estado planeando cosas para la semana del diseño, han comido media tortilla que les sobró del otro día, se han reído y han continuado con las clases de inglés y español. Marleen se preocupa por todos nosotros y Mary la tranquiliza diciéndole que estamos bien. El desfile de diseños y de diseñadores continúa, pues todos llevan sus productos a la tienda para ser vendidos. ¡Dice Mary que el almacén ya está desordenado de nuevo y que está repleto de cajas de cartones! Y Marleen ha hecho un regalo a Mary: una cantimplora antigua que estaba en el almacén, Mary le ha dicho que le gusta y ella se lo ha regalado. ¡Es un encanto! Además no han terminado aquí los regalos, pues le ha prometido que cuando tengamos nuestra casa nos podemos llevar una maleta antigua que tiene allí de decoración. Es preciosa y nos encanta. ¡Qué alegría! No tendremos ningún mueble en la casa, ni lavadora, ni camas… pero tendremos una super maleta de diseño preciosa decorando toda la soledad del hogar. 

Tenemos hambre pero son las ocho y media y el chico de la pensión no se va hasta las once. Los dos continuamos con los portátiles, intentando olvidarnos de los sándwiches que nos esperan y esperando que las agujas del reloj marquen las once. “¡Marleen!” grita Mary de repente. “¿Qué pasa?” le digo desde mi cama, un poco asustado y sorprendido por la cara que está poniendo Mary. Marleen le ha enviado un correo electrónico a Mary. “Dani, Dani, Dani, que fuerte” repite varias veces sin decirme qué es lo que pasa. “¡Marleen dice que si puedes hacer un trabajo mañana con Derek!” ¿Qué qué? Nos ponemos super contentos y sin creérnoslo del todo. Marleen me ha ofrecido un trabajo para mañana con su novio, Derek. ¿Para qué será? ¿Querrá que le haga algo en el ordenador, será para limpiarle la cochera o para pasear al perro? Sea lo que sea lo quiero. Y después de un “Por supuesto que sí” y un “Gracias por todo” nos contestan y nos dicen que mañana a las nueve tengo que ir con Derek a montar una exposición. ¡Qué guay! Pues ala, mañana me toca madrugar un poco más. 

Y aquí estamos, después de haber cenado en la cocina de la pensión, tumbados en las camas con los portátiles. Mary está viendo el capítulo de una serie, Ana sigue en el restaurante y yo estoy terminado la carta del día. Mañana será un nuevo y diferente día, como todos pero como ninguno. 



Somos buenas noticias, malas noticias, viajes en avión, vuelos baratos y desayunos incluidos. Somos los cafés en el Jumbo, los tés en la nevera y los cereales en el armario. Somos la rueda de una bicicleta, el olor de un tulipán y la fuerza de una bombilla. Somos nuestros miedos, nuestras peores pesadillas y nuestros errores. Somos nuestras alegrías y esfuerzos, nuestras discusiones y nuestros mejores momentos. Somos una tienda de diseño, un restaurante español, una búsqueda de empleo. Somos un apartamento sin amueblar, una lavadora que nadie ve y unas camas de cuarenta euros. Somos un sándwich que se funde en el microondas, somos un proyecto en la pared, una alarma a las ocho de la mañana, una cita con un agente, una crema de manos con olor a coco y un bote de nocilla. Somos una carta que llega desde Holanda, una llamada de teléfono y un video a través de una web cam. Somos todo aquello que nos rodea, que nos entusiasma y nos fascina. Somos la lluvia que moja las aceras de la ciudad, el frío que congela nuestras manos y el calor que sentimos en el cuerpo. Somos el mejor de los sentidos, la mejor de las propuestas y la mayor aventura que hemos vivido. Somos una promesa que se cumple, una ayuda que se recibe, una verdadera sonrisa. Somos una lágrima de felicidad, un trabajo inesperado y un sueño que compartir con los ojos abiertos. Somos una ciudad, somos miles de sueños por cumplir, somos una realidad. Somos una fantasía, un cuento de niños y una historia de mayores. Somos esperanzas y ganas de luchar. Somos todo lo que ves, lo que no ves, lo que imaginas y ni te imaginas. Somos lo que somos, porque simplemente somos. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.


miércoles, 17 de octubre de 2012

"Los años del futuro"

17 de Octubre de 2012.

La habitación estaba a oscuras cuando el pequeño de cinco años llamó a su madre desde la cama. La mujer encendió la luz de la mesita de noche y se sentó junto al pequeño, acomodada en el colchón donde no era capaz de conciliar el sueño. 

-¿Qué ocurre, cariño?.-dijo la madre, acariciándole una de las mejillas. 

-No puedo dormir.-contestó con los ojos muy abiertos y acurrucado entre sábanas. 

-¿Has tenido una pesadilla?.-preguntó su madre preocupada. 

-No.-dijo el muchacho pensativo. -Es que no tengo sueño.-afirmó finalmente. 

-¿Y qué podemos hacer para solucionarlo?.-la mujer hizo una pausa y al ver que el niño se encogía de hombros continuó hablando. -¿Quieres que te cuente una historia que ocurrió hace muchos años? 

El pequeño asintió con la cabeza, ilusionado e intrigado por conocer las palabras que su madre le contaría. Se acurrucó, de nuevo, entre las sábanas que le arropaban del frío y esperó a que su madre comenzara con aquella historia. La mujer levantó los pies del suelo, se quitó las zapatillas, las dejó junto a la cama y se acomodó con las piernas cruzadas, quedando los pies sobre el colchón. Ambos quedaron en silencio unos momentos hasta que la mujer comenzó a hablar, casi en un susurro. 

-Esta historia comenzó siendo como cualquier otra que te hayan contado.-la mujer hizo una leve pausa. -Comenzó cargada de ilusiones y sueños, de metas y de nuevas aventuras.-dijo poniéndole cada vez más énfasis y entusiasmo. -Esta historia comenzó hace unos dieciséis años, aproximadamente, cuando tres chicos cogieron un vuelo con destino a un país que se encontraba a miles de kilómetros de donde siempre habían vivido hasta el momento. Y unas horas más tardes el avión aterrizó en la nueva ciudad… 

16 años antes… 



La mañana ha empezado con mucha marcha. Nos hemos despertado y Melendi ha comenzado a sonar en mi reproductor de música, con sus canciones a todo volumen y con los tres cantando por toda la habitación. Hemos desayunado los tres juntos y hemos desayunado lo mismo que comemos por la mañana, por el mediodía y por la noche desde hace varios días. Desde hace exactamente el número de días que llevamos en la nueva pensión. ¡Da gusto esto de tener desayuno incluido y saberlo amortizar para todas las comidas del día! Nos hemos puesto las pilas, nos hemos duchado, vestido y nos hemos ido cada uno a nuestras tareas diarias. Mary ha cogido la bici y se ha ido a la tienda con Marleen. Ana y yo nos hemos ido a tener otra cita para ver un piso. ¡Los de las agencia ya nos conocen de sobra! Ya están aquí otra vez los españoles… 

Ana y yo caminamos hasta el apartamento que vamos a visitar. La cita es a las doce y media y llegamos exactamente a las y media a la puerta de la casa. ¡Tenemos un Jumbo al lado! Y resulta que es el primer Jumbo que nos encontramos en Eindhoven. Ana llega a la puerta del apartamento y, como si la hubiera sentido desde dentro, el agente de la inmobiliaria nos ha recibido abriendo la puerta y dándonos la mano. Entramos a investigar el apartamento y resulta que todo lo que hay dentro se lo llevan, tiene un salón vacío, una habitación vacía, una cocina sin lavadora y un cuarto de baño con ducha y lavabo. Miro a Ana extrañado y le digo “¡Ana, que no hay retrete!” (Vale no he dicho la palabra “retrete” pero es que “Lo de cagar” suena muy feo si lo pongo en la carta). Ana ha puesto cara de pánico y, como no sabe inglés, ha mirado al de la inmobiliaria y le ha hecho un gesto para preguntarle por la pieza que le faltaba al servicio. Sí, Ana ha doblado las piernas y ha simulado la postura que todos utilizamos para sentarnos en la taza. Todos nos hemos reído y el de la inmobiliaria nos ha llevado hasta otra sala muy pequeñita, que había al lado de la puerta de la casa, donde sí estaba el retrete y otro lavabo. Qué bien. Mientras que uno está cagando el otro puede ducharse. ¡Otro inconveniente es que se tiene que alquilar como mínimo seis meses! ¿Y si nos tenemos que volver qué? Parece que los de las agencias no piensan en los pobrecitos como nosotros. Y también tiene una especie de patio. Y digo especie porque está repleto de contenedores. “¿Por qué había tantos contenedores de basura en el patio?” me pregunta Ana de vuelta a la pensión. “Creo que había holandeses muertos dentro de ellos”. 

Como este piso no tiene lavadora y es una cosa esencial que estamos buscando Ana y yo decidimos entrar en una tienda de electrodomésticos. Preguntamos el precio de la lavadora más barata y nos enseñan una que vale 135 euros y te la llevan a casa. Nos parece una buena oferta. Le decimos “bye, bye” al dependiente y si algún día tenemos que comprar una lavadora vendremos en busca de ella. 

Llegando a la pensión mi móvil comienza a sonar. ¿Quién me llama a estas horas, en este momento y en este lugar? Mary. Nos llama porque está en la tienda de Marleen pendiente del correo, por si las agencias nos escriben algo más y nos dice que tenemos otra cita a las dos de la tarde. Así que, como es la una y cuarto, nos damos la vuelta y nos vamos a la dirección que nos ha dado Mary. Ahora es un piso que está al lado del restaurante “Señora Rosa”, así que a Ana le vendría muy bien para ir a trabajar y nos ahorraríamos el dinero de su bici porque podría ir andando. Llega un nuevo chico de la agencia, se presenta y nos dice que en la acera de enfrente hay dos pisos más que se alquilan, que nos los puede enseñar también. Y allí que nos vamos Ana y yo. Los pisos los están reformando y les están poniendo todo nuevo. ¡Normal! Nos pide mil cien euros de alquiler mensual. ¡Perdona pero puedes quedarte con ellos! Así que nos vamos al piso que realmente íbamos a ver desde el principio. 

Tiene un porche en la parte delantera, con setas y árboles en su interior. Y entramos en una maravilla: un salón con sillas y mesas incluidas en el alquiler, tele y dvd, una cocina pegada con todos sus utensilios incluidos, frigorífico, microondas y LAVADORA. Los ángeles han comenzado a cantar el “Aleluya, aleluya” desde sus nubes de algodón. Parece que el Dios de Holanda ha escuchado nuestras plegarias. ¡Nos gusta! Del salón salen unas escaleras que te llevan hasta el dormitorio, que está en un ático con techo a dos aguas. ¡Parecemos una peli americana! 

Mary continúa haciendo diseños para la casa que tiene que decorar junto a Marleen. Además la semana que viene es “La Semana del Diseño Holandés” en Eindhoven y Marleen no para de recibir diseños y diseñadores en su tienda. ¡Un desfile de diseños en tres, dos, uno…! Hay cosas super caras, super raras y caras. ¡Está claro que los diseñadores se lo montan bien! ¡Y los holandeses se permiten cosas de diseño! En la tienda de Marleen pueden verse collares de madera por veinte euros, mesas de miles de euros, tazas de café por el mismo precio por el que te haces de una vajilla completa en los chinos… ¡Pero es diseño! Si lo quieres… Lo pagas o lo dejas. 

Ana y yo comemos en la pensión, a escondidas y de nuevo sándwiches. ¡Y no nos aburrimos del chóped y del queso! Y después de nuestra deliciosa y especial comida Ana consigue quedar con otro agente para ver otro piso a las cinco y media. ¡Lástima que Ana tenga que irse a trabajar y Mary aún esté en la tienda! Lástima porque tengo que ir solo a ver el apartamento. Está en una calle cercana a la pensión, a unos dieciséis minutos andando, y llego entre las cinco y las cinco y cuarto. Una chica que parecía mulata, con los pelos cortos y muy rizados se baja de un coche que había aparcado en la puerta del apartamento. ¡Es muy guapa y tiene unos ojos muy bonitos y grandes! Me dice que su nombre es Jamie y le digo que soy el amigo de Ana, que ella no ha podido venir porque está trabajando. Le digo que hablo un poco inglés y que me hable despacio, lo mismo que le decimos a todos los de las agencias. Jamie me comprende y dice que ella entiende el español pero que no sabe hablarlo, que si quiero que le haga preguntas en español y que me contesta en inglés. ¡Pero yo le hablo todo en inglés que es bueno practicar! 

El piso es un cuchitril, me lo enseña con los dos muchachos que viven ahora en él, parece un mundo lleno de desorden y suciedad, no se puede poner ni un solo tenedor sobre la barra de la cocina, el servicio está lleno de ropa, no hay lavadora y todos los muebles que hay en él se los llevan los dueños. Es demasiado pequeño para los tres y demasiado caro como para no traer nada de nada. Jamie se despide de mí y me regala un bolígrafo de la agencia a la que pertenece. ¡Más vale que todos los agentes fueran tan simpáticos como ella! Lo siento Jamie, me has caído muy bien pero no vamos a alquilarte nada. ¡A no ser que tengas una lavadora de segunda mano y un par de bicicletas! 

Al volver de mi visita solitaria Mary me está esperando en la pensión, en la puerta porque las llaves las tengo yo. Le hago un resumen detallado de los cinco pisos que hemos visitado hoy y decidimos mandarle un correo al de este mediodía. El que incluía de todo y la habitación es en el ático. No sabemos si mañana tendremos una cita en la oficina… 

Después de eso Mary ha continuado con los diseños para la casa, ha llenado tres de las cuatro camas de recortes de papel y de bolígrafos y hemos decorado un poco una de las paredes de la habitación, pues hemos pegado en la de las cabeceras de las camas la foto de los gemelos Pedro y Álvaro, los recién nacidos de Inés y Jose, sus papás. Antes de venir a Eindhoven los visitamos en Badajoz. ¡Fue precioso ver cómo dos gemelas cogían en brazos a dos gemelos! Cuando vuelvan a cogerlos en brazos seguro que han crecido un montón. Pero todo el mundo desconoce el momento en el que eso ocurra de nuevo, así que estas noches, y aunque solamente sea con una fotografía, las gemelas y los gemelos dormirán juntos. Y yo, que no soy gemelo, también seguiré por alguna de estas camas. Durmiendo todos juntos. 



16 años después… 

El pequeño de cinco años quedó fascinado, entre sus sábanas, por la maravillosa historia que su madre acababa de contarle. A partir de esos momentos soñaría con aquella ciudad, deseando conocerla y poder disfrutar de sus calles. Gracias a su madre consiguió imaginarse una ciudad llena de bicicletas, de parques enormes y de gente que habla en otro idioma. El pequeño dormiría aquella noche fascinado entre las hermosas calles de una ciudad mágica, la cual no sabía si podría pronunciar correctamente su nombre. Eindhoven. Sonaba precioso. 

Su madre se levantó de la cama, se puso las zapatillas y le dio un beso de buenas noches en la frente. Después acurrucaría a su hijo entre las sábanas y apagaría la luz de la mesita de noche. 

Mientras tanto, el padre de la familia, observaba a su mujer y a su hijo desde la puerta entreabierta de la habitación. Había escuchado la historia completa. Fue bonito recordar de nuevo la forma en la que conoció a aquella mujer, a aquella mujer que ahora narraba sus historias a su hijo, a aquella mujer que un día decidió comprar un billete de avión y voló, dieciséis años atrás, a un país que se encontraba a miles de kilómetros de distancia de donde siempre había vivido. Un país donde, afortunadamente, lo conoció a él. Fue bonito recordar el momento en el que conoció a la mujer que le cambiaría la vida por completo. 

16 años antes… 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

domingo, 14 de octubre de 2012

"Operation: pension"

14 de Octubre de 2012.

Los tres que formaban el equipo se reunieron, silenciosos, en medio de la habitación. Los tres formaron un triángulo perfecto y la que llevaba la voz dominante del grupo explicó detalladamente el plan de conquista: 

-Iremos en silencio hasta la casa de al lado, tú abrirás la puerta lo más rápido que puedas y en el máximo silencio.-dijo dirigiéndose a la otra chica del grupo. –Iremos caminado de puntillas por el pasillo, hasta llegar a la cocina. Una vez allí yo lavaré unos vasos para distraer al enemigo. Vosotros sacaréis las rebanadas de pan de la mochila, que llevaréis a la espalda y velozmente, los untaréis de nocilla en el tiempo en el que lavo los vasos.-dijo la jefa casi en un susurro a sus dos compañeros. –Hora de salida: 4:30 minutos de la madrugada. Hora de finalización de la operación: 4:32 minutos de la madrugada. 

Los tres abrieron la puerta que se comunicaba con las frías calles de la ciudad, caminaron muy deprisa hasta la siguiente puerta y la abrieron rápido y en silencio. El equipo desapareció en el interior de la oscura casa, en busca de un bote de nocilla al que tenían que vaciar. 



Son las doce de la noche, Mary está en la ducha, Ana en el restaurante y yo he comenzado ahora a escribir esta carta desde Holanda. Mary y yo acabamos de cenar unos sándwiches que hemos hecho hoy en el desayuno y que hemos calentado hace un momento, unas patatas fritas y un poco de patatas con salchichas que hemos tomado prestadas de otros inquilinos de la pensión. Solamente hemos probado un poco del mejunje de patatas ajeno y el karma ha actuado llenándonos la boca con un picor inmenso, provocado por una salsa que le habían echado sin consideración alguna. Es un poco tarde, más tarde de lo normal. Pero nunca es tarde para comenzar a contar. Por cierto, nuestro postre ha sido un sándwich de nocilla y ahora nos beberemos un té de frutas del bosque. 

La noche del sábado ha sido larga. Mary ha comenzado a ver un capítulo de una serie de televisión en su portátil y Ana y yo decidimos ver una película, también en el portátil. Después de un tiempo descartando películas nos decantamos por una del maestro Woody Allen: “Vicky Cristina Barcelona”. Al final nos quedamos con un raro sabor de boca. “¿Ya está? ¿Éste es el final? Pues vaya…” Y continuamos hablando, los tres, y decidimos ver una película de miedo. Estamos en la pensión que creíamos de mala muerte, escuchamos ruidos raros y queremos ver una película de miedo para ambientar más la situación. Es algo normal, lo sé. 

Y vueltas y vueltas a películas de miedo y al final elegimos la peor película que podríamos haber elegido, una de estas que dices “¡Venga hombre! Y ¿ahora qué?”, de esas que son tan malas que ni siquiera son aptas para emitirlas en las tardes de Antena 3, de esas que el guión no parece ni que está escrito y de esas que no las dejas de ver porque no tienes sueño y el reproductor on-line ya la ha cargado entera. “La última casa a la izquierda”. Parecía un buen título, pero solamente se quedó en ello. Queríamos una película de miedo pero se convirtió en una de risa. Intenté aguantar hasta el final pero cuando vi que la protagonista, a la que acababan de dar un balazo en la nuca, comenzó a nadar por un pantano y a correr por un bosque dije que me iba a la cama. Y así lo hice. Ana y Mary la vieron hasta el final. ¡Qué fuerza de voluntad! 

Nos despertamos unas horas más tarde, sin ningún ruido de alarma ni de moto, y nos vestimos para ir a desayunar a la casa de al lado. Ana dice que se queda en la cama, ya que a las seis de la tarde tiene que ir al restaurante “Señora Rosa” y anoche nos dormimos a las tantas de la madrugada. Es la primera vez desde que estamos aquí que nos pasamos una noche en vela, viendo pelis y planeando operaciones de asaltar la cocina de la pensión. 

Mary y yo nos vamos a desayunar. Cogemos nuestras tostadas, nuestro chóped y queso, el café y nuestras ganas de desayunar en buenas condiciones. Hoy ha sido un día de tertulia mañanera, como las mañanas de María Teresa Campos o Ana Rosa, ya que nos hemos pasado todo el desayuno y parte de la mañana hablando de todo en general. De nuestras vidas en el pueblo y de nuestras nuevas vidas en Eindhoven. “Nadie dijo que sería fácil” ha dicho Mary. Y tiene razón, pues nadie lo dijo. 

Nuestra nueva pensión está organizada por un chico joven que es un poco serio, parece que habla el mismo idioma que nosotros: el Inglés Indio. Todas las preguntas y dudas que le hacemos son respondidas con “Yes” o “No”, y cuatro palabras típicas y socorridas. El chico serio lleva la distribución de las habitaciones, repone los alimentos en la cocina y nos recoge el dinero que nos cuesta dormir bajo este techo. Hoy le hemos pagado una semana completa, hasta el domingo que viene. La pensión donde vive Nicole Kidman será a partir de ahora nuestro nuevo y dulce hogar. 

Hacía tiempo que no cocinábamos y hoy hemos preparado unos macarrones con tomate, salchichas y queso. ¡Estaban riquísimos! Casi limpiamos los platos con la lengua. ¡Da gusto poder comer algo que no sea una ensaladilla de un euro! ¡Da gusto comer sentado en una silla, apoyado sobre una mesa de madera y no sentado sobre una moqueta que devora todo lo que entra en contacto con ella! Aunque echamos de menos su textura llena de vida. El único inconveniente que tiene el cocinar es que ahora todas las ropas que entran en la cocina huelen a fritura. ¡Qué horror! Necesitamos ya una lavadora para quitar estos olores de nuestras sudaderas. ¡Parecemos croquetas! 

A las cinco y media sacamos la bici de Marleen de nuestro baño privado, Ana se monta en el porta-paquetes y yo me pongo manos al manillar. La llevo por las calles frías de Eindhoven hasta su trabajo, nos congelamos en el camino, me despido de ella y le deseo que se le haga leve. Me vuelvo con más frío que nunca y vuelvo a recoger la bici en el servicio. Mary dice que a la noche va a ir a por Ana a la puerta de la “Señora Rosa” pero mi duda es: Si no llega bien a los pedales y no se puede sentar en el sillín ¿cómo va a transportar a su hermana, sana y salva, hasta la pensión? 

Mary y yo pasamos la tarde en el comedor/sala de estar de la pensión, buscamos pisos por internet, hablamos con nuestras madres, Mary diseña unas cosas para la nueva casa que tienen que decorar, envío correos a las tiendas de fotografía que he buscado en Eindhoven, escuchamos música, Mary se hace un té y seguimos con la búsqueda de pisos. Lo más probable es que el día 1 vayamos a vivir a la caja de cerillas, a la casa donde ahora vive la chica de color del pijama feo. ¡Cuida la casa que dentro de unos días nos convertiremos en sardinas enlatadas! 

El día ha sido tranquilo, tan tranquilo como nuestros domingos en el pueblo. Ahora seguimos estando tranquilos, en la habitación de la pensión, ya duchados y con los pijamas puestos, arropados con los nórdicos y esperando una llamada de Ana. Aún nos espera un viaje en bici hasta el restaurante, el problema es que no sabemos a qué hora será. Como siempre… nuestras noches nunca tienen desperdicio, aunque los días tampoco. “Pá qué nos vamos a engañá” 



Los tres caminaron por el oscuro pasillo hasta llegar a la pequeña cocina. La jefa del grupo cogió varios vasos sucios y comenzó a lavarlos bajo el grifo de la sala. Los segundos habían comenzado a contar. En el otro extremo de la cocina uno de los compañeros se hacía dueño del bote de nocilla, mientras la otra extraía las rebanadas de pan de la mochila y los dos, con un cuchillo en las manos, comenzaron como locos a untar chocolate en sus panes. La jefa terminó de lavar los vasos, una buena excusa por si alguien ajeno al grupo les sorprendía a esas horas en la cocina. Las 4:32 de la madrugada, hora de la huída. La jefa dio la voz de alarma, guardaron corriendo el bote de nocilla, que había quedado casi sin chocolate, y cogieron todos los panes que habían quedado tupidos de nocilla. Escaparon de la cocina, atravesaron el oscuro pasillo y salieron a la calle, respirando tranquilos porque todo había salido bien. 

Los tres llegaron a la habitación de la pensión donde dormían esas noches. Ana, Mary y Dani disfrutaron de unos contundentes sándwiches de nocilla a las cuatro y media de la mañana, a los que añadieron cereales en forma de prueba. La “Operación: Pensión” había salido perfecta, como anillo al dedo, como nocilla al pan, como cereal al chocolate. 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

sábado, 13 de octubre de 2012

"La sopa fría"

13 de Octubre de 2012.

Nos alegra saber que estáis bien, o que al menos lo intentáis, que seguís cumpliendo con vuestras obligaciones, que seguís sonriendo como antes, emocionándoos y sintiéndonos tan cerca que no importen los kilómetros que hay de por medio. Nos gusta tener noticias de vosotros, de vuestras nuevas ilusiones y de vuestros mejores momentos. Es una delicia saber lo que vais a comer, lo que habéis preparado para la cena y los planes que tenéis para el día siguiente. Nos gusta saber de vuestros trabajos, de vuestros viajes y de vuestros mejores proyectos. Nos gusta saber de todos los que estáis esperándonos desde nuestras tierras, todos los que estáis al tanto de todos nuestros pasos y metas. Nos gusta saber de todos los que estáis tras nuestras cartas de Holanda. A todos vosotros, mil y una veces gracias. 



Aunque eche de menos mi cama y, sobretodo, mi almohada hoy he dormido bien. Aunque Ana haya dormido también bien dice que las camas y las almohadas eran mejor en el albergue. Mary dice que ha dormido un poco mal, que le gustaba más su nido fabricado con nórdicos en el albergue, y que le duele un poco la espalda. Aunque hayamos dormido bien o mal, estamos destinados a que todas las noches ocurra algo inesperado, diferente y fuera de lo común. 

A las ocho a sonado la alarma diaria de mi móvil y estaba tan a gusto que no le he hecho mucho caso. Hemos seguido durmiendo un rato más, que para eso es sábado. Después de la alarma y después de quedarnos dormidos de nuevo ha ocurrido. Ha ocurrido que hacía tantísima calor en la habitación que el sensor de calor para detectar fuegos ha comenzado a chillar descaradamente. “¡¡¡Piiiiiii Piiiiii Piiiiii!!!”. Los pitidos invadían la habitación y nos hemos mirado aterrados. ¿Está sonando, en serio, lo que creemos que está sonando? Pues sí. Yo en un momento he pensado que la habitación comenzaría a llenarse de agua. Mary ha pensado, incluso, en tirarse encima del ordenador para protegerlo de la lluvia artificial. Menos mal que nada de eso ha ocurrido y que solamente se ha quedado en un pitido que ha desaparecido al cabo de unos instantes. Vale: hemos descubierto que el detector funciona, pero si llega a haber fuego de verdad dónde está el agua. Solo esperamos que los bomberos holandeses sean rápidos. A parte de eso también ha sonado la alarma de una moto en la calle, justo al lado de la ventana de la habitación. Ana creía que era la alarma de una bici. Seguro que las bicis están tan desarrolladas aquí que hasta tienen alarmas. Pero era de una moto. Y mi pregunta es: ¿Dormiremos algún día del tirón? ¿Alguien está en contra de nuestras horas de sueño? ¡Dios de Holanda confiesa ahora o duerme para siempre! 

Después de nuestro ajetreado despertar hemos recordado que tenemos desayuno incluido en la pensión, así que nos hemos vestido y nos hemos ido a la casa de al lado, donde está la cocina de los desayunos y una especie de comedor. Ya os dije que la pensión está formada por varias casas independientes, ¿verdad?. Pues eso, nos duchamos en nuestro gran baño privado, donde ahora duerme la bici de Marleen de lo espacioso que es, y nos vamos a desayunar. 

¡Tostadas, mermeladas de todo tipo, crema de cacahuete, nocilla, miel, leche, café, yogur líquido, cereales, jamón de york, huevos, quesos de todo tipo y choped! Todo esto y mucho más nos reciben a la hora del desayuno. ¡Nos hemos puesto las botas! 

“¡¡¡Piii Piii Piii!!!” ha comenzado a sonar de nuevo, esta vez con más fuerza y más molesto que antes. Los pitidos atravesaban nuestros oídos sin compasión. ¿Pero qué pasa ahora? ¿Le hemos caído bien a este pitido y nos persigue allá donde vamos o qué? Pues sí, parece que le hemos gustado. Y esta vez no había estado provocado por un cúmulo excesivo de calor en la habitación, si no porque hemos olvidado un trozo de pan en la tostadora y el humo que desprendía se ha chivado al detector de incendios. Menos mal que tampoco nos ha llovido artificialmente. ¡Ana saca el paraguas que compramos en el Hema! Ah no… que está roto. 

Después de nuestros deliciosos desayunos volvemos a la habitación y parece que hoy ha sido el día de las llamadas y video llamadas. Hemos visto a Marina, la hermana de Ana y Mary, y a su abuelo por la web cam. Siguen como siempre, les preguntamos por todo y por todos. Mary y Ana también les piden que les hablen de sus perritos: Shira y Barny. ¡La emoción y los gritos de alegría son inevitables! Parece que estamos huecos, huecos y locos. Cualquiera que nos vea hablando a voces dirigiéndonos a la pantalla de un portátil lo pensará. Después hemos hablado con Javi, nuestro amigo y el novio de nuestra amiga María, para decirle que íbamos a llamar para darle una sorpresa a María. Y hemos llamado. María ha contestado y nosotros le hemos respondido a voces mientras gritábamos su nombre. “¿Esto qué es? Pero, ¿esto es ahora?” han sido las palabras que demostraban que no se creía lo que estaba escuchando. El tiempo pasa muy deprisa cuando hablamos con ella. Escuchamos sus nuevas noticias, sus anécdotas en el ciclo que estudia, nos reímos con ella y con Javi. Nos dicen que han ido al cine a ver "Lo Imposible". ¡Mary y yo nos morimos de la envidia! Quiero verla. Les pregunto que si han ido a ver "Tadeo Jones" y me dicen que me están esperando, que quieren verla conmigo. ¡No me digáis esas cosas! También saludamos a Juana y a Neme. Es la hora de la comida y se les enfría la sopa. Todos nos ponemos a cantar, como locos, la canción de M-Clan “La sopa fría”. Está claro que, en estos momentos, la sopa no importa que se enfríe. ¡Qué gusto da volver a hacer el tonto los cuatro juntos! Hemos continuado con la web cam y hemos visto a mi hermana y a mi madre. Nos dicen lo guapos que estamos y lo bien que lo estamos haciendo. Y aparece mi tía Primi, que nos manda besos y mucha suerte. Mi hermana nos lleva de paseo por mi casa, me enseña mi habitación, nos enseña la calle Valle y nos lleva hasta la casa de Nora, mi perra. Es emocionante verla tan contenta como siempre. Seguro que echa de menos los paseos a la Charca Arriba junto con Shira y Barny. Ana habla por teléfono con Roberto, se echan de menos y están deseando de volver a estar juntos. ¡Todos lo queremos ver por la cam pero parece que no le funciona! Nos hemos regalado una buena dosis de ánimos y emociones. 

Al llegar la tarde Mary y yo hemos ido a comprar la cena en bicicleta al Albert Heijn, el supermercado que le hace la competencia a nuestro favorito Jumbo. Hemos ido a ese super porque es el más cercano a esta pensión. Hemos llegado a la primera y no nos hemos perdido en el camino, ¡Ni a la ida ni a la vuelta! Además, Mary me ha felicitado porque dice que mi sentido de la orientación está mejorando. 

Íbamos a comprar la comida del mediodía pero como el desayuno ha sido tan generoso hemos pasado directamente a la cena. ¡Y podemos cocinar! Tenemos cocina y ya era hora que olvidáramos las ensaladillas de un euro y los sándwiches con mahonesa. Además, Mary tenía mono de cocinar. Así que hemos comprado macarrones, unas salchichas, tomate y cebolla para preparar unos buenos platos de pasta para mañana la hora de la comida. Qué pena no poder echarle unas latas de atún. ¡Aquí no existen los packs de tres latas por menos de un euro! Solamente hay botes individuales, no muy grandes, y encima caros. Y hemos cenado bolitas rellenas de queso y patatas fritas, peladas y cortadas por nosotros mismos. ¡Cuánto tiempo sin hacer cosas de éstas en la cocina! ¡Y lo que nos ha costado encontrar patatas y cebollas en el Albert Heijn! 

Una vez en la habitación hemos llamado a Vane por teléfono. ¡Nos ha recibido Yeray! Cómo echamos de menos las tardes en el parque con él, a su amigo “El Fantasma Colocón”, a su novia la ratona Minnie y sus juegos tan divertidos. Dice que quiere venir a vernos montado en un avión muy, muy grande. “Mañana vamos a verlos, ¿vale mama?” le decía a Vane, que le contestaba con un “Sí” tan fuerte que hasta ella misma deseaba que el viaje imaginario de mañana se haría realidad. “Quiero irme con ellos. Ahora me voy por el teléfono” dice Yeray, creyendo que pisando el móvil con fuerza se transportará hasta Eindhoven. ¡Éste chico seguro que hace grandes avances tecnológicos en el futuro! Vane le dice que nos cante una canción y nos deleita con sus “Maracucú Maracucá” y con “Luna Lunera”. Esperamos veros algún día paseando y jugando por las calles de esta ciudad.

Y acabamos la noche con la madre de ellas, Mama Mari Jose, acompañados de una buena dosis de risas y tonterías. Le cantamos y seguro que le alegramos la noche. Hablamos de todo un poco, le enseñamos con la cam nuestra nueva pensión, al igual que a Mama María Jesús, y la ponemos al día de todo nuestro día. Nos manda mil besos y nos da las buenas noches.

Y seguimos en la habitación de la pensión de mala muerte que se convierte, poco a poco, cada vez más en una de cinco estrellas. Seguimos planeando nuestras vidas o dejándolas en manos del destino. Nos iremos a dormir y esperamos que no nos despierte ninguna alarma anti incendios o ninguna de una moto en la calle. También esperamos que no nos cueste dormir y que, como ocurrió anoche, no nos aterroricen ningunos ruidos extraños que procedían de la nada en el interior de la habitación. ¡Esto parecía la película de “Los Otros”! Solamente faltaba Nicole Kidman paseando por la pensión con un candelabro y una pistola en las manos. 



Nos gusta saber que el abuelo sigue cocinando como siempre lo ha hecho, que Marina sigue combinando sus vestidos con los zapatos de sus hermanas, que Rocío ha comenzado a dormir en mi cama porque le gusta más que la suya, que mi perra Nora sigue volviéndose loca cuando la saludas, que mi madre María Jesús nos sigue diciendo lo guapos que estamos y lo valiente que somos, que su madre María José nos sigue mandando besos desde Badajoz y la mayores de las fuerzas y que mi tía Primi nos manda las mejores de las suertes desde el sofá de la salita de mi casa. Nos gusta que María siga aprendiendo a dar masajes en su nuevo ciclo formativo para dárnoslos cuando volvamos, que Javi siga igual de bien con su carpintería e intentamos convencerle de que la transporte a Eindhoven. Nos gusta saber que no os importa que la sopa se os enfríe por pasar minutos y minutos hablando con nosotros. Nos gusta haber saludado a Juana y a Neme. Nos gusta que Roberto siga deseando que llegue diciembre para unirse a nuestra aventura, nos gusta que Vane haya comenzado a estudiar inglés y que esté feliz y que Yeray nos recuerde, que nos eche de menos, que quiera que juguemos con él en el parque, que desee venir a vernos en un avión muy, muy grande y que nos siga cantando, aunque sea a través de un teléfono, su particular versión de “Luna Lunera”. 

Nos gusta saber de todos vosotros y nos gusta que nos hagáis tan felices, tan felices y tan orgullosos de saber que os tenemos allí, tan lejos y tan cerca a la vez. Nos gusta formar parte de vuestras vidas y nos gusta que forméis parte de la nuestra. 

Nos gusta que la sopa caliente pueda esperar, porque sabemos que por nosotros dejaríais que se enfriara una y otra vez. Nos gusta porque por vosotros dejaríamos que la sopa quedara convertida en un cubito de hielo. 

Nos gusta, simplemente nos gusta. 



“¡Ostras! ¿Qué es ese ruido? Creo que viene de la habitación de arriba… Nicole, ¿estás ahí?” 



Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.