Una auténtica historia en la que se relatan las aventuras que viven tres amigos cuando deciden marcharse de su país de origen y comenzar una nueva vida a dos mil kilómetros de allí. Holanda se convierte en un escenario perfecto para demostrar que nunca hay que perder la esperanza, que siempre hay que enfrentarse a la vida con la más amplia de las sonrisas y que las mejores cosas ocurren cuando menos las esperas.

domingo, 30 de septiembre de 2012

"Blondes in black"

30 de Septiembre de 2012.

Ella suspiró, la aventura comenzaba. El avión cogió velocidad, aún con las ruedas en el suelo. Aceleraba, aceleraba, aceleraba y el cuerpo se pegaba en el asiento en busca de una solución para que todo aquello saliera bien. Un cosquilleo intenso invadió su estómago. Estaban en el aire. Tuvo miedo y sintió la necesidad de notarles cerca, notarles ahí. Extendió una de sus manos al centro del pasillo, manteniendo la vista fija en el techo del aparato, e inmediatamente notó el calor de una mano que la agarraba fuerte, tranquilizándola y haciéndole sentir que todo iría bien. Era la mano de su hermana. Una tercera mano, desde una butaca vecina, se unió en el centro del pasillo a las manos de las hermanas. Él también estaba ahí, dando calor y apoyo. Todo saldría bien. Y mientras el avión cogía altura las manos se mantuvieron unidas, en medio del pasillo, en medio de las nubes y viajando a una ciudad desconocida. Eindhoven les esperaba. 

Seis días más tarde los tres amigos amanecen en la habitación de un albergue. Ahora sus manos se resguardan del frío bajo las sábanas de la cama, escriben palabras en inglés, teclean historias que contar en forma de carta y ayudan a buscar un piso donde poder vivir los próximos meses. 

Anoche se nos llenó el albergue de gente fiestera, anoche se nos llenó la habitación de gente fiestera. Solamente ha quedado libre una cama. Las “Blondes in black” han llegado a la habitación. Todas son rubias y visten de negro, de ahí el nombre que le hemos asignado. Huelen bien. Siguen oliendo bien. He pensado en la frase tan famosa que dijo en su día Victoria Beckham. ¿Realmente España huele a ajo? Es para planteárselo, sinceramente. No exagero: aquí todo el mundo huele bien. 

Dejando los olores a un lado y cogiendo las braguitas por otro. ¡La habitación se ha convertido en un campo de bragas! ¡Y qué bragas! Cómo se nota que nosotros siempre vamos en plan barato porque nuestra ropa interior no tiene nada que ver con su ropa interior. Repito: con SU ropa interior. ¡Qué glamour, qué costuras, qué bordados! ¡Qué tacto! Sí, ¿qué pasa? También las hemos tocado. ¡No tengo la culpa de que dejen las bragas encima de la cama! Somos cotillas y nunca habíamos tocado bragas caras. ¡Éstas no saben lo que se pierden en los mercadillos! Seguro que, anoche, las “Blondes in Black” lo dieron todo en las pistas de baile. ¡Incluso las bragas! 

Las gallinas holandesas han llegado de fiesta y nos han despertado. Han sido silenciosas. El ruido y el jaleo lo hemos conocido cuando las “Blondes in Black” han aporreado las escaleras con los tacones, atravesado el pasillo como si aún estuvieran en la discoteca e invadido la habitación como si fueran las reinas de la pista. Seguro que las “Blondes in Black” son unas “Dancing Queen”. Llegan de fiesta y llegan con calor, normal. ¿Y qué hacen para sobrellevarlo? Pues sí, dormir en bragas, en bragas caras, y abrir las ventanas de la habitación. Pero no abren las ventanas de cualquier manera, si no que lo hacen con la ayuda de mi maleta. Una de ellas ha invadido mi ropero de 20kg con sus pies holandeses para poder liberar el congelado aire de la calle y encerrarlo entre nuestras sábanas. ¡Ha pisado mi maleta de 20 kg! ¡La ha pisado y encima nos congela! Supongo que es una jugarreta inteligente del karma: Yo le toco sus bragas caras y ellas me pisan la maleta. Me parece un trato justo. 

Es por la mañana temprano. Ana y Mary no pueden ducharse porque los baños, que hasta ahora habían sido solamente para nosotros, están llenos de chicas altas y rubias. Mis dos pequeñas españolas han regresado a la habitación de la misma forma en la que se fueron, cargadas de toallas secas y un cuerpo al que lavar. 

Estamos un poco decaídos: Mary sigues estudiando inglés, enseñamos todo lo que podemos a Ana, seguimos buscando piso y no recibimos respuestas de nadie. Nos consuela pensar que nadie contesta porque es fin de semana. 

Antes de comer suena el teléfono móvil. “Mama María Jesús llamando…” 

-Hola.-dicen al otro lado del teléfono. 

-Hola.-respondo. 

-Hola.-vuelve a repetir mi hermana. -¿Qué haces? 

-Pues aquí... buscando piso.-digo dejando a Ana sola con el portátil. 

-Ahm que bien…-un momento. ¡Esta que habla no es mi hermana! 

-¡¡¡ES MARÍA!!!.-grito a los cuatro vientos. Mary y Ana se abalanzan sobre mí y comenzamos todos a dar voces al teléfono. La pieza que nos falta está al otro lado del teléfono. Si cerramos los ojos y la escuchamos es como si los cuatro estuviéramos en la habitación. La conversación ha sido interesante, de las nuestras, de esas conversaciones de andar por casa. Nos ha emocionado. Echamos de menos a mucha gente, pero a ti te echamos mucho de menos. No me llores, que te conozco. 

Creo que el día de hoy ha sido como una montaña rusa de emociones y sensaciones. Estamos raros, bien, pero raros. Después de la conversación con María y de disfrutar de una barra de salchichón que sabe a salami hemos recibido respuesta a un correo de alquiler. “Geachte heer González” así es como se dirigen a mí; significa señor González. Es un apartamento de unos 600 euros al mes y le hemos contestado de nuevo. Esperamos más respuestas. Mañana es nuestra última noche en el albergue, si no conseguimos nada tenemos que ir ampliando nuestra estancia aquí día tras día. 

Hoy han llegado dos chicos vestidos de tuneros al albergue, pero no se quedan a dormir. Creemos escuchar español por todas partes, lo creemos o, más bien, lo deseamos. Nos hemos registrado en la página del supermercado Jumbo, nos enviarán al correo todas las ofertas de trabajo que salgan. ¿Si nos hacen una entrevista de trabajo reconocerán nuestras caras y nos dirán que no estamos aptos para el puesto por beber demasiado café gratis? Espero que no. Ana se comunica con nuestro amigo italiano a través del “google traductor”, mañana visitaremos todos los bares españoles de la ciudad (El Quijote, La Señora Rosa, Mi Gitana y El Patio Andaluz) y también iremos a la universidad, ya que nos han dicho que allí hay muchos anuncios de pisos. Nos hemos puesto en contacto con un chico, que está o que estuvo en Eindhoven, a través de su blog “Un gato gallego en Holanda”. Nos ha contestado, parece simpático. Nos ha advertido que los cafés son muy caros. ¡No hay problema en ello! ¡Nosotros somos más listos que los cafés! ¡Éste seguro que no conoce el supermercado Jumbo donde te los bebes gratis! Estaremos en contacto con él. También hemos descubierto que el perro de los dueños del albergue no es un perro, si no una perra. Es un poco pava y lenta, creo que ella también está afectada por el continuo olor a marihuana de las calles de Eindhoven. Le tiras un juguete para que vaya tras él y su reacción es caminar super lento para agarrarlo con parsimonia con la boca. Ya sabéis: aquí la marihuana es legal, aunque solamente los residentes en Holanda pueden disfrutar de ese “privilegio”. Al lado del albergue hay un coffee shop, los locales donde venden hierba, y todo el día hay gente entrando y saliendo de él. ¡Vaya negocio que tienen montado! 

Las gallinas holandesas y las “Blondes in Black” nos han abandonado esta mañana, a las once más o menos. ¡Volvemos a ser los reyes de la habitación! Echaré de menos las jotas en las gargantas con carraspera, y las bragas caras. Aunque siempre las recordaremos, al menos mientras sigamos en el albergue, porque nos han quedado toda la habitación llena de pelos largos rubios. ¡Qué de pelos! ¡Pelos “blondes”! 

Mañana será un día duro. Mary tiene que quedar con Marleen, que no sabemos si le dijo que quedaban el lunes o que el lunes se quedara estudiando o nosotros qué sabemos. Mañana a las siete estaremos todos listos por si acaso. Ana y yo haremos la ruta de bares españoles. Olé olé. 

Y después de dos noches ajetreadas hoy dormiremos del tirón, supongo. Prefiero tener la habitación solo para nosotros tres y dormir solamente con mis “blondes” favoritas. 

Ella suspiró, la aventura comenzaba. El avión cogió velocidad, aún con las ruedas en el suelo. Aceleraba, aceleraba, aceleraba y el cuerpo se pegaba en el asiento en busca de una solución para que todo aquello saliera bien. Un cosquilleo intenso invadió su estómago. Estaban en el aire. Tuvo miedo y… ¡Oh no! ¡Un pelo largo y rubio de una de las “Blondes in Black” impedía que el avión siguiera cogiendo altura! 

Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

sábado, 29 de septiembre de 2012

"Sueña que sueña en espanglish"

29 de Septiembre de 2012.

Eran las seis y media de la mañana. Una de las madres lloraba desconsolada, la otra la intentaba tranquilizar, no haciéndola partícipe de sus propios nervios. El padre extrajo un pañuelo de uno de sus bolsillos del pantalón vaquero mientras que su hija de catorce años intentaba encontrar alguna ranura por donde poder ver a los tres viajeros. El chico más joven y alto entre los partícipes soñaba, cabizbajo, con el día en el que pudiera volver a verlos, soñaba con el día en el que pudiera volver a besarla. 

Sábado. La fiesta y el ambiente son muy buenos aquí, al menos de oído. Es lo único que hemos catado de ello. Nuestra habitación, en pleno centro de la ciudad, queda hipnotizada por los zumbidos de los pubs y discoteca que la rodean. Las tres gallinas holandesas han salido de marcha y han llegado mientras nosotros dormíamos plácidamente, soñando en inglés o en español. Soñando en espanglish. Han hecho poco ruido. Poco ruido y pocas nueces, porque aquí no hay ninguna de las dos cosas. 

Después de desayunar nuestro cartón de leche diario, un poco de cereales, dos ositos Lulu que encontramos en el Jumbo en oferta y dos galletas de chocolate para cada uno hemos continuado con nuestra búsqueda desesperada de piso. ¡Queremos una catalana con jamón o una de jamón york y queso! Eso de momento tiene que esperar. 

Hemos estudiado en el patio central del albergue, enseñando algo de vocabulario a Ana y siendo ayudados por nuestro compañero de albergue, el italiano que hace vida en la “smoking area”. Además, el italiano, nos ha dicho en Espaliano (mezcla entre español e italiano) que necesitamos un documento para poder alquilar un apartamento. Ya estamos informados de ello y el lunes vamos a por él. 

El bote de salchichas en lata, el pan y el bote de mahonesa en forma de pegamento han sido devorados cuando las holandesas han abandonado la habitación. Creemos que está prohibido comer y beber en las habitaciones, por eso tenemos que ser precavidos. Aunque aquí la gente parece no tener mucha maldad. Entre la maleta verde de Ana, más antigua que “El arroyo Lugar” de La Nava, y las comidas enlatadas entre literas parece que estamos en la mili. Solamente hace falta la trompetilla de batalla. 

¡Madre mía! Las holandesas fiesteras han dejado en el pasillo, al lado de la puerta de la habitación, el calzado con el que salieron la noche anterior de fiesta. Pero… ¿dónde se han metido estas muchachas? I don´t understand. Las botas están llenas de papelitos mojados y suciedad acumulada por todas partes. “Acabamos de preguntarnos la pregunta que se hacen todos los domingos nuestras madres al ver nuestras botas: ¿Estos muchachos dónde salen de fiesta?” dice Mary muy correctamente. Hablan raro, con las “jotas” siempre en la garganta, pero huelen bien. Huelen muy bien. ¡Aunque con la cantidad de desodorante y perfume que usan es normal! Hoy hemos llegado a la conclusión de que todos los holandeses huelen bien. Aquí nadie suda. 

Es la hora de la siesta y nosotros seguimos buscando piso, enviando correos a las agencias y estudiando inglés. Es la hora de la siesta, siesta que aquí no existe, y además es sábado. Queremos ver una peli mala de Antena 3 y comer chuches de “An cá Pepa”. Chuches… ¡Ufff! Casi lloro de la emoción. 

Oh, oh. ¡Las llaves de los candados que abren mis maletas se han quedado dentro de la bolsa de aseo! ¿Y dónde está mi bolsa de aseo? Sí, ¡dentro de la maleta de 20 kg que está cerrada con candado! Continuará… 

Después de ir a hacer la compra al Jumbo, comer galletitas gratis, tomar café espresso y té, dar mil vueltas entre los pasillos del supermercado buscando los precios más económicos y sufrir porque no había quesos de prueba hemos llegado al albergue. En el camino hemos descubierto que ¡había tres latas vacías donde ayer había dos y donde antes de ayer había una! Creemos que, como las latas son de bebidas energéticas, pertenecen a algún holandés deportista que las compra, se las bebe y las deja en esa esquinita cercana al supermercado. De camino al albergue, a parte de las latas, también nos hemos encontrado un gato negro al que hemos bautizado como Salem (al igual que el gato de Sabrina, la serie de la bruja que veíamos de pequeños). Es muy cariñoso y yo quería secuestrarlo para traerlo a la habitación con nosotros, pero Mary es alérgica a los gatos… ¡Asco de alergias! 

Dos cajas de leche, un salchichón barato, una caja de cereales, galletas de chocolate, dos ensaladas, pan y mahonesa. ¡Ya está todo metido en nuestra despensa particular! 

¡Una guitarra española en el albergue! Inevitablemente la hemos cogido, la hemos tocado y hemos cantado “Sin noticias de Holanda”, la canción de Melendi. Nuestro amigo el italiano, que ha cenado una pizza cuya pinta era exquisita y que, desgraciadamente, ha tirado la mitad a la basura, nos ha hecho una foto. ¡Qué buen cuadro flamenco hemos formado! Olé, olé. ¡Ufff! Qué pena de pizza. ¡Quién fuera basura para poder saborear sus ingredientes! Maldito italianini. 

Mis maletas cerradas, mis llaves encerradas dentro de ellas y mis candados cerrados. ¡Menos mal que los candados y las llaves de los chinos son una estafa y todas las llaves abren todos los candados! Ana ha cogido las suyas y hemos hurgado en mis candados, satisfactoriamente el “¡Chac!” de “candado abierto” ha sonado y el alivio ha invadido nuestros cuerpos. ¡Menuda seguridad que nos ofrecen! 

Las holandesas duermen en la habitación, nosotros seguimos en la sala de estar. Supongo que después saldrán de fiesta y llegarán a las tantas, interrumpiendo nuestros sueños en espanglish. Y aquí seguimos y, de momento, aquí seguiremos. Buscando piso, trabajo y aprendiendo inglés. Cenaremos y nos iremos a la cama. Seguro que soñaremos con todos vosotros, que estáis tras una pantalla leyendo estas cartas a miles de kilómetros de aquí. Os echamos tanto de menos… Nuestros sueños son confusos: seguramente aparecéis hablando español, en las calles del pueblo, comprando en cualquier comercio, tomando cañas en algún bar o sentados en un banco del nuevo parque, viendo a los niños jugar. Soñaremos que nos reunimos en la piedra, que disfrutamos de un partido de fútbol los domingos o que nos topamos an cá Pepa, comprando chuches para disfrutar de una peli mala de Antena 3. Lo más seguro es que ahora nuestros sueños sean más confusos que nunca y también os veamos pronunciando palabras in english o en holandés, llenándoos la garganta de “jotas” en forma de carraspera, os encontraremos por las calles de Eindhoven abrigados con una bufanda de lana y un gorro que os tapen las orejas, pedaleando en cualquier bicicleta por los carriles bicis y respetando los semáforos exclusivos para ciclistas, degustando queso gratis en algún supermercado Jumbo, probando café o disfrutando del frío, que se choca en la cara, mientras el tiempo se detiene para que escuches el silencio en cualquier terraza de un coffee shop. De momento todo eso se queda en nuestros sueños, pero sabemos que algún día llegará. Mientras tanto… os seguiremos soñando, en español, en inglés o aunque sea en espanglish. 

Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

viernes, 28 de septiembre de 2012

"Nice to meet you"

28 de Septiembre de 2012.

Noticia de última hora: tres gallinas gigantes parlanchinas holandesas han invadido nuestro corral. Ana, tumbada en la cama leyendo un libro de inglés, y yo, tumbado en la cama de al lado, que no es la cama donde duermo ni la cama donde tengo colgadas mis pertenencias lavadas, nos miramos al escuchar más ruido de lo normal. La conversación y el parloteo se cuelan por la puerta que nos comunica con el pasillo. Ana se aterra. Yo giro mi cabeza hacia la puerta y en ese mismo instante alguien toca con sus nudillos por la parte de fuera. Toc, toc, toc. Ya están aquí.

El despertador ha sonado a las ocho y media de la mañana. He abierto los ojos, he cogido el móvil y he deslizado mi dedo sobre su pantalla táctil para que el dichoso sonido de alarma se detuviera. “Dani, ve al Jumbo a por un café” han sido las primeras palabras de Mary al despertar. Ana me ha saludado, de nuevo, con su dedo corazón.

Hoy es el día en el que Mary ha quedado con Marleen en su tienda, la cita es a las cuatro de la tarde. Mary está nerviosa y tiene que estudiar inglés toda la mañana. Ana y yo seguimos con la búsqueda desesperada de apartamentos, queremos lo que sea. Es difícil: tienes periodos mínimos de alquiler, algunos son muy caros, otros no tienen ni una cama, nos hemos topado con estudios, algún que otro garaje que parece haber sido sacado de una peli de miedo… En fin. ¡Necesitamos un piso decente con una habitación como mínimo, una cama y que pueda alquilarse por tres meses! ¡Y no con un mínimo de doce meses! ¿Tan difícil es? Pues sí, es muy complicado.

Ana y yo hemos abandonado a Mary por la mañana y hemos ido al supermercado Jumbo. Nos hemos propuesto llegar en siete minutos, como nos indicaba la ruta en el “Google Maps” y, efectivamente, se llega en siete minutos. El problema es que nosotros nos entretenemos con cualquier cosa. Todo es diferente, todo es nuevo, todo nos gusta y hasta lo feo es bonito aquí. No hay barrios pobres ni zonas malas. Y si los hay… a nosotros nos parecen que son preciosos. Lo dicho, hemos ido al supermercado y hemos probado todos los quesos que había para probar. ¡Qué rico todo! ¡Y qué cantidad de queso para degustar! Está claro que hay que ir a hacer la compra por la mañana. Hoy la cena, la comida de mañana y el desayuno de mañana nos ha salido por el módico precio de seis euros con sesenta y un céntimos. Económico, ¿no? El viaje al supermercado ha sido mucho más rápido y eso que nos hemos detenido porque hemos visto una valla de madera caída en el suelo. Nos ha parecido muy raro porque aquí parece no haber ni vandalismo ni accidentes. Ayer nos topamos con una lata de un refresco, estaba colocada en una pared de esquina. Hoy, en esa misma pared, la lata de refresco estaba acompañada por otra misma lata. Nos gusta pensar que alguien las deja ahí con algún motivo. ¿Nos encontraremos mañana con tres latas?

Los días pasan volando aquí. Degustamos queso gratis, buscamos piso desesperadamente, recibimos e-mails por respuesta y nada parece salir bien, degustamos café en el supermercado, compramos bastoncillos porque tenemos los oídos sucios, Ana se mete en la ducha sin toalla y se seca con papel higiénico, los dueños del albergue tienen un perro como mascota, hay un compañero italiano que se hospeda en otra habitación pero que parece que vive permanentemente en la zona de fumadores, dormimos en literas, comemos en el suelo, Ana estampa su cabeza una y otra vez contra los barrotes de las literas, lavamos bragas y calzoncillos, secamos nuestra ropa en los barrotes de las camas y practicamos el inglés, intentando evitar el modo indio.

Llegan las cuatro de la tarde. Mary está nerviosa. Perdidos en una calle más de Eindhoven nos topamos con la fachada de la tienda de Marleen, investigamos un poco desde fuera y la vemos tras el mostrador. Es rubia, alta y guapa. Parece simpática. Entramos y perdemos el tiempo ojeando todo aquello que vende, mientras ella atiende a unos clientes. “Hello. I am Mary, the student” dice Mary saludándola. Marleen le da la mano. Luego se dan dos besos. “She is my sister Ana y he is my friend Dani”. A nosotros nos da la mano. ¡Madre mía! El inglés es complicado y más cuando con el que hablas no entiende nada de español. Hay que ponerse las pilas con el idioma. Mary empieza con las prácticas el lunes. Oh, perdón. The monday. “Nice to meet you” dice Marleen al darnos la mano.

Al caer la noche y después de haber entrado en una librería para comprar tres novelas en inglés seguimos con la búsqueda de piso. Y el rumbo de la historia da un giro inesperado cuando tres chicas holandesas invaden la habitación. Ya no somos tres, ahora somos seis. Seis en una habitación de diez. Hemos recogido nuestros calzoncillos y bragas, que se secaban colgados de las literas, y cada uno nos hemos tenido que ir a nuestras respectivas camas. “Madre mía. ¿Y ahora cómo y dónde comemos nosotros?” las dudas atacan la cabeza de Ana. “Blaj blaj blaj jaj jaj jaj” Las gallinas no paran de parlotear. “Es un lenguaje muy de garganta” digo mientras las escucho. “Sí, parece que tienen carraspera” añade Ana, que explora el terreno desde su cama.

Las chicas han llegado, las nuevas inquilinas. Ahora que parecía que nos encontrábamos en la habitación como en casa. Han dejado sus maletas al lado de sus camas, han colocado todas sus sábanas y se han bañado en desodorantes y perfumes. “Estas seguro que han venido de fiesta y se quedan aquí a dormir” intuye Ana, después de pensar que todos esos perfumes los echaban para ahuyentar los supuestos malos olores de nuestra habitación. Se han perfumado y se han ido. Ni un hello ni un bye bye. Pues nada, nosotros estamos encantados de conoceros. Nice to meet you. Por cierto. Una de ellas se ha estampado la cabeza contra uno de los barrotes de la litera. “¡¡¡Paaaaffff!!!” ha sonado, acompañado de varios “Jhaj, jhaj, jhaj, jhaj”. Sí, supongo que tienen carraspera.

De momento no sabemos si encontraremos trabajo, si encontraremos piso. Lo que sí sabemos es que nos llevaremos grandes experiencias y aventuras diferentes cada día. Intentaremos hacerlo lo mejor posible y si no… siempre estaremos encantados de haberos conocido. Nice to meet you.

Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

jueves, 27 de septiembre de 2012

"Siete minutos"

27 de Septiembre de 2012.

 El albergue, ese lugar donde compartes habitación, baño y zonas públicas con todos aquellos mochileros que se aventuran en busca de nuevas ciudades. El albergue, ese lugar donde compartes una habitación de diez camas con tus dos pequeñas mellizas con las que el destino te ha arrastrado hasta Holanda. Una habitación cuyos ocupas somos solamente nosotros y que ya la hemos hecho nuestra. Los calcetines se están secando en la estufa, las maletas andan arrinconadas formando un pasillo entre las literas, todos los enchufes están siendo usados por nuestros portátiles y el hueco que queda entre la cabecera de mi cama y la pared se ha convertido en una despensa, donde parece que guardamos las provisiones de comida para el invierno. El frío invierno, que parece que ya ha llegado a la ciudad y... aún ni se ha asomado por la esquina.

Hemos madrugado. El despertador ha sonado, lo he apagado y me he dirigido a las camas de las hermanas. A Mary le he sacado una foto mientras intentaba despertase y he acercado mi cara a la de Ana que, aún con los ojos cerrados, ha notado mi presencia y me ha dado los buenos días con un gesto realizado con su dedo corazón. Hemos tenido que bebernos un cartón de leche entre los tres, pues aquí no tenemos nevera. "Aquí no pasa nada porque la leche se quede fuera de la nevera, con esta temperatura es como si estuviera en un frigorífico en La Nava" y Mary dice que "Yo puedo comer una loncha de choped seco, pero de los lácteos no me fío". No olvidemos nuestra ración de dos galletas de chocolate para cada uno.

Hemos aprovechado toda la mañana. Ana y yo hemos estado buscando pisos por internet, mientras veíamos llover a través de los ventanales de la habitación. Mary ha estado estudiando inglés todo el día, pues mañana tiene su primera cita con Marlene, la chica con la que va a realizar las prácticas de la carrera. Y alrededor de la una del mediodía ha comenzado nuestra aventura diaria por Eindhoven: hemos salido en busca de un supermercado. Tras buscar la dirección en el "Google maps" y ver que hay un ALDI a tan solo siete minutos caminando desde el albergue nos hemos puesto en marcha. Como era de esperar los siete minutos se han convertido casi que en una hora de caminata. Calles arriba, calles abajo, casas preciosas arriba, casas preciosas abajo, tejados a dos aguas, flores que parecen extraídas del planeta "Pandora" e iglesias que ondean las banderas gays en sus fachadas. Sí, sí. Habéis leído bien: banderas gay en las fachadas de una iglesia. Es todo muy diferente a lo que conocemos. Al llegar a lo que parecía ser el ALDI ahora resulta ser JUMBO, un supermercado que parece que se está haciendo con todos los dominios del ALDI. ¡Tienen café y espresso gratis para que los clientes vayan degustando sus sabores mientras hacen la compra! Además del café, también hemos comido salami y queso gratis. Ir al supermercado aquí es como ir a un buffet libre pero sin pagar nada. Sé que es una exageración... pero es gratificante encontrar "free food" cuando tu modo ahorrativo está con el piloto de ON encendido. Hemos comido un kilo de ensaladilla por 1 euro y 29 céntimos. Hoy nos hemos enterado de que lo más caro que hay por aquí es la fruta y la carne. ¡Es dificilísmo encontrar latas en conserva: no hay apenas paté, mejillones o atún! Con lo bien que se come de una lata...

Y aquí estamos, aquí seguimos. Después de haber cenado otro cartón de leche y casi que un paquete de cereales Mary sigue preparando su entrevista para mañana con Marlene, Anu habla con Roberto por el whatsapp y yo escribo estas palabras que se abalanzan sobre mi cabeza, luchando unas contra otras, ansiosas por ser contadas. Seguimos buscando piso, no queremos pagar más por quedarnos en el albergue, seguimos comiendo bien (en modo ahorrativo pero bien) y seguimos perfeccionando o aprendiendo nuestro nuevo idioma.

Hoy tan solo hemos pretendido andar siete minutos, aunque se hayan convertido en varios minutos más. Siete minutos que vuelan en el tiempo, que nos enamoran y que nos engatusan. Siete minutos que nos muestran los mejores rincones de esta ciudad maravillosa, que nos regalan lluvia y sol, gente amable, bicicletas que circulan como hormiguitas y coches silenciosos, tan silenciosos que parecen haber anulado el sonido de sus claxon.

Mary me ha mirado, sorprendida de todo lo que estoy tecleando, y ha dicho "¿Qué? Hoy te vas a extender con tu relato. ¡Pues si hoy no hemos hecho nada!" A veces el no salir de la habitación de un albergue, ver llover a través de las ventanas e indagar una ciudad vía internet puede llegar a ser tan maravilloso como pasear por esta ciudad desconocida, pasear intentando no superar esos siete minutos establecidos, esos siete minutos que pueden regalar tanto... Tanto como lo que regala un día completo encerrados entre las cuatro paredes de cualquier habitación perdida en una ciudad llamada Eindhoven.

¡Vaya! Nuestro móvil común ha comenzado a sonar: Mama Mari Jose nos reclama. Mama María Jesús ya ha llamado esta tarde.

Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

"Oh, I´m sorry"

26 de Septiembre de 2012.

¡¡¡Hola a todos!!! Hoy ha sido un día duro, diferente, tan diferente como todos los que nos esperan de aquí en adelante. Hemos llegado ahora al albergue donde nos hospedamos, después de una larga caminata desde las 12 de la mañana. Me he despertado en mi litera de arriba y he mirado hacia abajo. Allí estaban ellas, esas dos personitas a las que considero como mis hermanas con las que me he adentrado en esta aventura. "Son ellas" he dicho nada más verlas. He respirado aliviado y me he puesto en pie. Hemos ido a las duchas, nos hemos vestido y hemos salido del albergue en busca del centro de españoles de Eindhoven. Con la ayuda de un mapa lo hemos localizado y hemos andado hasta allí, lo hemos encontrado a las 3 de la tarde. Allí estaban dos ancianos extremeños que no nos han dado muy buenas esperanzas de trabajo. No nos hemos desanimado porque solamente llevamos aquí dos días. Hacen comida española, atienden a gente holandesa y no ayudan, por así decirlo, a los españoles, si no que es como una especie de "Hogar del Pensionista". Hemos visto barrios preciosos, casas maravillosas y los parques y jardines más verdes que jamás os hayáis podido imaginar. La gente por aquí es muy amable y todos muy confiados, como funcionan las cosas aquí funcionarían muy mal en España. Hemos comprado cena y desayuno en un supermercado llamado Jumbo por tan solo 3 euros, hemos catado todo lo que hemos podido en las comidas de prueba, hemos comprado el agua más mala que hamás habíamos bebido, hemos sido casi atacados por una bandada de patos hambrientos de un trozo de pan y el ruido más molesto que hemos escuchado a lo largo de todo el día ha sido el de un timbrazo de una bici provocado para evitar llevarme por delante. Es muy difícil convivir en las calles con un carril bici. "Oh, I'm sorry" y ellos te sonríen, son así. No ponen cara de "¿I´m sorry? I´m sorry tu madre". Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

"Mi primer día, y mañana también"

25 de Septiembre de 2012.

Querida mama, amigos, familia y todas aquellas personas que se acuerdan y nos desean la mayor de las suertes:

Estamos tumbados en la cama del Albergue, nos ha costado la vida encontrarlo pero al cabo de una larga mañana de caminatas, cargado de maletas de 20kg, hemos topado con él. El avión ha ido bastante bien, mi primer vuelo, un poco asustado al principio y con un buen resultado en general. Es bonito descubrir todas las historias que se esconden entre los asientos de un avión: un bebé que mira emocionado las nubes que se fusionan con el color anaranjado del amanecer, una pareja de ancianos que duermen agarrados de la mano y tres amigos que viajan, con el corazón en un puño, dejando todo atrás y buscando nuevas fronteras. Ha sido duro despedirse de la familia en el aeropuerto, quedaros allí, y cargar con nuestro equipaje para subirnos a un avión que nos transporta a esta nueva vida. Es complicado, todo es complicado. Lo sabíamos pero ahora lo decimos con más firmeza que nunca, el idioma es complicado, parecemos indios comunicándonos con el resto de personas, la ciudad es preciosa, super limpia, silenciosa y cargada de gente amable. Bicis por todas partes, árboles y zonas verdes. Esto parece que sí que es vida. Estamos deseando toparnos con un campo de tulipanes. El tiempo es frío, hace frío, pero no importa demasiado. Yo ya he estornudado un par de veces, a Mary le duele un poco la muela y Anu está preocupada porque no ve a Roberto por el skype.

Espero que os vaya todo muy bien, por aquí las cosas de momento van bien. Estamos bien, estamos aquí, estamos en Eindhoven.

http://www.youtube.com/watch?v=liHF69HN97w